• CAPÍTULO 11
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THE BLACK SISTERS
CRUCIO
XI. Los futuros señores Malfoy
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Joyas, viajes, lujo, renombre, una linda casa, dinero y una gran familia.
Todo lo que Narcissa esperaba de la vida y todo lo que Lucius Malfoy estaba dispuesto a darle, junto a su corazón y la luna envuelta en una cinta de regalo.
Pero la ambición de la rubia no tenía límites y le jugaba malas pasadas a la hora de emplear su autocontrol. Quería tanto en la vida que no se daba cuenta cuando era hora de agradecer y dejar de pedir más o más sencillo aún.
Narcissa no sabía cuándo dejar de tentar a la suerte.
Aquella era su especialidad y su inmadurez no le permitía mirar que esa particular forma de ser tarde o temprano traería problemas.
Lucius la contemplaba como si fuera una de las bailarinas que giran en las cajas de música, o como a una muñeca de porcelana que envidias por su perfección.
Era el hombre que Narcissa siempre quiso tener, el que siempre soñó para que fuera el futuro padre de sus hijos.
—Cariño— susurró el mago mientras acariciaba el cabello de la joven—, no sabes lo mucho que espero el día de nuestra boda.
Los ojos de Narcissa brillaron, pues nunca nadie la había tratado con el amor que el mago le entregaba.
—Estoy feliz de que me acompañes con los preparativos, por lo general los hombres detestan estas cosas.
—Pues no hay nada que no esté dispuesto a darte— susurró besando su mejilla suave—, si con esto eres feliz y puedo hacerte la mujer más plena del planeta, pues lo haré.
Los hombres solían dejar los detalles y el trabajo de la organización a las mujeres, o de lleno contrataban a una persona que organizara todos los pormenores. Cissy era algo maniática y no había permitido trabajar tranquila a la bruja que su madre había contratado, ella anhelaba de forma imperiosa estar en todos los procesos y en todas las decisiones que se tomaran, después de todo ella era la novia y quería que se dieran el tiempo necesario para que todo saliera perfecto.
Después de todo, tras la boda de Bellatrix vendría la de ella, sabía que con mucha más preparación y esmero por parte de todos. Sabía que para su hermana su matrimonio no era más que un mero trámite.
No obstante para ella, era con lo que soñaba desde que era una niña.
—¿Decidiste finalmente quienes serán tus damas de honor?
—Pues será Rosalie, Bella y Danielle.
—Nunca entendí porqué te distanciaste de Saoirse— declaró Lucius mientras se acercaban a un restaurante para almorzar.
Cissy sintió su cara arder, puesto que no le agradaba conversar de temas que la hacían salir de su zona de confort.
—Pues ella no vió de buena forma que fuera tan cercana a Regulus— señaló sin inmutarse.
Una de las reglas para no ser descubierta en una mentira, era hablar sobre el asunto con la mayor naturalidad posible. Y era lo que precisamente estaba haciendo en ese instante.
Definitivamente a ella le encantaba tentar a la suerte.
Lucius separó la silla de la mesa para que la rubia pudiera sentarse y después se sentó frente a ella algo consternado.
—Nunca me habías contado aquello, pensé que se había molestado por otra cosa más sencilla, asumo que debido a eso no hablan casi nada.
—Pues sí, Saoirse suele ser muy temperamental y no entiende argumentos —recalcó —, intenté mencionar que somos muy cercanos debido a que somos familia, somos de la misma edad y que es imposible que piense que Regulus no pude tener cercanía con otras mujeres.
—¿Y qué pasó entonces?
—Pues es una mujer muy celosa, no entendió razones y se molestó conmigo cuando le comenté mi punto de vista.
Era increíble la soltura con la que Cissy manejaba los temas, aunque estuviese incómoda. No le era grato hablar sobre el traspié que tuvo con la que en su momento fue una de sus amigas más cercanas. No obstante no estaba dispuesta a que Lucius fuese a saber una historia distinta antes de ella misma darle una versión de los hechos.
—¿Qué opina Regulus sobre esto?
