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• CAPÍTULO 15

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THE BLACK SISTERS
CRUCIO
XV. El control mental demarca los bandos.
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—Algunos han sido capaces de negarse a mí poder, a mi generoso ofrecimiento de unirse a mis filas. Algo que podría salvarles la vida.

La voz del señor tenebroso resonó en el interior de la mansión perteneciente a la familia Malfoy.
Abraxas Malfoy había sido un antiguo compañero de Thomas Riddle, por ende no dudaría en prestarle su casa para realizar sus reuniones secretas, después de todo su hijo Lucius necesitaba poder y renombre; Lord Voldemort les brindaría todo aquello.

—Bellatrix, ven aquí.

La nombrada se puso de pie y se posicionó en el lugar a donde él había indicado, lo observó con una especie de devoción y sumisión; pues si el hombre le decía que caminara de cabeza, ella se las ingeniaría para hacerlo y satisfacer sus deseos.

Sobre todo cuando él se esmeraba en satisfacer los de ella...

—Algunos impuros han hablado sobre mí, han estado averiguando y creen que pueden ir en mi contra, que tienen suficiente fuerza como para vencerme si decido atacar al resto de Londres.

El resto de los magos observó la forma en que Bellatrix yacía al lado del mago; sentían como la bruja se vanagloriaba del poder que él depositaba en ella. Muchos no entendían porqué, era una mujer, era jóven y apenas sí había salido de la escuela, el pensamiento común era que estaba acostándose con ella; no era ninguna mentira, pero no comprendían el porqué confiaba tanto en la loca hija de los Black.

—Todos tienen una misión, todos tienen que demostrar su voluntad, la valía que muestran para con la causa y ahora en este momento es el instante para demostrar lo que cada uno hará por mí.

—¿A qué se refiere, mi señor?—preguntó uno de los hombres.

—El día de hoy pude presentarme ante algunos ex estudiantes de Hogwarts, les sorprendí— murmuró —, y una impura en particular me desafió, mencionó que jamás podría hacerme con el poder, que nunca tendría tantos seguidores para poder tener al mundo mágico...

—¿Cómo la conoció?— preguntó Bellatrix atormentada, consternada de que una impura pudiera causar tanto interés en su señor.

—He estado observando, he notado movimiento entre los jóvenes graduados de Hogwarts y siento que quieren resistirse—farfulló—, varios han iniciado su entrenamiento como aurores, otros han estado ayudando a quienes han sido afectados por nuestros ataques, se están organizando.

—¿Alguno en particular del que debamos encargarnos?

—Pues de los traidores que tenemos en nuestras familias—declaró con la vista clavada en el gran ventanal de la casona—, no hay nada peor que vivir entre enemigos, están en nuestra vida tratando de mimetizarse con nosotros, viven a nuestro lado, usan la magia y en realidad simpatizan con la gente que no queremos en nuestro mundo.

Hubo un silencio sepulcral.

—¿Saben qué es peor que un sangre sucia?— siseó con su lengua venenosa e infame.

El silencio siguió dentro de la sala.

—Pues los traidores a la sangre...

Bellatrix sintió que los ojos agudos y salvajes de su amo estaban clavados en ella, no obstante no fue capaz de mirarle a la cara. No era capaz de levantar los ojos y vislumbrar las expresiones de lástima y burla que los demás debían de tener al verla allí, arrimada junto a él, pero sin poder dar con el paradero de Andrómeda.

Se sentía inútil, escoria y si no hacía algo al respecto se convertiría en la máxima decepción del señor tenebroso y pronto encontraría a algún siervo más hábil y capaz de llevar a cabo sus deseos.

Ella no podía salir del radar del señor tenebroso y haría cualquier cosa con tal de complacerle.

—¿Qué necesita de nosotros mi señor?

—Quiero que empecemos a hacer lo que llevamos haciendo hace tiempo pero de manera definitiva—comentó en voz alta—, quiero que eliminemos a cada impuro, traidor y muggle que pise este país. Deseo que todos aquellos que nos desafíen lamenten su error.

