• CAPÍTULO 19
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THE BLACK SISTERS
CRUCIO
XIX. Él destruirá el mundo así como lo conocen.
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Bartemius Crouch logró escalar en el ministerio tan rápido como los mortífagos se esparcieron por el Reino Unido. Las agallas para poner mano dura a la búsqueda y castigo de los mortífagos que caían no le faltaban, no cualquier hombre estaba dispuesto a subirse a esa responsabilidad.
—Señor Crouch... —manifestó Alastor Moody—, debemos tomar la ofensiva, infiltrarnos, tal como ellos lo han hecho en el ministerio.
—¡He dicho que necesito nombres, Moody!— gritó el hombre mientras golpeaba la mesa—, sin nombres no puedo proceder.
—¡Pues entonces estaremos literalmente como en una cacería de brujas, hombre! —chilló mientras Alice y Frank Longbottom observaban la disputa entre ambos magos poderosos.
Bartemius y Alastor estaban obsesionados con castigar y llevar a juicio a cuantos mortífagos les fuera posible. Sabían que estos magos estaban jugando con ellos, que el caos que desataban lo provocaban por deporte, como una simple jugarreta que estaba saliendo de las manos de los estatutos de magia, violaban el secreto mágico y atentaban contra la vida de personas inocentes.
—¡Yo no puedo actuar como ellos, Moody! Debo proteger a los ciudadanos en lo que alguien se digne a asumir como ministro de magia— deliberó—, estando a cargo de Inglaterra no puedo llegar y enviar tropas de magos a revisar las casas de los ciudadanos como si todos fueran criminales.
—Pero no sabemos a dónde están, sólo tenemos suerte de capturar a algunos. No se delatan, no dicen nombres...
—Moody, lo primero que tenemos que hacer es trazar un plan efectivo que nos diga donde podrían estar llevando a cabo un centro de operaciones.
—¡Tengo al mejor equipo de aurores y cazadores!— farfulló—¡por favor, razona!
No era para nada grato cuando estos dos hombres se colocaban a discutir. Ambos querían tener la razón y era imposible hacerlos recapacitar, pues obviamente el ego les podía y era más fuerte que su capacidad de pensar.
Alastor había entrenado al mejor grupo de aurores de lo que iba su carrera. No dejaría que el futuro prometedor de sus estudiantes se fuera por el drenaje porque Barty no quería lanzarse contra quienes tenían sospechas.
Por otro lado, los ojos del mundo mágico estaban puestos en Barty, le había tocado la ingrata labor de estar al mando del ministerio y sería su cabeza la que rodaría por las escaleras de Azkaban si cometía algún paso en falso.
—¿Y a quienes quieres atacar? ¿Quieres acaso ir registrando casas y acusando a magos respetables que después nos demandarían por difamación?
—Tengo en mente a personas, familias que siempre han llevado los ideales del hombre que dice ser el señor tenebroso—murmuró con obviedad.
—¿Y puedo saber quienes serían esas personas de las que supuestamente estás seguro?
Alastor dio un asentimiento hacia donde yacían Alice y Frank, quienes eran dos jóvenes magos, los aludidos estaban siendo entrenados por él y mostraban un potencial excepcional. Prontamente serían aurores que irían a misiones sin compañía y se les entregarían sus propios casos de captura.
—Sospechamos de los Lestrange, de los Malfoy e incluso de los Black— declaró refiriéndose a los nombrados de manera despectiva y segura.
Barty se tomó la cabeza y se acarició las sienes. Aquellas familias tenían motivos de sobra como para querer unirse a Lord Voldemort si este les ofrecía que sería capaz de llegar a las últimas consecuencias por poderío y supremacía purista.
—¡Oh! Veo que al parecer no te hace tanta gracia tener que investigar a tus amigos.
—¡No son mis amigos, sabes que debo ser imparcial para dedicarme a esto!
—¡Pero no nos crees! Asumo porque los Malfoy siempre han sido de tus camaradas más cercanos.
