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Prólogo

《Estimados pasajeros, se les informa que en brevedad estaremos aterrizando en las pistas del Aeropuerto de Long Beach, Florida. Por favor, abrochar cinturones. Gracias por viajar con nosotros》

Mara esbozó una gran sonrisa ante el comunicado de la mujer y rápidamente subió la pequeña per su rostro hacia la pequeña ventanilla que había a su lado. Observó con alegría como la ciudad empezaba a verse a lo lejos y no pudo evitar que los nervios se apoderaran de ella por unos momentos.

Era la primera vez, luego de casi cuatro años que regresaba a su amado hogar desde que había aceptado realizar el intercambio entre su escuela y "Harrow School", uno de los pocos colegios Ingleses que contaba con becas para alumnos extranjeros. Si bien no era un internado, había decidido que, para evitarle más gastos a su madre entre los viajes, pasaría las vacaciones con su padre hasta que terminará su fase de intercambio.

Estaba muy feliz y ansiosa por volver. Estaba segura de que muchas habían cambiado en su ausencia, y parte de esa seguridad venia de todo lo que le contaba su hermano cuando hablaban por video llamada. Y eso la emocionaba.

Caras nuevas. Experiencias nuevas. Para ella, ese verano prometía ser interesante.

Salió de sus pensamientos cuando el movimiento abrupto del avión aterrizando la hizo sacudirse en su asiento. Guardó su teléfono en la mochila que llevaba y se quitó el cinturón con rapidez, poniéndose de pie para luego empezar a caminar hacia la salida. Después del tedioso trámite que era el entregarle sus maletas, comenzó a caminar hacia el interior del aeropuerto. Busco por un par de minutos a su familia y al no encontrarlos se apresuró en revisar si le habían enviado algún mensaje.

Fue cuando sintió dos manos tocar su espalda de manera rápida.

- ¡¿Que demonios?! -Mara se giró rápida y se encontró de frente a su hermano- ¡Jean!

Soltó un grito y lo abrazó con fuerza al cuerpo de su hermano, quien le correspondió el abrazo con fuerza, cuidando de no arrugar la pancarta que había traído.

- ¡Me alegra tanto verte, hermano!

-A mi también me alegra verte, Mara -Comentó él, separándose del abrazo-. Ya extrañaba tu insufrible presencia.

-No he terminado de llegar y ya te pones pesado -Se alejó del joven castaño, fingiendo molestia-. Sigues siendo igual de tonto.

-Y tú sigues siendo igual de fea -Ambos hermanos se sonrieron con complicidad para luego volverse a abrazar.

-Ya, ya, dejen de pelear -Se separaron al escuchar la suave voz de su madre.

-Mamá -Mara se acercó y la abrazó con fuerza, sintiendo como sus ojos se llenaban de lagrimas-. Te extrañé tanto.

-Yo también, cariño -Acarició el cabello de su hija con suavidad y luego de separó del abrazo-. Bienvenida a casa, estas tan hermosa.

-Se siente genial estar de nuevo en casa -Dijo y amplió su sonrisa.

-Vamos a la casa.

La joven asintió con la cabeza y para girarse y tomar sus maletas, empezando a caminar hacia la salida junto con su madre y hermano. Jean se apresuró en arrebatarle las maletas para aligerarle el camino. Cuando estuvieron algo alejados, Mara se le acercó para susurrarle:

-Sé que me quieres mucho, pero ¿No era que tenias clases? -Le preguntó con curiosidad.

-Tu eras una buena excusa para no estar en la clase de matemáticas -Le respondió de manera divertida.

La joven se echó a reír y siguió caminando hacia la salida del aeropuerto.

Al salir, se acercaron al auto de su madre y Jean se encargo de meter las maletas en el baúl del mismo. Mara se subió y soltó un suave suspiro. Realmente estaba en casa, en su ciudad. Y mientras recorrían las calles de Long Beach, ella observaba con nostalgia los lugares que había recorrido durante su infancia.

Jean se dedicó a "ponerla al día" sobre todo lo ocurrido en su ausencia, desde los nuevos edificios inaugurados con el fin de aumentar el turismo hasta el nuevo "trío de oro" que se había mudado a la ciudad hace cinco años. Sin embargo su hermana sólo se perdió en sus pensamientos, disfrutando del viento fresco que estaba por la ventanilla.

Salió de su ensueño cuando el auto se detuvo frente a su casa: era de estilo americano, contaba con una planta baja y un primer piso, de color blanca con tejado marrón y una pequeña galería frente a la puerta de entrada. Vivian a pocas cuadras de las playas, era una zona bastante tranquila y familiar, lleno de familias con niños pequeños y jóvenes adolescentes.

Mara se bajó del auto y sonrió al ver la casa tal cual como la recordaba.

-Sigue igual que siempre -Soltó u suave suspiro y coloco sus manos en su cintura.

Entraron en la vivienda y subió las escaleras con rapidez. Abrió la puerta de su cuarto y no dudó en lanzarse a su cama, soltando un pesado jadeo.

Jean se río ante la acción de su hermana, dejando las maletas cerca del ropero.

-Quería transformarlo en una habitación para entrenar, pero mamá no me permitió -Le comentó de manera divertida.

-Pues que bueno -Se sentó sobre la cama y continuó-. Cuando tu te vayas a la universidad la volveré mi sala de estudio.

-En tus sueños más delirantes, pequeño duende -Le dijo.

- ¡Te dije que ya no me llamaras así! -Le lanzó un pequeño almohadón aunque el mayor logro esquivarlo con rapidez, saliendo de la habitación entre risas.

Mara cerro la puerta y esbozo una pequeña sonrisa. Observó su habitación por varios segundos y luego se acercó a la ventana, sintiendo el aire fresco del mar golpear contra su rostro.

-Que comience el verano.

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