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• CAPÍTULO 10

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THE BLACK SISTERS
CRUCIO
X. Una casa de locos.
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—¡No puedo creer que vayas a ir a meterte a ese sitio!— bramó Sirius—¿Qué tú esposa no se siente llena de preocupación por lo que vas a hacer?¡No puedo creerlo, Reggie!

Regulus apartó la mirada de su hermano quien se hallaba parado en la puerta de la habitación, sumamente encolerizado por el hecho de lo que veía. Para Sirius, su hermano iba a abrirse rápidamente el camino al infierno.

—Sólo es una cena, Sirius.

—Una cena donde probablemente vas a terminar encadenado a los mortífagos— masculló con amargura.

Sirius había soportado muchas cosas por el hecho de haber nacido en el seno de los Black; desde niño mantuvo contacto con personas inapropiadas, toda su familia lo era, partiendo por la loca de su madre, Walburga jamás había mostrado ternura o aprecio por él, y cuando fue seleccionado en Gryffindor la casa de los Black había estallado en turbiedad y olas de ira por parte de la bruja. 

¿Cómo era posible? ¡Un Black en Gryffindor! ¡Eso había sido una desgracia!

Luego vino la época en la que los estudiantes de Slytherin le molestaban por el mismo motivos, claramente todos inspirados por su prima Bellatrix quien ya estaba cursando los últimos años de la escuela. Era difícil poder estar a flote cuando la mitad del colegio hacía mofa de su situación, no obstante a él jamás le importó hacerse de un lugar en la casa de las serpientes, jamás se sintió parte de ellos, desde niño y veía la manera en la que sus padres trataban al resto de las personas sin magia. Aquello nunca le pareció correcto. 

¿Un Black que se interesara en los sentimientos de los demás? ¡No era posible!

Lo único que en esa época le mantenía contento era haber conocido a amigos en los que confiar, James, Remus y Peter, de lo contrario se hubiera convertido en alguien que merodeaba por los pasillos en soledad, tal como un chico de Slytherin al que les gustaba burlar. 

Actualmente se encontraba en la etapa a donde se debatía entre lo que era bueno y malo, entre lo fácil y lo que era correcto. Las únicas personas de su familia a las que valoraba realmente eran su hermano Regulus –un potencial seguidor del señor tenebroso–, su tío Alphard –excluido de la familia Black por ser un díscolo sin remedio– y su prima Andrómeda –eliminada del árbol familiar por huir con un muggle–, todos los demás se jactaban de poseer una cuestionable y maliciosa moral ante el mundo mágico. 

Sirius les odiaba a todos, desde su madre hasta la loca de su prima Bellatrix. A esta última le resentía más que a cualquiera, de cierta forma había llevado con más fuerzas las intrigas y los sentimientos puristas debido a haberse a la nueva secta del tan nombrado señor tenebroso. 

Saoirse entró en la habitación donde discutían a regañadientes y se aclaró la garganta con el fin de que su esposo se diera cuenta y se apresurara a salir.

—Regulus, nos esperan. 

Aquella actitud pausada y llena de calma consiguió irritar mucho más a Sirius, quien rodó los ojos, pasando por alto su educación y modales refinados, aunque ya los había dejado desde mucho antes. 

—¿Enserio vas a permitir que Regulus asista a esa cueva de degenerados?— preguntó esta vez directamente a la rubia mujer que hacía un tiempo se había casado con él. Un matrimonio rápido y sin complicaciones como les gustaba a sus padres, algo que todavía no conseguían con él. 

—Cuñado, creo que exageras, además ¿Acaso lo que ofrece aquel mago no es lo que todo sangre pura quiere? ¿Reivindicar su poderío sobre los más débiles?

—Esto no se trata de eso, todos tienen los mismos derechos ¿O acaso existen seres humanos de segunda clase?

—Los hay— mencionó Walburga que hacía entrada a la habitación en ese instante—, sólo que Sirius no es capaz de notarlo todavía y se apasiona con ideas que no le llevarán a ninguna parte ¿Me creerás que tiene un amigo que se hizo novio de una sangre sucia y no es capaz de decirle cuán equivocado está?

Las mujeres se pusieron a chismear sobre James Potter y Lily Evans, un rumor que se esparció entre los puristas como las mentiras difíciles de atajar. Sirius suspiró con rabia y prontamente les exilió de su habitación, no toleraría que ingresaran a su alcoba meramente a insultar personas por tener un pensar y orígenes diferentes. 

