• CAPÍTULO 22
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THE BLACK SISTERS
CRUCIO
XXII. Daños colaterales.
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Orion y Walburga se hallaban en medio de la sala de Cygnus y Druella. Esta última parecía haber salido de un cuento de terror, pues echaba chispas y no paraba de vociferar injurias e infamias en contra de los aurores que recientemente se habían ido de su casa.
—Cálmate ya, Druella—, su esposo ya no tenía la paciencia de hace años atrás, por lo que toleraba de menor forma las manías de su mujer—, ya se han ido.
—¡Pero van a volver! ¡Mira cómo han dejado la casa! ¡Todo revuelto, todo esculcado!
—¿Y qué más te da?
—¡Cómo puedes contestarme eso! ¡No te importa nada! ¿Qué crees que va a pasar ahora? ¿No te importa la reputación de nuestra familia?
El hombre aludido se pasó una mano por el rostro, tratando de contenerse y no golpear a la mujer que balbuceaba sin parar.
—Los periódicos se van a pelear el chisme de que han venido a allanar nuestras mansiones— gritó —¿En qué momento estabas cuando le permitiste a Bellatrix esa tontería de unirse a ese clan y arrastrarnos con ella?
—¿Qué en qué estaba yo? ¡Siempre ha sido tu consentida!
—Ya cállense— les cortó Walburga—, no entiendo qué es lo que te incomoda tanto Druella, esta familia siempre ha sido así, no es como que ya no estés familiarizada.
—Nos vemos implicados en crímenes...
—¿Y eso qué? Siempre ha sido así y lo sabemos arreglar, por supuesto que como siempre lo hemos hecho. Llevar un apellido de renombre siempre tiene y traerá sus beneficios, por favor no te angusties innecesariamente.
—Al parecer nadie más ve que Bellatrix es una chiquilla incontrolable.
—Ese es el problema— volvió a rebatir Walburga—, ya no es una chiquilla, es una mujer que tiene ideas radicales, es terca y se comporta como le da la gana porque sabe que no tiene nada que perder.
—¿Osea eso le da el poder para mancillar el apellido? —intervino Druella—, por favor Walburga, no digas estupideces.
—Creo que Bella es la única, junto a Regulus, que han sabido encontrar una manera para ayudar a los sangre pura ¡No me importa que los impuros mueran! Para eso nos encontramos nosotros que valemos el doble— declaró con desprecio—, que unos cuantos muggles mueran me tiene sin cuidado y si Bellatrix los mata, pues me alegro por ella, ha sabido seguir lo que le enseñamos desde pequeña.
En ese instante Rodolphus y Bellatrix, Narcissa y Lucius, además de Regulus; hicieron presencia en la casa.
—¡Oh, hasta que te dignas a aparecer!— exclamó Druella en dirección a la aludida—, veo que realmente ya no te interesan muchas cosas en este momento.
Bellatrix le dedicó una mirada llena de soberbia y no se molestó en contestar. Tenía muy claro para lo que sus respectivos padres les habían citado y era para regañarles como a unos críos sin criterio u opinión.
—Madre— saludó Regulus.
Cygnus se levantó de su asiento y tomó la palabra, en vista y considerando que su esposa no se hallaba realmente calmada como para llevar a cabo una conversación en calma.
—Aquí hay cosas que deben tratarse con delicadeza.
Bellatrix iba a comenzar a protestar cuando su padre levantó la mano para callarla en seguida.
» Sabemos y conocemos las actividades que gustan de llevar a cabo. No son ningún secreto para nosotros— recalcó—, no obstante han comenzado a ser algo evidentes y eso podría llegar a verse de manera negativa, puede reflejarse de mala forma en lo que implica las relaciones diplomáticas con el ministerio o el mundo mágico a nivel internacional.
—¿A qué se refiere específicamente, suegro? —se manifestó Lucius con calma, analizando los movimientos de todos en el salón.
—Creo que muchas de las acciones que han debido hacer para Lord Voldemort han ido bastante lejos y no han pasado desapercibidas— musitó— ¿No piensan en que eso puede llevarlos a una mala posición en caso de que él no alcance el poder que tanto ha prometido?