Alastor sacó del interior de su chaqueta una botellita con licor, abrió la tapa y bebió de su contenido. Solía beber cuando se sentía muy estresado y este era un preciso momento como para poder darle una empinada a su botella. Barty lo observó con repulsión, no entendía cómo alguien como él podía tener un puesto en el ministerio.
—No puedo llegar y creer simples sospechas, ¿tú sabes lo que sucedería si yo llego y realizo una búsqueda por sospechas infundadas en las casas de estas familias? —le echó en cara con molestia—¡Jamás podría volver a empuñar una varita, imbécil!
—¡Estoy seguro que los Lestrange tienen que ver en esto! —vociferó.
En ese instante, Barty Crouch Junior entró en la oficina con una montaña de papeles. El hijo del jefe de seguridad había iniciado sus pasantías como auror; bajo estas instancias, su padre todavía no entendía cómo pudo permitir que se incluyera en el equipo de Alastor Moody.
—Señor Moody, los expedientes que me pidió.
—¿Eso es lo que estás haciendo?—Barty Crouch se volvió hacia su hijo y después hacia el cazador—¡Eso es lo que tienes haciendo a mi hijo!
—Tú hijo está recibiendo el entrenamiento como corresponde. Como todos en el departamento de aurores, no porque sea el hijito de papá tendrá trato preferencial. Da gracias que está en mi equipo, podrá sobrevivir.
Barty se quedó junto a sus compañeros y notaron la forma frenética en que Alastor buscaba los expedientes, entre diarios viejos y algunos más recientes.
Era un maniático, aquello no estaba en duda.
—¡Puedes explicarme como es que Sirius Black profetizó esto!—dijo enseñándole un trozo de periódico del Profeta prácticamente en las narices—, no sabía que ese chiquillo tiene dotes para la adivinación— farfulló con sarcasmo.
Barty Junior observó la hoja de la que Alastor hacía hincapié. En esa se hacía mención de un supuesto ataque al parlamento inglés en el mundo muggle. Se había dado aviso a las autoridades asociadas para que tuvieran extremo cuidado, pues había un ataque terrorista en potencia.
—Eso jamás sucedió— repuso Crouch con desprecio, mientras se llevó a la boca un habano que encendió de los puros nervios—, aquella noticia no tiene ninguna validez, Black pudo haberlo inventado para tener un poco de publicidad amarillista y atraer la atención.
En ese instante la calmada voz de Alice Longbottom, interfirió en la conversación de los hombres por primera vez. Ella era una recién graduada y tuvo la maravillosa experiencia de formarse con uno de los cazadores más reconocidos; no obstante, su opinión jamás sería tan considerada teniendo en cuenta su sexo, y su reciente título.
—O puede ser que Black haya recibido la información de un doble agente— declaró la joven mostrándose segura de sí misma—. Conocí a Sirius en la escuela, es imposible que haya inventado aquello.
—Usted no sabe lo que puede llegar a suceder en un mundo que amenaza con corromperse, querida— rebatió Barty.
—Me llamo Alice— siseó con molestia —¿por qué le cuesta tanto creer que hay traidores entre nosotros y entre el otro bando?—. Sus palabras sagaces fueron agudas y sin derecho a reproche, no por nada Alice se había graduado con honores—Sirius debió haber sido advertido, alguien cercano a los mortífagos tiene que haberle avisado, o tienen un topo, o tienen un doble agente.
El ambiente de silencio reinó dentro de la habitación. Nadie se atrevía a cortarlo, hasta que Barty Junior se aclaró la garganta.
—Confío en Alice y en Frank. Confío en Alastor— susurró —, hemos estado trabajando en equipo y si tienen aquella pista es porque han trabajado duro buscando cualquier indicio que nos lleve a donde se encuentra el señor tenebroso —murmuró.
Las palabras de su hijo fueron acertadas. Conocía a su padre, sabía que cuando se hablaba de valores morales era imposible no tocar su fibra más sensible.
—Quiero hablar con Moody a solas—dijo al final.
Alastor les hizo una seña a los tres magos en la sala y estos obedecieron al mandato de su líder.
