1.Welcome To Santa Mónica
Viernes 19 de junio
Hace un momento Sol pensó que estaba perdida.
Su abuelo era bastante mayor y pudo haberle dado mal la dirección y ella no iba a Santa Mónica desde los trece por lo que no recordaba mucho más que las fotos que le enviaba su abuelo.
Mientras el taxista le habló todo el camino desde el aeropuerto hasta llegar a su destino sobre su familia, ella quería prestarle atención, pero no sabía que hubiera hecho si se perdía. La idea de quedar varada en un lugar que no conoce a plena luz del medio día era aterradora. Está claro que no sé le pasó por la cabeza llamar a su abuelo y pedir ayuda. Aunque de ser así tampoco sería una opción ya que es demasiado orgullosa como pedirla.
Pero nada de eso pasó, todo salió bien.
El taller de su abuelo era exactamente igual que cuando tenía trece años, seguía pintando con la misma pintura rojo vino y el mismo viejo letrero plateado. Sol estaba segura de que lo pintaba de ese color porque siempre le sobraba pintura del año anterior, así que no compraba mucha, y como solo le pasaba una capa todos los años le seguía sobrando.
Y Tal vez toda su divagación mental se debía a qué justo en ese momento Sol deseaba haberse perdido.
Antes de entrar al taller de su abuelo recordó el plan de tres pasos que tenía. 1) Llegar tres horas antes de lo acordado a Santa Mónica. 2) Llegar sana y Salva al taller de su abuelo. 3) Sorprender a su abuelo.
Todo había salido perfecto, excepto por esa pequeña parte que había olvidado.
Su abuelo odia las sorpresas.
Eso lo recordó antes de hacer acto de presencia, y ahora se encontraba a un lado del taller pensando si caminar bajo el sol hasta un restaurante o terminar su plan. Una decisión difícil para una chica llamada Sol, que odia el sol.
«Ya estás aquí, él te ama y se pondrá feliz», susurra esa parte de su conciencia que la ama.
Dándole el valor necesario para avanzar, pero justo antes de entrar esa parte de su conciencia que la odia se hizo presente.
«Ya estás aquí, igual si le da un paro cardíaco es tu puta culpa» En seguida se detuvo, justo antes de entrar.
¿Y si...? Pensó, no obstante, se decidió por entrar. Esperaba que no pasara algo malo.
Dio ese paso que le faltaba dar y el olor a gasolina y aceite inundaban el ambiente acompañado de Until I Found You de Stephen Sanchez y Em Beihold. Habían un montón de cosas tiradas por el taller. Notó a su abuelo debajo de un auto mientras le habla a alguien, y supuso que la otra persona estaba detrás del auto.
—Alumbra bien Sam, ¿Qué te quedaste viendo? —escucho decir a su abuelo, y de manera inconsciente sonrío alegre.
—Nada—Mintió Sam.
Porque ese nada, lo dijo en un tono aturdido. Porque hace unos pocos minutos alumbraba al señor Felipe y miraba de manera perezosa la puerta, viendo el cielo azul plagado en nubes. Y Luego estaba viendo a una chica linda, muy linda, y media noche, no se podía explicar a sí mismo porqué cuando la vio todo se ralentizó, todo de volvió media noche. Realmente no lo entendía. Pero la veía más azul que a sí mismo.
Ese Nada, era realmente un todo.
—Nada, Claro, y yo tengo veinticuatro años—le reprochó el señor Felipe—, no me vengas con esos argumentos baratos—le aviso saliendo del auto y, por ende, viendo a su nieta.
—Hola, buenas tardes ¿Usted es el señor Felipe Williams?—preguntó Sol, mientras se acercaba hasta estar frente a él y tenderle su mano para ayudarlo a levantarse.
Felipe tenía una expresión de sorpresa en el rostro y no reaccionaba, por un momento creyó que la parte que la odia de su conciencia tenía razón, no obstante, su abuelo sonrío al procesar su presencia.
Tomo su mano para levantarse y enseguida la abrazó, a lo que Sol correspondió sin dudar, reafirmando que sus abrazos eran los mejores.
Tan reconfortantes como una taza de chocolate caliente, unas galletas recién hechas en una noche lluviosa.