Escuchar aquellas palabras consiguió que a Bellatrix se le erizaran los pelos. Nadie podría tener la lealtad que ella tenía para con Lord Voldemort, escuchar que alguien pusiera en duda su poder, era algo inconcebible.
—Padre, creo que...
—Bellatrix, basta— cortó su madre—, si tu quieres llevar tu vida en esa dirección, pues no podemos hacer nada, pero sólo piensas en ti y no sabes el riesgo en el que nos pones a todos con tus decisiones.
La aludida comenzó a reír, primero con una sutil sonrisa, una risa apenas audible, hasta que poco a poco se fue transformando en una carcajada demencial y psicótica.
—Eres una mujer muy peculiar—soltó una vez que pudo controlar su ataque de risa—, toda la vida nos enseñaste que teníamos que hacer lo que ahora hago, ¿Qué es lo que pasó por el camino, madre? ¿No quieres que se remueva tu caparazón dorado? Lo lamento, pero aquí saldrá herido quien deba salir y pues si algo le salpica a los Black, lamentablemente tendrá que ser así. Es un pequeño sacrificio por eliminar a los sangre sucia, ¿No te parece?
Regulus quién hasta ahora se había dedicado a escuchar, se mantuvo en silencio observando como tu prima y su tía discutían por el honor de la familia. Ambas intentaban no sacarse los ojos tras defender sus puntos de vista.
—De cierta forma, Bella tiene razón—interrumpió el mago, atrayendo las miradas hacia él—, para esto fue que nos educaron—murmuró —. Mostraron abierta y públicamente su odio hacia quienes no tenían magia; primero simpatizaron con Grindelwald y ahora con Voldemort, han abierto sus puertas a la sociedad elitista que se ha encargado de hundir a quienes no son como nosotros— verbalizó—, no creo que vayan a tener el coraje de decirnos que lo que hacemos está mal, menos cuando todos ustedes han luchado para que esto pase finalmente.
—¿Aparte del allanamiento ha sucedido algo más? — preguntó Lucius, recibiendo una negativa por parte de Cygnus.
—Pues el rumor, los murmullos que nos relacionan al desorden público— acotó Druella.
—¿No entiendo qué es lo que te molesta, tía? Has despreciado a tu hija, a mi hermano, a tus parientes que no piensan como tú ¿No es que seas una santa o una esfinge de moral?
—¡No seas atrevido, muchacho!
—Pasa que mi madre es una cobarde, que no quiere vivir entre impuros. Pero no quiere ser catalogada de supremacista.
Narcissa se sintió muy aburrida tras estar oyendo toda esa discusión familiar que no hacía nada más que crecer sin llegar a ningún buen puerto. Comenzó a caminar por la sala y al igual que en Grimmauld Place, en la sala de estar de la que fue su casa, había un tapete con un árbol familiar ancestral de la familia Black.
Comenzó a observarlo, notando todos los miembros que a lo largo de los años habían sido eliminados del lienzo elegante y algo consumido por los doxys. Desde hacía muchos años que borrar miembros era una especie de tradición y lo realizaban sin ningún tipo de pudor o miramiento.
—¿Todos ustedes son conscientes de lo que hemos hecho durante años? ¿Más bien dicho, desde hace generaciones atrás? —les interrogó a todos en particular.
» No creo que realmente les importe, pero me he puesto a observar el tapete de la familia, ese árbol del que nos vanagloriamos por ser siempre puros. Pues aunque no quieran asumirlo, ese árbol ya está lleno de mestizaje, tiene por todas partes a aquellos que jamás quisimos incluir—manifestó con algo de rabia—. Y con aquello me incluyo, no vayan a creer que quiero desmarcarme de las ancestrales tradiciones.
» Cuando era una niña no podía hacer más que añorar el día en que me casara con un mago poderoso, pero sobretodo, un sangre pura que me ayudara a hacer felices a mis padres. No había nada más importante para mí que un ventajoso matrimonio y la terquedad y la obsesión de mis padres me lo consiguieron— habló ante las miradas atentas de sus familiares—, todos hemos hecho cosas atroces por mantenernos firmes y acérrimos a lo que nos enseñaron desde antes de nacer, ¿Ahora madre, enserio te importe que te cataloguen y marquen de un adjetivo que has mantenido toda tu vida?
