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2.King Of My Heart

Sábado 8 de Julio.

Antes de llegar a Santa Mónica Sol estaba perfectamente bien, y Sam se había hecho la idea de que estaba mejor solo, pero ahora había veces que la llamaba cariño en ese tono egocéntrico que le gustaba, y parecían siempre buscar la cercanía entre ambos.

Solo tenían una explicación para esto: Se contagiaron con la última lluvia del verano.

Aquellas gotas de lluvia en la media noche debían tener algún tipo de encantamiento mágico porque no era normal la manera en la que se sentían. Eran alucinaciones por la fiebre, tan irreal que se querían negar a creerlo y tan hermoso como lluvia de medianoche.

Y no eran solo azul, azul, y azul melancolía, no, ahora podría ser rojo deseó y anhelo. Dando como mezcla un morado lujo, porque la manera en la que se miraban era como si el otro fuera todo un maldito privilegio

—¿Quieres ir a la playa conmigo y mis amigos? —preguntó Sam de la nada.

Sol estaba buscando ideas en Internet para pintar el taller mientras que Sam estaba a su lado dando su "opinión", pero más bien le decía a todo que no. Como él era el artista, Sol aceptaba su opinión después que tuviera argumentos y no fuera por molestar.

Esa noche había sido el comienzo de muchas otras, de miradas intensas y acercamientos involuntarios. Estaban teniendo atracción y sentimientos que uno de ellos se negaba a tener, y el otro anhela confirmar

Se suponía que solo se estaban conociendo, y estar casi todo el día juntos había acelerado el proceso, sin olvidar la atención que le prestaban al otro, ya podían reconocer cuando estaban nerviosos, incomodos, felices y algunos de los límites, cuando parar y detenerse de preguntar. Todas estas cosas no evitaban mirarse de esa manera casi obscena algunas veces y otras demasiado tiernas. Tampoco era muy racional, llevaban tan poco conociéndose y se sentía como toda la vida.

—Si quiero—respondió casi de inmediato, y enseguida se avergonzó de esto.

Sam la miró con una sonrisa fanfarrona en el rostro, y ella le dio un leve empujón en el hombro.

—Mañana por la tarde pasaré a buscarte—le avisó con una sonrisa. Sol pensaba que era de las más lindas que había visto.

—Está bien—murmuró con una sonrisa de lado.

Sam apartó varios mechones que caían por su cara.

—No te preocupes son buenas personas—aclaró. —Además me contaste que no te gustaba la playa porque siempre te pasa algo malo, pero estaremos juntos así que no dejaré que algo malo te pase, puedo mostrarte lo bueno de ella—dijo Sam, sin pensarlo dos veces. Sabe lo sincero que fue y lo cursi que se escucharon sus palabras, pero la cara sonrojada de Sol valía toda la pena. —O también puedes quedarte en la orilla con Taylor, no tienes que sentirte presionada —agregó.

—¿Taylor? ¿Él profesor de música? —preguntó Sol, mientras le enseñaba otro diseño para el taller con colores más vivos.

—Si, no suele entrar al agua, siempre se queda afuera—le explicó, mientras asentía al ver el diseño para el taller. Ése le había gustado.

No parecía mala idea, en realidad era muy buena. Tenía varias semanas de haber llegado y no había hablado con nadie a parte de su abuelo, Sam y la cajera del supermercado. Además, no había ido a la playa de día, ni mucho menos había pensado en bañarse en ella.

Sol le dio la tableta a Sam, para que viera el diseño del taller y que él lo terminara. Al final quedo hermoso. Sol estaba bastante contenta de darle un cambió al taller para que llamara la atención, le gustaba el aura del lugar, parecía un taller antiguo con paredes de ladrillo y ese típico rojo y letrero plateado.

Hace una semana Sol habló con su abuelo, ella había propuesto modernizar todo el equipo, y todo el interior, todas las paredes en tonos blancos menos la maquinaria, ya que esta tendría colores como azul, amarillo, y rojo. En el exterior sería pintando con un color morado oscuro con grafitis en las paredes de colores y luces, algo llamativo y más urbano. Él estuvo de acuerdo, y dado que ya no podría hacerse cargo por mucho tiempo, entendió la idea de su nieta, aun cuando él no sabía la decisión de Sol. Por eso también le había dejado claro que la remodelación iba por los ahorros del taller y que ella no debía sentirse atada a quedarse en Santa Mónica por gastar eso.

Después de todo ese verano era para decidir si quería quedarse o no.

—Sol, ¿podemos hablar? —Le preguntó su abuelo asomando la cabeza por la puerta de su oficina. Aunque enseguida volvió a entrar.

Sam y Sol se dieron una mirada curiosa antes de que ella se levantara para ir, al mismo tiempo que llegaba un cliente recurrente al taller y Sam fue a atenderlo.

—Abu ¿Qué pasa? ¿No estás de acuerdo con algo? —Preguntó Sol, al momento que entró, olvidando cerrar la puerta.

Su abuelo negó con la cabeza e hizo un ademán con su mano.

—No, todo va a quedar muy moderno y bonito—aseguró no muy seguro.

El realmente no entendía muy bien las ideas de las que Sol hablaba durante las cenas, sin embargo, confiaba plenamente en ella, así que lo que fuera que estuviera haciendo seguro sería fantástico.

—¿Seguro? No te escuchaste muy convencido—volvió a preguntar mientras se sentaba en una de las sillas frente al escritorio de su abuelo.

—Si, no te llamé por eso.

—¿Entonces por qué? —preguntó un poco tensa al ver la expresión dudosa en el rostro de su abuelo.

El señor soltó un suspiro antes de decir:

—Quería preguntarte si ya habías decidido si quedarte o irte—estaba tan nervioso por la respuesta. —Sí aun no lo has decidido no hay ningún problema, aun tienes tiempo para hacerlo—aclaró su abuelo.

—En realidad ya lo hice—confesó elevando la comisura de su labio en una sonrisa.

Sol lo había decidido la semana anterior, mientras estaba hablando con Betty y se dio cuenta de donde quería estar.

—¿Y entonces...? —su abuelo movió las manos animándola a decir más.

—Iré a New York al final del verano—empezó a decir con alegría, el señor hizo una mueca afirmativa tratando de ocultar la tristeza— Ya sabes tengo que dejar todo listo antes de mudarme a Santa Mónica oficialmente—finalizó y el semblante de su abuelo se ilumino feliz.

El ambiente en la oficina era tan amarillo y rosa felicidad. El señor Felipe sabía que Sol solía pintar su vida de esos colores desde que había llegado a ella, cuando solo tenía diez años. Sin poder evitarlo se levantó para llegar a ella y abrazarla.

—¿Estas segura? No quiero que lo hagas porque te sientes presionada ni na...

—No nada de eso, yo jamás me había sentido tan cómoda en un lugar hasta ahora—admitió rompiendo el abrazo.

Mientras ellos celebraban, Sam estaba tan aterrado.

Iba a llamar a el señor Felipe ya que había algo que no encontraba, no obstante, escuchó cuándo Sol dijo que se iría a New York al final del verano como decisión final, mas no sé quedo a escuchar lo demás, no podía hacerlo.

El piensa que se irá, y no quiere que lo haga, porque estaba sintiendo tantas cosas de las que, hasta hace unos segundos, no quería huir. Sin embargo, eso había cambiado.

Porque Sol lo hechizó con su dulce sonrisa, con su bonito sonrojo, y con su hermosa manera de existir. Desde aquella lluvia de medianoche ella había empezado a pintar su vida de tanto color, y ya no era solo azul tristeza, eran muchos colores y, además, le gustaba.

Y ahora era azul, azul, azul y no como el tono del otro, azul como la melancolía en la que estaba antes de que llegara Sol.

