4.Cruel Summer
Jueves 3 de septiembre
2:30 p.m
A veces decirse y proponerse cosas es más fácil que hacerlas. Se necesita voluntad y ganas para lograr lo que nos proponemos. Obviamente, Sol no tenía ninguna de estas dos cosas.
En ningún momento puso voluntad suficiente para no enamorarse de Sam, y tampoco tuvo ganas de no hacerlo. Se le había olvidado la regla más importante, se Mintió a sí misma y a Sam, cuando claramente debía decirle.
No obstante ¿Eso importaba ahora que el verano ya acabó?
El lunes viajaría a New York para buscar algunas cosas que no podía dejar, y de paso hacer unos tramites con su trabajo, ese viaje era el fin de su verano, cuando regresara no habría más sueños de fiebre alta.
Ya no podría pretender que Sam era suyo todo el maldito tiempo.
Aquello quemaba y dolía hasta los huesos.
—¿Por qué suspiras tanto? —preguntó Sam.
Sol no se había dado cuenta de eso.
—No lo sé—respondió sin mucho ánimo. Sam asintió y ni siquiera insistió. Se quedaron uno al lado del otro en silencio. Estaban sentados en la parte de abajo del muelle.
—Nos quedó muy bien el taller —mencionó Sol. No valía la pena darle paso a su melancolía. —Los grafitis que hiciste en la pared son increíbles, tenías razón con los colores morados para la parte de afuera.
—Gracias, tú también hiciste un gran trabajo eligiendo las luces y acomodando el espacio dentro —admitió, devolviendo el cumplido.
—Mañana es reapertura, pero ¿Viste a toda la gente que se paró a verlo? ¡Dios! Fue emocionante. Sé que el taller no es tan grande, pero estoy segura de que le irá muy bien —expresó con emoción.
—Claro que lo es, estoy muy ansioso, mañana será un gran día.
—Estoy segura de que atraerá a muchas personas, a parte de los locales. El equipo y las herramientas son una belleza, lo pedí directamente de una proveedora profesional eso nos da puntos porque se ve la calidad...
Sol empezó a hablarle de todo y Sam la escuchó con mucha atención. Estaba tan emocionada con justa razón. Las últimas semanas habían sido de trabajo duro en el taller. Entre los clientes y las remodelaciones estaban exhaustos.
Por eso se habían tomado ese día para descansar y estar juntos. A Sam le sorprendió cuando Sol sugirió ir a la playa. Últimamente le encantaba. Lo disfrutaba demasiado, más cuando Sam estaba ahí con ella, sosteniendo su mano, sintiendo todo ese azul, rosa y dorado.
Una hora después, cuando Sol terminó de expresar toda su emoción, Sam se levantó de la arena y le tendió su mano.
—Vamos, el agua se ve muy bien —pidió Sam, y Sol aceptó, tomando su mano.
—Para ti el agua siempre se ve bien —le recordó mientras caminaban.
—No puedo contradecirte —admitió. — Amo la playa, en serio lo hago.
—Eso lo sé muy bien —murmuró con una sonrisa.
Era innegable el amor de Sam por la playa, él disfrutaba todas las veces que iba como la primera vez.
Era como un niño pequeño en esos momentos, la última vez había hecho un hueco gigante para poder meterse junto con Sol. Ella solía seguirle el juego para verlo feliz. Le gustaba verlo feliz. Sus amigos se rieron de ellos porque apenas cabían.
Sam y Sol empezaron de hablar de cualquier cosa mientras estaban en el agua. Desde música, hasta películas y series. Sol le discutió porque El diario de una pasión era la mejor película de romance y Sam le contestó que la mejor era Orgullo y prejuicio. Al final terminaron buscando en internet y salió que era Titanic. Como ninguno la había visto acordaron verla esa noche.
Sol salió del agua cuando sintió que se estaba arrugando más que una pasita. Por otro lado, Sam se quedó jugando voleibol con un grupo de chicos que lo invitaron en cuanto lo vieron. En realidad, también le dijeron a Sol, pero ella prefirió solo ver. Le gustaba como Sam sonreía, ese aparente carisma que tenía con las personas.
Sol no quería irse de su vida, no quería ser solo un verano.
Lo supo desde el principio, no tenía nada que reclamar. Todo el verano había sido el cielo. Todos los días esperó que Sam dijera que no fuera solo un verano, después de todo es el único que puede romper sus reglas.
Sol había apostado a un tiro en la oscuridad más oscura, donde no podía ver el resultado, la espera era triste y agonizante, aunque ya sabía que aquel tiro de arco por el que apostó había fallado.
Los ángeles le habían dado la espalda al igual que los demonios, nadie la iba a salvar esta vez.
Sol sentía que estaba caminando por una cuerda floja,
sola,
sin nadie que la sostuviera. Tenía a Betty que ayudaría cuando callera al vacío. Estaba aguantando con todas sus fuerzas no decirle las palabras que acabarían con ellos.
