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• CAPÍTULO 14

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THE BLACK SISTERS
CRUCIO
XIV. Egoísta.
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Tras la boda de Bellatrix toda la atención se volcó hacia los preparativos para el enlace de Lucius y Narcissa.

—No entiendo cuál es el apuro—mencionó Cygnus con reparo mientras desayunaban una mañana donde la lluvia retumbaba en el techo de la mansión —; acaba de ser la boda de Bellatrix, no entiendo porqué quieres que sea lo antes posible.

Narcissa entornó los ojos hacia su padre quien evidenciaba su desagrado por tener que vivir otra celebración en la brevedad.

—Me comprometí hace mucho tiempo— espetó con voz dulce y manipuladora—, me he graduado y tengo una buena posición. Pero prometiste que me casaría después de Bella y eso ya sucedió, es mi turno.

La rubia intercambió una mirada de amor con Lucius quien les acompañaba esa mañana. Estaba dispuesto a ayudar a su prometida en todo a lo que implicara preparativos y conversación sobre su matrimonio.

Lucius estaba completamente enamorado de aquella joven de rizos rubios como las espigas de trigo. Por lo que haría todo lo que estuviese en sus manos para hacerla feliz.

—¿Tienen algún apuro?— Cygnus se tensó en la silla mientras le daba una mordida a su tostada francesa—, dudo que sea así, todavía pueden esperar algunos meses.

—Pues sí... pero— Narcissa comenzaría con su perorata.

—¿Acaso estás embarazada?— les increpó dirigiendo su mirada de Lucius a Narcissa en reiteradas ocasiones—, porque si es así no estaré para nada contento.

—¡Papá! ¡Claro que no!— chilló Narcissa ante las acusaciones del hombre.

—¿Entonces cuál es el apuro?

—¡Qué ya quiero ser una mujer casada! Amo a Lucius y quiero que sea mi esposo cuanto antes, no puedes culparnos pero queremos ya una vida de marido y mujer.

—¿Tal es tu apuro por irte de casa?

La rubia sonrió con ternura y acarició la mano de su padre. Este se suavizó al notar el gesto de su hija para con él; no podía negarlo, Cissy desde siempre había sido su favorita y no podía admitir que sentía ciertos celos por el hecho de que fuera a salir de casa.

—Lo que pasa —intervino Druella—, es que tu padre no acepta el hecho de que ya no eres una niña—recalcó mientras sonreía burlona tras ponerlo en evidencia.

—Calla, mujer...

—Debieses reconocerlo, sería mucho más valorable.

El clima en la mansión Black había mejorado bastante desde que el tema de Andrómeda ya no era pan de cada día y para que negarlo, el que Bella se fuera también disminuyó la tensión considerablemente. Los señores Black se percibían más distendidos y solían reír y disfrutar de las frivolidades correspondientes a lo que su superficialidad implicaba.

—¿Qué tiene de malo que quiera tener a mi hija por unos meses más viviendo conmigo?

—Ya tiene edad para hacer con su vida lo que le venga en gana.

—Suenas impaciente porque me vaya ¿quieres deshacerte de mi, madre?

—¿Cómo crees, Narcissa? Pero concuerdo con qué quieran tener ya su privacidad, llevan mucho tiempo comprometidos y las personas pueden empezar a hablar de que el compromiso no es tan sólido o no están seguros.

Lucius quién hasta el momento se había mantenido en silencio, creyó que era una buena oportunidad de hablar. Jamás permitiría de que la familia de su novio creyera que sus intenciones no eran serias.

Fuera o no manipulación por la familia Black.

Por su Cissy estaba dispuesto a ir hasta el cielo y bajarle las estrellas.

—Pues de eso no tiene porqué preocuparse, jamás dejaría que especularan sobre mi compromiso y menos sobre el amor que siento por su hija— explicó —, Narcissa es una mujer que merece lo mejor y si hay que adelantar la boda o hacerla en la fecha pactada se realizará.

Intercambiaron una mirada de complicidad.

—Haría lo que fuera con tal de que Cissy fuera feliz. Y no tiene que preocuparse por su honor, no haremos nada indebido hasta que seamos una pareja casada.

Auch.

La misma rubia se había encargado de lapidar su honra si sus padres descubrieran sus experiencias secretas. Lo más seguro es que quisieran mantenerla oculta en el ático de la mansión y no le permitirían volver a ver la luz exterior en cincuenta años.

Cissy sintió que la incomodidad se hacía presente y aclaró su garganta, dándole a entender a Lucius que no era necesario revelar tanta información íntima con respecto a su relación en presencia de sus padres.

Lucius se percató de su tensión y cambió el tema de forma radical. Hablar sobre Lord Voldemort, los muggles indeseables y los aliados que este había querido incluir en sus filas era siempre un tema de conversación en la mesa de los Black.

El tema fluyó hasta que se levantaron, Lucius debía ir al ministerio a ver unos asuntos de la propiedad junto a su padre y ella debía irse volando a Gringotts.

Cariño...

—¿Sí?

