trois
" La curiosidad despierta"
— ¿Por qué usted quisiera conocerme? — pregunté.
Semanas antes...
Norman observaba a la hermana Angéle desde la distancia, sintiendo una profunda admiración por su dedicación y bondad hacia los demás. Había tenido la oportunidad de cruzar palabras con ella en ocasiones anteriores, y aunque no sentía una atracción romántica hacia ella, todavía, le parecía una mujer extraordinariamente bonita, tanto por fuera como por dentro.
Norman, atraído por la serenidad y la gracia de Angéle desde el primer momento en que la vio en la capilla, había buscado ocasiones discretas para observarla. Su interés no era meramente superficial; deseaba conocer más sobre la hermana cuya presencia parecía iluminar incluso los días más sombríos.
En una de esas tardes frescas, mientras la hermana Angéle ayudaba a repartir alimentos a los necesitados fuera de la iglesia, Norman decidió acercarse a ella para entablar una conversación amistosa.
Con paso lento y respetuoso, se acercó a donde ella se encontraba, esperando no interrumpir su importante labor. Pero el término siendo interrumpido por uno de sus hombres para regresar de inmediato a sus oficinas, lo cual no tuvo de otra.
En la mente de Angéle, se le hacía un hombre imponente, algo atractivo, pero eso no le quitaba de la cabeza de donde venía y con quienes pudiera relacionarse.
— Primero, porque usted se me hace una persona a la cual se debe de admirar por su bondad hacia los demás. También... es por algo que vengo planeando desde ya hace tiempo...
— No quiero colaborar a cosas de destrucción masiva si es así... — me iba a levantar pero el me detuvo.
— No es así. — me miro mientras sostenía mi brazo. — Déjeme explicarle. Pero tiene que quedar esto entre nosotros dos — comenzó a susurrar. Me soltó lentamente y espero a que yo me sentara. — Tengo varios negocios, vine aquí a Paris específicamente para establecer contactos comerciales, pero mi verdadera pasión y motivación reside a en un propósito: ayudar a los judíos que están bajo el régimen nazi.
— Pero usted pertenece ahí, me es algo irónico que usted diga eso. — Susurre igual
— Déjeme explicarle. Escuche rumores sobre la labor caritativa de la Congregación del Notre-Dame, especialmente en su compromiso con los más vulnerables en tiempos de guerra. Se que todas ustedes son dedicadas y valientes al hacerlo, por eso quería pedirle ayuda para que me ayuden con esto. Además, quería ofrecerles mi apoyo financiero y logístico para los proyectos humanitarios que se llevan acabo y en las reparaciones necesarias que ocupen. — sus palabras salían tan sencillamente de su boca que me costaba no confiar en el.
— A decir verdad se escucha algo creíble lo que está diciendo — voltee a verlo, el Sr. Norman copio mi acción. — Solo tengo una duda...
— Las que usted tenga yo las responderé.
— ¿En donde se está dando todo su plan? Y también, ¿qué es lo que está haciendo? — no deje de mirarlo, en verdad necesitaba claridad sobre esto para saber si podía confiar en el.
— Mire... es una fábrica que lleva ya 3 años transcurriendo, ahí trabajamos con la fabricación de esmaltados y municiones. Al principio sólo buscaba gente judía que fuera esencial para la fábrica, pero después sucedió algo que comenzó a llegar al oído de más personas que no tenían dicha experiencia, pero al final mi intención se convirtió en seguir protegiendo a toda aquella gente que necesitase de mi ayuda. Pero claro, no doy imagen de salvador, solo un empresario que busca gente especializada para mi empresa.
Esta fábrica está en Cracovia, Polonia, llevamos al rededor de 450 judíos resguardados, aproximadamente.
Yo no podía hablar, claro que era de suma importancia todo ese plan, pero a decir verdad era demasiado riesgoso, más para una persona como Norman, y estar dentro de un partido como ese es mucho más peligroso. Aunque la desconfianza inicial seguía latente, comencé a ver la posibilidad de esperanza en sus palabras.
— Es peligroso Sr. Norman. ¿Cómo puedo saber que puedo confiar en usted? ¿Cómo puedo saber si esto es real? — seguí susurrando. Norman me miro directamente a los ojos, con sus característicos ojos azules, reflejando determinación y algo más profundo.
