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• CAPÍTULO 8

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THE BLACK SISTERS
CRUCIO
VIII. Sanadora Black
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A diferencia de todos los pensamientos que invadieron a Andrómeda cuando inauguró su tienda medicinal, las cosas habían estado resultando mejor de lo esperado por ella.

Después de todos los dardos que su familia constantemente apuntó en su contra, era normal pensar que era un fracaso que no haría nada bien; no obstante ahí habían estado sus amigos para poder levantarla. Poco a poco ella fue desarrollando confianza en sí misma y creyendo que era capaz de todo lo que se propusiera.

La botica mágica que había abierto hablaba por sí sola, pues todos los días llegaban magos y brujas de todas partes de Londres en búsqueda de hierbas, medicina y de los consejos para hacer pociones que Andrómeda entregaba con esmero, paciencia e inteligencia.

Decidió que en su vida tendría todo a lo que aspiraba, por ende continuó repasando medicina mágica por su cuenta. Sabía que debía de continuar con estudios formales, por lo que comenzó a tomar clases intensivas de herbolaria, pociones y anatomía humana donde una mujer llamada Karima, una sanadora poco convencional que había dejado el hospital mágico de América para ir por los pueblos entregando sus conocimientos para que a otros pudieran serle útiles.

—¡Esa mujer es increíble, Molls!—señaló Andrómeda—, me ha enseñado los diversos usos de los hongos grises de las montañas ¿sabías que podían crearse pociones tan sólo con eso y agua de río y dárselo a beber a alguien con migrañas crónicas?

Molly, Arthur y Edward solían pasar por la botica de Andrómeda a la hora de almuerzo para poder platicar. Aquel día la bruja estaba contándoles sobre las maravillas que había aprendido en su clase de herbolaria.

—En Hogwarts aprendimos, no lo niego— acotó—, sin embargo ella fue capaz de hacerme cambiar la visión de las cosas y puedo pensar en cómo usar todo lo que la naturaleza nos ofrece a nuestro favor.

Ellos se habían hecho muy buenos amigos, Arthur y Molly compartían como pareja y ahora eran un grupo que disfrutaba juntos los distintos acontecimientos del día.

—¿Vas a decirme que aquellos hongos que pisamos al caminar sirven para eso? —preguntó Arthur incrédulo.

—¡Y adivina para qué sirven las raíces de las ortigas! ¡Pues para evitar la caída del cabello! ¿No lo esperabas no es así?

—¡Tenemos a nuestra propia sanadora! Eres una bruja verde—suspiró Ted al verla tan emocionada.

Andrómeda había comenzado a destilar brillo y amor propio. El estudiar nuevamente ampliaba sus horizontes y cada vez se sentía más capaz a la hora de realizar algún ungüento o poción que ayudaría a otra persona a sentirse mejor.

Aquella era la esencia de Andrómeda Black, ayudar al resto sin esperar nada a cambio. Entregarse por entero con el fin de que su interior fuera usado para hacer el bien; por lo que estar recibiendo dones para entregarlos al resto le llenaba el alma.

—Estoy muy feliz de poder conocer todo esto, chicos.

—¡Pues debemos celebrar! ¿A qué hora cierras hoy?

—A las seis.

—¿Te parece que vayamos a casa y cenemos todos juntos? —propuso Molly—. Vamos a casa de Arthur y así podemos pasar el tiempo jugando a las cartas como la otra noche que fue sumamente divertido.

—No veo porqué no—respondió Ted y Andy se unió asintiendo con entusiasmo.

En eso las campanillas del lugar resonaron en el patio trasero, que era el sitio a donde el grupo de magos se hallaba. Un nuevo cliente había entrado y Andrómeda se alisó el vestido con el fin de verse de la manera más presentable posible.

—Buenos días—saludó con amabilidad a las dos mujeres que habían entrado en la botica— ¿en qué puedo ayudarles?

Las brujas de porte elegante y sabio le hicieron recordar a Minerva McGonagall, con aquellos sombreros puntiagudos y gafas de aspecto antiquísimo. Sonrió con sinceridad y aguardó a que ambas solicitaran su ayuda.

—Querida, estamos de paso por el lugar— declaró la que se apreciaba mayor—, andamos en busca de algo que nos ayude a descansar el próximo viaje en tren que nos espera, vamos a Alemania.

—Oh, si gusta puedo prepararle bolsas para que tengan infusiones y además puedo darles un óleo, que si frota durante unos veinte segundos en su frente puede inducir a la relajación y sueño de forma casi inmediata—puntualizó Andy.