—Fue inevitable notar que te incómodaste en el desayuno cuando hablamos sobre... bueno sobre tu virtud.

—No son temas para hablar con mis padres, sólo nos conciernen a nosotros, Lucius.

—No tengo problema en ser transparentes...

—Quiero casarme porque quiero desmarcarme del control que ejercen sobre mí— se excusó —, ellos no tienen porqué saber si soy o no virgen.

—Cissy...

—¿Si estuviésemos juntos, cambiaría para ti algo? ¿Dejarías de amarme por acostarnos antes de la boda?

—¡No! —respondió al instante, no quería sembrar dudas en ella.

—¿Entonces es tan importante decirles a ellos?

—No creí que fuera a molestarte de esta manera.

—Quiero que nuestra intimidad se quede con nosotros.

—Lo siento, enserio— musitó al acariciar su rostro— ¿Dime la verdad, crees que te gustaría que diéramos el siguiente paso en ese sentido? ¿Quisieras que tuviéramos intimidad antes de casarnos?

Obviamente moría por decirle que sí.

Narcissa era adicta al sexo aunque se esmeraba en negarlo.

Pero no desaprovecharía una instancia de coger con quien fuera jamás.

Sólo que sentía que no podía ser así de descarada con Lucius o podría pensar mal de ella.

Para Lucius siempre sería la muñeca de porcelana que bailaba sobre un pedestal, jamás se mostraría como la promiscua que vivía dentro de su ser.

—¿Hay algo más que te preocupe? ¿Hay algo más que pudiera hacer por ti? Sabes que adoro ver esas mejillas sonrosadas de felicidad, cariño mío.

Tragó saliva, no sabía si podría ser bien considerada por esta confesión.

—Ahora que viene nuestra boda, quisiera saber sobre Andrómeda— murmuró en un hilo de voz—, me hace tanta falta, quisiera recibir su consejo. Ella era quien me ayudaba en todo, la que tenía la palabra exacta, quien hacía que todo se sintiera mejor...

Lucius se conmovió al notar la congoja de su prometida. Jamás había querido opinar mayormente sobre la abrupta partida de la hermana mayor de Narcissa. Notaba que era un tema que aún afectaba a la rubia y que finalmente nadie había hablado con ella abiertamente.

Los Black habían enterrado a su primogénita como si jamás hubiera nacido.

—Sabes que no puedes emparentarte con ella, podrías ser juzgada como traidora.

—Pero es mi hermana, Lucius. No la veo hace años y siento que la extraño tanto... —farfulló—, desearía más que nada, verla y sentir nuevamente su mirada cálida, abrazarla como no pude cuando huyó de casa.

Él sabía que si se implicaba podría tener problemas.

No obstante habló de igual manera.

—¿Tienes idea dónde podría estar?

—No, durante mucho tiempo traté de averiguar con Aiden Parkinson, era evidente que los primeros meses fue él quien la ocultó —verbalizó—, jamás quiso decirme, mencionó que prefería morir antes de darme su paradero y exponerla, la verdad es que tenía razón.

—No sé qué puedo hacer para ayudarte pero haré lo que esté en mi alcance, ¿te parece?

—¿Podrías... ? —interrogó con la cara llena de ilusión.

Volver a ver a Andy y saber de su paradero la harían dichosa. Y sabía que a su hermana también le haría bien verla.

Había pasado tanto tiempo...

Pasaron los días y ese tema se había borrado del inconsciente de Narcissa debido a que los preparativos de su matrimonio estaban requiriendo de toda su atención y concentración para que resultaran como esperaba.

Nunca pensó que Lucius llegaría un día en la noche con un pedazo de pergamino en donde una supuesta dirección indicaba a donde vivía su hermana. Narcissa no sabía que decir, Lucius debía de haber estado días sin dormir para poder dar con la ubicación de Andrómeda.

—Debes ir con precaución, no pueden verte —le advirtió Lucius una vez que la rubia decidió que era momento de visitarla.

Al inicio falló, no recordaba el instante en que se obsesionó con hallarla, en el tiempo en que su presencia se había vuelto imprescindible en su vida. No obstante no lograba dar con el sitio que Lucius le había indicado que debía llegar.

Eso hasta que algunos lugareños le hablaron de las maravillas que la sanadora Black hacía con ellos y sus dolencias varias.

El corazón se le encogió al notar que su Andrómeda había crecido y no era la misma. Tenía una casa y un negocio precioso, digno de un cuento de hadas, pero apartado lo suficiente como para que los lobos no siguieran su rastro.

El día en que volvió a verla, las campanillas del local resonaron y cuando escuchó la cálida voz de Andy hacerla entrar de forma distraída sintió que su corazón estallaría de felicidad.

Pero eso no duró mucho.

Andrómeda al verla, tuvo un cambio rotundo. Ya no sonreía, ya no transmitía calma, sus ojos se veían hostiles.

—¿No vas a abrazarme? —farfulló como una niña pequeña.

Andrómeda no sabía que hacer, qué decir.

No pensó volver a ver a ninguno de los miembros de su familia.