Tenía una gran opresión en el pecho junto con una agria sensación. No obstante, se obligó a sí mismo a reaccionar y buscar lo que no encontraba por sí solo, atender al cliente mientras pensaba en que Sol se iría.

Sol salió de la oficina unos momentos después, justo cuando Sam se despedía del cliente, ya satisfecho por el servicio. Fue directamente hacia Sam, y toco su hombro con entusiasmo, a lo que él se giró para estar frente a ella.

— Sam, mi abuelo está de acuerdo con todo, si quieres puedes acompañarme a pedir las pinturas y los nuevos equipos, aunque demoraran un poco en llegar, pero los pediré en un lugar de confianza para no tener inconvenientes, ¿crees que deberíamos cambiar algo? Así no compro de...—se calló a sí misma cuando notó que Sam no le prestaba atención. En realidad, ni siquiera la estaba viendo, estaba un tanto pálido y Sol notó una expresión decaída en él. Justo como la de hace algunas semanas cuando le contó que no tenía inspiración para pintar— Sam ¿Estas bien? ¿Pasó algo con el cliente? —preguntó un tanto preocupada, tocando su hombro con delicadeza, dejando leves caricias en la zona.

Él no respondió de inmediato, su mente se encontraba confundida, debatiéndose que sí quería hacer como si nada pasara, eso significa dejar entrar a Sol aún más en su vida, y sabía desde el primer momento que podría amarla. Y no podía decirle que la amaba y luego verla irse. Aun no lo hacía, pero sabía que era algo que pasaría. También estaba esa parte que susurraba en su oído como una maldición que bloqueara y rechazara lo que estaba sintiendo y, que aclarara las cosas con Sol, decirle que solo serían un cruel verano. Esa parte susurraba que no la dejara entrar más, y que vivieran ese verano sin más sentimientos de por medio.

—Si, yo estoy bien, todo está bien cariño—dijo, aunque nada estaba bien y regañándose mentalmente por decirle cariño, atreviéndose a mirarla a los ojos y, como consecuencia, perdiéndose en ellos como pasaba cada vez que lo hacía. A Sol le pasaba lo mismo, porque adoraba los ojos de Sam.

—¿Seguro? —preguntó tocando su mejilla y frente, Sam se veía algo pálido. Sam asintió con la cabeza. Sin embargo, era lo suficiente malo mintiendo y Sol se dio cuenta de esto.

—Mientes, mejor ve a casa por el resto del día a descansar, no tiene nada de malo sentirse mal—decidió al ver el rostro de Sam.

«Él definitivamente no sabe lo mal que se ve su rostro» pensó Sol.

—Yo estoy bien—insistió, y ella rodó los ojos.

—No lo parece, solo hazlo por favor, no te vez bien—contradijo.

Sam pensó en seguir insistiendo, pero si quería pensar las cosas sobre Sol, definitivamente no debía hacerlo cerca suyo, menos cuando parecía descomponerse cada vez que la veía.

—Está bien—aceptó yendo a recoger sus cosas, aunque se detuvo para preguntar: —¿Puedo ir a recogerte esta noche? —Sol lo pensó por un momento y negó con la cabeza. Claro que quería verlo, pero si él no estaba del todo bien, no era conveniente que saliera de noche, preferiría esperar a que se sintiera mejor.

Sam solo asintió antes de buscar sus cosas he irse. Necesitaba pensar las cosas, y definitivamente necesitaba hablar con alguien sobre eso.

Sol por otro lado, estaba preocupada, había sentido el azul repentino de Sam y, de cierta manera, le inquietaba no saber porqué.

(***)

—¿Estás seguro de eso? Porqué si ella no quiere algo de verano dudo que las cosas vuelvan a lo que tienen ahora—opinó Hellen sentada frente a Sam.

—Eso no ayuda—le devolvió dejándose caer en la alfombra de su amiga. —¿Lavas tus alfombras? Huelen bien.

—Me pediste mi opinión, no ayuda, y además es la verdad—dijo pateando el costado de Sam para que se levantara de su alfombra. —Claro que lavo mi alfombra, ¿tú no? —Sam negó con la cabeza —cochino.

—Loca, nunca había escuchado que laven las alfombras—contradijo levantándose.

—Loco tu, que seas un cochino no es mi culpa—le respondió.

—No la lavo, la voto y compro una nueva—comentó con cierto egocentrismo, al mismo tiempo que veía a Hellen ir a la cocina.

—Cosas de ricos—ironizó ella, y Sam se volvió a sentar en el sillón.

—Ojalá. ¿Dónde está la engreída de tu novia? —preguntó desviando el tema.

—Está trabajando, y volviendo al tema, ¿Qué vas a hacer?

Sam no conocía a una mejor persona para hablar que Hellen, era su ex, pero también su mejor amiga desde que eran niños. Sin contar que de todos sus amigos era la más racional. Por eso había ido directamente a su casa después de salir del taller. Hellen vivía en una casa pequeña sola, aunque siempre estaba su novia ahí, el hogar de su amiga era relajante y verde, blanco, paz, desde que entraba se relajaba, no sabía si era por los inciensos o por la decoración ligera y minimalista que tenía el lugar, pero le parecía perfecto para hablar.

En realidad, ya llevaba varios días hablando de Sol con ella, y Hellen solo le daba miradas de sorpresa y posteriormente de curiosidad mientras lo escuchaba porque Sam no suele hablar demasiado, en realidad lo hace muy poco, a menos que este ebrio. Sin embargo, el Sam que tenía enfrente tenía semanas hablando sobre esta chica que parecía haberlo embrujado o embriagado 24/7.

—Creo que hablaré con ella, aclararé las cosas antes de que sea mañana—respondió Sam al final—, no puedo quererla y luego verla irse—agregó ocultando su rostro entre sus manos.

Hellen regresó a la sala y acarició el cabello de Sam con delicadeza, ella sabía lo mágico que era Sam enamorado y la hermosa manera que tiene de querer a las personas. Obviamente notó como él ya quería lo suficiente a Sol como para no saber si quedarse o huir de lo que sentía, y en cierta parte se sentía culpable, después de todo Hellen era causante de que Sam huyera de los sentimientos amorosos y se negara a sí mismo que le gustaba alguien.

—En todo caso, no vive en otro país o algo así Sam, podrían verse—opinó Hellen con un tono pasivo.

Sam negó muchas veces con la cabeza.

—Estaría al otro lado del país, es demasiado—murmuró. —Además no sé si sienta algo—confesó.

Hellen alzó una ceja antes de sentarse a su lado.

—Guiándome por lo que me has dicho, creo que algo debe sentir—razonó la morena.

Sam, él quería creer en lo que decía, porque también lo sentía así. Sin embargo, también podría estar equivocado, y se negaba a enfrentar las consecuencias de esto.

—Sería mejor que aclare las cosas antes de mañana—«¿Qué estoy diciendo?» «claro que no quiero» pensó. —Antes de que avance lo que sea que tengamos—decidió tratando de convencerse a sí mismo.

—¿Estás seguro? —Preguntó Hellen y Sam asintió.

«No, claro que no lo estas».

Y definitivamente no lo estaba, pero no tenía la certeza de que Sol no sea una bala, de que se convierta en herida, y al no tener seguridad de nada, prefería protegerse a sí mismo.

(***)

Por otro lado, Sol llevaba una hora y media hablando con Betty, o más bien escuchando como esta le decía traicionera por dejarla en New York y decidir mudarse a Santa Mónica.

-—... Pero ni creas que no iré a vivir allá cuando me gradué el próximo año, incluso podría ser tu vecina hasta el fin de tus días—le avisó Betty en un tono exageradamente dramático que hizo reír a Sol.