—Creo que queremos ambas— declaró la otra—, los viajes en tren vienen atestados de personas en ocasiones y si esta es una de ellas queremos estar preparadas.

—La entiendo— declaró Andrómeda y se puso a preparar los artilugios de sus clientas— ¿Qué las ha traído por aquí?

—Conocer esta zona del país, nunca antes habíamos venido. Somos del centro de la capital; hay que admitir que el mundo mágico puede llegar a ser muy agotador en el día a día.

—Ni que lo diga—musitó la bruja mientras de forma prolija juntaba algunas hierbas y condimentos en base a lo que recordaba de los libros y clases que había mantenido.

No se le estaba haciendo difícil.

Solía ser muy aplicada y recordaba a la perfección cuales eran los insumos que debía juntar para conseguir la mezcla que le estaban solicitando. Sus amigos se habían quedado en silencio con el fin de permitir que se concentrase, no obstante estaban atentos a lo que la bruja realizaba, después de todo estaban un poco embelezados con las aptitudes natas que poseía para la sanación.

—¿Qué son aquellas? —indicó una de las brujas a uno de los escaparates—, ¿son flores para cocinar?

—Oh, no. Son lirios del bosque, se usan para los virus estomacales, sin embargo si se usa en exceso puede generar jaquecas importantes, debe usarse con precaución—resolvió dejando sobre el mesón los paquetes de infusiones.

Al momento en que ella fue a las vitrinas donde se hallaba lo demás que necesitaba, notó como una de las mujeres se colocó pálida como el papel, esta instintivamente bebió un poco de agua.

—Madame, ¿se encuentra bien?—preguntó Andrómeda al percibir cómo el color había huído de su rostro.

Un segundo después la bruja se hallaba en el suelo y convulsionaba.

—¡Ariadna!—gritó su acompañante que de inmediato se arrodilló junto a ella sin saber qué hacer—¡No sé qué pasó!

Andrómeda corrió desde donde estaba y lo primero que hizo fue tocar el cuello de la mujer para controlar que esta tuviera pulso y descubrió que era muy débil.

Al grupo de magos que se hallaban fuera, ingresaron al local sin saber qué hacer, no obstante creyeron que hacer acto de presencia era mejor que no hacer nada.

—¡Ustedes qué hacen allí! ¡Llamen a San Mungo!— chilló Andrómeda—, no están siendo útiles. —mencionó mientras colocaba a la mujer de lado con el fin de que no fuera a ahogarse.

Molly se apresuró y Ted pensó que lo mejor era cerrar el locar para otorgarle privacidad a la mujer que se había desvanecido.

Cuando esta comenzó a escupir saliva verdosa, entendió todo.

—¿Qué han comido? —le preguntó de forma firme a su acompañante que estaba en pánico.

—Nada que salga de lo común el día de hoy, ayer fuimos a un puesto de comida asiática e ingerimos pez globo y otros tipos de novedades.

Andrómeda recordó lo que su profesora había mencionado sobre las intoxicaciones con comida.

—La saliva verdosa sólo indica que comieron un animal cuyo veneno estaba activo— declaró poniéndose de pie, yendo rápidamente hasta uno de los cajones de la tienda.

Removió con habilidad entre todos los utensilios hasta que dió con lo que buscaba. Si su hipótesis era correcta, la vida de esa bruja estaba a punto de terminar si no se daba prisa.

—¿Qué es eso?

—Es un bezoar, necesito que le sujete la cabeza.

Como pudo lo introdujo dentro de la boca de la mujer y la obligó a masticarlo con el fin de que la piedra hiciera efecto como antídoto rápido, para evitar que el veneno siguiera activo de manera tan potente.

—Por favor, mastíquelo— susurró más para sí misma que para los demás que estaban atentos y asustados.

Todos pensaron que no habrían sido capaces de hacer algo al respecto en un caso así y que ella se había comportado de una forma muy profesional y calmada para tratar con la presión de una situación tan estresante.

Poco a poco la mujer fue dejando de convulsionar y su cuerpo quedando calmo. Andrómeda se hallaba expectante pues deseaba con todas sus fuerzas haber hecho algo para esa mujer y no haberlo empeorado por haberse entrometido.

En cualquier caso, si no hubiera intervenido; aquella bruja habría muerto en ese lugar sin que alguien hubiera podido hacer algo más.

