21
No solo estaban en guerra con el mundo humano, lentamente ellos dos iban dejando una especie de advertencias en las entradas del Inframundo, esos seres inocentes rodeaban la entrada secreta del lugar.
Lucifer ya estaba al tanto de todo, sabía de quién se trataba y temía por el resultado de las cosas. Jungkook era un ser sanguinario sin remordimiento ni temor.
—Hoy será un día especial...la luna roja se mostrará ante nosotros.
—¿Y eso que significa?
—Mucho pero ya lo entenderás cuando suceda...ve a prepararte,hoy vendrá otro invitado.
Ese invitado al que Jungkook se refería no era más que uno más de sus presas ,está vez siendo un pez gordo. Al fin se estaban acercando al gran mando y después de esa noche se irían dejando el lugar para mudarse a ese edificio abandonado que Jungkook encontró en una de sus salidas nocturnas.
Hanse quitó esa ropa abrigadora, con delicadeza deslizó esa falda azul que ya se notaba desgastada, sin brasier se colocó esa camisa blanca con toques azules que muy a penas y cubría sus pechos, cepillo su larga cabellera acomodando la y pasando la hacía adelante dejando un mechón por detrás de su oreja, se colocó las calcetas blancas y sus zapatos escolares.
Ya estaba lista para cumplir con su parte del trato.
Tomo la cajetilla de cigarros,tomo uno colocando lo en sus labio para después retirarlo al darse cuenta que no tenía como encender lo. Salió de la habitación con tranquilidad.
—JungKook ¿Tienes un encendedor?
Se quedó en silencio al ver a su alrededor, una docena de hombres con vestimenta formal estaban ahí, al escucharla la mayoría de ellos saco entre las telas de sus ropas ese objeto que ella necesitaba.
—Aqui tiene su majestad.
Ella se quedó inmóvil sin entender que era lo que estaba sucediendo, quienes eran ellos y por qué le decían así.
—Te lo dije...hay muchos que Luci decepcionó y esos mismo ahora estarán bajo mi cargo...hoy amada mía es el inicio de nuestra guerra, con la luna roja uniremos nuestros cuerpos, y obtendremos ese poder que nos hace falta —Camino con lentitud dejando escuchar con claridad sus pasos, con sutileza tomo un encendedor de la mano de uno de esos hombres y al estar cerca de ella lo encendió —Eres mi Reyna...y de ellos también, todos te juramos lealtad mi bella Hanse.
Uno a uno de los hombros se fue arrodillando ante ella.
—Por ti... moriremos.
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