Los Longbottom invitaron a Barty a almorzar, ya eran más de las cuatro y todavía ninguno comía nada por estarse devanando los sesos pensando en teorías de conspiración.
No obstante el educado joven rechazó la oferta e hizo amago de revolver papeles en su escritorio. No era mentira que tenía una loma de papeleo que debía revisar.
Pero en ese instante se dedicaría a otra cosa.
A escuchar y observar cada movimiento de Alastor Moody.
Con cautela se acercó a la oficina donde los hombres seguían reunidos, con la varita realizó un encantamiento para poder cerrar la puerta del despacho general y que nadie notara su presencia oculta.
Puso su oído pegado a la pared y escuchó la voz de su padre.
—Dime, Moody ¿tienes alguna sospecha o clave importante y certera para acusar a Bellatrix Black en todo este proceso?
—¿Acaso te quedan dudas?— refutó —¿qué te hace pensar que una chica como Bellatrix Black, con su avasalladora personalidad dejaría la oficina de aurores por ser una esposa devota? Ella era la mejor de mi equipo hace algunos años, sin duda tenía un potencial excepcional, una capacidad mágica impresionante, capaz de batirse a duelo con el mismo Albus Dumbledore ¿Porqué dejó el departamento de aurores? ¿Por servirle a su esposo?
—¿Lestrange a qué se dedica ahora?
—¡Negocios! ¿Negocios de qué tipo? Todos sabemos que Rodolphus Lestrange tiene menos voz en ese matrimonio que yo en una pasarela de alta costura— sentenció— Razona, Bartemius.
Después de unos minutos el hombre volvió a hablar.
—El jueves en la noche enviaré a una de las mejores cuadrillas de aurores a infiltrarse en las cercanías de los hogares de estas personas— balbuceó al fin—, no hagas que me arrepienta, si algo sale mal, cargarás con esa responsabilidad.
Aquello fue todo lo que el mago al otro lado de la puerta necesitaba saber, tenía la información suficiente para irse de manera apresurada.
Él juraba lealtad, sin embargo no era a su grupo del ministerio.
Él le juraba lealtad al señor tenebroso.
*
—Así que Moody sospecha de mí. Veo que todavía no supera el hecho de haberlo rechazado en la escuela— se rió Bellatrix sentándose en las piernas de su esposo.
Barty le dió una calada a su cigarrillo y observó la manera en que Rodolphus acariciaba las piernas de la bruja. Claramente no entendía la relación que tenían, era evidente que era sólo por apariencias, aunque al parecer cada cierto tiempo se daban espacios para rozar la pasión y la lujuria. Después de todo, Bellatrix era una loca y bella mujer.
—¿Y tú padre que piensa, eh?
Rabastan Lestrange –el hermano de Rodolphus– observó al mago con algo de recelo, siempre creyó que este era quien le entregaba información al otro bando. No era fácil salirse del papel del hijo del delegado de seguridad, no siempre se podía cubrir las huellas.
—Él no está dispuesto a ir en contra de las familias respetables de Londres— respondió Barty —, pero algo en él sabe que hay algo de verdad. Eres quien está en la mira, Bella.
Lejos de preocuparse, Bellatrix se sintió halagada. Sabía lo estupenda que era su magia y su capacidad para generar caos, por lo que estar en la lista del jefe de seguridad le causaba una serie de placer enfermizo y no podía esperar por contárselo a su amo, de la manera correcta, claro está.
—¿Qué hay de esos tipos, los Longbottom? ¿Hay que encargarse de ellos?
—Creo que en su debido tiempo, su propia ansia de atraparnos, podría llevarnos a conocer cuáles son sus planes. Los planes de la estúpida Orden del Fénix— siseó Bella—, probablemente creen que no sabemos de aquella insípida organización, no debieron hablarlo en el ministerio, imbéciles.
—Buscan aliados, eso es evidente.
—Y nosotros vamos a darles sangre— murmuró Bella, entrando nuevamente a su estado psicótico, donde recreaba escenarios en su mente, todos en los que aplastaba a los traidores a la sangre.
—¿Hablaremos con el señor tenebroso sobre nuestros planes?