—Bien, bien, igual si quieres venir un fin de semana antes de graduarte o algo siempre puedes quedarte conmigo—comentó a medida que cesaba su risa.

A Betty se le iluminaron los ojos al pensarlo, ir a la playa era de las cosas que más le gustaban.

—Iré más pronto de lo que esperas—dijo en un tono de advertencia—, ¿ahora háblame de Sam? —pidió acostándose mejor en su cama.

Sol le había contado de Sam, incluso hubo una llamada de dos horas con ella hablando sobre todo lo que Sam la hacía sentir mientras Betty escuchó cada una de sus divagaciones.

—Hoy no lo vi muy bien en el taller y lo mandé a casa—habló un tanto decaída, recordando el rostro pálido de Sam.

—Ay no, ¿le has preguntado cómo sigue?

—No, aun no, seguro está descansando y no quiero molestarlo—Betty asintió estando de acuerdo, —además siento que no fue algo con respecto a su salud, se veía triste, me preocupa.

—Seguro y está bien, igual puedes llamarlo más tarde y preguntar—trató de animar a su amiga. Sol asintió no muy convencida. —Ahora cuéntame ¿ha pasado algo entre ustedes? —preguntó haciendo algunas señas obscenas con las manos.

Sol se sonrojó y negó muchas veces.

—¡No! ¿Por qué dices eso? Claro que no pasa nada—aclaró un tanto alterada.

—¿Pero quieres? —Betty alzó las cejas de manera insinuante y Sol no evitó asentir. Su amiga soltó un grito que pudo haberse escuchado por toda la ciudad—No puedo creer que la primera noche que llegaste solo querías trabajar y ahora estas babeando por Sam—comentó animada.

—Calla, esto definitivamente no estaba en los planes, además ni siquiera me lo creo, Betty, ¿Cómo me puede gustar tanto alguien en tan poco tiempo? —inquirió más para sí misma. —Me siento en una maldita nube cada que estamos juntos, como si estuviera enferma, pero tan bien a la vez.

Betty sonrió al escucharla, era tan celeste y brillante como el mar en un día soleado y despejado de verano. Brillantes, así se veían los ojos de su amiga al hablarle de él.

—Creo que es algo bueno, mucho si lo piensas bien y tomamos en cuenta lo que pasó con Kiran, mereces sentirte así otra vez —admitió.

Y por primera vez en mucho tiempo, Sol, estuvo de acuerdo con que merecía sentir algo así de bonito por alguien.

—Yo también lo creo—reconoció. —No sé qué sienta Sam con certeza, pero quiero creer que por primera vez las estrellas se alinearon a mi favor —explicó con ilusión, sintiéndose demasiado cursi al mismo tiempo.

—¡Oh por Dios Estas tan enamo...

El teléfono de Sol interrumpió a Betty y así lo prefería, no quería escuchar a su amiga terminar la frase. El corazón de Sol latió con fuerza al ver el nombre de Sam en la pantalla, él la estaba llamando.

—Es Sam, te llamo luego Betty —avisó cerrando la computadora sin darle tiempo a Betty de despedirse, y enseguida contestando la llamada.

—Hola Sol —la voz de Sam con ese tono aburrido que solía usar fue lo primero que escuchó.

—Hola Sam, ¿Cómo sigues? —preguntó escuchándose tal vez demasiado preocupada.

Sam se había ido hace una hora de la casa de Hellen porque había llegado la novia de esta, y a pesar de que se llevaban bien, era bastante incomodo estar con ellas cuando son tan melosas entre sí. Asique estaba en su casa desde hace cuarenta minutos armándose de valor para llamar a Sol.

—Estoy bien, solo fue algo repentino y eso es todo —explicó para tranquilizarla.

—Eso me alegra —comentó mientras soltaba una risita nerviosa, —me preocupé tanto cuando te vi todo pálido— confesó en el mismo tono nervioso.

—Siento preocuparte, estoy bien —repitió para darle seguridad a Sol de que no mentía, aunque en cierta parte, Sam sabía que nada estaría bien hasta hablar con ella.

—¿Y entonces me llamaste para...? —inquirió Sol con curiosidad, sabía que si Sam llamaba sin aviso era porque algo tenía que decir.

—¿Puedo ir a recogerte esta noche? —volvió a preguntar lo mismo que al mediodía. — Sé que dijiste que no hace unas horas, pero me siento bien—aclaró.

—No, ¿Imagina que no sea algo repentino y que el frio de la noche te enferme o algo así? Eso sería peor —dijo Sol decidida.

Sam suspiro a través de la línea, «Es tan terca». Él quería decirle que por ella estaba así, que todo era porque se iría, y no quería que lo hiciera, quería decirle que como podía embrujarlo e irse después. Sin embargo, no quería ser tan egoísta como hacerla quedarse por él, ni lo suficiente egocéntrico para pensar que ella se quedaría por él, de ante mano sabe que Sol es demasiado segura de sí misma cuando toma una decisión.

—¿Quisieras venir a mi casa? —preguntó Sam, oyéndose un tanto ansioso. —También quería hablar contigo sobre algo importante—agregó, llamando la atención de Sol por completo.

—Podríamos hablar mañana, no quisiera irrumpir en tu espacio—murmuró Sol, tampoco quería quedarse a solas con Sam.

Si ya de por sí quedarse solos en el taller creaba una tensión demasiado fuerte entre ellos, no sé podía imaginar estar solos y no tener la boca de Sam sobre la suya.

—Nada de eso...—se pauso cuando asimiló algo que tal vez estaba olvidando. —Aunque si no quieres porque sería incómodo para ti, está bien—aclaró, siendo consciente de que tal vez ella no quisiera.

—Si quiero solo que...

—Ven a mi casa entonces, si después que hablemos aun quieres quedarte, puedes traer tu guitarra y tocar para mí, dijiste que no tocabas guitarra desde que llegaste—mencionó y Sol asintió, aunque no podía verla—, también podemos pedir algo de comer, podemos pintar un cuadro juntos, o ver películas—sugirió, aunque más sonaba como una súplica.

—Bien, iré solo porque ahora quiero saber que quieres decirme—aceptó, no pasando por alto el "Si después que hablemos aun quieres quedarte" de Sam.

Sol sabía que Sam no era una persona insistente, a menos que fuera importante, y nunca se había comportado así. Supuso que sería algo demasiado importante para decir eso e insistir tanto.

—Envíame tu ubicación—le pidió Sol.

—Ya lo hago, ¿Cómo vas a venir? ¿Quieres que te pida un taxi?

—Tengo auto Sam, una Camioneta Ford morada hermosa, por cierto—aclaró Sol.

—¿La Ford es tuya? —preguntó Sam sin creerlo. Días después de la llegada de Sol solía haber una camioneta Ford Ranger morada estacionada fuera del taller, y dado que Sol llegaba antes y se iba después nunca le paso por la cabeza que fuera de ella.

—Si, cuando te sientas bien te llevaré de paseo—farfulló Sol.

—Por favor, no sabía que era tuya, es una belleza—alagó siendo incapaz de decir algún comentario sarcástico.

—Si mañana vamos a la playa yo te paso a buscar ¿te parece?

—Si—respondió "Si es que al salir de mi casa no me odias" quiso agregar.

—Bien, nos vemos—se despidió Sol colgando sin dejar que Sam respondiera.

Sol soltó un chillido mientras se tiraba en su cama, no sabía si estar emocionada o preocupada, probablemente ambas, después de todo habían pasado alrededor de cuatro semanas desde la llegada de Sol, y la última lluvia de verano.

Cuatro semanas en las que iba al taller para observar cómo era el negocio y como su abuelo lo llevaba a cabo.