» La verdad es que no lo creo y no podemos ir de medias tintas por la vida, somos o no somos. Decidimos ser desgraciados y malvados hasta el último poro de nuestro cuerpo. Saben, voy a serles honesta, hay algunas cosas de las que jamás voy a arrepentirme y eso es debido a que me enseñaron a que podía conseguirlo todo, tan sólo con chasquear un dedo, eso debido a mi sangre y a mi apellido— recapituló—, no me arrepiento y son cosas muy cuestionables. Le dí la espalda a mi hermana, y no hay día en el que no piense en ella.
—¡Cállate, Cissy! —manifestó Bellatrix.
—No, cállate tú y déjame hablar— le cortó sin detenerse en una discusión con su hermana mayor, pues no le interesaba mantenerse callada.
» Todos los días pienso en cómo mi hermana tuvo que huir de la que era su familia. La familia que debió protegerla y aquello jamás tuvo ni tendrá lugar; ustedes la verán en la calle y voltearán la mirada, recordando el incómodo recuerdo de su escape el día de su arreglo matrimonial, pensando en lo mal que se ve la mancha en el tapete de la sala por su culpa.
» Lo mismo pensará Walburga de Sirius, así que no entraré en detalles. A lo que voy con todo esto, es que en realidad esta charla es inútil, estamos podridos, estamos malditos y jamás nos ha importado. No nos importó que nuestro primo saliera de casa, no nos importó que nuestra hermana esté en un sitio que no conocemos, no nos importa que nuestras hijas se hayan casado con mortífagos o convertido en aquello ilícito. Pero agradecen que nadie esté unido a un impuro, y eso vale todo lo demás.
» Así que madre, te sugiero que si te incomoda en lo que se ha convertido este grupo de gente, te sugiero que hagas tus ojos aparte como siempre lo haces cuando no quieres verte implicada, pues para lo que realmente debiste intervenir ya no lo hiciste. Jamás voy a poder volver a ver a mi hermana, a ti tampoco te importa saber de tu hija, si esta viva o si tu otra hija llegó a matarla...— farfulló—, por ende, no vengas a simular que eres una buena persona, cuando todos nosotros deberíamos estar en el quinto infierno.
La rubia salió de la habitación rumbo a otro sitio de la casa. Los grandes balcones del tercer piso tenían una vista magnífica hacia los jardines de la mansión y suspiró. Jamás pensó que podría decir todo aquello que en realidad pensaba.
—Creo que no podría haberlo dicho mejor— declaró Regulus tras de ella—, siento lo mismo que sientes en relación a Andrómeda. Siento que no volveré a estar junto a Sirius así como pude haberlo hecho hasta que se fue.
—No hay día en que no extrañe a Andy— susurró—, pero soy igual a ellos, no fui capaz de dar más por ella.
Los brazos de Regulus la envolvieron en un cálido abrazo, ambos compartían el sentimiento agrio y sombrío de haber perdido a un hermano. Una pérdida ambigua, pues sabían que estaban en algún lugar del mundo, no obstante no podían acercarse, saber si estaban a salvo.
—Pero qué pareja más perfecta. Que hermanos más dolientes, que palabras más perfectas, Cissy.
Ambos se volvieron ante la presencia que apareció detrás.
—Saoirse... ¿qué haces aquí?
—Pues llegué de casa de mi madre y los elfos me dijeron que te dirigías a la casa de tus tíos y quise venir hasta acá— murmuró con sorna—. Ya que no te molestas en avisarme nada, no me molesté en anunciarme y me topé con el discurso inspirador de Narcissa Malfoy— farfulló con sarcasmo—, debería erguirse un monumento en honor a tu sensibilidad y deseo de ayudar al prójimo.
Narcissa no contestó nada, sólo se limitó a observarla sin saber cómo reaccionar.
—Sabes, podría creer ese discurso tan visceral. Lo haría si no conociera como eres en realidad— hizo una pausa y una risita cínica salió de sus labios—, no todos saben lo tóxica y zorra que eres.
—Saoirse, te estás excediendo— le frenó Regulus.