Ambos ignoraron al tercero que se encontraba ahí. Y así lo prefería éste. Porqué mientras Sol disfrutaba de un abrazo, Sam estaba sintiendo un tirón en su pecho, y una fuerte atracción hacía Sol. Además de sentir una inmensa curiosidad sobre ella.
Sol se separó de su abuelo unos minutos después para examinar a su abuelo.
—Sol ¿Por qué no me avisaste que estabas aquí? —preguntó tranquilo al verla.
—Era una sorpresa—respondió para luego fruncir el ceño—, sé que no te gustan, pe...
—Me gustan las sorpresas de mi Nieta—aclaró acariciando su cabello con ternura.
—Bien, Te ves más delgado que cuando me visitaste en New York ¿estás comiendo bien? —El asiente con la cabeza.
—Tu como que estas más alta— observó, aunque no era posible tal cosa. —Y Claro que me estoy alimentando bien...
—Mentira
Dijo Sam lo suficiente alto como para que ambos escucharan. Sol pensó que era una voz muy relajante y perezosa.
—¡Cállate Sami! —le grito Felipe al verse expuesto. —No le creas Sol, es todo un mentiroso—se excusó, sin embargo, cuando Sol llegó vio dos vasijas con papas fritas y dos latas de coca cola.
—Estoy de acuerdo con el desconocido—admitió, a lo que el señor abrió la boca ofendido mientras se alejaba de ella.
Y Sam, él se estaba riendo a pesar de todo el revoltijo de sensaciones.
—No puedo creer que mi propia nieta no confíe en mi—soltó en un tono muy dramático.
—Si estas comiendo papas fritas no podre pensar otra cosa—señaló los platos, y sonrío nervioso.
—Un desliz—se excusó divertido.
—Usted tiene un desliz todos los días—comentó Sam.
—Te voy a despedir.
—Hágalo, a ver si encuentra quien quiera enseñarle todos los días a usar la computadora porque se le olvida, además de que le traigan comida y no olvi...
—¡Ya! ¡ya! Está bien. Ahora ven aquí y para presentarte a mi Nieta—ordeno Felipe resignado, mientras Sol no podía evitar reír por la escena.
Aunque la risa le duró poco.
Por un segundo su mundo se detuvo. Era lindo, muy lindo, y alto. Ella se sentía alta con sus 1.67, sin embargo, el la superaba por unos cuantos más. Pensó que tal vez ni siquiera sus brazos con tatuajes, su buen cuerpo, su altura, o sus ojos grises, el color de sus días favoritos, fueron lo que erizo cada vello de su cuerpo.
Tal vez fue el azul, lo azul que se sentía, o tal vez fue ese algo que sintió sin explicación alguna.
Pero se sentía como si fuera un sueño de fiebre alta en la media noche, tan increíble como para ser real.
Con toda la fuerza de voluntad que tenía en ese momento dejo de verlo como si fuera una niña pequeña viendo a un juguete brillante queriendo ser caprichosa por obtenerlo.
El chico no sé acerco mucho, aunque si lo suficiente como para poder estrechar su mano con la suya, sintiendo un escalofrío por el toque del otro.
—Un gusto conocerla, soy Sam Harper —se presentó con un tono de voz aburrido, aunque no estaba para nada aburrido ni ajeno de la situación.
Sol pensó que parecía un chico malo, y solo ella sabía lo mucho que le gustaban los chicos así.
—Un gusto conocerte Sam, soy Sol Williams, la nieta del señor presente—le devolvió el saludo lo más firme que pudo mientras soltaba su mano.
—Este muchacho es mi mano derecha—comentó su abuelo pasando un brazo por el hombro de Sam, haciéndolo bajar hasta su altura ya que mide lo mismo que su nieta, incluso tal vez menos. —Lo conocí hace...
Dejó de escuchar cuando empezó a creer que su verano no solo sería aprender y pasear por las noches de Santa Mónica.
Sol se admitió a sí misma que no pudo olvidar lo que había sentido sin explicación alguna.
La conversación con su abuelo al llegar a su casa se robó toda su atención, había una parte que no podía olvidar a Sam. Aunque escucharlo hablar de la abuela era tan mágico como la primera vez que pisó New York. Con tan solo ver como se iluminaban sus ojos al mencionar su nombre era enternecedor.