Cuatro semanas en las que hablaba con Betty por video llamada en las tardes.

Cuatro semanas en las que por las noches Sam iba por ella para ir al muelle.

Y cuatro semanas en las que rechazaba las invitaciones a su casa, dado que sentía que no podría estar calmada estando a solas con Sam, y tampoco quería invadir su espacio tan pronto.

Sin embargo, ahí estaba, escogiendo algo bonito y sencillo que ponerse, luego avisando a su abuelo que saldría y que probablemente llegaría tarde. Él solo asintió y le dijo que manejara con cuidado.

Antes de llegar a la casa de Sam, hizo una parada en el supermercado para comprar algunas cosas que eran básicamente dulces. Él le había comentado en una ocasión que prefería las cosas dulces, más si eran gomitas. Por eso Sol llevaba varios paquetes, otros de donas, dos cafés fríos, y otras cosas cero saludables.

Sam miraba por la ventana de su habitación que estaba en un segundo piso, esperaba que apareciera una camioneta morada desde que le envió la ubicación a Sol. Estaba entre asustado y ansioso. Tal vez porque a pesar de la conversación que pensaba tener con ella, también estaba la parte de lo rojo que era quedarse solos.

Cuando vio la camioneta morada estacionándose frente a la casa se apresuró para bajar las escaleras lo más rápido que pudo. Sol bajo de ella sorprendida por lo bonita que era la casa de Sam, parecía pequeña, llena de ventanas y balcones, excepto por una parte que resaltaba, estaba pegada a la pared derecha de la casa, y tenía el techo un piso más arriba, y parecía tener solo una ventana grande cubierta por una cortina igual de larga. Sol supuso que era donde Sam pintaba.

La casa estaba en una especie de colina y estaba rodeada por arboles por lo que no tenía vecinos que pudieran ver el interior si las cortinas estaban abiertas, Sol pensó que era una gran ventaja.

Ella toco el timbre con la bolsa de supermercado en su otra mano, y no tuvo tiempo de ponerse ansiosa porque Sam abrió la puerta en un abrir y cerrar de ojos.

—Hola, Bienvenida—fue lo primero que dijo Sam, estando demasiado nervioso.

Sol asintió, sin moverse. Él tenía ese efecto en ella, solo verlo ya se sentía todo morado, rosa, azul, y sueños de fiebre alta, demasiado buenos para ser reales.

—Puedes pasar—volvió a hablar haciéndose a un lado invitándola a pasar.

Sol reaccionó a tiempo y entró al lugar, notando el olor a coco y frescura que caracteriza a Sam, sentía toda la esencia de él en ese lugar. Aunque le sorprendió lo moderna que se veía y lo limpia que estaba. Sol creyó que habría un gran desorden, sin embargo, todo se veía demasiado acomodado.

—Ten—le tendió la bolsa de supermercado a Sam cuando este terminó de cerrar la puerta—Son dulces, dijiste que te gustaban y quise traerte —aclaró al ver la cara confundida de Sam al tomar la bolsa.

El corazón de Sam latió con más fuerza de lo normal, y temía que se saliera de su pecho, pero era inevitable no emocionarse cuando solo una vez le había comentado a Sol sobre su gusto por los dulces y en ese momento pensó que ella no prestaba atención. Estaba muy equivocado.

—Gracias —mencionó bajito, y queriendo agregar un meloso "cariño" a su agradecimiento. ——Voy a servirlas en un plato para que podamos compartir —avisó mientras caminaba hacia la cocina.

Sol lo siguió mientras husmeaba y miraba todo el lugar, vio muchas fotos de Sam con sus padres y amigos, también notó que las paredes, y los muebles tenían dibujos y estaban pintados.

—Tienes una casa muy linda—observó mientras se sentaba en uno de los bancos frente a la isla, Sam estaba al otro lado de esta.

—Lo sé, pero gracias —Sol rodó los ojos al escucharlo.

—Pensé que tendrías todo desordenado —volvió a decir.

—Lo sé, por eso lo ordene todo antes de que llegaras—respondió haciendo reír a Sol.—No quisieras ver mi taller, morirás señorita obsesionada por el orden—mencionó cuando la risa de Sol empezaba a césar.

—Pero ese es parte de tu arte, no movería ni un pincel de tu taller—contradijo acomodando su cabello, y Sam sonrío por sus palabras.

Sam rodeo la isla con una bandeja redonda donde estaban todos los dulces que Sol compró y unos más que tenía en su heladera, se sentó al lado de Sol en otro de los bancos. Por un momento quiso no tener tanto miedo y no arruinar el resplandeciente amarillo que se sentía.

——¿De qué querías hablar? —preguntó Sol antes de llevar una gomita a su boca al mismo tiempo que Sam.

El mencionado dejo de mirarla, y de pronto ella notó su nerviosismo y como la atmósfera pasaba de ser agradable a ser demasiado tensa, y no tensa del modo que le gustaría. Haciendo que tuviera una mala sensación en el pecho y algo de miedo por lo que tuviera que decirle Sam.

—Es sobre nosotros y lo que estamos sintiendo—empezó a decir robándole el aliento a Sol, al mismo tiempo que rehuía la mirada de la suya.

—Si vas a decirme algo así de importante deberías mirarme a los ojos, Sam, de lo contrario no podre creerte—lo interrumpió antes de que siguiera. Sam asintió y esta vez mirándola.

—Sé que debí decirte antes lo que puedo y quiero sentir antes de avanzar tanto...

Y entonces él le contó todo, desde sus nulas ganas de sentirse enamorado y aclarando que no era ella el problema por si llegaba a pensarlo, Le dijo lo que podría darle, y lo que no, le contó los límites, y le aclaró que podría decir que no y estaba bien. Respetaría cada cosa que ella eligiera.

Al escucharlo terminar de hablar Sol salió corriendo hasta llegar a su auto, no lo encendió y ni se movió. Solo entro y se sentó, se quedó ahí pensando en todo lo que había dicho Sam.

Jamás esperó que Sam quisiera eso. Él no quería nada serio. Solo quería un verano, y después de ese verano no habría más un ellos, porqué al final aun no lo había, pero si aceptaba, al menos ese verano sí. La parte racional de su cabeza le decía que rechazara a Sam, que obviamente sentía cosas por él, que solo sería un cuchillo enterrándose en lo más profundo de su ser. Y la parte más irracional de sí misma, junto con su tonto corazón, le susurraron que podría hacer que Sam se enamorara de ella antes de que acabara el verano.

Mientras recostaba su cabeza al volante del auto, pensó que estaba bien, que no estaba enamorada y que podría evitar hacerlo antes de que acabara el verano o simplemente conseguir que él lo hiciera de ella. Se dijo a sí misma que estaba bien, que podría manejarlo, porque si era sincera, no quería renunciar a lo que aun no tenía con Sam, y si eventualmente lo haría, al menos seria sabiendo que vio todo lo que quiso de él; sabiendo que al menos disfrutaría ese cruel verano.

Tal vez estaba tomando una decisión equivocada, pero ¿Qué más da? ¿Qué podría perder? Al menos su verano sería genial y lleno de color. De sus colores y bastaba.

Si Sam iba a ser un cuchillo enterrándose en lo más profundo de su alma, mientras no la matara, estaría todo el tiempo deseándolo aún más.

Con eso en mente Sol volvió a casa de Sam, no toco la puerta dado que esta ya estaba abierta y notó como Sam seguía en la misma posición en la que lo había dejado. Aunque enseguida cuando sintió su presencia se levantó hasta llegar a Sol, que estaba a mitad de la Sala.

—Acepto—dijo sin más y Sam la miró confundido.

—¿Qué?

