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• CAPÍTULO 26

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THE BLACK SISTERS
CRUCIO
XXVI. Enemistades que no se olvidan.
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—¿Qué es lo que quieres hacer, Cissy?

—¿Qué es lo que quiero en que sentido? ¿Ahora o en el futuro?— preguntó con coquetería—, ahora me gustaría seguir acostada pero debo irme.

Se levantó de la cama y comenzó a buscar su ropa, pues había quedado regada por la habitación. Su piel de porcelana y sus rizos suaves conseguían que se viera tal como una pintura del renacimiento, como una muñeca, una chiquilla de aspecto dulce y adorable a pesar de haber dejado los años de la adolescencia hacía ya bastante tiempo.

—Voy a extrañarte, han sido maravillosos días a tu lado. Me gustaría que no tuvieses que alejarte de mi lado.

Frank y Narcissa habían continuado con su relación prohibida, después de aquel viaje a Gales hacía años atrás, no pudieron ignorar la pasión y la lujuria que desbordaron en ese encuentro.

Y es que los dos habían podido ahogar sus tragedias personales en esos pozos de pasión desenfrenada. Frank por su parte pudo arreglar ciertos aspectos de su matrimonio que no salían a flote debido al reacio comportamiento de su esposa en la intimidad, pues chocaba con su apetito sexual y Cissy logró conseguir aplacar el aburrimiento que la vida de casada le causaba, pues ser la esposa ideal de un hombre de negocios no era para nada un estilo que disfrutaba de tener.

—Pues volveremos a vernos en la oficina—respondió tras colocarse el corsé—, disfruté mucho del viaje y de tu compañía— susurró cuando se colocaba la blusa y el faldón—. Irlanda estaba hermosa en esta época, agradezco que hallamos ido.

Ambos debían viajar mucho por trabajo, no obstante en esta ocasión ambos habían mentido al decir que habían asuntos de interés del banco. Sólo querían tener una semana de retozar entre las piernas del otro sin preocuparse de salir de un cuarto de hotel que estuviese cercano a Londres y arriesgarse a que les vieran.

—Irlanda estuvo hermosa porque tú estabas en ella, Cissy— anunció el hombre correspondiendo a la rubia, con un beso que logró causar en ella mucha presión y ganas de quedarse.

Los labios del hombre sin duda tenían una especie de efecto estimulante en su cuerpo, pues Frank solía convencerla siempre de posponer su retorno ante una eventual separación. Sólo que esta vez realmente tenía que llegar a casa debido a que Lucius también debía arribar a la mansión Malfoy en los próximos días. 

—No intentes hacer que me quede. Mi marido llega esta tarde y debo estar en casa para cuando regrese.

—Tu marido debe ser el idiota más inepto del mundo—espetó—, de lo contrario no estarías aquí conmigo ¿o sí?

Narcissa era todo menos una tonta, jamás se daría el lujo de perder a vida de ensueño que llevaba junto al poderoso magnate Malfoy. 

—Estoy aquí porque quiero, una vez cuando me canse pues no estaré más—susurró—, no te creas que en algún momento dejaré a Lucius por esta relación, pues sólo es una aventura, no es nada más que sexo—recalcó—. Nada más, y cuando el sexo deja de ser bueno, la chispa se agota, por ende se acaba, procura que no te suceda. 

Frank le observó admirado por el desplante y personalidad de la bruja; era altiva y orgullosa, algo que jamás había visto en otra mujer. Aunque esta le despreciara en ocasiones, sabía que no podría dejarla de lado, adoraba esos momentos en los que escapaban del mundo y no existía la aburrida existencia en Londres.

Su relación era lo que Narcissa había dicho y duraría el tiempo en que la chica quisiera vivir una vida alocada. A diferencia de otras mujeres, ella tenía el poder de decidir, era demasiado hermosa como para que alguien pudiera truncar sus sueños y su despampanante y avasalladora personalidad; gracias a su belleza podría mandar a volar a un hombre rico cuando se le diera la gana y él no tenía la mínima intención de arrebatarle aquello.