—Creo que deberías ampliar tus horizontes—mencionó Saoirse antes de salir de la habitación.

—Creo que deberías tener cerebro, cuñada— dijo este antes de otorgarle una mirada airada a Regulus antes de que este desapareciera por la red flu. 

Su padre, quien últimamente peleaba con Walburga constantemente; le observó y se puso de pie a su lado. 

—La locura de tu madre va cada día en aumento, te sugiero que si no quieres que vuelque su rabia en tu contra nuevamente, no le molestes y te esfumes. Es lo que a veces hago yo. 

El mago miró a su padre con recelo y resentimiento, Orion Black no era un hombre que fuera a pelear una batalla que no le correspondiera a menos que esta tuviera una ganancia de por medio para él. Actuaba como toda la familia, no obstante mantenía aún la decencia de permitir que cada persona hiciera lo que le viniera en gana.

—La locura en esta familia es algo que al parecer se multiplica y se propaga como peste— bufó Sirius—, la locura hace que entregues a un hijo por tener más poder. Pronto no habrán más camillas en San Mungo para tratarla. 

—No sigas con el cuento del mago idealista, Sirius. En nuestro mundo y bajo nuestras costumbres lo que está haciendo Regulus es lo más inteligente si quiere mantener una posición. Ahora tiene que hacerse cargo de una familia y no puede permitirse dar pasos en falso. 

—¿No encuentras loco que se haya casado apenas saliendo de la escuela? Eso también te hace notar el drama y lo podridos que estamos. 

—Tu hermano se está convirtiendo en un hombre, hace lo que sabe que le conviene, se casa si es que quiere una mujer para cuando tenga deseos e ignora los comentarios de quienes le restan valía— susurró su padre—, se trata de crecer Sirius y creo que es tiempo de que hagas lo mismo. 

***

Era curioso el hecho de que Regulus se sintiera tan insensible ante el hecho de estar en una estancia llena de seguidores del señor tenebroso y no percibir ningún tipo de recelo, miedo o incertidumbre. Desde un tiempo a esta parte que las emociones le eran irrelevantes, quizás por eso no temía aventurarse hacia lo desconocido que era entrar en el bando tenebroso, eso era lo que sentía, que a su vida le faltaba el grado de adrenalina que en algún momento sintió.

Aquellas personas lo convencerían de que sus puntos de vista eran los que él debía seguir y estaba totalmente dispuesto a hacerlo. Una cosa era haberse ofrecido en lugar de Sirius para ir a conocer lo que era un secreto a voces en el mundo mágico; también lo hacía por él y por salir de lo aburrido que era todo su alrededor en ese instante.

 ¿En qué momento su vida se había convertido en una rutina agria y anticuada que conseguía robarle  la esperanza en que todo mejoraría?

En cierta parte, la aventura xenófoba que le estaba ofreciendo Lord Voldemort era una brisa fresca para salir de sus empañados pensamientos. No llevaba ni cinco minutos y había vislumbrado a sus primas y sus respectivos prometidos; lógicamente Cissy fue quien se robó su atención por unos instantes y remembró con añoro esa época en la que ellos habían llegado a ser intrépidos amantes, donde por unas horas de olvido de realidad habían decidido juntarse sin que nadie pudiera saber muy a fondo que sucedía entre ellos. 

—Queridas mías—mencionó saludándolas a ambas, no pudiendo evitar mantener el abrazo con Narcissa unos cuanto segundos más. Él había sido el primer hombre en su vida, nada ni nadie le quitaría esa satisfacción ni en un millón de años, era cosa de mirar la diosa en la que se había convertido como para que le bastara el hecho de que entre ellos esos deslices no volverían a ocurrir. 

—Reggie, veo que vienes a poner orden a tu familia, es bueno que te comprometas con la causa— decretó Bellatrix colgada del brazo de Rodolphus, quien también miraba a su alrededor como si hubiera ido por no tener más opción. 

—Vine a ver de qué se trata todo esto, no obstante al parecer es una simple cena para hablar de la grandeza del mago que nos redimirá y no verlo de cuerpo presente ¿Realmente existe o se han hecho esa marca para parecerse a los muggles?

—Reggie, querido. No hagas esas bromas; a Bella la descomponen— interfirió Cissy con su voz juguetona mientras, tomaba la mano de Lucius, quien se unía a la conversación. 

