cinq
"La propuesta"
La hermana de la congregación del Notre-Dame observaba con atención a dicho nazi de característica cabellera albina esperando a que soltase esas palabras que tanto deseaba por escuchar, no sabía bien de que se trataba pero el remolino de su estómago no tardó en aparecer por la gran cantidad de nerviosismo que cargaba.
Estaban sentados dentro del auto de Norman, Angéle no podía ir a ninguna otra parte que no estuviese establecida en el orfanato, — por órdenes de su superiora — así que el decidió que sería buena idea conversar ahí adentro, por lo tanto el herr direktor ordenó a su chofer si podía salir durante el tiempo que tenían la charla, Cislo tuvo que aceptar.
El único sonido que se escuchaba, era el del aire acondicionado y unos cuantos pajaritos, ella quería decir algo para que comenzase alguna interacción de palabras, pero no quería verse insistente, probablemente el estaba pensando bien lo que le diría.
Pero sea lo que quisiera hablar, se veía que era de suma importancia.
Sintió incomodidad en su estómago, solo deseaba que su flora intestinal no actuase por la ansiedad del silencio.
— Llevo planeando una idea desde hace tiempo, es algo compleja, de manera que todavía no he tenido las piezas completas para el plan, aún hay modificaciones por hacer y acuerdos que debo tomar, pero quisiera saber lo que usted piensa y, si es posible, apoyarme con esto. — Angéle asintió una vez.
Norman tardó un poco más en poder decir lo que tanto su boca le impedía, la planta de sus pies comenzó a sentirse con pequeños hormigueos y sus manos a tensarse, era ahora o nunca.
— Planeó regresar a Cracovia, todavía no se en que fechas, ni de cuanto tiempo sería mi viaje, pero tengo que razonarlo bien para que mi estadía sea larga. Lo que estaba pensando, es que no me iría solo, — giro a verla, fijo sus ojos en los de ella. — usted vendría conmigo. — Angéle quiso vomitar.
Las voces de su cabeza golpeaban por las paredes de la misma, todo comenzaba a mezclarse y la falta de aire empezó a salir a la luz, el hábito le apretaba del cuello haciendo que el sudor frió se presentase en su cuerpo.
Recordó aquel día en el que se dio al aire la última transmisión de radio por parte del gobierno francés, antes de anunciar la ocupación alemana, el general hizo su famoso discurso, llamando a la resistencia y a la continuación de la lucha contra el Tercer Reich desde el exilio, pidiendo al pueblo escapar de las ciudades del norte y ser acogidos en el sur por la resistencia. Para Angéle, fue el inicio de lo desgarrador.
Las imágenes llegaban a su campo visual, fue ahí que recordó aquel 22 de junio, el ejército alemán marchaba en sintonía por debajo del arco del triunfo, siguiéndoles tanques militares, y en la punta de la milicia, recordó el rostro del hombre más nombrado del momento, caminando con tanta serenidad, entonces se dio cuenta de que ya no había vuelta atrás, su gente había perdido su independencia, ahora le pertenecía a él, al herr führer.
"¿Si aceptaba, me volvería como uno de ellos?" Pensó Angéle.
Su peor pesadilla era ser aliada de su ejército, su corazón le peso, ¿que pasaría si ella no acepta? ¿La obligaría a la fuerza? ¿La mataría si se negaba a ello? No quería suponer. Se volvió débil, toda esa valentía con la que había crecido se estaba esfumando, odiaba ser sumisa a ellos, fuera lo que fuera, el hombre con el que compartía asiento era de "una raza superior".
Creía que era algo estúpido, ¿por qué Dios le daría el mayor poder a alguien que no fuese a él mismo? Y si era así, ¿porque a gente con ideas tan nefastas?
Al menos, de Norman no pensaba así del todo, se veía que era un hombre más cuerdo que el resto, que siquiera tenía los pies en la tierra, pero aún así, siendo el todo eso tenía miedo, el era el único germano que no le tenía odio, sin embargo, el temor se apoderaba de ella por la idea de acercarse más a él, podía ser seria y algo testaruda por determinadas razones y acciones pero relacionarse con un nazi le hacía temblar su corazón.
No quería traicionar a su pueblo, su país, a Dios, no obstante, existía una pizca de confianza en la palabra del hombre, creía en la existencia de la fábrica, no había visto ninguna fotografía de ella pero su corazonada decía que era real. Sin embargo, ir con el a un lugar totalmente distinto le era difícil de aceptar, más que ella no podía salir de Francia tan fácilmente.
— Se que no es muy sencillo de asimilar lo que le estoy proponiendo, tampoco quiero obligarla a aceptar algo que usted no quiera hacer, pero le garantizo que su papel es de suma importancia para la gente de la fábrica. — Norman se veía tan neutro, pero su mirada anhelaba que ella comprendiese que la necesitaba.