—Puedes hacer lo que quieras, sabes que tienes el poder de hacer lo que quieras conmigo o con cualquiera que caiga en tu red—sonrió apesadumbrado. 

—Sabías que esto era sin involucrarnos de ninguna forma más allá— comentó observándolo a través del espejo—, nos vemos en el banco, Frank. 

Salió de allí caminando como si fuera una madame de sociedad, sintiéndose poderosa. No todas las mujeres podían darse el lujo de regodearse en la belleza y la riqueza que poseían. Salió del hotel en dirección a alguna calle aledaña, sin molestarse en tomar muchas  precauciones a la hora de desaparecer.

Al llegar a la mansión Malfoy, al menos una decena de elfos domésticos se acercaron a ella para poder tomar sus cosas, su maleta, su abrigo y el resto de las pertenencias tras el viaje a Irlanda. Lucius apareció en la sala con aire misterioso y las manos en los bolsillos, caminando con intriga y los labios fruncidos. Al verlo, Cissy se sobresaltó, pues jamás pensó que su marido habría llegado a casa antes que ella, tragó saliva con tranquilidad, pues no tenía ninguna intención de pelar con él.

—Querido— se acercó con los brazos extendidos para poder saludarlo, dejando un beso en sus labios—, no pensé que llegarías tan temprano, hubiera organizado alguna comida mucho más interesante— sonrió. 

—Sí, hubieras tenido la consideración de estar en casa también. 

Al parecer ella no tenía ganas de pelear, no obstante él sí. La mirada fría y la actitud descariñada encendieron las alarmas en la bruja, quien pensó lo peor, por ende fue cautelosa y colocó aquella expresión tímida y algo herida con la que solía manipular a las personas.

—Amor, sabes que estoy realizando viajes de negocios. Me ha costado mucho mantener mi puesto ya que han llegado otras personas desde otros países a Gringotts. 

—¿Puedo ser realmente honesto contigo?

—Esa es la idea del matrimonio ¿o no?—ironizó

—Detesto que estés trabajando todavía—declaró causando el asombro de la mujer—, la idea de que fueras al banco era para que estuvieras contenta después de que saliste de la escuela, se supone que no seguirías después de casarnos...

—¿Es enserio, Lucius?—La voz de la rubia fue subiendo en decibeles, puesto que no estaba acostumbrada a que se le negara alguna de las ideas que pasaban por su mente—¡Jamás pensé que tendrías una mentalidad tan retrógrada! ¡Tengo todo el derecho de trabajar si así lo quiero!

—Pero te vas... te vas por días y me dejas solo. Llego a casa y no estás, incluso ahora pasas más tiempo con tu jefe y todo ese equipo de magos con los que sales a hacer reuniones de negocios—escupió con resentimiento— ¿Crees que eso es normal? ¿Crees que aquello es correcto para una señora de su casa, de su familia?

Narcissa estaba tan impactada que no conseguía salir del asombro de aquello que oía, sabía que merecía todo el enojo de Lucius y que si este llegara a enterarse de las terribles cosas que hacía a sus espaldas con Frank, lo que había hecho con otros hombres.

—Lucius...de verdad te estás excediendo. 

—Pues entonces, comuniquémonos, hablemos sobre los proyectos que tenemos en común. Pues en este instante solamente veo a una mujer que adora estar fuera de casa, a la que no le interesa tener una familia, que solamente piensa en ella ¿tan malo es que quiera verte cuando llego a casa después de estar trabajando todo el día?

—¿Tu trabajo importa y el mío no? ¿Importa menos porque soy mujer y tú eres quien pone a disposición el dinero en este matrimonio?

—No, no dije aquello. 

—¿Entonces qué fue? Porque creo haber escuchado que prácticamente compraste una mercancía de lujo en vez de haberte casado.