De pronto todo allí se había vuelto incómodo, Regulus de la mano de su esposa, Saoirse viendo cómo Regulus coqueteaba con su ex mejor amiga, con la cuál peleó por su causa. Rodolphus hastiado debido a que odiaba estas reuniones, sin mencionar que ver a Cissy colgada de Malfoy no le causaba gracia alguna, Narcissa, quien se debatía entre cómo podía juntar características de esos tres hombres para crear al hombre de sus sueños y finalmente Bellatrix, quien sabía los secretos de cada uno de ellos debido a ala legeremancia que estaba aprendiendo.

—Cissy, tú siempre tienes las palabras precisas— farfulló mientras sintió la fuerte intuición de que si continuaba, no tendría sexo esa noche. Las mujeres presentían el hecho de que su hombre viera con otros ojos a alguien más, no se equivocaban jamás y no perdonaban esas fechorías aunque les bajaras la luna—. Pero creo que Bella debe aprender lo que es una pequeña broma ¿o no le haz enseñado Rodolphus?

—No estoy para tus jueguitos—sentenció la aludida, tirando de su prometido lejos de aquella incómoda conversación llevada a inicio por su primo, quien parecía divertirse en la velada. Lucius decidió quedarse relegado a unos metros para darle privacidad a su novia para que pudiera hablar con su familia, pero prontamente Regulus decidió ir a averiguar cómo  podía saber más información sobre el señor tenebroso, que viniera de una fuente objetiva y no sobrevalorada como la que le daría Bellatrix. 

La incomodidad reinó entre las miradas de Narcissa y su antigua amiga. 

—Me alegro de que pudieras venir y apoyar a Regulus en esto— dijo la rubia con tal de cortar la tensión que de inmediato se generó entre ellas—, él es. . . 

—Mira Black, no seas cínica—le hizo callar Saoirse—, nosotras dejamos de ser amigas hace un tiempo y precisamente debido a que tú no sabes ser real, siempre muestras tu cara angelical y ya no caigo en tu juego de niña perfecta—declaró Saoirse hecha una furia debido a la inapropiada mirada que estos se dedicaron. 

Prefería decirle a ella, que entramparse en lo que sería una eterna discusión sin solución con Regulus, además que últimamente habían estado tan bien en lo que la convivencia implicaba que no valía la pena echarlo a perder. A pesar de ello no dejaría que Cissy no se fuera con un poco de vergüenza a su casa. 

—Saoirse, este no es el sitio ideal como para que montes una escena, ya es pasado—quiso cortar el tema pues temía que esta se exaltara y gritara a los cuatro vientos sobre la pasada historia con su primo. 

Esa simple frase emitida por los labios de Narcissa fue suficiente para que el rostro de la bruja cambiara su expresión relajada por una algo más tensa. Su ex amiga ya le había ganado demasiadas batallas y no sentía que tuviera que aguantar tanto por guardar las apariencias, estaba harta de que los Black siempre se llevaran los triunfos y esta vez no se lo daría en bandeja de plata como sabía que Cissy obtenía las cosas. Le entregó una mirada afilada que incomodó de inmediato a la que en un tiempo fue su mejor confidente. 

—No te acerques a Regulus, de hecho ni siquiera le mires—comentó tranquilamente.

—Saoirse.  .  .

—No pongas esa cara de bobalicona, ya no funciona conmigo. No me dejarás en ridículo, no otra vez. 

—Estás loca.  .  .

—Eso es lo que los sociópatas le tienden a decir a sus víctimas para hacerlos dudar de la realidad. Aquí la loca eres tú; estás advertida. 

—¿Y me amenazas? Eso no es propio de una dama. 

—No aparento ser lo que no soy, en eso nos diferenciamos. Si vuelvo a verte cerca de mi esposo, te juro que le contaré todo lo que haz hecho a Lucius y ahí veremos si realmente habrá valido la pena que se lo quitaras de entre las piernas a Clarissa Burke— siseó haciendo alusión a la ex novia y enemiga número uno de la menor de las Black—, en la vida todo se paga Cissy y no eres la excepción al karma. 

Hubiera continuado diciéndole las más desagradables cosas, no obstante una bruma negra se materializó en el salón, captando la atención de todos en el sitio. 

—¿Así que hay alguien que quiere unirse a mis filas?

La sangre ardió en las venas de Regulus nuevamente, si eso tenía que hacer con el fin de sentirse vivo y proteger a los suyos. 

Lo haría sin pensar. 

Sin detenerse a mirar el desastre ni las consecuencias que venían después. 

Pero a su mente llegó Sirius y en lo decepcionado que estaría de él.

No había lugar a lamentos, no se sentía triste, está era su forma de volver a sentirse el mismo.

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