—¿Qué pasó? —susurró y todos chillaron emocionados, menos Andrómeda que dejó escapar todo el aliento que mantenía en sus pulmones—¿Dónde estamos?

—Madame, nos encontramos en la botica donde compraba antes de que se desmayara— señaló la bruja de forma calmada y le entregó una sonrisa para poder infundirle tranquilidad—¿cree que pueda sentarse?

La mujer se incorporó y tiempo después Andrómeda tomó sus signos vitales con el fin de cerciorarse que se hallaba estable y podía ser trasladada sin riesgo.

—Tiene la presión un poco baja y su pulso todavía no tiene el ritmo normal— comentó—. Lo mejor es que espere el transporte que viene de San Mungo para usted.

—Oh, querida. Debo agradecer, de no ser por tí.

—No tiene que hacerlo, es lo mínimo que podía hacer.

Ambas brujas fueron trasladadas a la unidad de urgencias de San Mungo para examinarlas, pues las dos habían estado en contacto con el agente nocivo que casi provoca la muerte de una de ellas. Después de conversar con los enfermeros que llegaron al sitio y darles los antecedentes por fin todo volvió a la calma.

—¡Estuviste increíble!— dijo Arthur al notar que todos se observaban sin decir nada.

La aludida se sonrojó al escuchar acerca de todas las maravillas que sus amigos empezaron a decir sobre ella. Edward la observaba como si fuera un ser superior, con una sabiduría privilegiada.

—Creo que ahora tenemos un motivo más para celebrar— comentó la pelirroja de manera animada—, Andy es una sanadora increíble.

—Aún me falta mucho para serlo.

—No seas modesta cariño—mencionó Edward—, hoy salvaste la vida de esa mujer, nadie pudo haberlo hecho mejor que tú; tuviste un desplante y una seguridad que creo jamás habría podido entregarle a ellas.

—Eres fantástica, Andrómeda.

Esa noche los cuatro amigos comieron y bebieron en honor a las hazañas que había efectuado su amiga aquel día. Compartieron y rieron; siempre tenían un motivo para hacerlo, sin embargo ahora era especial pues era un paso más en la construcción de lo que la bruja quería ser, en lo que Andy quería convertirse.

Molly había cocinado y los chicos habían conseguido un vino muy fino, pues creían que la situación ameritaba destapar un trago de calidad para la comida.

En un momento Andrómeda se aclaró la garganta y pidió la palabra.

—Quiero agradecerles esto—dijo al observarlos a todos—, quizás ya están hartos de oírlo; pero esto significa demasiado para mí —sonrió emocionada —, que hagan esto por mí significa demasiado.

Edward le tomó la mano en gesto de amor y admiración.

—Ahora nosotros somos tu familia, Andrómeda— dijo Molly—, puedes contar con nosotros sin importar lo que pase.

Familia.

Esta era la familia que Andrómeda había elegido después de todo y eso la hacía sentir feliz. Pues todos eran diferentes y a la vez muy similares, todos tenían diversos gustos y formas de ver la vida, no obstante habían logrado congeniar hasta estar allí cenando felices.

Los días siguientes fueron muy tranquilos.

Ella siguió atendiendo su botica y una de las clientas que volvió a entrar fue a la bruja que había salvado hace algunos días.

—¿Andrómeda Black?

La aludida asintió y notó que era aquella mujer –Ariadna–, la observaba de forma curiosa y amable.

—He venido porque estoy muy agradecida de lo que hiciste por mí, además que estoy maravillada de los conocimientos que posees sobre medicina ¿dime pudiste dar pruebas para San Mungo?

—Pues estoy tomando clases de manera particular, supongo que pudo leer los periódicos.  .  .

—Así es, pero dime ¿No crees que ya es tiempo de volver a la capital?

—Mi vida está bien aquí, soy feliz en este lugar.

—Piénsalo, cuando te decidas puedes ponerte en contacto conmigo— dijo dándole un pergamino con sus datos —, me encantaría que te unas a mi grupo de sanadoras en San Mungo, eres increíble y tienes un talento nato.

Andrómeda abrió los ojos de la sorpresa, esa mujer le estaba ofreciendo un puesto de titular en el hospital mágico más prestigioso de Europa.

—Yo no sé que decir, creo que me falta preparación.

—Puedes tenerla conmigo, pero no hay apuro—señaló —, puedo esperar por un talento como el tuyo.

Andrómeda estaba consiguiendo todo lo que merecía.

Ella merecía el mundo que comenzaba a abrirse ante su presencia.

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