Lucius frenó las palabras que estaban a punto de salir de su boca, pues realmente no tenía ganas de herirla, de causar una discusión eterna o de que las lágrimas comenzaran a correr sobre las mejillas de su esposa. Estaba cansado y lo único que deseaba era poder tener la posibilidad de que su relación volviera a endulzarse como lo había hecho en sus inicios, cuando eran novios. 

Tenía que comprender que Narcissa había crecido en una familia muy restrictiva, donde jamás pudo ser quien quería, lo que le causaba intriga. 

¿Realmente conocía a Narcissa o solamente a la chica que su cabeza había idealizado?

¿A la que amaba sin medida pero a quien no lograba comprender del todo?

—Yo te amo, Cissy. Jamás quiero que sientas que yo pienso que eres de mi propiedad. Eres la mujer con la que yo siempre he querido estar, te amo desde que te conozco, desde que éramos unos adolescentes que no sabían nada del mundo—recalcó—, pero necesito un poco más de ti, de tu amor, de aquella mirada hermosa que solías darme antes de que las cosas se volvieran monótonas e insípidas, antes de que ambos nos alejáramos por nuestras vidas profesionales—susurró mientras acariciaba su rostro. Ella a su vez lo miraba atenta, dispuesta a ceder en lo que quisiera con tal de que se mantuviera contento y no la obligase a abandonar Gringotts. 

—Lucius, también te amo. Haría cualquier cosa por hacerte feliz, sólo que si eso implica el dejar de ser yo misma, no lo haría nunca—siseó—. Puedo amarte más que a cualquier otra persona en este mundo, pero jamás te amaré más que mi misma. 

Lucius tomó una de sus manos y se la acercó a sus labios para depositar suaves besos. El mago estaba total e irrevocablemente enamorado de ella y haría lo que fuera con tal de complacerla. 

—Sólo quiero que mi futuro esté lleno de tu amor, sellado con tus besos y el camino iluminado con la prestancia de tus ojos—relató como si quisiera hacerla poesía—, quiero que demos otro paso, quiero que tengamos una familia, quiero que tengamos un hijo.

Cissy sintió que el corazón se le desbocó en el pecho. Jamás había visto a una mujer embarazada cuando se miraba al espejo, jamás se había visto cargando a un niño en sus brazos, era demasiado egoísta como para poder si quiera contemplarlo. i llegase a suceder, tendría que comenzar a preocuparse por otro ser, por otra persona, cuando toda la vida no había visto más allá de su nariz. 

Intentó que su rostro no demostrara el desagrado ante aquella interacción tan sorpresiva. Tener hijos era parte del matrimonio, sólo que no estaba preparada para poder compartir la atención con otro personaje dentro de esa gran mansión; pero allí estaba Lucius, con sus ojos luminosos y la sonrisa esperanzada ante sus próximas palabras. 

—¿Estás seguro de que es lo que quieres, Lucius?

—Sí, no hay nada más que quiera. Tú eres mi amor, eres la mujer de mi vida y quiero poder vivir todas las emociones y etapas de mi vida contigo—resolvió—. Quiero un niño nuestro, quiero un heredero, quiero alguien que tenga una parte tuya y mía.

—Yo no sé que decir, debo pensarlo. No es que no quiera, pero de verdad debo pensarlo un poco antes de que nos aventuremos a una decisión tan importante ¿Podrías darme un tiempo para pensarlo?

—Claro que sí, preciosa—volvió a besar el dorso de su mano—, ven a comer conmigo, de verdad que te echaba de menos.

Narcissa caminó a su lado, pensando en cómo podría sostener su vida si es que la idea de ser padre no salía de la cabeza de su marido. Sin embargo trataría de hacerse la idea de cómo sacar provecho de la situación. 

***

—Narcissa, ¿podrías llevar estos documentos a recepción?

—De inmediato, señor McMillian. 

El tono profesional le incomodó un poco al mago, quien cada vez que podía, lanzaba miradas de deseo en torno a la bruja, quien a su vez trataba de disimular el torrente de pensamientos que habían en su cabeza tras aquella conversación con su esposo.  En ese instante no podía preocuparse por otra cosa que no fuera su inminente crecimiento a la familia Malfoy, que no la tenía nada convencida. 