—Estoy de acuerdo, solo que yo también necesito mis limites, aunque serían más reglas que limites—explico divagando un poco.

Sam calló por un momento, procesando que la respuesta de Sol fuera positiva, se esperaba una patada si era sincero, aunque... ¿por qué se cuestionaba? Eso era lo que quería y estaba realmente contento. Aun cuando una pequeña parte susurraba que aquello no terminaría bien.

— Si, dime, y yo lo respetare—respondió.

Entonces Sol le dijo sus límites y reglas, que realmente no eran muchas. En realidad, solo fue una (y más importante), el consentimiento, no es que no confiara en que Sam hiciera algo sin su consentimiento, pero le gusta preguntar cuando parar y seguir, Que cosas podía preguntar y cuando debía dejar de hacerlo; y viceversa. Sobre todo, necesitaba comunicarse. Porque sabe que habrá veces donde solo quiera caminar y ver la luna, otras en las que Sam solo querrá silencio, a veces en las que ambos solo necesiten ver una película sentados en el sofá comiendo gomitas, otras en las que solo necesitaran espacio y tal vez no quieran salir, y está bien. Quiere que ser y que Sam sea capaz de decirle esas cosas sin que piense que podría enojarse o sentirse ofendida, porque ese no será el caso, por eso Sol le deja claro estas cosas.

También le dice que, si no está de acuerdo entiende a la perfección, pero solo ve a Sam asentir de acuerdo, incluso él le explica que a eso se refería cuando explico sus límites anteriormente.

Y Luego se quedaron en silencio, porque no sabían cómo actuar con exactitud luego de aquella conversación, ya todo estaba aclarado, ahora ¿Cómo seguir?

—Una vez me caí de una bicicleta frente a un montón de gente en la navidad que pasamos en Panamá, me rompí una pierna—mencionó Sol de repente para aligerar la tensión del momento. Sam se echó a reír como siempre lo hacía. Y Sol se dio cuenta que nada iba a cambiar demasiado. —El hecho de que te rías de una niña de once años porque se rompió la pierna habla muy mal de ti —bromeo, fingiendo regañarlo.

—En mi defensa, sé que lo dijiste con esa intención —se excusó, — segundo ¿fuiste a Panamá?

Sol asintió.

—Mi papá nació ahí, y también fue el país donde conoció a mí Mamá.

Sam recordó que el señor Felipe le había comentado sobre su nuero latino y que gracias a él tenía mejores insultos, aunque los pronunciara mal porque no habla ese idioma.

—¿Sabes hablar español? —peguntó, aunque ya sabía la respuesta, pues ya había escuchado como en las llamadas con sus padres hablaban solo en ese idioma.

—Si, de hecho, se hablarlo fluido porque desde que me adoptaron mi papá empezó a enseñarme, en mi casa solemos hablar más en español, si fuera un poco más a Panamá te aseguro que tendría el mismo Flow para hablar que mi papá—. Sol se escuchaba emocionada como cada vez que hablaba de sus padres.

—Tienes que enseñarme un poco de español.

—Ese tiro va —respondió en español y Sam la miró confundido. —Si voy a enseñarte —explicó riendo.

—¿Qué te parece si vemos una película para terminarnos esto? —propuso Sam refiriéndose a las gomitas y dulces que aún quedaban en la bandeja.

—Después de que sea de comedia me parece bien.

—Si tienen romance mejor —agregó tomando la bandeja para llevarla y dejarla en la mesita frente al sofá, y sentarse en este mientras Sol hacia lo mismo a su lado.

Ella había descubierto hace tan solo una semana que Sam era un gran amante a las películas de comedia romántica, incluso dijo que solía disfrutarlas más que el resto de los géneros.

Cuando eligieron ver Valentine's Day, porque a Sam le gustaba y a Sol también, aunque la primera vez que lo hizo fue para ver a Taylor Swift, después de todo era su artista favorita.

Las dos horas y cinco minutos de película en realidad habían sido ellos hablando y comentando acerca de las relaciones que se mostraban en dicha película según su opinión antes de verla juntos.

—...¿Te has enamorado? —preguntó Sol, porque si, en algún punto la conversación llegó hasta ahí.

Sam asintió, le agradaba el hecho que ya no le doliera recordar aquello, porque hubo un tiempo donde hacia lo que fuera por no hacerlo.

—Solo una vez, y mucho.

Sol se acomodó quedando sentada en el sofá dejando la comodidad que sentía acurrucada contra Sam hace unos segundos. Ella lo miro como diciéndole "Cuéntame todo, o dime que no quieres hablar de eso". Sam soltó un suspiro y asintió. No había una razón para no querer contarle, solo que era una historia bastante dramática.

—Prepárate para el drama —avisó en un tono divertido mientras buscaba como empezar la historia.

Sol se acomodó mucho mejor en el sofá.

—Estoy más que lista, suéltalo.

—Estaba enamorado de Hellen desde... ¿Siempre? Digo la conozco de toda mi infancia y sé que siempre me gustó, pero me di cuenta en primer año de secundaria... —empezó a decir, Sol entreabrió los labios sorprendida (claramente no se lo esperaba) —, todo ese año estuve intentando gustarle, les pedía consejos a todas las personas que conocía para hacerlo, en inicios de mi segundo año la llevé a salir y le pedí que fuera mi novia, y para sorpresa de todos aceptó. Pensé que me rechazaría, pero no fue así y estaba feliz, aunque tenía un mal presentimiento.

Sam se detuvo un momento para mirar a Sol y esta no podría estar más concentrada, tenía la cabeza recostada al respaldar del sofá, miraba a Sam con atención, expectante e interesada en la historia. Cuando noto que Sam dejo de hablar le hizo un ademan con su mano para que siguiera. "Chismosa" pensó Sam.

—Estuvimos casi dos años juntos, sin embargo, era extraño, siempre buscaba la manera de no quedarse a solas conmigo o evadía cualquier muestra de afecto de mi parte, puedo contar con una sola mano cuantas veces nos besamos, y pensé que era porque no estaba lista y lo entendía. La cosa es que un día que no nos veríamos ella apareció en mi casa, mi mamá fue hasta mi habitación diciendo que Hellen había venido y estaba llorando mucho, baje a buscarla y la lleve a mi habitación, tan pronto como cerré la puerta ella empezó a disculparse y yo no entendía nada, no sabía qué hacer para calmarla, solo sé que lo logre porque dejo de llorar y me contó todo. Desde la razón por la que rechazaba mi afecto hasta porqué cancelaba nuestros planes de salir muy seguido. Resulta que a ella solo le gustan las chicas, pero sus padres extremadamente correctos y religiosos no lo iban a permitir, cuando se empezaron a dar cuenta de la sexualidad de Hellen también empezaron a meterle ideas de conseguir novio, mi propuesta le cayó del cielo, por eso aceptó, por eso me llevaba a comer tantas veces a su casa...

—Oh dios —interrumpió Sol sin poder contenerse. Sam se echó a reír, por alguna razón así se imaginaba su reacción.

—De hecho, también me engañaba —agregó y ella ahogó un grito, —y con su actual novia, Elena.

—¿Cómo la perdonaste y eres amigo de ambas? —preguntó con curiosidad.

—Déjame terminar la historia primero —pidió con una sonrisa jocosa en el rostro. Sol guardó silencio para que siguiera hablando. —Después de contarme todo eso, me dijo que era porque no podía seguir mintiéndome, que ese mismo día les había dicho la verdad a sus padres y la habían echado a patadas de la casa, y solo me tenía a mí, porque su Elena estaba en la universidad. Yo no sabía qué hacer en ese momento, pero solo quería llorar, sin embargo, Hellen me necesitaba y me quedé con ella toda la noche, consolándola. Entendía porque había hecho lo que hizo, no la justifico, pero entiendo lo desesperada que estaba, sus padres eran todo para ella y ella para ellos hasta que supieron su sexualidad. Es solo horrible pensar en que tu familia te rechace y te deje de querer por querer a alguien, ahora imagina que esa es una realidad, esa era su realidad, y era cruel.

