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El Kim deja su saco sobre el perchero a un costado de la entrada, se apoya sobre la pared y se quita los zapatos. Afloja la corbata amarrada a su cuello mientras camina directo a la sala, eran las doce, se quedó hasta tarde en la oficina. Mayormente suele salir a beber con sus amigos, esta vez no lo hizo, ellos tenían familias que atender, hijos que malcriar. Y NamJoon, bueno, no hay ningún niño que lo espere. 

Encendió la luz de la cocina, buscó en el microondas la cena que SuYeon siempre le deja preparada. Pero, para su sorpresa, allí no había nada. Parpadeó, incrédulo pensó que tal vez la dejó en el refrigerador, cuando abrió este, tampoco había algo. Levemente molesto se sirvió un trago de su botella de vino favorita, bebió con moderación preguntándose la razón de su olvido. 

Su esposa llegaba del trabajo a las siete, a esa misma hora empezaba a preparar la cena y a las nueve lo esperaba, o en todo caso, cenaba sola. Al compás de algún programa en la televisión. 

NamJoon subió las escaleras, entró a su habitación y empezó a quitarse la ropa. Una vez ya en pijama, bostezo estirando su brazo para tocar el cabello de la rubia. Otra vez, el vacío lo invadió. Salto en su lugar, encendiendo la luz del velador observó el lado de la cama vacío.

—¿Qué? —siguió sin creerlo— ¿Dónde se metió? —de la mesita tomó el teléfono y marcó el número de la mujer, tres tonos después, escuchó su voz del otro lado de la línea.

—¡Hola, Joon! —ruidos de música y el eco de gritos lo hicieron apretar el puño bajo la manta. 

—SuYeon, son las doce de un jueves. ¿Qué haces de fiesta? 

—¡Me divierto, bebé! —le respondió— ¡Y hay muchos chicos jóvenes y apuestos que están dispuestos a hablarme más que tú! 

Pensar en ella, una mujer pasando sus treinta años al lado de unos muchachos jóvenes, sedientos de alguien con más experiencia hizo que su sangre hirviera. Su esposa era atractiva, conserva la belleza innata desde que la conoció, sin ser exorbitante, no duda en que esos mocosos se le tirarán encima. 

—Dame la ubicación, iré por ti. 

—No es necesario, YoonGi vino conmigo. 

—¡SuYeon…!—y cortó.

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