— Se que es difícil para usted creer en alguien como yo, dadas las circunstancias. Pero yo también veo la situación actual, quiero hacer algo al respecto. — el nudo en mi garganta crecía cada vez más, yo sabía que no podía ignorar esta oportunidad. Lentamente extendí mi mano hacia el en un gesto de confianza.
— Entonces acepto. — los ojos de Norman se abrieron cuando escuchó que yo había aprobado el ayudarle.
Después de dicha plática, Norman me llevo devuelta a la catedral, no sin más para agradecerme por haber aceptado, después se despidió de mi.
Durante las semanas siguientes, Norman se ofreció a colaborar en tareas menores dentro del convento, desde algunas reparaciones de la capilla que fueron destrozadas gracias a la llegada de los nazis, hasta el transporte de provisiones para los refugiados que buscaban albergue en los terrenos del convento.
Yo, aunque fui reservada y distante al principio, comencé a percibir la sinceridad y el deseo genuino de ayudar en cada gesto de Norman.
A veces venía en las tardes a comentarme el como iba su progreso en la fábrica de esmaltados, la cual fue llamada "Minerva Enamelworks"; me contó que algunos instrumentos de cocina, así como las municiones, iban directo al campo de concentración de Plaszów, que estaba a las afueras de la ciudad de Cracovia.
Cada cosa que el me contaba sobre lugares o cosas similares, me hacía volar la mente sobre cómo una persona puede conocer tantos lugares a una edad tan corta, porque el Sr. Norman no era una persona tan mayor, me contó que tan solo tenía la edad de 20 años, pero que le faltaba poco para cumplir los 21.
No sabía todavía porque, pero a medida que compartía más tiempo con el, podía ver más allá de esa insignia de esvástica que portaba siempre en su traje, lo cual con el tiempo comencé a confiar un poco más en el, solo un poco, por supuesto.
— ¿Quién fue quien lo animó a salvar a todas esas personas? — pregunté mientras acariciaba al pequeño gatito que apareció la primera vez que charlamos sobre el tema Norman y yo.
— Es algo gracioso el como fue. — soltó una leve risa. — Primero fue cuando estaba buscando un contador que me ayudara a dar comienzo a la fábrica, fue ahí cuando conocí a mi contador, Vincent, el es judío, y parecía que le aterraba la idea de que yo lo contratara, aparte de que el y yo no sabíamos nada de esmaltados, como el me dijo "Solo era el contador" — sonrió, me impresionaba que el fuera una persona tan serena en un mundo totalmente destructivo.
— ¿Y que más? — me acomode para quedar un poco al frente suyo, ya que estábamos sentados en la banca del patio trasero.
— En nuestra primera reunión, Vincent me informó que podía utilizar mano de obra judía para la fábrica a un precio más bajo que los obreros polacos. Claro estaba que era una ventaja y acepte su sugerencia, el aprovechó la oportunidad para emplear a un gran número de judíos que de otro modo hubieran sido calificados como "no esenciales" y posiblemente condenados a uno de esos campos.
En muchas ocasiones el tuvo que falsificar documentos de trabajo para hacer que hasta profesores de historia o personas discapacitadas, fueran calificados como personas "esenciales".
— Wow, realmente se ve que el Sr.Vincent es muy buena persona, no cualquiera hace eso. — baje al gatito para que pudiera caminar un rato.
— Lo es. El a veces piensa que el me debe su vida, pero lo que no sabe es que es al revés, le debo mi vida completa a él; quien diría que todo esto comenzó como una relación profesional y termino siendo en una amistad. — podía verlo, podía ver su sinceridad por cada palabra que salía de sus labios. Jamás lo había notado, pero Norman es una persona muy agradecida.
— Usted es una persona que tiene gratitud, es un valor muy importante, se que su acción la verá Dios desde allá arriba. — mire hacia al cielo, había algo que no me llenaba, algo que me dejaba con la boca con un sabor ligeramente amargo.
Un latigazo tras otro se escuchaba en la pequeña habitación en la que estaba, y los pequeños quejidos que hacía no se quedaban atrás.
¿Dios habrá sufrido lo mismo que nosotros?
¿Qué todos aquellos judíos?
Si me causo dolor, ¿El por fin podrá salvarnos?
Otro latigazo sonó en la habitación.
Lloro, rezo, mi Dios.
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