Su abuelo se dedicó a hacerla sentir como en casa, sus maletas habían llegado el día anterior porque las envío con antelación para estar más cómoda, incluso ya había desempacado y mientras lo hacia su abuelo estuvo ahí preguntando todo sobre New York como si no hablaran todos los días por video llamada, y mostrándole fotos de su madre y padre de jóvenes, de ella cuando llegó a la familia siendo una niña, o incluso de él y su abuela.
¿Y justo ahora? Él estaba trasteando algo en el fregadero en el piso de abajo.
—¿Entonces no te perdiste? —le pregunta Betty al otro lado de la pantalla.
—No—respondió aburrida.
—¿Y tampoco haz ido a recorrer el lugar donde estarás todo el verano? —vuelve a preguntar casi sorprendida.
—No, igual si sé llegar al taller y a la casa está todo b...
—No te entiendo Sol—dijo con una expresión confundida. —¿Llegaste a California y lo primero que hiciste no fue tirarte a la playa? ¿Sabes lo que yo daría por hacer lo mismo?
Sol rodó los ojos al escucharla.
—Te dije que podrías venir conmigo y preferiste quedarte con el mugroso de James—le recriminó. — Además o me suele gustar la playa, ya sabes tengo la maldición de: si vas algo malo te va a pasar—mientras decía esto último trató de que su voz sonara más grave.
—Igual sigo sin entender —dijo Betty ignorando lo primero.
—Yo tampoco entiendo por qué regresaste con James después de lo que dijo Inez y no molesto con eso—le recordó.
Y esta vez fue turno de Betty rodar los ojos.
—Eso fue en secundaria—«Si tú lo dices» pensó Sol. — Y además fue una buena disculpa. Éramos jóvenes.
—Cuando eres joven asumen que no sabes nada—repitió algo que Betty dijo años atrás, —pero lo sabes todo.
—Acabas de decir que no molestabas con esto, y a mi parecer lo estás haciendo—le reclamó Betty en ese tono que Sol odiaba que usara.
Betty no estaba enojada, porque entendía a su amiga. Sol estaba preocupada de que la lastimaran otra vez, lo sabía, y lo entendía. En su lugar estaría igual.
—Lo siento, y lo siento si te hice sentir mal. Solo que ¡Él no me cae bien! —admitió exasperada mientras se tiraba en la cama.
—Lo entiendo, en tu lugar yo estaría igual. Solo confía cuando te digo que nos estamos reconstruyendo poco a poco—le aseguró con una sonrisa.
«¿Qué voy a hacer contigo Betty?»
—Yo te apoyo siempre.
Le recordó Sol, aunque Betty ya lo sabía. Aun recordaba cuando los chismes sobre lo que dijo Inez y los insultos hacia ella empezaron, Sol estuvo ahí defendiéndola. Betty no recuerda ni un día que ella no estuviera dándole ánimos o simplemente estando ahí, sin dejarla.
—Bien, ahora cuéntame algo interesante—pide con emoción.
—No ha pasado nada interesante... —antes de terminar de hablar, recordó a Sam, no sabía porque, pero el parecía interesarle.
—¿Sol?
El llamado de su amiga la saco de su trance.
—Ah, lo siento, me quede distraída por un momento.
Betty hizo un ademan con sus manos para restarle importancia.
—Está bien, tanto tiempo viviendo contigo me acostumbro a tus salidas de la realidad—bromeó Betty y Sol sonrió — ¿Qué vas a hacer? ¿En serio no harás nada divertido?
— Tal vez vea una película con mi abue...
—Yo te mato ¡Estas en California! Haz algo divertido.
—Eso es divertido.
Betty hizo una seña con su mano, como diciéndole "Córtalo, claro que no lo es".
—Nuestra definición de divertido no es la misma—opinó con una mueca en la cara.
—No definitivamente...—concordó Sol, y se detuvo cuando escucho una voz masculina de fondo, una muy irritante Voz. —¿Betty? —preguntó y su amiga sonrío nerviosa.
—Bueno Solecito, yo me voy a divertir, haz lo mismo.