«—Luego de esa noche, mis padres la ayudaron a buscar las cosas de la casa de sus padres, después de todo al final del verano ella iría a la universidad y viviría sola porque tenía una beca completa, entonces pude enojarme y sentirme extremadamente mal por todo, me había engañado, mentido, y hecho cuestionarme mil veces que hacía mal, y porqué solía rechazarme, todo esto por casi dos años, recuerdo no haberle hablado por uno, le pedí tiempo para superar aquello, me costó mucho tiempo poder volver a verla sin querer llorar. Me dolió muchísimo porque yo llevaba toda mi vida enamorado de mi mejor amiga, y ella nunca me quiso de esa manera, durante dos años intenté que todas nuestras citas fueran perfectas y teníamos muy buenos momentos, y dolía que no significaran lo mismo para mí que para ella. Tal vez lo que más me dolió fue no haberme dado de cuenta de todo lo que sufría en su casa; De no haberme dado de cuenta de los comentarios homofóbicos que sus padres daban en las cenas. Nunca vi su dolor porque estaba tan feliz de estar con ella... Eso me hizo sentir culpable incluso cuando volvimos a ser amigos sin sentimientos de por medio.

«La amo, probablemente lo haga toda mi vida, solo que no de la misma manera que antes. Es mi mejor amiga y la persona que más me conoce en el mundo, Y si tenía que romperme el corazón para no verla como algo más por el resto de mis días, claro que dejaría que lo haga otra vez, después de todo jamás sería correspondido.

—Por eso pudiste perdonarla—dedujo Sol y Sam hizo un sonido afirmativo.

—Si, y te podrá parecer estúpido de mi parte, pero no sé qué decisión más podría haber elegido—. Sol negó muchas veces con la cabeza.

—Me parece valiente, consolaste a la persona que te engañó y te hizo sentir mal por dos años, la apoyaste incondicionalmente a pesar de todo. Otra persona no lo hubiera hecho.

—Algo parecido dijo me madre—recordó Sam.

—No Mintió—. Él la miro como diciendo "ella nunca se equivoca". —Oye, ahora que lo pienso ¿Es adecuado que me hayas contado sobre esto? Literalmente me acabas de contar algo muy personal de tu amiga—. Sam negó pasando una mano por el cabello de Sol.

—Es probable que te lo contara mañana, suele ser muy habladora, tal vez me golpeé por contarte antes que ella—mencionó ahora jugando con el cabello de Sol. —¿Tú, te has enamorado? —devolvió la pregunta.

El rostro de Sol se deformó en una mueca triste, no es que le afectara, pero para ella siempre sería algo triste y melancólico de recordar.

—Si, en mi primer año de universidad—. Esta vez fue el turno de Sam acomodarse mejor en el sofá y mirar a Sol para incitarle a hablar o decir que no quería hablar de eso. —Mi historia no es tan buena como la tuya, así que no esperes mucho—advirtió con diversión.

—Eso aun no lo sé.

—Las primeras semanas de mi primer año en la universidad fueron horribles, porque no conocía a nadie y estaba completamente sola. Mi familia estaba al otro lado del país junto a mi única amiga, me sentía perdida y aquello me traía recuerdos de mi infancia antes de conocer a mis padres, pero un día estaba comprando un café para antes de empezar las clases y saliendo del local un muchacho se chocó contra mí, regando todo mi café al suelo. Sé que suena cliché, pero así lo conocí y al final resultó ser un compañero. Luego de eso me invitó el Café que tiró, como no quería estar sola acepté y aquello se volvió rutina.

«—No fue un amor complicado, nos conocimos de una manera casual y seguimos hablando. Ese era el mejor aspecto de nuestra relación, todo fluyo demasiado fácil y tranquilo, era algo sano. Claro que teníamos nuestras diferencias, pero siempre supimos como arreglar todo. Era como el helado de vainilla, simple y perfecto, versátil, podíamos hacer lo que fuera y amoldarnos a los cambios demasiado bien. Ese fue el año más largo de mi vida porque me pasaron muchas cosas, pero fue de los mejores porque él estaba ahí pasara lo que pasara.

—¿Entonces que pasó? —preguntó Sam.

—Al finalizar mi primer año de universidad me di cuenta de que mis notas y nivel académico había decaído demasiado, entré en pánico. El amor no cura enfermedades ni quita los traumas. Iba bien, pero para mí no era perfecto y sentí que estaba fallando, que todo se desmoronaría si no me enfocaba. No era suficiente. Cuando empezó mi segundo año trate de dividir mi tiempo entre salidas, y la universidad, pero hacer eso fue como hundirme más, porque en las citas estaba distraída y pensando en las cosas que debía hacer cuando llegara a casa; entonces por salir a veces no terminaba los trabajos o no los hacia bien. Todas estas cosas hicieron que al final del primer semestre mis notas empeoraran aún más, y colapse. Tenía miedo de que mis padres se decepcionaran

«Cuando eso pasó él, Kiran, estuvo para mi junto con Betty. Recuerdo que me dijo que no necesitábamos salir, que él podría traer la comida a mi habitación y acompañarme y hacer nuestras cosas juntos. Era demasiado fácil quererlo, demasiado fácil estar juntos, y demasiado correcto entonces yo...empecé a creer que realmente no lo merecía, y me distancié. Eso lo lastimó mucho. Recuerdo que el día que terminamos Betty había salido con el mugroso de James, Kiran me pregunto cómo estaba y porque estaba distante, yo respondí con un "Creo que esto no va a funcionar" después de decir eso me hizo muchas preguntas, fue un momento horrible, pero sé que lo último que dije antes de que saliera de mi habitación fue un "Tal vez no te quiero tanto como tú a mí, lo siento". Lo destroce todo en ese momento, Betty me regañó muchísimo cuando le conté y mis padres también se enojaron mucho.

—¿Por qué se enojaron tus padres?

—Por la razón por la que termine con Kiran fueran mis notas y sentir que no lo merecía, también fue el miedo a fallar, no quería que ellos se decepcionaran de mí. Se molestaron porque desde que me adoptaron no dejaban de decir lo valiosa que era y de mostrarlo. Siempre dijeron que no eran necesarias las notas perfectas, pero igual estaba muy bien y estaban orgullosos de mí, al igual que tampoco me olvidara de disfrutar. Al parecer yo olvide esto, y lo arruine todo. Recuerdo que la navidad de ese año intenté llamarlo, sentí que tenía una oportunidad de disculparme, sin embargo, no pude hacerlo, no podía hacer eso. Era egoísta, pensé que, si en algún momento había merecido que me quisieran así de bien, ya no lo hacía. Así que me aislé, vivía con Betty y esa era toda mi compañía. A finales de mi tercer año de universidad volví a hablarle afuera de la misma cafetería en la que nos conocimos, pero esta vez estaba con otra persona, ni siquiera me molestó, no debía de hacerlo, en realidad me alegró muchísimo, porque él era un buen chico y yo rompí su corazón, volver a verlo feliz fue hermoso.

«A pesar de todo me trató muy bien y yo pude disculparme adecuadamente. Pude decirle que nada fue su culpa, que todo fue gracias a mis problemas. Kiran dijo que todo estaba bien y que sin resentimientos de por medio. De lo único que me arrepiento fue de no haberle explicado que aquello que dije ese día no era cierto, que lo amaba suficiente como para permitir que mis miedos lo dañaran también —finalizó con cierto ardor en la garganta por hablar tanto. Sam seguía observándola sin decir algo.