—Sí, no podemos dar un paso en falso. Aunque dudo que él vaya a oponerse si se tiene en cuenta que daremos caza a una cuadrilla de aurores idiotas— farfulló Rabastan—, menos si se lo pide Bellatrix, digamos que eres su favorita.
—¡Y con justa razón! Me he despestañado pensando en formas de captar aliados ¡Mírennos, no hay nadie que quiera negarse a nuestro poder!
Probablemente ambos bandos tenían puesta la confianza en que su equipo, ambos tenían valores, camaradas en los que confiaban e ideales que cumplir. La batalla sería justa si llegaba a haber un enfrentamiento desmedido.
Evidentemente la idea de cazar como viles animales de presa al grupo de mejores aurores del ministerio fue un premio que el señor tenebroso le concedió a Bellatrix, su mortífaga más leal.
La noche del día jueves, un grupo de al menos siete aurores se apostaron afuera de la mansión Malfoy, donde habían estado captando movimientos de varios miembros familiares que tenían que ver con los sagrados veintiocho de Londres.
Era ideal el factor sorpresa, aunque no lo tenían.
Barty les había ofrecido como carnada.
La azotea de uno de los edificios más altos del ministerio era el lugar de reuniones de los aurores. Sabían que las paredes interiores albergaban a uno que otro traidor y cuando estaban dispuestos a desaparecer, un grupo de encapuchados los sorprendió.
Los habían traicionado.
La batalla comenzó a gestarse y no tuvieron tiempo de pedir refuerzos. Eran demasiados y los confundieron en medio de la bruma negra en la que eran capaces de convertirse.
—¡Tengo a uno de ustedes! —Moody apuntó la varita en el cuello de Evan Rosier —, y voy a torturarlo hasta que me diga sus nombres, nombres que obvio me dará.
Los hechizos iban y venían.
No obstante no necesitarían de mucho tiempo más.
Bellatrix había planeado esto con detenimiento, en su cabeza tenía muy claro el plan.
Quitarles las varitas, dejarlos desprotegidos.
En cada vuelo de bruma, les lanzaban un Incancerous en sus manos.
Estaban atados.
Alastor no lo pensó, pero Evan Rosier rápidamente movió uno de sus brazos y enterró su varita en uno de sus ojos.
Era Moody contra todos ellos.
Sus compañeros no habían sido tan rápidos.
—Te dejaremos vivo porque veo que ya perdiste algo importante— mencionó Rabastan Leatrange con la máscara puesta en la cara.
La sangre emanó de su ojo, sin embargo la maldición asesina impactó en el cuerpo de Rosier en el momento en que trató de zafarse.
Bella quería salir sin bajas.
Pero uno no era ninguno y si se hablaba de Rosier, no era importante.
—Bueno, ahora verás a tus camaradas morir.
Y fue cuando uno a uno les fueron arrojando atados desde la azotea, sin poder pedir ayuda, sin poder moverse.
Sabiendo que morirían de forma traumática y los últimos segundos serían dolorosamente desesperantes.
—Vive con ello—murmuró Bellatrix.
Antes de irse, sacó su cuchillo.
Ese que llevaba a todos lados.
Tras dejar la azotea, se quitó la máscara.
La había usado únicamente para no arruinar el plan en caso de que se complicara, no le importaba reconocer esos hechos, no le importaba asumir que era una seguidora del señor tenebroso.
Notó que uno de los aurores no había muerto de inmediato. Se acercó y le cortó el cuello, no por clemencia o piedad.
Lo hacía para dejar un mensaje.
Con la sangre del hombre escribió un mensaje en la acera fuera del ministerio de magia, cuando los funcionarios de seguridad amenazaban con salir y se apostaban en la puerta principal, intentando abrirla, tratando de descifrar los hechizos a los que todas las salidas habían sido sometidas.
«ÉL DESTRUIRÁ EL MUNDO ASÍ COMO LO CONOCEN»
No era una advertencia, si una amenaza.
Era la prueba de lo que estaba dispuesta a hacer por Lord Voldemort.
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