Y cortó la llamada.
«Bien, que se vaya a la mierda con su mugroso».
Por otra parte, el señor Felipe no era tonto, él había visto como su nieta había mirado a Sam y asumió que el motivo de la distracción de este fue ella. Era viejo y no tenía nada que hacer así que decidió hacerle caso su instinto.
—¡Sol! —grito al otro lado de la puerta, y Sol se levantó de la cama asustada.
—¿Sí? —contestó.
—¡¿Estas despierta?!—preguntó gritando sin ninguna razón.
—¡No! —le grito ella intentando no reír.
—¡Esta bien!
Agarró una almohada y la estampo contra su rostro para ahogar una carcajada.
El señor Felipe ya se iba, pero entonces se echó a reír al darse cuenta de la situación. Esta vez tocó la puerta.
—¿Sí? —Sol quitó la cara de la almohada.
—Si estas despierta ¿cierto? —pregunta y ella pudo notar que se quiere reír.
—Sip.
—¿Te estás riendo?
Soltó una carcajada.
—Si— confesó entre risas. —Puedes pasar—le avisó suponiendo que eso quería desde el principio.
Entró al cuarto entre risas, y la escena los puso tan felices.
—No te burles, ya estoy viejo y distraído—se excusó
—Lo noté—comentó dejando de reír.
—¿No vas a salir? —preguntó con una Mueca de curiosidad.
—Eh, no creo. Además, es de noche y podría perderme—explicó tranquila.
—¿Por qué no lo haces? Hoy lloverá y probablemente sea la última lluvia abundante del verano, a esta hora todos los jóvenes salen.
Sol no podía negar que salir a caminar y perderse bajo la lluvia era una idea tentadora.
—No, prefiero ver una película contigo—dijo y su abuelo la miro mal—¿Qué? —Preguntó al ver su cara.
—Yo me duermo a las siete mija.
—Oh.
«¿En dónde puedo meter mi vergüenza?»
—Le dije a Sam que te diera un recorrido si decías que sí— lo escuchó decir y ahora tenía muchas ganas de salir.
Miró por la ventana y desde su habitación se veían las luces de la feria en el muelle. «Ya no me parece tan mala idea».
—Está bien, me convenciste abuelito—le dijo mientras se levantaba para buscar ropa.
—Le diré a Sami que venga— Le avisó antes de irse.
Aunque este ya estaba de camino porqué... bueno él no sabía porqué, pero estaba muy ansioso como para esperar una llamada de confirmación, claro que no pensó si la respuesta era negativa. Pero no lo fue, así que no era importante.
Sol se había cambiado el piyama largo por un vestido largo negro de una tela fresca, un cárdigan y unas sandalias.
Justo ahora estaba en el auto de Sami, en el asiento de copiloto, a su lado. Estaban de camino al muelle y mientras el avanza Sol había descubierto tres cosas.
A pesar de ser de noche había mucha gente caminado como si nada, cosa que le recuerda a New York.
Sam es muy callado, desde que entró a su auto solo lo escuchó decir "Buenas noches" además de los nombres de los lugares que debía conocer. Solo eso. Nada más.
Se sentía extrañamente bien.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó Sol para aligerar el ambiente.
—Veinticuatro—responde con una mueca aburrida en el rostro.
Sam no estaba aburrido para nada, pero cuando ella estuvo ahí, simplemente no tenía que decir, o al menos quería esperar llegar al muelle para hacer unas preguntas en ese tono perezoso. Aunque Sol se había adelantado.
—¿Estudias o estudiaste ya? ¿O no quieres hacerlo? —recostó la cabeza al asiento.
—Ya estudié.
—¿Qué estudiaste?
—Arte.
—¿Te dedicas a eso?
—Si.
—¿Estado Civil?
—Soltero.
—¿Extrovertido o Introvertido?
—Depende del momento.
—¿Algo así como callado y reservado?
—Más la segunda que la primera.
—¿Te gusta mucho la playa?
—Yo diría que sí.
—¿Puedo seguir preguntando o quieres que guarde silencio? —preguntó ella por sus secas respuestas.
Y el esperaba que no pensara que estaba siendo seco. Ése era su tono de voz, no estaba siendo seco para nada.