» Quiero que observen, quiero que sepan que estoy tras de ellos, necesito una lista con todos a quienes vamos a reclutar, a todos quienes vamos a seguir hasta exterminar. Deseo que destruyan todo a su paso, que se arrepientan de no unirse a mis filas, pero sobretodo, quiero que los traidores paguen por su osadía, por su falta de respeto.

Bellatrix intercambió una mirada con Regulus, ambos sabían perfectamente que el señor tenebroso quería ver resultados, que Sirius se uniera a la causa y que la cabeza de Andrómeda estuviera en una bandeja de plata sobre la mesa de centro en la mansión Malfoy.

—Quiero que todos sepan que si no están conmigo, la muerte es lo que les espera.

Regulus sintió la misma tensión que Bellatrix, sin embargo el sentimiento que él tenía en ese instante era temor. Bellatrix, sentía ganas de matar a su hermana Andrómeda para quedar como la más hábil, vivaz y sádica a los ojos de su amo.

En eso se diferenciaban, Regulus tenía miedo, se sentía impotente por saber de que Sirius podría ser un futuro blanco del señor tenebroso en caso de que este no quisiera unirse a la causa, y lo más seguro era que el díscolo de su hermano prefiriera ofrecer el cuello antes de unirse a las filas del los mortífagos.

—Los Potter, los Weasley, los Longbottom, todos ellos son traidores—refirió Warrington desde su asiento—, ninguno de ellos ha querido mostrar interés ni cooperación con la causa.

—Entonces tienen claro lo que tienen que hacer— siseó la voz serpentil de Voldemort—, largo. Vayan a hacer alguna acción útil que me ayude, en vez de estar aquí observando sus caras de incertidumbre.

La guerra había comenzado para el señor tenebroso y esperaba que para sus súbditos también fuera así.

Esperaba que estuvieran dispuestos a quemarlo todo, a irrumpir en cualquier sitio.

A matar a cualquiera que tratara de ponerse en su contra.

Regulus...

El joven sintió una punzada recorrer su espina dorsal. Cuando Bellatrix usaba ese tono era porque esperaba conseguir algo a cómo de lugar.

—¿Qué es lo que quieres, Bellatrix?—le  increpó el mago, con acritud mientras entrecerró los ojos, intentando descubrir las reales intenciones de su prima.

—Cuando fui a la casa de Walburga, tú supiste lo que estaba bien; sin embargo Sirius...

—¿Qué tiene que ver Sirius aquí?

—Tu hermano es un traidor que fraterniza con Potter y con toda esa tropa —siseó mientras se acercó de forma intimidante.

—Mi hermano puede pensar por él mismo Bellatrix, no puedo obligarlo a unirse a los mortífagos.

—Pues eso es porque te falta coraje, ¿vas a  hablar con él o quieres que use la maldición Imperio para obligarlo?

—¿Por qué haces esto? ¿Tan importante es acostarte con el señor tenebroso Bellatrix? —cuestionó riendo cínicamente— ¿No te acabas de casar?

Ella levantó su varita y se la colocó en el cuello sin pensarlo. Regulus la observó sin inmutarse, sabía que la joven no sería tan estúpida como para realizar un asesinato en pleno cuartel del señor tenebroso.

—No te equivoques, Bellatrix...

—Si te atreves a...

—A mí no puedes manipular, no como manipulas a tus padres, ni como tratas de hacerlo con Cissy o como lo haces con mi madre— advirtió calmado—, si quieres conseguir algo esfuérzate por encontrar Andrómeda que de Sirius puedo hacerlo yo. No creas que vas a salirte con la tuya por querer complacer a Voldemort, si quieres que esté feliz tendrás que buscar otras alternativas.

Regulus le dio la espalda sintiendo su inquietante mirada; no obstante tenía que parecer tranquilo, su peor error sería demostrar lo intranquilo que se hallaba por las exigencias de Lord Voldemort, estaba seguro que pronto querría respuestas y tendría que ingeniárselas para tenerlo tranquilo, debería ofrecer algo más que a su hermano, pues sabía que no contaría con él ni aunque le explicara que era para salvar su vida.

Por otra parte el señor tenebroso se acercó a Bellatrix por la espalda, tomando de forma suave su brazo, despejando el cabello que cubría su cuello, acariciándolo con sus dedos fríos y delgados.