Sam tampoco ayudó mucho.
Sol lo veía ser tan lindo, y malditamente atractivo. No solo eso, él es todo un amor. Le prestaba atención a las mínimas cosas y trataba de hacer todo especial, hasta lo más cotidiano, como comer cereal a las tres de la mañana.
Cuando estaban juntos en la noche, Sam adoraba cada parte de ella con vehemencia, la trataba de tal manera que la hacía sentir como si la amara. Como si nada fuera una mentira.
¿Por qué tenía que ilusionarla así?
Hasta él mismo parecía olvidar que no debían enamorarse y se lo hacía infinitamente difícil. Ella solo estaba esperando,
con toda la fe del mundo,
a que Sam le dijera que no se fuera de su vida.
(***)
—¿Estas llorando?
Hace un momento escucho un sollozo a su lado, quedó atónita al ver el rostro de Sam cubierto de lágrimas. «Tan tierno» pensó Sol mientras se acercaba para limpiarle la cara.
Esa era una de las cosas que más amaba Sol de Sam, su sensibilidad, y el hecho que no la ocultaba. Sus amigos tenían muchas anécdotas de Sam llorando con las películas.
—Tenía que haber otra tabla—murmuró entre lágrimas— No puedo dejar de llorar, que tontería—Sol se estaba aguantando la risa para ese momento.
—Es una película, fuera demasiada suerte que hubiera otra tabla—razonó Sol con simpleza.
—No deja de ser triste, pero debo decir que NoteBook lo es más—Sol no sabía cuánto Sam había sufrido por esa película, había estado triste por días.
—Lo sé, es la película que más me ha hecho sufrir que sea de romance. —Sam se acomodó para recostarse en las piernas de Sol, eso indicaba que tendrían una de esas conversaciones largas en donde contaban anécdotas y comentaban de cualquier cosa hasta que el estómago les ardiera y tuvieran que ir por cereal a la cocina, Sol le diría a Sam que la leche no va primero y volverían a discutir entre risas, al final Sol terminaría ganando, porque siempre han sabido que el cereal va primero.
Sam quería que esas conversaciones y debates tontos duraran toda la vida,
Pero tenía tanto miedo.
¿Qué pasaría si le pidiera quedarse?
¿Qué pasaría si lo hace?
¿Qué pasaría si Sol llegara a arrepentirse?
¿Qué haría con la culpa?
¿Por qué tenía tanto miedo a perder a Sol cuando el mismo había visto un muro de hierro entre ambos?
Sam no solía dudar de sí mismo y no es que Sol lo hiciera hacerlo. Tal vez tenía miedo a las consecuencias. Porque si admitía lo que su corazón gritaba cada vez que ella está cerca y luego todo terminaba ¿Que sería de ellos? ¿Si las cosas no funcionaban como seguiría con ese dolor?
Sol se sentía como el fin del juego.
Y Sam no quería perderlo, pero tenía miedo de intentarlo porque fallar siempre era una opción.
Sabe que nunca le va bien, no puede romper más lo que ya está roto, debe disfrutar ese cielo. Esquivar esa flecha, lanzada por la arquera de puntería perfecta, que va directo a su corazón.
Estaban terminando ese tazón de cereal en la isla de la cocina uno junto al otro sentados en las sillas de Sam. El silencio reinaba como de costumbre cuando comían cereal, Sol le dijo a Sam que era un ritual un día que notaron que no hablaban en ese momento. Era un poco bobo que algo tan bobo como comer cereal fuera tan importante para dos personas jóvenes y exitosas en lo que habían decidido dedicarse.
—Mis amigos quieren salir a beber a un club el domingo y querían saber si querías ir—mencionó Sam cuando estaban lavando los platos, y luego agregó—: Es una pena que Betty y James se hayan ido, son la pareja más divertida del mundo.
Los recién mencionados solo se habían ido hace una semana, Betty quería quedarse mucho más tiempo porque estaba obsesionada con la playa, aunque no sabía nadar y se ahogó demasiadas veces para su propio bien.
—Claro que iré, mi vuelo sale en la noche—contestó con cierto entusiasmo. —Si fuera por Betty se quedaría todo el verano.
—Tenemos que dormir, mañana es el gran día—dijo Sam cuando terminaron de acomodar los platos.
—Cierto, tengo que levantarme temprano para acomodar todo, tiene que resultar lo mejor posible—Sol se recargó en la isla esperando que Sam se acercara a ella, pusiera sus manos en su cintura, y la besara como solo él sabía hacerlo.
Esta vez Sam la miró por un momento, pensando que tenía todo en su vida, no le hacía falta nada. Y aun así lo único que quería estaba justo frente a él y ni siquiera tenía el valor de admitirlo en voz alta.
—Va a salir bien, estoy seguro—la animó con una sonrisa apacible en el rostro. Sol asintió como respuesta, confiando en sus palabras.