—Puedes seguir—dijo en el mismo tono y quiso darse un golpe a sí mismo.
—¿Así hablas siempre o es por qué no me conoces? —preguntó tranquila y calmada mientras notaba que gotas de lluvia empezaban a caer.
—¿Quieres la terrible verdad o la linda mentira? —le devolvió con sarcasmo.
Sam sabía porqué Sol había preguntado eso, y quería mostrarle que no era por ella. Aunque tal vez no lo hacía de la mejor manera.
—Si dices que es por mí no volvería a hablarte nunca—confesó con seguridad.
—¿Por qué? —preguntó mientras buscaba un lugar donde estacionarse.
Aún estaban un poco lejos, pero más cerca del muelle no habría lugar.
—Mi orgullo estaría herido—fue sincera y Sam reprimió una sonrisa.
—¿Es orgullosa?
—¿Del uno al diez cuanto crees que me costó hablar primero? —cuestiono con seriedad, y Sam se encogió de hombros. —Cien, eso fue lo que me costó, no suelo iniciar conversaciones.
—¿Miedo a ser ignorada? —curiosea mientras se estacionaba.
Esta vez fue turno de Sol encogerse de hombros.
—No respondiste mi pregunta—le recordó.
—Es mi tono de voz—aclaró, apagando el motor del auto.
—¿Te has metido en muchos problemas por eso?
Sol no pareció darse cuenta de que estaban estacionados, o al menos no prestó atención.
—Si. Supongo que tú también —le devolvió recostando su cabeza al asiento.
Sol movió la cabeza para verlo, estaban en la misma posición que el otro.
—¿Por qué lo dices?
Sam no la había visto muy bien cuando entró al auto, y como iba conduciendo tampoco pudo hacerlo, hasta ese momento.
«Bonita, es muy bonita y atractiva» pensó Sam.
—Hablas como si nada te importara—dijo al final.
—Todo me importa, nunca es ésa mi intención.
—Eso es lo que pasa conmigo, ahora vámonos aún nos queda camino.
Sol no dijo nada más y salió del auto junto con Sam, ahí fue donde notó que les faltaba mucho aún.
—¿Por qué nos bajamos aquí? —preguntó rodeando el auto hasta estar frente a él.
—Más adelante no habrá espacio para estacionar el auto—explicó, Sol asintió siendo comprensiva. —¿Tienes buenas defensas o llevamos un paraguas? —preguntó antes de cerrar la puerta.
Sol rodo los ojos y puso sus manos a cada lado de su cintura antes de responder.
—No lo voy a necesitar.
—¿Segura? Si te enfermas tu abuelo me mata.
Ella se rio y el no supo porqué. Sol noto su expresión confusa porque dijo:
—Lo dijiste tan serio que me causó gracias—aclaró.
—Un sentido del humor muy malo—comentó mientras le hacía una seña para que caminara junto a él.
—Si te hubieras escuchado no pensarías lo mismo—dijo, siguiéndole el pasó.
—No creo, ¿ya viste la playa? —preguntó el, cambiando el tema.
No lo había hecho así que negó con la cabeza, y Sam se hizo a un lado para que ella la viera.
A Sol no le gustaba la playa, pero justo en ese momento le pareció lo más hermoso que había visto en su vida.
A pesar del cielo cubierto en nubes de lluvia, la luz de la luna se filtraba por ellas y se reflejaba de manera hermosa en el agua. Ella quería tomarle una fotografía, guardarla y atesorarla por siempre.
—Quiero tomarle una foto—murmuró. Aunque Sam la escuchó.
—¿Su celular? —preguntó el al ver que no lo hacía.
—Lo dejé, va a llover no quiero que se dañe—respondió sin dejar de mirar la playa, quería atesorar esa vista como si fuera sagrada.
—Bien—mencionó Sam y seguido sacó su celular de su chaqueta negra para tomar una foto—, te la enviaré—le avisó, seguido le hizo una mueca para que empezara a caminar y poder seguirla.
—¿Cómo? No tienes mi numero—cuestionó Sol caminando de espaldas para poder verlo.