Cissy llamó al camarero para que les tomara el pedido. Se demoró bastante en escoger el aperitivo que bebería y en decidir si pedir el camarón o los champiñones salteados. Debía pensar bien lo que hablaría sobre su primo, pues estos dos podrían haber hablado antes de este tema.
Lucius se distrajo por unos momentos en lo mismo y ambos intercambiaron una conversación con el camarero a cerca del menú y las recomendaciones del chef que estaba a cargo del lugar. Aquel era uno de los sitios más renombrados en medio de Londres mágico.
Obviamente los prometidos del momento debían verse comiendo en un lugar de ensueño para dar más material a la prensa que no paraba de hacer publicaciones sobre cada uno de los detalles de su próxima boda.
—Sólo creo que él no quiere tener problemas con su mujer— siseó la bruja tratando de dar por finalizado el tema.
—La verdad es que creo que tienes razón, lo he visto en las reuniones de quien tú sabes algo desconectado, es como si no le interesara lo que pasa con su vida.
—No debe ser fácil convivir con una persona tan conflictiva todos los días, cariño.
Fue imposible no lanzar dardos contra Saoirse, pues ahora se había convertido en una de sus personas menos favoritas en el mundo entero. Obviamente no le agradaba que las personas no pensaran como ella y que no le llevasen la razón.
Que Saoirse supiera cosas desagradables y reprochables sobre su conducta libertina la hacía sentir vulnerable e irritada. Le hacía sentir que tenía poder sobre ella y no podía controlarlo, pues debía ser cuidadosa de no hacerla enojar para que mantuviera sus labios sellados con lo que sería una vergüenza enorme.
Si Lucius supiera que ella había tenido algo con su primo, lo más seguro sería que desconfiaría de ella para siempre.
Él podía ser un mortífago, querer poder y ansias de ser reconocido no sólo por ser un Malfoy. Era seguro de que él estaba completamente enamorado de Narcissa, los sentimientos que mantenía sólo para ella eran verdaderos y estaba seguro de que su amada rubia sentía lo mismo.
Sólo que desconocía que había una Cissy que era perfecta y que había otra que era incapaz de reprimir sus impulsos y deseos más oscuros.
Sin duda para todos eran la pareja ideal.
No obstante en ese sentido habían dos personas capaces de hacer perder la cabeza a la rubia.
Rodolphus Lestrange, quien era el primer amor de ella.
Y aquel que venía caminando de manera elegante y con porte imponente desde el otro lado de la calle.
Frank MacMillian, su capricho de turno.
Ni Lucius, ni Rodolphus y mucho menos Frank; tenían en su radar lo destructiva que podía llegar a ser Cissy cuando una idea se colocaba en su cabeza. También desconocían que detrás que aquellos ojos tremulos e inocentes se escondía una sombra de perversión que se desataba de vez en cuando, en el instante en que algo en su interior se removía de forma visceral y sin poder frenarlo.
Pudo notar cómo hizo presión con su mente hasta que finalmente Frank la divisó desde el otro lado, en ese momento le dedicó una sonrisa cautivadora a Lucius, a sabiendas de que el hombre la estaba observando. Cissy sabía a la perfección que aquel mago estaba teniendo dificultades para apartar sus pensamientos de ella, le costaba apartar la mirada de su presencia.
En ese sentido, Cissy sabía usar sus propios dotes para tener a los hombres comiendo de sus manos y manteniéndolos como perros a sus pies.
Frank se acercaría como ella lo tenía previsto, él no dejaría pasar la oportunidad de verla de más cerca. No con el vestido rosa que usaba ese día, que marcaba sus pechos elegantemente y con el sombrero que hacía sombra a su rostro, dándole un toque exquisito a la vista de cualquiera que pasara por su lado.
—Pero miren nada más, si es la bruja más prometedora que tengo en Gringotts en este momento —saludó cuando llegó a la mesa.
Está fingió no haberlo visto, poniendo expresión de sorpresa y de fingida suficiencia. Sabía con certeza de que él no podría contenerse.
No pensó que eso alertaría a Lucius, quien de inmediato observó cada uno de los pasos de Frank.
—Veo aquí a los futuros señores Malfoy, mis felicitaciones a ambos, hacen una pareja espectacular.