Se miraron un momento a los ojos, sin decir nada, sin moverse y era suficiente para perderse en el otro.
A Sam le gustaba como se veía Sol con su camisa de piyama.
Sam fue el primero en acercarse
Y Sol cerró el espacio.
Se puso de puntillas para darle un casto beso en los labios, seguido le sonrío con esa linda sonrisa que podría hacer que Sam cayera de rodillas. Él le devolvió la sonrisa. Tomo su cintura al mismo tiempo que Sol pasaba sus brazos alrededor del cuello de Sam.
Él la besó como si todas las respuestas a los misterios del mundo estuvieran en esa boca. Ella correspondió como si hubiera esperado una eternidad para darle esas respuestas.
Sol podía jurar que el cielo era Sam, sus labios, sus manos, y todo su ser contra el suyo. Amaba eso, lo amaba todo de él.
El beso se intensificó junto con las caricias.
Sam podía sentir toda esa magia, esa media noche que era Sol, toda su exasperante belleza. En cada mínimo toque. Era tan cursi y real se sentía a arder.
Ardía en rojo,
Como las rosas,
Como el amor,
Y como la sangre que chorreaba desde el corazón de Sol.
Todo el resto de la noche sangró por la herida en su pecho. Había aguantado el verano como una campeona. El cuchillo en su corazón, que retenía todos sus sentimientos, ahora estaba tirado en el suelo, junto a la ropa.
No sabía que tan malo era eso. El verano ya acabó, el lunes lo hace, y ella no pudo cumplir lo acordado. Lo Deseaba tanto, un poco más a cada segundo que pasa.
Esa noche casi no durmieron.
(***)
La reapertura fue un éxito. Muchas personas se acercaron, tanto locales como nuevas, para preguntas horarios, precios por mantenimiento, todo lo que podían consultar. Sol estaba agotada, pero era la más feliz del mundo. Su abuelo tenía ese brillo orgulloso en sus ojos cada vez que la miraba que pudo hacerla llorar. La Sol pequeña que vivía encerrada jamás podría haber imaginado que algún día iba a ser tan feliz. Ojalá pudiera decirle que su vida iba a ser tan linda después, aun con altos y bajos, tiene una familia que la ama como nunca creyó ser amada.
Ese día ni siquiera tuvo tiempo de pensar en su situación con Sam, ni siquiera cuando Él estuvo presente todo el tiempo a su lado, siendo su apoyo durante todo el día.
Sol se propuso a fingir que no pasaba nada, le quedaban pocos días y quería disfrutar de su paraíso lo más que pudiera.
Al Dia siguiente el taller estuvo lleno, pero no demasiado como para ser agotador. Como se manejaban por citas o reparaciones rápidas, era bastante fácil para Sol hacer todo sin agotarse demasiado. Su abuelo se haría cargo por la tarde junto a un chico que habían contratado hace unos días por lo que Sol se fue a las cuatro con tranquilidad.
Cuando salió del taller Sam la estaba esperando. Habían quedado en pasear al perro de Taylor y Sebastián. Iban a ir a un parque no muy lejos de ahí. Sol se había cambiado el uniforme del taller por un vestido un poco holgado y unas zapatillas cómodas. Sam tenía la guitarra de Sol colgada del hombro, se iban a reunir con los demás en la casa de Hellen a eso de las ocho.
—Hola Sam—saludó Sol.
—Hola Sol ¿Qué tal tu día?
—Bastante bien ¿El tuyo?
...
Se echaron a reír cuando notaron la tonta forma de saludarse como si no se conocieran. Sol se agachó para acariciar al perro llamado Pinky. Era como una pelusa de pelaje color blanco y ojos oscuros, le recordó a Sebastián. Este olfateó varias veces a Sol, antes de pasarle la lengua por la mejilla como aprobación. Sam los miró con ternura, se preguntó que si todo fuera diferente entonces en un futuro podrían adoptar a un perrito juntos.
—Es una ternura —comentó levantándose.
—Totalmente, aunque a mí no me quiere mucho, suele morderme o arañarme —Sol soltó una risita, se imaginaba la escena. Recordó que Taylor había dicho a Sol: "Si Sam te rompe el corazón le tiraré a Pinky" En ese momento no lo había entendido, pero ahora sí, lo que era aún más gracioso. —¿Nos vamos?
—Claro.
Caminaban compartiendo los audífonos y jugueteando con Pinky. Conversando sobre su día. Sam estaba pintando otra pintura, que podría ser la inspiración de otra exposición. No le quiso dar detalles a Sol por más que se los pidió. Por otra parte, Sol, le contó que un señor que frecuentaba el taller dijo que ya no lo llevaría porque no confiaba en su trabajo por ser una chica y que todo se veía de mala calidad, eso la había sacado de sus casillas al punto de decirle de la manera más delicada posible "Métase su carro por el culo y no venga más que aquí nadie le pidió su opinión". Sam no pudo estar más de acuerdo con su reacción, de verdad que seguían existiendo los idiotas.