—Si me lo das entonces ya no será así—contradijo como si nada, y gracias a su postura segura y la poca iluminación de la acera, Sam, pudo esconder el color rojo de sus mejillas.
Estaba siendo bastante transparente con Sol, y de verdad quería tener su numero y no solo para enviarle una foto. Y por el lado de Sol, estaba más encantada que nunca.
—Entonces mañana en el taller te lo paso—acordó, volviendo a caminar de frente para no caerse. Y él estaba haciendo una mini fiesta mental por su respuesta positiva.
Sam le preguntó todas las cosas que ella le preguntó en el auto mientras caminaban. Descubrió que tenía veintitrés años, que había estudiado Electromecánica y mecánica automotriz, y que sí se dedicaba a eso en New York. Además de eso, conversaron sobre cualquier cosa hasta llegar al muelle. Y Sol, ella solo, estaba enamorada de todo ahí.
—¿Por qué escogiste esas carreras? —curioseó Sam.
La pregunta sacó a Sol de embelesamiento a causa del lugar. Ella estaba dudando en responder, pero no perdería nada con hacerlo.
—Mis padres son mecánicos, desarrollan y reparan diversos sistemas en una empresa. Además de ser profesores de automoción y robótica —explicó, Sam entreabrió los labios por la sorpresa—Mi abuelo, como ya sabrás, también se dedica a algo relacionado, y la mayoría de mi vida he estado rodeada de estas profesiones, se me hizo imposible no querer hacer lo mismo—finalizó con un tono de voz aburrido. Como si no fuera lo suficientemente genial todo lo que era su familia.
—Vaya...
—¿No te esperabas que fuera tan increíble, cierto? —farfulló Sol.
A lo que Sam soltó un bufido.
—La verdad, no—confesó y Sol se sentía tan azul y amarillo al mismo tiempo. —Debiste estudiar mucho ¿Tuviste vida social? —bromeó Sam.
Sol suspiró fingiendo estar ofendida.
—Claro que sí. Además no soy una persona solitaria o algo por el estilo.
Cruzó los brazos fingiendo estar ofendida.
— Tienes cara de serlo.
—¿En serio? —Sam asintió, —tú también —finalizo con sarcasmo.
Sam se echó a reír.
—No tanto como tu —contradijo.
—No pensé que eres de esos que juzgaban antes de conocer—comentó con ironía.
Sam se encogió de hombros.
—Solo admiro el hecho de que hayas estudiado dos carreras tan complicadas en tan poco tiempo—confesó, sin saber exactamente porqué sintió la necesidad de decirlo.
Sol sonrío de manera inevitable.
—No fue tan fácil, mi primer año se universidad fue terrible, casi no lo paso—comentó con un deje de nostalgia.
—¿Por qué? —Sam estaba haciendo muchas preguntas que, en otra ocasión, no habría hecho. Estaba tan curioso sobre ella, de una manera casi catastrófica.
—Tuve varios problemas personales—murmuró la respuesta con una sonrisa melancólica y azul.
—¿Quieres hablar sobre eso?
Sol negó lentamente y Sam sabía que tal vez era mejor dejar de preguntar.
—En otro momento, ahora mejor sigamos caminando como tortugas—mencionó y su tono perezoso volvió.
Sam asintió de acuerdo.
—No pensé que este lugar me gustaría mucho—comentó ella después de un rato.
Era verdad, antes de llegar a Santa Mónica se le hacía muy difícil la idea querer vivir ahí, un lugar tan brillante no caía con su personalidad o a la forma que acostumbra a vivir. Sin embargo, estaba tan encantada con todo, que la idea no le parecía tan descabellada ahora.
—¿Por qué? ¿No te parecía tan bonito antes de llegar?
Sol negó con la cabeza y una sonrisa divertida, la pregunta de Sam salió de sus labios con un deje de reproche, como si fuera un niño.
—Si me parecía, solo que todo es tan vibrante y pensé que no sería para mí.
Sam la miró con cierta comprensión.
—¿Crees que New York es más para ti?
«¿Por qué le estoy preguntando tanto? Le he hablado más que cuando estoy con mis amigos» Pensó Sam.
—Sinceramente, Eso fue lo que pensé al mudarme, pero al final solo era un lugar más. — Sam solo asintió, prestando atención a todo lo que salía de sus bonitos labios. —¿Por qué arte?