Nada más aquella frase bastó para que la histeria de la nombrada saliera disparada en contra de ambos.
—¡Regulus Black defendiendo a su amante, a la que fue su zorra!— vociferó.
En ese instante Narcissa supo que debía actuar, antes de que a su querida ex amiga se le ocurriera decir manifiestos que no convenían a ninguno en particular.
—Estás ebria— asumió Regulus—, bebiste otra vez, nos vamos a casa— demandó.
—¿Enserio? ¿Nos iremos a casa y querrás solucionarlo todo en la cama como sueles internar? —gritó —¿Vas a cogerme pensando en la zorra de Cissy?
Narcissa se acercó y le acestó una bofetada sonora, que logró dejar sus dedos marcados en la piel pálida de Saoirse. Esta la miró atónita y comenzó a reír, muy similar a la manera en la que Bella reía.
—Mira, veo que ya no eres tan fina como fingías ser ¿Acaso estás enojada? ¿Por qué estás tan enojada, Cissy? ¿La vida ya no es tan perfecta como cuando manejabas a todos como a una marioneta?
Regulus comenzó a forcejear con ella sin éxito, pues la bruja cada vez se soltaba de su agarre. Estaba empeñada en ir en pie de guerra contra la señora Malfoy, ambas tenían rencillas sin resolver, sólo que en esas trincheras, Saoirse sentía que había salido más afectada al conocer la verdad del pasado de su ex amiga y su esposo y lo que les unía.
—Saoirse, creo que debes ir a casa— señaló Narcissa, muy seria.
—¿Por qué, quieres coger con mi esposo aquí en el balcón, mientras tu esposo viene y se une con Lestrange?—. Sus risotadas inundaron nuevamente el lugar—, No, no me iré—dijo canturreando —. Sabes, creo que ya sé porque estás tan molesta. Estás enojada porque la impura de tu hermana tiene una vida más feliz que la tuya, pues a pesar de lo miserable de su existencia ahora es más feliz que tú, y los celos te matan.
—No tienes derecho a hablar de Andrómeda.
—¿Enserio, qué has hecho por ella? Jamás te importó, así que ahora puedo decir con propiedad que espero que tu hermana se muera al igual que todos los impuros que infectan al mundo mágico.
La cólera inundó a Narcissa y la tomó por los hombros, zarandeándola.
—Te lo advierto, si el nombre de Andrómeda sale de tus labios otra vez, no voy a controlarme con lo que estoy pensando hacerte.
—Saoirse, Cissy— se acercó Regulus.
—Espero que tu asquerosa hermana Andrómeda se muera, que los mortífagos la encuentren y la hagan mil pedazos.
—Arde en infierno, maldita perra, allá nos vemos.
El agarre que hacía un segundo estaba entre las manos de Narcissa desapareció. Y el cuerpo de Saoirse fue arrojado por el balcón al vacío. Sus manos trataron de hacerse hacia algo que la sujetara, más no hubo nada.
Sabía que iba a caer y gritó por el auxilio de alguien. Lo que sus ojos vieron antes de que su cuello se quebrara al caer al suelo fueron los ojos inyectados en rabia de la que en algún momento fue su amiga.
Amiga que ahora le había concedido una muerte violenta.
Regulus se acercó estupefacto hacia Narcissa, temiendo su reacción.
—Nadie habla mal de Andrómeda en mi presencia— le observó sin remordimiento alguno—, tu esposa cruzó una línea que le advertí estaba allí. Sabes que era lo más conveniente para ambos.
Regulus sabía que eso era cierto.
Saoirse se convirtió en un daño colateral.
En un daño colateral de lo avasallador que se convertía el temperamento de la dulce Narcissa cuando no se hacía lo que ella quería.
—Estaba borracha, fue un accidente. Eso será lo que diremos en la declaración.
No había remordimiento en sus ojos.
Saoirse le importaba en lo más mínimo.
Pero tenía razón, estaba enojada.
Enojada por no ser capaz de ser más valiente, de ser más leal, de ser más libre.
Jamás pensó que querría algo más que un esposo sangre pura.
Ahora quería a su hermana.
Y sabía que lamentable no la tendría.
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