Eran casi la cuatro y media en el momento que Sam Y sol se dieron cuenta que no era tan fácil cuidar a un perrito lleno de energía. Le habían Soltado la correa para que jugara cuando llegaron al parque y lo primero que hizo fue salir disparado a correr, Sol lo correteó para no perderlo de vista con Sam detrás de ella queriendo seguirle el ritmo. Había sido gracioso. Ahora estaban jugando a buscar la pelota lo cual les servía de descanso.
Si les dieran la oportunidad de detener el tiempo lo hubieran hecho. La luz dorada del día golpeaba a Sol y Sam a través de los arboles; él estaba jugando con alguno de los anillos en la mano de ella.
Pinky regresó con la pelota, pero en vez de agitar la cola para que la lanzara nuevamente, fue a los pies de Sol y se acurrucó en ellos.
—Se cansó, nunca había visto a un perrito cansarse tan rápido —dijo Sol con diversión. Sus padres tenían un Golden Retriever que nunca parecía hacerlo.
—Es igualito de perezoso que sus padres —concordó Sam con un tono bromista. Ese pequeño animal era perfecto para sus dueños que se la pasaban durmiendo. — O tienen mucha energía (Aunque a Taylor no se le nota) o están dormidos, no hay otra opción.
—Admiro esa capacidad, no me gusta dormir, siento que podría hacer algo más —confesó Sol. Recostó la cabeza en el hombro de Sam.
—Somos dos, aunque me gusta dormir en la mañana porque suelo quedarme despierto en la noche para pintar, a esas horas me llega la inspiración.
Ahora ya sabía porqué a Sam le costaba tanto despertar en las mañanas. La costumbre de dormir a las cinco de la madrugada para levantarse tarde.
—Entiendo, yo me acostumbré desde pequeña, me sirvió bastante en la universidad. Aunque nunca le digo que no a una buena siesta en la tarde—susurró esto ultimo en el oído de Sam.
—Lo tomaré en cuenta—dijo Sam con una sonrisa. Sol pensó que era un mentiroso.
(***)
—¡Una serpiente! —gritó Sebastián a las mímicas que hacía Elena.
Era una mariposa, Taylor no estaba seguro de como Sebastián pensó que era una serpiente.
Estaban en la sala de Hellen jugando mímica después que Sebastián lo propusiera. Era bastante gracioso. A Sol le toco imitar un gato lo cual fue bastante fácil para Sam acertar. Aunque a él le tocó hacer de bombero y fue bastante cutre, Sol nunca había visto un bombero tan malo.
—Retírate amigo, lo haces fatal—mencionó Elena con una mueca de resignación.
—Es que tú no sabes hacer mímica —reprochó mirando a todos buscando apoyo. Esta claro que nadie le devolvió la mirada.
—Era una mariposa, hasta Sam que es horrible en este juego lo adivinaría.
Sam hizo una mueca antes de decir: — A mi no me metan en su problema.
—Era una serpiente...
—No sé cual es tu definición de serpiente, pero no creo que sea esa ¿A que sí? —comentó Hellen en el oído de Sol.
—Definitivamente no—Estuvo de acuerdo. — Era más lógico pensar que era un ave o algo así, pero ¿Una serpiente?
—Mejor siéntate, no te sigas mintiendo cariño—dijo Taylor llamando la atención de su novio que, enseguida, se sentó a su lado en el suelo con una cara de resignación.
Hellen le había contado a Sol que ellos solían reunirse al menos una vez por semana en su casa y pasar el rato, hablar de lo malo, celebrar lo bueno, llorar las penas, olvidarse de ellas, y sobre todo darse apoyo. Sol sintió muy íntimo eso, tanto que pensó que tal vez no debería estar ahí. Sin embargo, Todos dijeron que estaba bien. El ambiente de la casa era verde, como la profundidad de un bosque sano, donde solo se haya la paz.
Estaba tan agradecida con ese grupo de chicos. Se preguntó si después de terminar lo que tenía con Sam seguirían hablando, de seguro, sería difícil.
Otra vez pensando en el final, por más que lo intenta Sol no es capaz de disfrutar plenamente esos momentos donde solo hay risas.
Elena hizo café con galletas para todos antes de que Taylor y Sol cantaran las canciones que tenían preparadas para ellos.
Hubo un momento de silencio que nadie quiso romper. Sol miró a Sam de reojo sin poder evitarlo y notó que este ya la estaba mirando.
Fueron solo unos segundos
Y, sin embargo,
Fue suficiente para sonrojar sus mejillas,
Acelerar sus corazones,
Hasta hacerlos doler.
El café estaba delicioso al igual que las galletas de mantequilla.
Un rato después Taylor echó a Sam del al lado de Sol para tomar su lugar ignorando las protestas de Sam.