No creyó ser capaz de frenarse ante la suplica de amor de su hermanita.

No supo que decir, se quedó petrificada observando lo hermosa que estaba, pero veía lo mismo de siempre, veía todo lo que ya no quería para su vida.

—Te he traído esto— Sacó un libro de su cartera. Un día haciendo las maletas para llevarse sus cosas a cada de Lucius, halló un libro del que Andy jamás se separaba—, no pensé que volvería a verte, pero deseaba con apremio que fuera así, te he extrañado tanto— murmuró al borde de las lágrimas.

—Narcissa...

—Cissy, tú me dices Cissy— espetó algo incómoda.

Claramente eso no era como lo había planeado. 

Ella esperaba a la Andrómeda que siempre estuvo para ella, la que la hacía sentir amada y cumplía todos sus deseos.

Sólo que esa Andrómeda ya no existía.

—¿Por qué me ves así?

Andrómeda suspiró y agradeció que su vientre aún no se notaba.

—¿A qué has venido?

—¿Cómo qué a qué he venido? Quería verte, necesitaba decirte cuánto te extraño y lo mucho que te necesito.

La rubia no entendía el rechazo, era algo que jamás había experimentado. Y cuando lo sintió se encargó de remediarlo de inmediato.

—¿Y mis sentimientos? ¿Pensaste si quiera un poco en lo que sentí cuando tuve que salir de casa?

—Andy, huiste...

—¿Y eso justifica lo que pasó, lo que hicieron Cygnus y Druella?

—No, pero no puedes juzgarme igual que a ellos, lloré noches por tí, sufriendo al no saber de ti, donde estabas.

—Y jamás me buscaste...

Andy...

—Nunca hiciste nada por saber donde estaba, si es que estaba viva, si es que no habían tomado una represalia en mi contra. No hiciste nada.

—Tú decidiste lo que querías, huiste con ese sangre sucia y lo preferiste por sobre nosotros, por sobre mí.

—Todo siempre termina siendo sobre ti ¿No es así, Cissy? —preguntó con ironía.

Andrómeda no podía negarlo, amaba a su hermana pero ahora no había lugar para ella en su vida.

El libro de cuentos de Shakespeare siempre fue el favorito de Andrómeda, adoraba leer antes de dormir. Siempre fue su ritual favorito y cuando abandonó la casa lo dejó olvidado en conjunto a todas sus cosas, a las vivencias y a las memorias de una niñez que ya era demasiado lejana.

Había crecido, había madurado y veía con claridad lo que sucedía.

Narcissa observó a su hermana y dejó escapar una lágrima trémula. Andrómeda se hallaba de pie con una expresión dura e inquebrantable. Las situaciones se habían llevado a la dulce chica que había sido años atrás.

—Era una niña, Narcissa—declaró la jóven— Éramos unas niñas, todas.

—Yo. . . no sabes cómo te he echado de menos.

—Sin embargo no hiciste nada, eres igual a todos ellos; adoras la vida que llevas al lado de tu nuevo marido. Esa vida vacía y sin felicidad real— recalcó —¿De qué te sirve haberme traído este libro ahora? Ahora ya no lo necesito, lo necesité cuando me fuí; cuando me dolía que ningún miembro de mi familia me buscara, cuando necesitaba de los recuerdos que tenía de ustedes bailando cuando éramos niñas, cuando de cierta forma nos queríamos.

—Pero yo te quiero, siempre vas a ser mi hermana.

—Pero eres una cobarde, Narcissa. Y todo este tiempo me he esforzado en ser la persona valiente que siempre quise ser, en la persona que siempre debí ser.

—¿Y acaso ya no me quieres?

—Sí, siempre te querré; eso no lo dudes jamás. Sin embargo no son lo que quiero para mi vida—señaló con seguridad— Ahora nos arruinaron, arruinaron lo que fuimos y por ende es decisión de nosotras no arruinar lo que seremos.

—Andrómeda. . .

—Tú viste lo fácil que fue ponernos las unas contra las otras. Nadie necesito hacer mucho, todas decidimos y hemos llegado hasta aquí.

—Pero. .  .

—Es hora de que te vayas Narcissa, que te vayas y que no vuelvas— le espetó —Si quieres demostrar que no eres una egoísta, deja de ponerme en riesgo al intentar venir aquí y mantente a raya, es lo mejor para ambas.

Los ojos de Narcissa antes de desaparecer quedarían por siempre en la retina de Andrómeda. Sin embargo ahora ella tenía otra labor, proteger a la familia que ella misma había formado, bajo el amor, no por el interés.

Algo que los Black jamás comprenderán.

En ese momento el corazón de ambas se había roto un poco más.

Había quedado más desecho de lo que estaba.

Pero Andrómeda sabía que ya no podía volver a verla, a ninguno de ellos. Si quería mantenerse a salvo, le tenía que mantener lejos, fue lo que había decidido y no se arrepentiría jamás.

Y a Narcissa le dolería para siempre el que su hermana no le hubiera escogido.

Después de todo, era algo que su egoísta corazón no entendería.

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