• CAPÍTULO 5
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THE BLACK SISTERS
CRUCIO
V. Simpatía por el diablo.
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—Todos los traidores a la sangre van a caer, sin mencionar los impuros. Aquellas abominaciones creadas para robarnos la magia prácticamente desde la cuna. Tienen afán de sentirse como nosotros y eso no puede ser— mencionó Lord Voldemort mientras se paseaba alrededor de sus secuaces— Sucede que mientras tengan aliados de sangre mágica a su lado, continuarán escalando y eso terminará por destruírnos.
Bellatrix observó atenta a su señor, solía pasar el tiempo allí en el cuartel. Su trabajo consistía en conseguir una gran cantidad de adeptos para que se unieran a las filas del señor oscuro.
—Mi señor— pidió la palabra con respeto, ambos intercambiaron una mirada de forma cómplice—, estoy segura de que podremos convencer a muchos magos de sangre pura a que se unan a nosotros, si es que eso lo colocamos como la única opción que tienen.
El pálido mago la observó con atención y frunció sus cejas. La línea de sus labios estaba relajada y Bellatrix no pudo evitar concentrarse en ellos; era algo que no debía hacer y probablemente él se enteraría que tenía esos pensamientos acerca de él y no le parecería pues aquello era mostrar debilidad.
—Adelante, señorita Black— siseó —, estoy seguro de que nos va a deslumbrar con una de sus magníficas ideas.
Bella asintió y sonrió por el hecho de que él le concediera la palabra en medio de una de las reuniones.
—Creo que a todas las familias respetables deberíamos exigirles que uno de sus miembros se uniera a nuestras filas— propuso—. En caso de que no quieran hacerlo, pues damos una advertencia; usted sabe a qué me refiero— comentó —, todos deberíamos estar interesados en el futuro de nuestra estirpe y de nuestra sangre.
—¿Y qué haríamos directamente con los impuros y con los traidores? —preguntó Warrington, después de la vergüenza de su fallido matrimonio con Andrómeda se había unido a las filas del señor tenebroso con el fin de recobrar algo de su orgullo perdido.
La aludida sintió las punzantes y desafiantes palabras del que hubiera sido su cuñado de no ser por las acciones de Andrómeda. Cada vez que podía intentaba ridiculizarla frente al resto de mortífagos, frente al señor tenebroso. Bellatrix le concedió una mirada afilada y sonrió.
—Pues los acediaremos y perseguiremos hasta que quisieran no haber nacido. No nos sirve acabar con ellos de una vez, merecen sufrir, merecen la persecución, necesitan saber y aceptar que su existencia no debería ser y si terminaran odiándose a sí mismos sería lo mejor que pudiera ocurrirnos—verbalizó.
—¿Tú liderarás aquellas misiones supongo? tienes que encargarte de la desgracia que sembró tu hermana entre nosotros los puros.
Bellatrix le observó con desdén, sintió ganas de torturarlo, pero si se apresuraba a hacerlo, Voldemort probablemente la castigaría por imprudente e impulsiva y estas eran unas de las características que necesitaba mejorar para demostrarle que era una persona confiable.
—Pues claro que lo haré si es que el señor tenebroso me lo pide— farfulló—, lo haré mejor que tú en la tarea de tener una esposa.
El hombre se puso de pie de forma rauda y le apuntó. Esa ofensa era demasiado como para que Warrington lo resistiera.
—Basta —verbalizó Voldemort—, creo que tenemos que pensar en el bien común, y si mis fieles se pelean entre ellos no lo voy a conseguir. Bellatrix, admito que tu idea es bastante acertada y transgresora, lo que más nos hace falta en este momento es tener más adeptos, espías que quieran unirse en nuestra causa—confesó —, necesito gente hábil y poderosa y creo que eres la bruja indicada para ello.
Ella sonrió con suficiencia y realizó una reverencia con su cabeza. Cada gesto, cada atención que tenía para con ella provocaba que sintiera un estremecimiento en su interior. Le hacía darse cuenta de que verdaderamente había algo dentro de ella y que sólo Thomas Riddle había logrado sacarlo a flote con su peculiar y oscura forma de ser.