—¿Estas lista? —preguntó Taylor como si fueran a tocar en un escenario con miles de personas y no en una pequeña sala frente a sus amigos. Sol asintió con una pequeña sonrisa en los labios. —Yo y Sol escogimos estas canciones, mayormente tristes, de nuestra Diosa Taylor, asique preparen los pañuelos.
Elena aplaudió y zarandeo a Sam de los hombros emocionada. Hellen la miro con una ternura que Sol jamás había visto.
Sol empezó a tocar las primeras notas con la guitarra, seguido Taylor complemento la melodía con el piano. Come In With The Rain fue la primera canción, la suave voz de Sol inundo el ambiente. Taylor se unió un momento después con ese timbre ronco en su voz.
Hellen empezó a tararear la canción al mismo tiempo que notó a Sam sin despegar la vista de Sol. No pensó ver a su amigo así nunca, tan enamorado. Esperaba que Sam no siguiera con la tonta idea de "Solo un verano" porque sería complicado consolarlo. A parte si Sam dejaba ir a Sol no se lo perdonaría. Era culpa suya que Sam tenga tantos miedos con respecto al amor. Toda la vida cargaría con eso sobre sus hombros así su amigo dijera que no es así. Él nunca la culpó,
Pero ella lo haría toda la vida.
La siguiente canción empezó con el piano De Taylor, la guitarra de Sol se unió un momento después. La canción se sentía más personal para Sol. No podía explicar porqué, después de todo lo suyo con Sam no era algo que ocultaran, no era un amor ilícito del que no pudieran hablar. Sin embargo, ahora que todo esta por terminar, le enoja la situación. Sam le había mostrado esos colores nuevos, ese azul que no vería con nadie más,
Esa manera no lingüística de comunicarse que no tendría con nadie más.
Sol era un completo desastre para ese momento y ni siquiera quería negarlo.
Sol cantó illicit affairs con todos los sentimientos a flote y nadie en esa habitación era capaz de cuestionarla cuando tenia todo el derecho a estar ardiendo. Casi todos notaron esa sangre chorreando de su pecho.
Hellen, Elena, y Sebastián se miraron entre ellos, entendiendo la situación. Miraron a Sam, la cara afligida de este decía claramente que le había caído la piedra cuando llegó el puente. ¿Y cómo no notarlo? Sol lo miró directamente en ese momento, lo dijo todo sin decir absolutamente nada; sus amigos lo vieron bajar la mirada.
El ambiente se volvió un poco pesado, aunque fue rápidamente aliviado con la siguiente canción. Treacherous También le recordaba a Sam, Dios, ¿había una sola cosa que no la hiciera pensar en Sam? Era frustrante.
Y triste.
Cantaron unas canciones más, la ultima la cantaron todos en coro ya que fue la canción más feliz, ¡ME!
Sol y Sam fingieron no ver el azul grisáceo que los pintaba entre todo ese verde y amarillo.
(***)
Domingo
Hora 9:00 p.m.
Sol se miró una última vez al espejo. Se veía divina. El vestido que eligió con Elena y Hellen un día antes fue la mejor elección. Era azul oscuro brillante y llegaba a la mitad de sus muslos. Aunque eran incomodos se puso unos tacones altos del mismo color del vestido.
Le envió una foto a Betty de como había quedado ya que esta había acompañado a Sol a arreglarse por video llamada solo que no había visto el final porque James había llegado con la cena. Miró la hora en su celular, a las nueve y media había quedado en recoger a Sam.
Antes irse Sol le dio un beso en la mejilla a su abuelo para despedirse. El señor Felipe había notado la densidad en el ambiente entre su nieta y Sam. Incluso estaba seguro del motivo, Sam hacia comentarios un poco confusos y Sol también.
Estuvo pensando si decirle a Sam que ayudara con La mudanza de Sol cuando esta regresara de New York. Eso lo haría quedar como un tonto, pero prefirió no meterse, de alguna forma esos dos encontraran la manera de aclarar sus malentendidos.
Él camino a casa de Sam fue silencioso, ni siquiera puso algo de música. Estaba un poco nostálgica en ese momento, probablemente mañana sería un más que "nostalgia" aunque no importaba mucho. Recordó muchas cosas,
La última noche de invierno, Sam, sueños de fiebre alta, demasiado buenos para ser reales.
Todas las veces que cantó y tocó la guitarra solo para Sam.
Las mañanas en las que hacían el desayuno juntos.
Caminar por el muelle con una dona azucarada en la mano.
Cuando solo estaban ellos y nada más, con todo entrelazado toda la noche.
Podía tratar de enumerar todas las cosas que hicieron juntos ese verano y no terminar nunca. Sol nunca lo olvidaría.