— Hay algo que no me cuadra. Mencionó antes que las personas que usted les daba un puesto de trabajo en su fábrica, eran gente judía bajo el régimen nazi, recuerdo a ver escuchado la palabra "ayudar", ¿ayudarlos en que? ¿Qué pasa con ellos? — trato de buscar su mirada, pero el veía sus manos perdido.
— No puedo decirle nada de eso ahorita, si usted me lo permite, podrá verlo con sus propios ojos, es mejor confiar en acciones que en palabras.
— ¿Cómo se que usted no me miente?
— Señorita Angéle, jamás jugaría con algo tan serio como lo que mis propios ojos han visto. — susurró, algo en su voz le hacía sentir un sabor amargo en sus papilas gustativas.
— Me gustaría saber más sobre mi papel solicitado. — tragó un poco de saliva cuando la mirada azul grisácea del hombre volvió a fijarse en ella.
— Usted sería mi secretaria, trabajaría en las oficinas y me ayudaría con los niños que laboran para mi. — a Angéle se le partió el corazón al oír "niños". — Su nombre será cambiado, esto para que su seguridad esté protegida, pero eso lo veremos después, aún tengo que terminar de ejecutar el plan, trataré de hacérselo saber lo más pronto posible.
Su mente estaba en blanco, ella no tenía ni la más mínima idea de cómo era ser una secretaría, jamás había trabajado en una oficina, lo único que sabía hacer era impartirles clases básicas a sus alumnas y cuidar todo lo respectivo a la catedral, ella pensaba que no serviría para esto, no se creía apta para tal petición.
¿Por qué ella?
Había chicas mucho más preparadas y con los conocimientos adquiridos, hasta mucho más bonitas para tal formación, ella no creía ser capaz para tener ese trabajo.
— También está garantizado para usted todo respecto a comidas, gastos, y vivienda.
— No es necesario. — negó.
— Lo es porque yo estoy ofreciéndole que trabaje conmigo, para mi no hay problema con darle todo eso. — tomó una bocanada de aire y la soltó. — Solo, considere mi petición, no tiene que darme una respuesta rápida, usted puede tomarse el tiempo deseado para pensarlo tranquilamente. — ella tardó un rato en contestar, hasta que asintió.
— Lo pensaré, gracias por considerarme.
Norman solo se dedicó a sonreírle.
El silencio volvió a tomar protagonismo en el ambiente, les costaba poder mantener una conversación que no fuese solo sobre la fábrica o los planes del hombre germano, rara vez hablaban de cómo fueron sus días o temas selectos.
Angéle aún tenía clavada una espina que no la permitía poder hablar con Norman como un ser humano normal, él rara vez sacaba tema de conversación para romper la tensión de lo inaudible, pero como siempre, ella contestaba con respuestas mínimas que no llegaban a una plática de dos.
— Y... ¿cómo ha estado? — preguntó Norman.
— Bien, ¿usted?
— También, me siento mejor porque volví. — ella subió y bajo la cabeza lentamente. Comenzó a sentirse inconforme, quería salir ya. — Este, ¿y que más ha pasado durante mi ausencia? Seguro usted pasó cosas muchomás interesantes en la catedral que yo. — trato de hacer su tono de voz alegre.
— Solo lo que le conté ayer. — hizo una mueca seria.
Norman se empezó a tensionar de más, desconocía si solo había sucedido eso o ella no quería hablar más con el. Pero sin embargo, le asombró todo lo mencionado después de la plática del día anterior, ¿quería hacer algo? Claro que si, pero sus acciones estaban algo limitadas en Francia, solo podía hacer movimientos mínimos que no fuesen sospechosos para el ejército, específicamente allá en Polonia.
Pero, ¿quién realmente era Norman Minerva? Para Angéle, solo era un muchacho que por suerte, ganaba bien por sus negocios, pero era más que eso. Venía de una familia de empresarios bastante exitosos, su padre era jefe de una fábrica de maquinaria agrícola de la familia, se esperaba que Norman siguiese los pasos de su padre, pero el tenía una visión más amplia, algo más singular.
Norman era un completo enigma, no solamente era alguien de suma astucia sino que también leerlo era un acertijo sin respuesta, ella no lo conocía por completo, parecía ser alguien que se ganaba a las personas con gran sencillez, algo que jamás le había sucedido a Angéle, no estaba muy segura de ello, mas presentía que el también quería ganarse la confianza de la fémina.