El mago aludido se puso de pie, ambos hombres se dieron un apretón.
—Lucius Malfoy, un placer —habló para presentarse y Narcissa se percató inmediatamente que no estaba siendo sincero con sus palabras. Algo que la puso sobre aviso en la inmediatez.
—Frank MacMillian, actualmente su prometida trabaja para mí.
—Lo sé, mi familia le conoce a usted y a su familia desde hace mucho.
—¡Claro! Don Abraxas era un hombre muy respetado dentro de la comunidad mágica.
—Y lo sigue siendo—recalcó Lucius ante el tono de fanfarronería del hombre.
Frank estaba teniendo dificultades para no observar a Narcissa como ambos solían hacerlo en la oficina. Ninguno podía negar de que la tensión entre ambos era palpable y que se dedicaban miradas llenas de coqueteo cuando pasaban uno junto al otro o cuando coincidían en las reuniones.
Pero allí estaba el prometido de la joven y él debía guardar las apariencias.
Algo que aprendió nada más al llegar al negocio como banquero.
«Tu vida personal es lo que debe guardarse en las bóvedas de Gringotts, nadie debe saber lo que haces a puertas cerradas» .
Él y Narcissa habían tenido pláticas que no podía conocer Lucius; ni ahora ni nunca, eso por el bien de la reputación de ambos.
—¿Cuándo se casan?
—Pues en cinco semanas, después de la boda de mi hermana mayor, Bellatrix— contestó la bruja.
—Espero que pueda seguir contando contigo, más que sea unos días. Sé que pronto serás una mujer casada con responsabilidades diferentes, pero eres brillante, tu trabajo es impecable y no me gustaría perder un elemento tan positivo para el banco.
—Me halaga, señor—contestó algo abrumada.
—Cissy podrá hacer lo que quiera —contestó Lucius tomando la mano de su prometida, gesto que no pasó desapercibido para el mago.
Indirectamente le decían que no necesitaba adular tanto a la rubia, que bastaba y sobraba con los halagos que Lucius podía regalarle en el momento que fuera.
—Bien, tortolitos. Fue un placer haberme topado con ustedes, se ven muy bien juntos y les deseo mucha felicidad —dijo al momento de despedirse—, Narcissa...
—Señor MacMillian.
—Sabes que puedes llamarme Frank—sostuvo a sabiendas que eso sacaría de quicio al novio —, nos vemos mañana en el trabajo.
—Nos vemos, gracias por la platica.
Fue imposible que después de aquella aparición, Lucius se quedara tranquilo, Narcissa al igual se encontraba bastante inquieta. No obstante el mago no se quedaría de brazos cruzados y hablaría lo que sentía con total libertad.
—Voy a preguntarte algo y quiero que seas honesta ¿Alguna vez se ha propasado contigo?
Cissy sabía que este tema de conversación sería el que les acompañaría el almuerzo.
—No cariño, cómo puedes pensar eso, él es casado, un hombre respetable...
—No lo sé, había algo en él que no me generó nada de confianza.
—Además él es mayor que yo, un hombre que se dedica a su trabajo y a ser lo más profesional posible, la verdad es que me ofende un poco el que estés haciendo esas insinuaciones.
—Lo siento— habló el rubio de inmediato—,no es por tí, mi amor. Es algo en él que me causó un tanto de desconfianza.
—¿Acaso estás celoso?
Él sonrió y luego desvió la mirada.
Cissy se enterneció por esa reacción tan adolescente.
Tomó una de las manos de Lucius y le hizo mirarla a los ojos.
—Sólo soy tuya, mi corazón te pertenece sólo a ti. Nos casaremos y seremos la pareja más feliz y divina sobre la Tierra.
—Lo sé cariño, lo sé.
Lucius no se equivocaba con su presentimiento.
Porque a pesar de los grandes esfuerzos que la chica hacía, no era suficiente.
El corazón de ella no le pertenecía solo a él.
Lo que quería decir que era una experta mintiendo.
Era capaz de jurar amor eterno, mirándole a los ojos.
Cuando en sus pensamientos no era el único que los poseía.
Y por ende, tampoco era el único en su corazón.
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