Sam meditó su respuesta por unos segundos, el tema de su amor por la pintura no era algo de lo que solía hablar porque podría sonar absurdo, no obstante, la chica le daba cierta confianza así que decidió contarle.
—No quería estudiar arte, en realidad estaba estudiando medicina—empezó a decir y Sol entreabrió los labios sorprendida, — pero descubrí que no podía estudiar algo que no me gusta por miedo.
—¿Por miedo?
—Me encanta pintar, dibujar, fluir, pero sentía que, si lo volvía mi carrera, tal vez dejaría de gustarme al sentirme obligado a hacerlo, no quería sentir eso hacía el arte.
Sol estaba tan embelesada por sus palabras, por cada sonido que salió de los lindos labios de Sam mientras decía eso, lo dijo con tanto amor que incluso ella pudo entenderlo mejor.
—Entiendo, ¿Qué te hizo cambiar de opinión?
—Mi madre tuvo una charla conmigo al verme estresado por la carrera de medicina, dijo que desde que me vio por primera vez pintando sabía que era más que una terapia, que sabía que el arte es amor para mí, y no te aburres o empieza a disgustar algo que amas.
Sam tenía una bonita sonrisa en el rostro, era un momento que le gustaba recordar.
—Que linda tu madre, hasta a mí me convenció —opino Sol, ignorando la sensación que la sonrisa de Sam causaba en ella. —Supongo que tuvo razón.
—Si, mayormente la tiene.
Se quedaron en silencio luego de eso, hasta que Sam propuso comer algo, y terminaron pagando mitad y mitad por unas banderillas con soda. Sam estaba sorprendido cuando la vio sacar el dinero del bolsillo de su cárdigan, no llevaba teléfono, pero si dinero, aunque ambos podrían dañarse por la lluvia. También descubrió que era suficiente dinero como para tomar un taxi de vuelta. Supuso que era una chica precavida y le dio un cierto alivio que lo fuera.
Justo en ese momento estaban sentados en una de las orillas del muelle, con los pies colgando y terminando de comer unas donas azucaradas. Estaban mojados por las ligeras gotas de lluvia que estaban cayendo desde hace mucho tiempo.
—¿No deberías irte? —preguntó ella, sacudiendo la azúcar de sus dedos.
No lo estaba mirando, sin embargo, sintió la mirada de este en ella.
—¿Por qué? ¿Quieres que me vaya? —cuestionó un tanto alarmado de que ese fuese el caso. Sin embargo, Sol se apresuró a negar con la cabeza.
—No, solo pensé que tal vez no querrías estar aquí conmigo—murmuró. —Soy una desconocida, solo me darías un recorrido, no creo que quieras estar aquí ¿No tienes que ir con tus amigos?
Sam toco su hombro con delicadeza para llamar su atención y que esta lo mirara, y así lo hizo. Su cabeza llevaba buen rato dividida en dos. Una prestaba atención a la conversación, y la otra admiraba su cabello ondulado, su bonito perfil, sus bonitos ojos marrón, su bonito cuerpo, y su pálida piel.
Pero tenerla mirándolo así, con sus bonitos ojos hizo que su boca se secara y olvidara por un momento sus palabras.
—Con todo el interrogatorio creo que me conoces lo suficiente—mencionó Sam, tratando de sonar tranquilo. —He hablado más contigo que con mis amigos en los que va del año.
—¿No se llevan bien?
Sam negó.
—Son como mi familia, pero no suelo hablar demasiado en las conversaciones a parte de meter veneno o sarcasmo, eso es suficiente—explicó, y sol soltó una risita—, y si no estuvieras igualmente estaría aquí, pero solo así que no hay problema.
—¿Por qué conmigo sí? —preguntó Sol, tratando de no parecer nerviosa.
Sol le había estado dando miradas discretas que terminaban con ella y sus mejillas rosas sin razón. Era como emocionarse con tan solo verlo.
Sam titubeó antes de responder.
—Debería hacerte esa pregunta a ti, porque ni yo mismo sé porqué—admitió con sinceridad. —No sé qué me está pasando.
—Yo tampoco lo sé—concordó Sol.