Ese había sido el mejor verano de su vida. Por más triste que fuera en ese momento no quitaba todo el placer que fue vivirlo. Le bajaron el cielo, los ángeles que la protegían le habían dado esa bendición. Ahora los demonios se la habían quitado y no tiene derecho a quejarse cuando ella misma aceptó en primer lugar.
Si le dieran la opción de no vivir ese verano y salvar su corazón no lo aceptaría. Viviría ese dolor mil veces, con los ojos cerrado volvería a caer por Sam y no tenía ningún arrepentimiento, bueno, casi ninguno.
Sol llegó a casa de Sam con ganas de llorar que fueron rápidamente opacadas al verlo salir de casa.
San era malo, el ser más cruel del mundo y totalmente su tipo. Llevaba una camisa negra con los primeros botones abiertos, un pantalón de tela del mismo color así como los botines que traía puestos. Peinado hacia atrás y unos aretes que no solía usar. Perfecto diría Sol.
—Hola Sam. Que guapo estas—dijo Sol en cuanto este se sentó en el asiento de copiloto.
Sam soltó una risita nerviosa por el tono coqueto que usó Sol.
Al mirarla casi se desmaya, perdió el aliento por un momento. Estaba realmente preciosa, el azul le quedaba demasiado bien. Lo más hermoso que había visto.
—Estas preciosa—mencionó sin poder evitarlo. Sol se acercó y le dio un beso sin importarle mucho su labial, no pudo contener las ganas de besarlo cuando lo escuchó decirle eso en ese tono tan lindo.
Se arruinaron con tan solo un beso. Estaba encantada con los labios de Sam, no sabe cuanto tiempo se besaron pero fue lo suficiente como para que los llamara Sebastián diciendo que se apuraran.
(***)
La noche iba de maravilla, Sol estaba sentada en la barra descansando. Había bailado con Sam y los demás por al menos una hora y media sin parar. Hellen estaba con ella, Sam se había quedado bailando con Elena, Sebastián y Taylor. Era un gran momento, realmente lo era.
Hellen le pidió a Sol que la acompañara al baño para no ir sola asique ambas fueron, solo por unos minutos, y al regresar le dieron nauseas por la vista que tenía en frente.
Sam había dejado de bailar y ahora estaba en la barra con una chica linda sentada a su lado. Ella sonreía mucho, y tenía la sonrisa hermosa.
No tenia derecho a enojarse, no podía estar celosa si al final ese era su ultimo día juntos y después Sam podía hacer lo que quisiera y salir con quien quiera, no obstante, le daban nauseas la idea de Sam con otras chicas.
Ni siquiera la cara feliz que Sam puso cuando la volvió a ver le quitó la fea sensación en su estómago. La chica no dijo nada cuando lo vio levantarse e ir al lado de Sol como un perrito viendo a su dueña. Sus ganas de coquetearle se fueron por la borda, ese chico ya estaba flechado.
La única manera de aliviar el ardor en su estómago fue el alcohol porque de alguna forma opacaba a los celos.
Debía confesar que perdió la fé en que Sam dijera que la amaba, eso es lo que quiso escuchar todo el maldito verano. Ahora se sentía como esperar algo que sabes que nunca llegará asique después de un rato,
cuando te resignas,
sigues avanzando.
Para empeorar todo, empezó a sonar Lover, la canción que Sam siempre le pedía que cantara. Él la miró emocionado, el club la canto junto a ellos, fingió que no le dolía. El alcohol la había puesto triste, y nunca se sintió tan mal como en ese momento.
¿Qué diría Betty si le contaba? Probablemente sería algo como "¡El amor es una mentira!" aun cuando ella está enamorada hasta decir nomas. Esa era la mentira que le contaría para hacerla sentir mejor, y era una mierda. Era una real catástrofe porque esta vez era diferente.
Los días de playa habían sido hermosos, ahora el recuerdo del sol le quemaba el corazón, y la arena era como vidrio lastimando sus sentimientos.
Sol salió del club para tomar aire, su tristeza iba a contagiar a todos y es lo que menos quería. Ya estaba un poco ebria, seguramente en cualquier momento lloraría. Lo maldijo cuando lo vio salir. Ni en esa situación su corazón dejó de Latir rápido al verlo. Sol sabía que necesitaba espacio, pero no lo quería, seguía sangrando ¡¿Por qué no paraba?!
—Nos vamos, estas muy ebria—avisó Sam con una mueca seria en el rostro. Sol se sintió que le arruinó la noche. Como no se quiso sentar al lado de él lo hizo en los asientos traseros.
Escuchó a Hellen decirle que estaba bien y que ellos también se irían porque ya eran las dos de la mañana.
Sol se echó a llorar como una bebé durante todo el camino. Sam la miró confundido, no le gustaba verla llorar, pero tampoco sabe porqué lo hace, no tiene idea de que hacer así que se apresura para llegar rápido.
Está asustado, no sabe cómo hará para consolar el llanto de Sol que parece incrementarse a cada minuto, sabe que en el auto o parar a mitad de la calle sería peligroso, el camino es angustiante para Sam.