—¿Por qué estás tan tensa? ¿Acaso crees que no podrás dar con la traidora de tu hermana?

Ella desvió la vista; más él, de inmediato tomó su mentón para que le observara directo a los ojos.

—No amo Voldemort, sólo quiero que Regulus haga lo correcto y consiga que Sirius entre en razón, nos basta y nos sobra un traidor en la familia— respondió seca.

—Ven aquí— le ordenó poniéndola contra la pared—, si Regulus no lo consigue, sé que tu podrás hallar a cualquier impuro que trate de faltar a nuestras doctrinas.

Lentamente besó su cuello, logrando que suspirara ante el contacto de sus labios. Él sabía perfectamente la manera de controlarla, de contenerla, de reducirla a nada y mantenerla bajo sus órdenes. Era como una fierecilla amaestrada, educada para matar y acabar con todo a su paso.

El señor tenebroso sabía que bajo sus indicaciones lograría un arma perfecta y letal que haría el trabajo más duro, más difícil y le juraría lealtad a cualquier costo.

—No sabe cómo quiero complacerlo.

—Pues entonces, haz lo que debes. Consigue acabar con tu hermana y si es necesario, con tu primo—farfulló—, no es posible que los sangre pura tengan malas semillas en sus linajes.

—Pensaré en grande, pensaré en acabar con quienes estén contra usted.

—¿Cuéntame?

—¿Ha visto el edificio de gobierno muggle?

—Sí...

—Pues pronto no va a estar allí.

Voldemort sonrió, le agradaba demasiado la locura y el poco juicio de la bruja.

—No quiero que prometas cosas que podrían no cumplirse. Esas son palabras mayores.

—Es para que se de cuenta lo que estoy dispuesta a hacer por usted, mi señor.

Pues en este momento quiero que te desnudes frente a mí.

Bella tragó saliva, sin dudar en ningún instante la petición de su amo. No obstante estaban en el cuartel; no le importaba cumplir los deseos de su señor, pero también estaba la promesa que le había hecho a Rodolphus, no quería ponerlo en ridículo, tampoco quería exponerse.

Si entraba alguien y la veía así podría prestarse para habladurías.

—Créeme, tu esposo va a entenderlo...

Él estaba usando la legeremancia en ella y seguramente iba a castigarla por no estar protegiendo sus pensamientos, por lo que se apresuró a desamarrar las amarras de su corset negro.

No esperaba que el mago, con un simple movimiento de varita, rasgara el satén que tenía la prenda y la dejara con parte de su piel expuesta.

Se quitó el faldón y su lencería provocó que él se viera cautivado por la vista que tenía en frente.

—Siéntate en el piano— volvió a ordenar.

Ella obedeció como cual títere a sus hilos.

—De verdad, si en algún momento llegas a fallarme, lo vas a lamentar— le susurró mientras paseaba sus labios por la piel que dejaba ver el bustier que llevaba puesto todavía.

Bellatrix se rindió ante el control que el hombre poseía sobre ella, sin oponer ninguna resistencia. Quería sentir sus manos grandes en su piel, su boca en los escondrijos de su cuello, su cuerpo poseyéndola y su lengua torturándola.

Jamás imaginó que en todo ese tiempo Regulus estaría observando detrás de los doseles de piedra. Analizando en qué punto podría darle a su prima para obtener una ventaja que distrayera a Lord Voldemort de su hermano.

Pues la verdad era en lo único que podía pensar. En cómo salvarle, en cómo hacer que se fuera lo más lejos y que no le alcanzara; lo hacía por todas las veces en las que Sirius soportó sus castigos, asumió su culpa y recibió su tortura.

Conocer los planes de Bellatrix y frustarlos era el inicio, pero no bastaría, debía moverse rápido y con presición. Pues su prima no se equivocaba jamás, no tendría otra oportunidad como para sacarle camino por delante.

*

—No Regulus, no voy a irme— declaró Sirius mientras ordenaba los papeles delante de él.

Regulus se había dado el tiempo de llegar hasta El Profeta y buscar a su hermano. Sirius había conseguido un puesto de editor en la sección de actualidad, esto con el fin de infiltrarse en uno de los medios de comunicación más corruptos del mundo mágico.

