Choi Yeonjun no era alguien especialmente amante de las fiestas.

En realidad, prefería quedarse en casa, ver una buena película y comer algo que no fuera 90% grasa. Disfrutaba de tener una vida saludable y balanceada, pero se hacía un poco difícil teniendo de mejor amigo a Beomgyu.

Su pequeña bola de energía se encontraba ahora mismo subido encima de una mesa bailando con una bonita rubia que había conocido esa misma noche. Al principio se había asustado, pero se dio cuenta de que todos los demás parecían estar bien con ello y ya no se veía tan peligroso, esa mesa parecía tener una buena estructura al menos. No conocía la canción sonando, pero al público parecía gustarle así que se calmo un poco mientras seguía vigilando a su amigo con una Sprite en las manos.

No es que Yeonjun no tomara nunca, pero el alcohol realmente no le gustaba demasiado, además había decidido hace mucho no tomar si Beomgyu lo estaba haciendo, prefería estar sobrio y cuidar de él. Porque Beomgyu tendía a alocarse un poco cuando estaba pasado de copas, no era para nada un borracho tranquilo, y la forma en la que empezaba a tambalearse en la mesa era prueba fiel de eso.

—Oh, no.—Dijo Yeonjun antes de correr hacia su amigo, el cual lucia como si estuviera a punto de vomitar. El chico se empezó a sentir un poco mareado e intento a aferrarse a la camisa de la chica que tenía al lado, pero fue muy tarde cuando al dar un paso en falso sintió su cuerpo caer de la mesa. Espero el inminente dolor de la caída con los ojos cerrados, pero nunca llegó.

Abrió los ojos lentamente y se dio cuenta de que Yeonjun lo había atrapado entre sus brazos. Se encontraba cargándolo estúpidamente de forma nupcial.

—¡Bájame!—Se removió, sin embargo Yeonjun lo cambió de posición y ahora se encontraba cargándolo en uno de sus hombros, todo como si Beomgyu tuviera el peso de una pluma.—¡Que me bajes, imbecil!

—Ya nos vamos, Soobin, gracias por la fiesta, estuvo bien.—Dijo su amigo al encontrarse cara a cara con el anfitrión de la casa. Era el cumpleaños de uno de los compañeros de clase de Beomgyu, Soobin ya era un conocido para Yeonjun y le caía bastante bien.

—No hay problema, Jun, dile a Beomgyu que lo veo en clase el lunes.—Las escenas que creaban esos dos ya era el pan de cada día para sus amigos, así que Soobin ni pestañeo al ver a Yeonjun cargar al castaño como una bolsa de papas.

—¡Estoy aquí!—Soobin río.

—Nos vemos en clase, Beom.—Le dedicó un último asentimiento a Yeonjun antes de volver hacia sus invitados.

El castaño estaba indignado porque su amigo lo estuviera tratando como a un niño, pero era inútil pelear ante la fuerza de Yeonjun. Él se ejercitaba, comía limpio, tomaba mucha agua y no era adicto a ninguna clase de droga. Beomgyu en cambio, se saltaba comidas todo el tiempo y llenaba su estómago con café (al cual era más que adicto), jamás se ejercitaba y las comidas que si hacía consistía en congelados, recalentados y comida enlatada.

Esos dos no podrían ser más diferentes, pero conseguían llevarse divinamente de alguna forma.

Yeonjun no sentía molestia por el peso de Beomgyu en su hombro, al contrario, le preocupaba que su amigo estuviera demasiado delgado, podría jurar que si removiera su camiseta sería capaz de ver sus costillas. El castaño estaba haciendo sonidos que indicaban que estaba a punto de vomitar, así que se apresuró hasta su auto y lo dejó pararse en la acera.

De inmediato Beomgyu empezó a vomitar, casi arrodillado en la calle. Yeonjun hizo una mueca y se acercó a sostener su largo cabello que tenía mechas blancas.

—¿Por qué te haces esto, Beomgyu?—Su amigo había podido vomitar solo una cantidad mínima, probablemente no tenía lo suficiente en el estómago para vomitar más. El castaño aún tenía arcadas, pero ya nada salía de su garganta. Yeonjun abrió la puerta de su auto y buscó la mochila que solía llevar al gimnasio, tenía una toalla limpia y paños húmedos.

Beomgyu quedó sentado en el pavimento con los ojos cerrados, parecía a punto de dormirse. Se veía casi inocente y no como alguien que acababa de salir de una fiesta completamente borracho. Con los paños húmedos limpio su rostro y lo seco un poco con la toalla. Volvió a cargar al chico que era un completo peso muerte a este punto, dejándolo acostado en el asiento trasero y cerró la puerta.

Suspiro, dejando salir el aire por un segundo para relajarse. No entendía que estaba pasando con Beomgyu, él siempre había sido fiestero, pero este último verano se le había salido completamente de las manos, prácticamente estaba borracho hasta el punto de la perdición cada fin de semana. Al fin, el lunes empezaban las clases de su último año y esperaba que Beomgyu estuviera un poco más tranquilo, pero aún quería saber el motivo de este hoyo en el que se encontraba su amigo.

Beomgyu estuvo bastante distante las últimas semanas, a penas le hablaba y se excusaba con argumentos baratos cuando Yeonjun intentaba quedar con él, el pelinegro sabía que su amigo le ocultaba algo, pero no tenía idea de que podría ser. Hasta ese momento pensaba que conocía a Beomgyu mejor de lo que él se conocía a si mismo y de pronto su amigo estaba actuando sospechoso.

Entró a su auto, mirando un segundo al asiento de atrás por el espejo retrovisor.

Beomgyu dormía plácidamente, con sus pomposas pestañas adornando sus ojos cerrados. Yeonjun siempre había pensado que cualquier chica mataría por las pestañas que tenía su amigo, de hecho, había varias cosas que tenía su amigo que podrían considerarse envidiables para mucha gente, él lo sabía. El castaño era atractivo, tremendamente inteligente y simplemente magnético. Había algo en su presencia, su sonrisa, su forma de caminar que hacía que las personas no pudieran evitar desviar sus miradas hacia él.

Se pregunto porque una persona tan brillante como Beomgyu sentía la necesidad de embriagarse cada fin de semana. No tenía idea sabía, pero estaba decidido a descubrir que estaba pasando con su amigo.