Avanzó hasta que llegó al piso principal, donde se hallaban los duendes en silencio, anotando y hablando en sus extraños dialectos.  Dejó el encargo por el que le habían enviado, y cuando se disponía a volver al subterráneo donde se encontraban las oficinas, una voz que reconocía hasta el presente la hizo volverse. 

Jamás pensó que volvería a sentir el mismo desdén y desprecio por Clarissa Burke, se suponía eran cosas de niñas y caprichos infantiles, no obstante con sólo verla volvió a percibir el resentimiento formarse dentro de su estómago, siendo totalmente fuera de lugar. 

—Narcissa Black, qué sorpresa verte aquí. 

La rubia sonrió de forma cínica y pestañeó como si de una mariposa batiendo sus alas se tratara. Clarissa estaba despampanante, tenía un porte elegante, usaba ropa de diseñador y su maquillaje era perfecto para el atuendo que llevaba encima. 

—Ahora me he convertido en Narcissa Malfoy—le respondió antes de saludarla, haciendo mella en la vieja herida que la ruptura entre ambos generó en la chica en aquel tiempo pasado—, ¿Cómo estás, Clarissa?

—Muy bien— respondió con la ironía destilando por los poros— DewittBukatett—acotó—. Ese es mi apellido ahora, te lo menciono ya que fue lo primero que mencionaste—sonrió—¿No sabía que seguías trabajando en el banco? Creí que tras tu pomposo matrimonio lo dejarías. 

—Pues Lucius permite que haga lo que a mí me complace ¿Qué tal tú?

—Pues me dedico a ver las finanzas de la familia, mi marido es un americano millonario que no sabe donde más guardar su dinero—farfulló—, por eso he venido a ver  mi tío, necesito la bóveda más segura y grande de este miserable y horrendo lugar.

—¿A tu tío?

—Pues sí, Frank es mi tío. 

Cissy palideció, no era posible que su amante tuviera parentesco con la bruja a quien más detestaba sobre la tierra.

—Oh, no tenía idea. Se encuentra en el subterráneo, en las oficinas. 

Luego de un rato donde el silencio reinó en el ascensor, Clarissa comenzó a observar a la rubia y después no dudó en atacarla con su ponzoñosa lengua. 

—Sabes, hace un tiempo oí a mi tío Frank hablar con mi padre— dijo haciendo memoria—, él hablaba de lo bien que lo pasaba en la cama con su nueva joya de Gringotts, ellos jamás pensaron en que yo les escuchaba.

—¿A qué quieres llegar con eso?

—Que no me extrañaría nada que aquella zorra seas tú— declaró—. Pues lo vi en Gales hace algún tiempo, contigo...

—Sí, estuvimos en un viaje de trabajo, eso ya fue hace varios años. 

—No sabía que trabajabas con un hombre saliendo del brazo de tu jefe, menos de un hotel...

Narcissa no cambió su expresión altiva, aunque por dentro estuviese muriendo de pánico. 

—Probablemente, en esa ocasión no era yo. 

—Pobre Lucius, no sabe con el tipo de mujer que se casó, lamentablemente yo sí. Y puedo oler a una perra a kilómetros. 

—Sabes que puedo denunciarte por calumnias ¿cierto?

—No me das miedo, Cissy. Y si ahora puedo verte hundida, lo haré, después de todo, dicen que la venganza es una perra—susurró—, y pues que mejor que una perra para atacar a otra. Lástima por ti, querida, pues si algún día me aburro, será muy fácil darle veritaserum en un almuerzo familiar a mi tío Frank. 

Salió del ascensor en dirección a la oficina de su tío, dejando a la chica hecha trizas por dentro. 

Tal vez lo mejor que pudiera pasarle en este instante sería embarazarse. 

O quizás realizar un encargo, un encargo que probablemente Bella estaría muy gustosa de cumplir. 

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