Ambos estaban aliviados de sentirse igual.
—Todavía nos queda todo el verano para averiguarlo —mencionó Sam, con una sonrisa. Ella apartó la vista de él, incapaz de buscar una respuesta a eso.
Sol sonrío sin poder evitarlo, y Sam reafirmó que su sonrisa era tan bonita como la nieve en la playa.
—¿No tienes amigos y en realidad todo lo que dijiste fue mentira? —insinuó con diversión.
Sam rodó los ojos.
—Los tengo, pero están con sus parejas, no es cómodo ser el mal tercio—reconoció.
—Uhg, lo entiendo, cuando mi amiga y su novio están juntos es muy incómodo—concordó ella.
—¿Tiene una amiga? ¿Quién es la valiente? —bromeó Sam y Sol lo miró ofendida.
—¡Claro que tengo una amiga! Y se llama Betty—replicó casi de manera infantil.
—Toda una valiente Betty.
Sol iba a contradecirlo de nuevo, pero un montón de gotas mojadas cayeron del cielo. Había empezado a llover. Y eso relajo cada musculo y partícula de su cuerpo. Adoraba la lluvia, para Sol esta se llevaba todo el estrés consigo.
A pesar del ruido que hacían las demás personas y la lluvia en sí, no pudo evitar sentir tranquilidad en ese momento.
Sam por otro lado, había sentido todo lo que ella. Solo que al verla tan distraída con los ojos cerrados hacia el cielo y disfrutando de la lluvia que se complementaba con ella. Lo que sintió cuando la vio por primera vez era lo que sentía cuando veía la lluvia de medianoche.
Era reconfortante, tranquilo, tan hogareño y especial.
«Se llama Sol, y se siente como lluvia en la media noche» pensó con ironía y encanto.
Pasada más de una media hora, se encontraban caminando en la playa en dirección al auto de Sam. Ambos estaban descalzos y empapados de agua, uno al lado del otro evitando mirarse demasiado.
—¿Qué hora será—se preguntó Sol a sí misma en voz alta.
—Las una o dos de la mañana al menos—respondió Sam, y Sol se detuvo para mirarlo alarmada.
—¡¿Dos?!—repitió apartando los mechones de cabello que se colaban por su cara, los cuales Sam, por impulso, también ayudó a poner detrás de su oreja.
—Si, ¿mañana tienes que levantarte temprano?—Sol asintió. Sam también apartó el cabello que caía por su cara. Y Sol lo había visto hacerlo varias veces. —Entonces debemos apurarnos—ella volvió a asentir sin entender sus intenciones.
Sam le extendió su mano, esperando para que ella la tomara, y con el corazón latiendo fuerte dentro de su pecho aceptó y se aferró a esta ignorando el rubor de sus mejillas.
—¿Qué vamos a hacer?
—A correr, necesitas llegar rápido y eso haremos—respondió con simpleza, como si fuera lo más lógico del mundo. —Si quieres,—añadió Sam.
—Si, solo que mi abuelo te describió más serio—comentó apenada.
—Mentira no es, pero no siempre es así—aclaró rascando su mejilla, acto que le pareció tierno a Sol. —Además la playa esta sola, y sonará infantil, pero creo que será divertido.
Sol entreabrió los labios entre sorprendida y encantada, ese artista con cara sería, pero para nada serio estaba tan sonrojado y avergonzado que le causaba una bonita sensación en el pecho. Ella terminó por sonreír y asentir.
—Entonces vamos—y dicho esto jaló se sus mano y empezaron a correr.
Se sentían como dos niños pequeños corriendo por debajo de la lluvia, ni siquiera sabían porqué se comportaban tan libres uno con el otro, pero se sintió tan bien, tan correcto como nunca antes se había sentido algo.
Cuando todo acabó y cada uno tomo su rumbo, todo era azul como el tono del otro. Todo se sentía como lluvia de medianoche y sueños de fiebre alta.
Holaaa🌼
Estoy bien feliz, por poder subir este capítulo porqué es el inicio de algo bonito.
Ojalá les haya gustado.
Y ya no sé que más poner
Pd: el capítulo dos vienen con sorpresas incluida
Nos leemos pronto
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