¿Qué podría decir? Aquello era igual de fuerte. Hay cosas que están destinadas a terminar y duele sentir eso, y aun así, arriesgarse a intentarlo solo para confirmar que no iba a funcionar, pero ¿Tener algo así de correcto y bueno y dejarlo ir, acostarse a dormir sabiendo que todo pudo ser diferente? No sabría decir que es peor.

—Creo que estamos en un empate —comentó Sam al pasar unos minutos.

—Yo sigo creyendo que tu historia es más triste —opinó Sol.

Sam negó.

—No hay punto de comparación, mi situación era algo inevitable, siempre terminaría mal, pero lo tuyo pudo haber sido diferente y seguro eso debió ser tormentoso por mucho tiempo. No sé qué habrá pasado para que tuvieras tanto miedo, pero debió ser horrible—concluyó.

Sol arrugó la nariz antes de decir:

—Soy adoptada, y eso fue lo mejor que me pasó en la vida. Mis padres biológicos no me querían ni un poco, nunca me hablaron y solo sé que hacían cosas lo suficientemente malas como para estar en la cárcel y que ningún familiar me quisiera. Por eso tenía miedo. Siempre busqué su atención, se suponía que ellos debían quererme y amarme porque eran mis padres. Sé que no fue mi culpa que no me quisieran, pero cuando eres una niña de nueve años piensas que es porque no eres lo suficientemente buena como para que tus padres te quieran, y cuando te dan una segunda oportunidad haces lo imposible para que no te vuelvan a dejar y te amen.

«—La mayor parte de mi vida he estado intentando ser suficiente para las personas que más amo, y cuando empecé a sentir que estaba fallando entre en pánico. Me desmoroné como un castillo de arena cuando la marea sube.

Sam no supo que decir, y no necesitaba decir algo porque Sol no esperaba que respondiera a eso. En cambio, Sam la abrazó con ternura, y Sol terminó por acurrucarse más en su pecho.

—¿Te arrepientes? —la pregunta salió de los labios de Sam antes de poder detenerse.

Sol lo pensó.

¿Se arrepentía?

—No, creo que de lo único de lo que podría arrepentirme es de terminar las cosas con Kiran de aquella manera, pero no cambiaría nada de mi presente. Estoy justo donde quiero estar—respondió acercándose un poco más a Sam. No había otra respuesta más que esa.

Además, tenía la certeza de que Kiran tampoco cambiaria su vida. En ambos existía el pesar de que tal vez pudieron terminar de una mejor manera, tanto Sol como Kiran compartían ese sentimiento. Él porque, aun en las noches, pensaba que no debió irse, no cuando Sol se veía tan cansada y mal, debió abrazarla en vez de irse y aun esperaba el día en que no se lamentara de no haberse quedado. Ella porque debió haberlo llamado aquella navidad.

Sin embargo, como Sol menciono antes, solo era eso, un sentimiento, porque estaban justo donde querían estar, y no cambiarían nada de lo que tenían en ese momento.

Se quedaron un rato más en esa posición, acurrucados, mientras volvían a su azul, tan azul como el tono del otro, tan rojo, morado y algunos destellos de rosa.

—¿Trajiste tu guitarra? — preguntó Sam después de un rato. Tenía una bonita idea en mente. Sol hizo un ruido afirmativo y perezoso —¿Me harías un favor?

Sol rodo los ojos antes de recostar su cabeza en el regazo de Sam.

—Depende—respondió jocosa.

—¿Depende de qué? — le devolvió con un deje de confusión.

—De lo que pidas, obvio—aclaró con una pizca de burla que Sam ignoró muy bien.

—Quiero que toques para mí mientras pinto—pidió un tanto ilusionado y entusiasmado. Sol volteó para verlo y soltó una risita al ver el rostro de Sam.

—¿Por qué?

—Escuchar música me inspira.

—Podríamos ponerla desde el celular.

—Prefiero escucharte a ti. — Ella tocó su barbilla simulando pensar la respuesta, desesperando a Sam. —Vamos, será divertido— insistió.

—Bien, buscaré mi guitarra —acepto levantándose del sofá, a regañadientes. Estaba muy cómoda en los brazos de Sam.

En cuánto Sol salió, Sam dio una larga exhalación, expulsando todo el aire que había contenido en sus pulmones. Sol tocaría para él; Todo salió bien y no se esperó nada de eso.

Además, la historia de Sol pudo haberlo hecho llorar, jura que se le asomaron las lágrimas. Solo quería consolarla, aunque esto no era necesario porque Sol nunca trastabilló al contar la historia, pudo ver una mueca triste en su rostro en algunos momentos, pero solo eso; Una mueca. Ella no necesitaba ser consolada, y Sam estaba anuente de esto.

Para cuando Sol regresó Sam se levantó del sofá, y la guio a su taller; Esa parte de la casa de Sam con techos más altos, con cortinas largas y espesas que Sam abrió por completo para que la luna alumbrara el lugar. Sol observo el lugar con afán. Ya había visto algunas de las pinturas de Sam en internet en un ataque de curiosidad, pero verlas en persona era totalmente diferente.

Había mil colores que pintaban la habitación junto con muchos lienzos que la llenaban; Olía a pintura y un ligero toque a vainilla. Había muchas pinturas, algunas con formas entendibles y otras que no. Algunas con color abundante y otras con solo blanco y negro. Era precioso y fantástico aquel taller.

A pesar de todos los colores en las pinturas, Sol sentía el abundante Azul melancolía en cada parte del lugar. Se sentía como la primera vez que vio a Sam. De cierta manera sentía muy íntimo estar ahí, ese era el espacio de Sam; Su zona segura, le había dicho antes. Y ahora estaba ahí sin saber muy bien que hacer.

—Puedes tocar lo que quieras —avisó Sam recordando que Sol había dicho que no tocaría nada de su taller.

—¿Lo que quiera? —repitió mirando a Sam de arriba hacia abajo con una sonrisa coqueta y burlona.

Él no pudo evitar sonrojarse, Sol solía decir ese tipo de cosas y nunca sabía si era en serio o una simple broma. Solía desear que no fueran bromas. Además, tampoco era muy valiente para devolverlas, así que todo lo que hacía era sonrojarse.

—O puedes sentarte ahí, para que no estés parada, si quieres—cambio el tema señalando un sillón azul que, casualmente, está a varios pasos frente a un lienzo bastante grande.

—¿Planeaste esto cierto? —pregunto Sol mirando de reojo a Sam, mientras se sentaba en el sillón, y se acomodaba con su guitarra. Sam se sonrojó un poco más e hizo una seña con el pulgar y el índice, casi juntando los dedos. —Sin vergüenza ¿Qué quieres que toque?

—Lo que quieras —le devolvió, parándose detrás del lienzo, Sol notó que junto a este había un carrito con muchas pinturas y pinceles. —¿Quieres que prenda las luces? — El taller estaba alumbrado por la luz tenue de la luna que se filtraba por los ventanales, aparte de eso había una pequeña lamparita en le carrito con pinturas, sin embargo, esta no hacia diferencia alguna. Sol negó con la cabeza, no necesitaba demasiada luz para tocar.

—¿Tengo que cantar también? —Sam se asomó en una esquina del lienzo.

—Solo si quieres.

Entonces Sol empezó a tocar, un sonido suave y algo lento. Sam pudo reconocer la melodía enseguida, era la canción favorita de Sol; Lover. Ella solía ponerla todo el tiempo en el taller y tararear su letra.

Sam tragó grueso cuando la escucho cantar.