—No le decepcionaré, mi señor— declaró y bajó la mirada. A él le gustaba que le mostraran respeto y ella siempre hacia lo posible para complacerlo.
—Pueden retirarse— ordenó el señor tenebroso mientras observaba el horizonte a través de la ventana de la guarida que utilizaban en las afueras de Londres —, no quiero errores todos saben qué hacer, si todo sale como lo hemos planeado, pronto podremos dar un gran paso.
La chica se colocó de pie y avanzó hacia la salida. Edmund Warrington la sujetó del brazo y ella de inmediato se colocó alerta, mirando con ironía directamente a su rostro.
—¿Qué? —espetó la bruja con un dejo de molestia debido a aquello.
—Quiero que me digas donde está Andrómeda —le ordenó.
—¿Quién te crees que eres para hablarme así, nuevo rico? —se burló —Muestra un poco de respeto hacia quienes tenemos mayor antigüedad en el mundo mágico y ya te lo he dicho, no sé donde está—bufó.
Claramente a ella no le agradaba admitir que no conocía todavía la ubicación de Andrómeda, le golpeaba directamente en el orgullo debido a que era una labor que tenía que realizar personalmente. Se sentiría decepcionada de ella misma si es que otra persona diera con el paradero de su traidora hermana antes de que pudiera darse el lujo de torturarla por todo lo que les había hecho pasar.
—Esa venganza no es sólo tuya Bellatrix, esa perra me dejó en ridículo ante todo el mundo mágico y debe pagar por lo que hizo— mencionó el mago, irritado y con la indignación asonada en su cara—, me debe la vergüenza que he sufrido debido a eso.
—Oh, Warrington —dijo con su típico tono condescendiente— lamentas eso y que un muggles pudo meterse en su cama y tú no ¿acaso no estoy en lo cierto? —le acusó con maldad —, no te perdiste de mucho, honestamente.
—¡Calla! No me hagas enojar.
—¿O qué? —le desafió—. Estás muy equivocado si crees que voy a permitir que hagas algo en contra de la traidora de mi hermana, así como tú mismo dices con tanta propiedad, esa venganza es toda mía, le pertenece a mi familia por la deshonra que nos colocó en la espalda, por su ingratitud y por haber tirado por la borda todo lo que la pureza le entregó en su tiempo —vociferó con algo más que ira —, ella merece una muerte lenta y dolorosa, merece saber que no tendrá paz nunca más en su insignificante vida y tú no serías capaz de hacerlo.
—No sabes nada, Bellatrix.
—Te hubieras podido imponer y casar si es que fueras un hombre viril y que dice lo que ose ordena, sin embargo te pusieron en ridículo por un asqueroso impuro, no hay peor deshonra que aquella.
Antes de que la álgida conversación fuera aumentando de nivel, la bruja se silenció debido a que Lord Voldemort apareció en el pasillo camino al recibidor. Los observaba sin denotar ninguna expresión visible, sin emitir palabras y sin interrumpir la acalorada discusión que mantenían.
—Creí haberles dicho que se fueran hace ya bastante tiempo. No creo que ya tengan eliminadas vidas muggles como para que estén aquí perdiendo el tiempo viendo quién será más hábil para matar a una simple traidora.
—Mi señor. . .
—Mira Warrington, lo que haya hecho la traidora de los Black me tiene sin cuidado, lo que haya hecho contigo no me importa en lo absoluto, sólo que ha cometido lo que para mi criterio es alta traición. Ella se ha contaminado con la esencia impura y ya no tiene salvación; si la asesinas tú o Bella no me interesa, me interesa que ella caiga con todos los demás impuros.
—Sí mi amo.
—Ahora retírate antes de que piense que tu cabeza se vería mucho mejor como adorno para la mesa— reclamó con indiferencia y el aludido se apresuró a irse pues debía aprender a canalizar la ira que sentía aún por los hechos sucedidos hace unos meses en su matrimonio.