Por suerte no es largo. Al llegar Sam se estaciona en el jardín trasero de su casa porque la parte frontal estaba enlodada, parece que había chispeado y por cómo se veía el cielo llovería en un par de horas. Sol dejó de llorar cuando estaban subiendo las escaleras para ir a la habitación. Se sentó en la cama, esa en la que tenían tantos momentos, se limpió las lágrimas rogando que su maquillaje no fuera un desastre.
—¿Cómo estás? —preguntó Sam con cautela, temiendo que la chica se desmoronara frente a él.
¿Cómo esta? No sabía eso, pero dolía lo suficiente para saber que no estaba bien. Sin embargo, sonrió, le tembló un poco el labio, pero sonrió con esa sonrisa que sin darse cuenta enamoró a Sam.
—Estoy bien—dijo, aunque no era verdad.
Sam asintió sin creerle. Se sentó a su lado en la cama y la abrazó.
Por un momento todo volvió a ser sueños de fiebre alta, demasiado buenos para ser reales.
Volvió a ser lluvia de medianoche, hogareña y especial.
Volvió a ser azul como el tono del otro, azul, como ese tono de azul que solo ellos podían ver.
Sam se separó del abrazo para ir a hacerle un té a Sol. Cuando lo vio salir del cuarto soltó una larga respiración. Solo había una cosa de la que se arrepentiría después y es no decirle que lo ama, pero no sabía que efecto tendría en Sam, tal vez la odiaría por eso.
Su boca deseaba decirlo, porque así todo habría valido la pena, ama y quiere que esa persona lo sepa. Si veía a Sam otra vez se lo diría, porque era demasiado sincera. Ya no quería guardar ese secreto que le dolía tanto mantener.
Sol agarró las llaves de su camioneta que estaban en la mesita al lado de la cama, se levantó, olvidando sus tacones, y bajo las escaleras con cuidado. No estaba borracha, llorar tanto le había bajado el alcohol, es cierto que no se sentía plenamente sobria, pero ebria no estaba. Por suerte la cocina y la sala de Sam estaban en una parte de la casa, y la puerta del jardín y las escaleras a su cuarto en otra, por ende, Sam no podía verla salir. Sa apresuró cundo escucho pasos, la puerta del jardín estaba abierta por suerte.
A medio camino, cuando ya casi llegaba a su auto escucho la voz de Sam.
—¿Qué estas haciendo? —Sol maldijo para sus adentros, se dio la vuelta y alzó la mirada, ahí estaba Sam, en la puerta por la que hace segundos ella había salido. Vio la taza del té en una de las manos de Sam.
—Ya me voy.
—¿Por qué? —La taza cayó al suelo cuando él la soltó para ir hacia Sol. Por reflejo ella se alejó y Sam no volvió a avanzar.
—Porque ya no puedo más—confesó. Si todo moriría ahí era mejor que fuera sin arrepentimientos. No quería preguntarse todos los días siguientes "¿Qué hubiera pasado si...?" lo rechazaba totalmente. —Me diste un verano cruel, un cielo quebrantable y ya está hecho pedazos, Sam, no quiero guardar secretos para poder tenerte.
Aquellos colores que habían creado juntos parecieron dispersarse, ya no podían reconocerlos entre tanto azul, y no como el tono del otro. Todo lo que crearon estaba hecho pedazos a sus pies, sin nada que Sol pudiera hacer para arreglarlo. Por más que tuviera todas las piezas, por más que lograra encajarlas, no volverían a su lugar de la misma forma, porque mientras ella quiso salvar su paraíso, él solo lo rompió más.
—¿Por qué propusiste que fuera un verano? ¿Por qué no me dejaste enamorarme de ti? —preguntó como si quisiera echarle sal a la herida.
—Porque soy estúpido—. "Tengo miedo, no quiero que seas un mal recuerdo en mi vida, ni yo en la tuya" se respondió a sí mismo.
Sol perdió la paciencia por esa vaga respuesta.
—No me ayudaste a no hacerlo—mencionó con un deje de reproche en la voz. —¿Por qué tenías que ilusionarme? ¿Sabes que lo hiciste? Actuabas como si en cualquier momento fueras a decir que me amas, yo te...
Al escucharla, Sam, lo noto. Lo que ella sentía y no creía que pudiera ser real. ¿Cómo podría serlo? No, simplemente no.
—No lo digas, Sol, no lo hagas más difícil.
Todo acabaría ahí ¿Qué más daba?
Por todo lo que valía la pena,
por todo ese verano tan mágico.
—¡Te amo! ¿Acaso eso es lo peor que has escuchado? Porque lo hago—Le gritó para que no le quedaran dudas después.
Sol lo vio mirar al cielo, como dando plegarias, y sonreír como si fuera un malito demonio.