Estaba tan agradecido que Sol no pudiera verlo en ese momento, ella cantaba muy bien; Su voz era suave y algo rasposa, muy tranquila.

La voz de Sol inspiro a Sam a tomar un embace de pintura rosa y untar sus dedos en ella. No quería usar pinceles, no los necesitaba en ese momento. Ya había pintado el fondo de la pintura la noche anterior, era de un azul oscuro y no había tenido las ganas suficientes de seguir, pero en ese momento ese no era el caso. Las ganas eran lo que menos le faltaba.

Asomó la cabeza un momento para ver a Sol, y todo se pintó de un rosa pastel como la pintura en sus dedos. Jamás ese lugar había estado de ese color, pero en ese momento era tan rosa como celeste Sol. Incluso podía jurar que dorado.

Y estaba ella, con una sonrisa hermosa mientras tocaba y cantaba, la tenue luz alumbraba las facciones de su cara y cuerpo con ligereza. En el justo momento que Sol alzó la mirada, y sus ojos se encontraron, el pecho de Sam le dio un vuelco junto con un calor muy reconfortante.

Ladies and gentlemen, will you please stand? With every guitar string scar on my hand
I take this magnetic force of a man to be my lover...

Sam devolvió su vista al lienzo con una estúpida sonrisa en el rostro. Y siguió pintando, empezando a trazar líneas sin mucho sentido (aunque al final lo tomarían), luego tomo otros colores como celeste, morado y amarillo pastel. Sol siguió cantando otras canciones hasta que su garganta se cansó y se levantó, dejando la guitarra a un lado, para ir hasta Sam y ver lo que pintaba.

Y en cuanto lo hizo reconoció lo que estaba pintado en el lienzo.

Era ella, había pintado a Sol de rosa y celeste con su guitarra en morado; En el fondo había una especie de nubes sin terminar. También noto que no estaba en un sofá, pero tampoco sabía que era porque no estaba completo. Y aun incompleto, a Sol le pareció hermoso y que no faltaba nada más. El simple hecho de que Sam la pintara aceleraba su corazón.

—Es muy linda —halagó parándose junto a Sam.

—¿Quién? ¿tu? Por supuesto —devolvió Sam, Sol le dio un leve empujón en el hombro a la misma vez que se sonrojaba.

—Deja de bromear.

—No es broma —respondió con seriedad. Sol alzó la mirada para verlo, y encontró a Sam haciendo lo mismo. —Eres muy linda—dijo casi en un susurro.

—Gracias—murmuró en un hilo de voz.

Sam, tomo una de las pinturas amarillas y le tendió el envase a Sol antes de decir:

—Ayúdame a terminar de pintar—pidió y Sol asintió. —unta un poco en tus dedos si quieres, también puedes usar un pincel si te sientes más cómoda, pero es más divertido sin el— sugirió.

Sol unto pintura en sus dedos y Sam empezó a darle algunas indicaciones que siguió al pie de la letra. Así siguieron por unas dos horas hasta que el cuadro estuvo completo. Si antes era lindo, ahora lo era aun más, tal vez era porque tenia de ambos, y solo ellos sabían lo bonito que fue pintarlo juntos.

Todo estaba bien hasta que Sam pasó un dedo lleno de pintura azul por la nariz y mejilla de Sol. Ella lo miró ofendida, y también le untó pintura a Sam en la mejilla. Y de esa forma comenzó una guerra de pintura por todo el lugar. Aunque Sol se preocupaba por las otras obras de Sam, este parecía no tener cuidado por eso en ese momento, así qué por eso él gano aquella batalla cuando rodeó su brazo por la cintura de Sol, a la vez que le quitaba la pintura y la tiraba al suelo.

Estaban totalmente cubiertos de pintura que era más fácil contar los lugares de su cara y ropa donde no hubieran colores, sin embargo, nada de eso importó cuando Sam acercó un poco más a Sol. Y mucho menos cuando encorvó su cuerpo para llegar a su altura, no importaba estar llenos de pintura, nada de eso lo hacía. Sol tomó el rostro de Sam entre sus manos y lo acarició con delicadeza.

Ya habían estado así de cerca antes, eran casualidades que se daban en el trabajo o cuando iban al muelle, pero ninguno tenía el valor suficiente de acortar la distancia. No obstante, ¿ahora? Ahora Era totalmente diferente porqué tenían las cosas lo suficiente claras. Morían por cerrar la distancia y saber como se sentían los labios del otro sobre los suyos. Sam quería comprobar si los de Sol estarían dulces por tantas gomitas; Y Sol quería comprobar si eran tan suaves como se veían.

—Eres tan hermosa—susurró sin apartar los ojos de los suyos.

Sol tragó con fuerza. Su corazón amenazaba con salirse de su pecho.

—Tu igual—respondió en el mismo tono. Sam tomó valor y paso su dedo pulgar por los labios de Sol, contorneándolos con suavidad y deseo. Sol jura que podría haber caído de no ser porque Sam aun sostenía su cintura.

—¿Puedo besarte?—preguntó en un susurro lleno de urgencia.

—Si, Sam sí.

Y no tuvo que esperar más porque en cuanto terminó de hablar Sam cerró la distancia entre ellos.

Sol llevó una de sus manos al cabello de Sam y la otra la dejó en su hombro para sostenerse. Era aún mejor de lo que imaginaban. Los labios de Sol eran dulces y los de Sam tan suaves como una nube de la que Sol no quería bajar nunca. Era un beso lento y suave; Era sueños de fiebre alta y lluvia en la media noche; Era hogareño y especial. Se sentía rosa, rojo, dorado y un poco de morado, como un atardecer de esos que quieres que duren para siempre.

Sam apretó un poco más la cadera de Sol para acortar cualquier distancia entre sus cuerpos sin demasiada fuerza como para lastimarla, y ella jaló un poco el cabello de Sam. Era bueno, y cada vez un poco más intenso. Lo habían esperado y ahora que lo tenían ni siquiera respirar era tan importante. Y lo que empezó como algo lento fue subiendo el ritmo un poco (demasiado) rápido.

Sam se separó para preguntar si podía ir un poco más allá, y Sol aceptó con desespero. Y desde ahí, Sam preguntó, preguntó y preguntó toda la noche. Desde cuando los besos fueron lo suficientemente lejos, hasta cuando preguntó si estaba segura de lo que quería hacer porque él lo estaba. Desde que llegaron a la habitación de Sam, hasta que quitó su vestido. Así hasta que terminaron.

Luego de eso Sam lavó el cabello de Sol, lo peinó y luego preparó algo de comer para ambos. Fue atento y delicado, era tan bueno que dolía un poco que todo, a final de cuentas, no duraría más que un verano. A la mañana siguiente él siguió siendo el mismo, bromista, atento y cariñoso de siempre. Le llenó la cara de besos en la mañana, y le dio algunas prendas de ropa ajustables para que cubriera su desnudez y no se sintiera incómoda.

Sam le estaba dando un verano, un cielo quebrantable donde no había ninguna regla, solo ellos, y pensó que era suficiente, cuando claramente los latidos de su corazón esperaban que no solo fuera un Cruel verano.

Porqué si a ese punto no estaba enamorada, estaba segura de que lo estaría.


Nota de autora

Holis, lo siento por no actualizar.

Se borraron las ediciones de los capítulos y sin eso pasaron de ser capítulos de 10 000 palabras a de 3000, por eso me demoré en subir. Sorry <3

Este capítulo podría ser de mis favoritos, aunque hay uno que es simplemente mágico *giño* *giño*

Sé que hay diálogos muy largos y pido perdón si les incomoda esto. Y también por las faltas ortográficas. (Tambien lo siento si los guiones se ven cortos)

Sin más que decir nos leemos pronto.

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