El periódico ya no era lo que representaba, ahora cualquiera podía pagar por censurar o por inventar rumores de quien quisieran destruir.

—¿Qué no entiendes? Bellatrix nos lo advirtió cuando fue a casa.

—¿Y?

—¿Y?¿No te importa lo que él quiera?

—¿Por qué tendría que hacerle caso a un mago chiflado que lo único que quiere es atormentarnos con esa pinta de malvado adorador de las artes oscuras?— se mofó el mago.

—Se trata de una cosa de supervivencia.

—Se trata de tener valor, de ser uno mismo. De no venderse a quien sea más poderoso.

—Sirius, sé razonable. No puedes ir por la vida en tu motocicleta, pensando en que los riesgos son necesarios...

—Te informo, Reggie— sonrió —, que eso me ha resultado bastante bien. Después de todo el que está en esa cueva de serpientes eres tú, eres quien debe cuidar de su espalda, no yo.

—Sirius...

—Por favor no hagas que te odie como al resto de la familia.

—¿Enserio no te importa que él esté tras de ti?

—¿Por qué debería?, tengo una varita, sé defenderme.

—Es audaz, poderoso y tiene ojos en todos lados.

Sirius observó a Regulus con determinación. Siempre lograba salirse con la del, siempre conseguía lo que quería por tener el encanto de persuadir a las personas. No obstante solía ser sincero con él, eso al parecer no había desaparecido tras haberse tatuado la marca tenebrosa.

—No somos iguales, yo soy leal a lo que quiero, en lo que creo. Tú en cambio te uniste a un culto para estar a salvo, no porque creas que es correcto lo que él dice.

—Lo impuros no deberían estar cerca de nosotros.

—Y eso es lo que haz oído desde que nuestros padres follaron para concebirte—replicó el mago con ironía—. No conoces otros discurso, otro mundo, ni menos otras opciones.

Era verdad, los hermanos Black habían nacido entre el lujo, la supremacía y el odio hacia los no magos. Igual que sus primas.

—Dime, ¿Tú deseas que Andrómeda muera?

Regulus pensó en lo que había oído decir a Bellatrix. En la manera en la que le había desafiado, en lo fácil que había sido ofrecerla como carnada antes que a Sirius.

Al parecer, mientras más tiempo pasabas siendo un mortífago, menos humano te volvías.

Era un monstruo por pensar de esa forma tan fría. Era un monstruo por querer que Andrómeda fuera hallada en vez que su hermano.

—Lo único que sé, es que no quiero que ellos te hagan daño.

Sirius se sintió conmovido por las palabras de Regulus, desde que se había unido al clan del lado tenebroso, no estaba seguro si continuaba teniendo un corazón en el cual todavía hubieran sentimientos.

Su hermano estaba allí, tratando de advertirle.

Pero él era muy orgulloso, valiente, terco y estúpido como para atender la llamada de atención.

—No eres el único que tiene un grupo—recalcó —, existen quienes todavía tenemos decencia, quienes pelearemos en contra de lo que sea, todavía existen magos que creen en lo justo y luchan contra las injusticias, Reggie.

En ese instante supo que Regulus jamás estaría a su lado de nuevo.

Ambos habían hecho sus propias elecciones.

Los dos tenían un bando y este era diferente.

—Yo estoy dispuesto a morir por mi causa, ¿y tú?

Quizás Regulus no estaba dispuesto a morir ni por su causa, ni por Lord Voldemort, ni por los mortífagos...

—Bellatrix va a atacar el edificio de gobierno muggle— espetó —, quiero que vivas Sirius, promete que lo harás.

Pero sí estaba dispuesto a morir por Sirius y no se arrepentiría jamás de eso.

Probablemente el delatar a Bellatrix y que Sirius filtrara esa información –que claramente publicaría–, no lograría que la guerra que comenzara tuviera un freno. Pero si le haría recordar lo que era ser una buena persona, recordar lo que su hermano hubiera querido para él.

Si eso le daba una ventaja a Sirius le haría feliz, pues Regulus tenía más que claro que él estaba del lado correcto de la historia.

No él, no su bando.

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