Sam se estaba convenciendo que no era real, que esa confesión no era más que producto de la euforia del momento, Sol no podría amar a alguien en tan poco tiempo.
—No, no puedes, era la única regla—Ninguno escuchó como al otro se le rompió el corazón en ese momento.
—Si, era la única, y ni siquiera te esforzaste en ayudarme a cumplirla.
—Tu tampoco.
—Pero tu no te enamoraste de mi ¿O sí? —Sol preguntó con un poco de esperanzas. No obstante, el silencio de Sam respondió su pregunta.
Por otro lado, Sam intentó no flaquear, podría ser el alcohol que la hace decir esas cosas. Sol podía ver la cara de Sam desde el jardín, la distancia no era demasiada desde ahí, pero aun así era la suficiente para no distinguir el rojo de las mejillas de Sam.
—Sol, debes estar confundida...
Sol dejó de escucharlo negar unos sentimientos que no eran suyos. ¿Por qué no le creía? Era demasiado testarudo para su propio bien.
Caminó hasta su auto, abrió la puerta, y guió la vista hacia Sam, lo miró a los ojos, esos que eran grises como sus días favoritos.
—Lo hago, puedes repetirlo hasta que te lo creas, o negarlo— su voz se quebró— pero quería que lo supieras antes de acabar esto, al menos no tendré de que arrepentirme, gracias por todo Sam— se despidió con el corazón hecho pedazos en las manos.
Sol se subió a su camioneta y no miró atrás cuando se puso en marcha. Le dolía el corazón, mas ya no sentía esa daga que no la dejaba dormir. Manejó a un ritmo lento y cuando iba por la playa vio las gafas de Sam en el asiento de copiloto. Bajó la ventana y las tiró con furia, no obstante, se estacionó y corrió a buscarlas. Le excusa fue por no querer contaminar y no porque son lo único que quedaba de Sam. El tonto e idiota.
Miró la infinidad del mar, y las luces de los barcos en este. Debian ser como las tres de la mañana. Sol busco su cárdigan que había dejado días atrás en la parte trasera de la camioneta, se lo puso, y se sintió tan cálido como un abrazo de su madre. No quería ir a casa de su abuelo, no podía encerrarse en la habitación sola, eso la llevaría a su propio caos. Decidió quedarse en la playa, abrió la puerta del maletero y se quedó ahí, mirando el mar que le daba paz.
Luego caminó y caminó hasta que por fin pudo llorar, pataleo ahí porque nadie podía verla. Los sollozos sonaban demasiado altos, pero no había nadie que la escuchara. No sintió las horas que dio vueltas.
Mientras caminaba sola por la playa y el sol se empezaba a asomar entre las nubes de lluvia, Sol se detuvo para mirar el alba resplandeciente y magnifico, se le apretujó el corazón. Jamás vio salir el Sol con Sam aunque lo prometieron. Esta vez miró hacia atrás con lágrimas en los ojos, en dirección a la casa de Sam que ya no podía verse a lo lejos. Tampoco lo vio ir tras ella como en un cliché perfecto. Para Sol; Él no se había dado cuenta que la amaba,
No se dio cuenta que aún no era tarde
Y que debía ir tras ella.
No se dio cuenta que tenia que besarla ahí con el alba de testigo y decirle que no se fuera, que la amaba.
Sol lloró una vez más acompañada del agua que caía del cielo. Se mojó hasta los huesos, el agua se llevó parte del dolor, no todo, pero la ayudó mucho. Estaba bien, se sonrío a sí misma, había estado bien, le costaría olvidarlo, sin embargo, supuso que estaría bien después de todo.
La lluvia que indicó el final del verano cayó y con ella todo terminó.
Mil años más tarde, pero aquí está.
Holaaa, este capítulo fue complicado de escribir a niveles que no tienen idea. Literalmente trato de narrar solo desde el punto de vista De Sol porque el siguiente Sam será nuestro protagonista a excepción de una parte. Es un capítulo angustiante al que le tengo un amor/Odio, yo amo escribir escenas tristes, pero no me gusta hacer sufrir a los personajes.
Sol es una mezcla de emociones contradictorias a diferencia de Sam que es como una bola de miedos. Les quiero pegar ¿Como hablan de todo menos de lo más importante? Admito que culpo mucho a Sam de esto, pero a la vez lo entiendo.
Cuando cree el hilo de situaciones que pasarían para llegar al puente de la canción (Lo que me motivo a escribir la historia) no imaginé lo angustiante que sería escribirlo, sin embargo, creo que era necesario para poder llegar. Cabe destacar que esto es drama, puro drama, no creo que en la realidad dos personas no hablaran de un viaje, aunque Sol si intentó hablarlo con Sam, aunque no lo suficiente como era "Solo un verano" no imaginó que a Sam le importaría... Bla bla bla en fin, síganme en Instagram, mentira, bueno si quieren sí.
Nos leemos pronto
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