Voldemort posó sus ojos en la bruja que bajó la cabeza en cuanto él apareció para amonestar al mago que recién había abandonado el lugar. Bellatrix era hermosa, sin lugar a dudas, no obstante lo que más conseguía impresionar al señor tenebroso era la gran capacidad que tenía para cumplir con sus deseos.
Ella era tan audaz, tan imponente y poderosa a pesar de ser tan joven. Sin embargo había demostrado magia extraordinaria desde que le había conocido, sin mencionar la forma en que sus ojos brillaban cuando le veía, como su corazón le traicionaba cuando él rozaba sus dedos con alguna parte de su cuerpo. Si el la nombraba ella se sobresaltaba y eso él no iba a desaprovecharlo por ningún motivo.
—Bellatrix. . .
—¿Mi señor?
—Desde hace bastante tiempo quiero hacerte una pregunta que ha estado rondando mi mente —susurró de pie ante ella. El aroma a fresco bosque emanó desde su pecho hasta inundar las fosas nasales de Bella, era masculino, era apasionante, era adictivo para ella.
—Pues puede preguntar lo que sea, amo Voldemort.
—Supe que en muy poco tiempo ya no serás una Black, si no que más bien serás una Lestrange— comentó, haciendo referencia a la información que había oído entre sus propios hombres, ella era la única mujer que había incluido entre sus filas —¿Estás emocionada?
La bruja no supo que contestar, no podía decirle que no, no podía decirle que sí. Se hallaba en una encrucijada en la que Lord Voldemort le había metido y aguardaba atento por una respuesta.
—Lo hago porque es lo que debo—respondió sin bajar la mirada—.Es lo que se espera de una mujer como yo para poder darle honor y respeto a mi familia luego de lo que hizo la asquerosa traidora.
—¿Y sólo es por ese motivo? Rodolphus Lestrange es mi siervo y también tu prometido desde hace bastante ¿enserio no le quieres ni un poco? Él está claramente interesado en ti.
—Perdone que se lo diga, mi señor. Pero esta vez está equivocado; él adora el poder que tendrá cuando se una a los Black ¿acaso no todos quieren eso? Él sabe que yo no le amo, yo sé que a él eso tampoco le interesa— habló deliberadamente —, ambos conocemos nuestros motivos y los términos que tiene esta relación y ninguno se queja porque sabemos lo que esperamos de aquello.
—La verdad es que no quiero que pienses que soy entrometido, no me importa realmente tu matrimonio; mi real duda se genera porque te convertirás en una mujer casada y con ciertas responsabilidades que no podrás dejar de lado—siseó —¿seguirás prestando servicios a mis filas o tu participación no será tan activa?
¿Aquello era lo que significaba realmente o había algún doble sentido en esa interrogante?
—Está causa es una de las cosas que más me importa, por no decir que es lo que más me importa, no dejaría de ser lo que jamás —recalcó —quiero demostrar el agradecimiento que tengo por el hecho de que depositara una mísera parte de su confianza en mí y no voy a decepcionarle.
Él se acercó a ella aún más, provocando que un espasmo involuntario subiera por su columna.
—¿Y si te pidiera algo que fuera en contra de los intereses de tu futuro esposo, Bellatrix? —le preguntó levantando su barbilla de manera seductora, como un león ante una gacela—¿Lo harías de igual manera?
Ella tragó saliva y se atrevió a levantar la vista y verle directamente a los ojos serpentiles que la mantenían bajo un hechizo encantador.
—No hay nada que no haría por usted, mi señor. Todos aquí debiesemos tener ese mismo ideal, ese mismo sentimiento, ese mismo interés.
—Me tiene sin cuidado lo que haga el resto, me interesa lo que hagas tú, Bellatrix. Demuestras cada día que tienes muy claras tus prioridades ¿Eso no cambiará no es así?
Él miró directamente los labios de la bruja.
Ella deseó que sucediera lo que anhelaba en su interior.
Pero no sucedió.
Él se alejó dejándola con el fuego vivo en su interior.
Sin embargo no, las lealtades de Bellatrix para con él jamás cambiarían.
Aunque eso le costara la vida, entre muchas cosas más.
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