Es riesgoso crear lazos con aquel hombre, lo es, podía serlo para los dos, ¿pero para ella? Era mucho peor, quien sabe, puede ser que estuviera envolviéndola con ese discurso tan alentador para que al final terminara siendo una esclava más del partido rojo, nadie lo sabía, solo lo vería si ella aceptaba el cargo del hombre.
Tenía muchas cosas que pensar todavía, aún no era un plan que estaba concreto en su totalidad, tal vez después el cambiaba de opinión y la dejaba a un lado de su objetivo, lo único que le quedaba era hacerse teorías mentales, algo que le destrozaba el pensamiento. Se le hacía un poco absurdo que desde que no lo vio por esas semanas haya perdido un poco de certidumbre, aunque tiempo atrás no eran tan cercanos, sintió que mandó todo a la basura por la repentina desaparición de Norman, no era su culpa, simplemente no se puede confiar en cualquier humano en estos tiempos.
Ella tenía muchas cosas más por hacer, si aceptaba, ¿que pasaría con su servicio en la catedral? ¿Qué sería de ella? ¿De sus compañeras? No quería dejar todo eso atrás, ahora bien si era por una buena causa, quizás, por una obra de Dios, una señal, no podía negarse, sabía que si era cierto lo de la gente de religión judía tenía que hacer una buena acción, no sabía con certeza lo que sucedía, encima la dejaba sin aire el pensar lo que probablemente estuvieran viviendo.
Dejo sus cosas por de lado y volvió a su realidad.
Norman miraba cómo Cislo sacaba de su saco una licorera de bolsillo y bebía de ella, tan solo por ver aquella botella sentía el leve ardor que el líquido le proporcionaba en su garganta, las ganas de beber se hicieron presentes pero debía contenerse, no quería dar mala imagen a la hermana de la congregación de Notre-Dame.
En cambio, Angéle miraba cada partícula del hombre de cabellos blanquecinos, la ropa que portaba, que seguía viéndose de la calidad más pulcra que ella haya visto, respiraba también el aroma que desprendía por su colonia que era algo fresca pero no quitaba ese olor a elegancia, o eso suponía ella, no lo sabía muy bien ya que no tenía los recursos para poder comprarse una fragancia como las que anunciaban en los cárteles publicitarios, en cambio, ella las realizaba con plantas que cultivaban en el mini huerto de la catedral.
Ahora veía sus manos, grandes y largas, unas manos muy finas y cuidadas, parecía ser que no había ningún rasgo de "defecto" en ellas, daba hasta un aspecto de que eran muy suaves, de ahí vio las suyas, algo callosas y su piel un poco áspera, aunque ella pensaba que sus manos no eran feas deseaba que fuesen como la de las artistas o modelos que Eve le mostraba con las revistas que ella compraba, con sus manos siempre cuidadas y con pedicura perfecta.
Sintió vergüenza que el viese el estado de sus manos gracias a trabajar pesadamente en los jardines y en limpiar los establecimientos del Notre-Dame.
Existían chicas más hermosas que estuvieran dedicadas a cuidar su aspecto más que ella, tampoco diría que era alguien que no le importase su persona, pero no hacía relucir su imagen como otras mujeres, lo único que le importaba era estar presentable y que su hábito no estuviera arrugado. No se maquillaba, ella jamás había usado si quiera un labial para salir así a las calles, Eve parloteaba mucho con que ella desearía ser como esas mujeres que lucían ropas de último modelo, usar tacones y peinarse con esos tubos que hacían que tu cabello se rizara, Angéle le decía que ella algún día podría lograr todo eso, pero en 1940 y siendo ella una hermana lo veía como una meta cada vez más lejana, tal vez ella tampoco lograría hacer lo mismo que su amiga quería tanto.
No se rebajaba como persona, pero no creía ser merecedora de ser secretaria del Sr. Norman.
Tal vez el quería ver más por el físico que por el cerebro, ella era muy buena con todo lo que tuviera que ver con su máquina intelectual, pero sentía que belleza la faltaba por mucho y más.
Soltó un suspiro inconscientemente cansada de tanto sobre pensar.
— Creo que ya es hora de que me vaya, Sr.
Norman. — iba a abrir la puerta del auto cuando fue interrumpida.
— Permítame. — salió y rodeó el auto para abrir desde afuera la puerta, ella bajo y le agradeció por su acción.
Camino hasta la entrada para ya despedirse del hombre.
— Dijo que mañana usted regresa a la catedral, ¿cierto? — giró a verlo, ella asintió.
— Si, tengo que estar en la tarde para la misa que dará el arzobispo.
— Si puedo preguntar, ¿A que horas se dará?
— A las 6:30. — quería preguntar el por qué pero no quería parecer una fisgona.
— Bien, la veré aquí a las 5:40 para llevarla. — dijo ya al frente de su auto mientras Cislo se acercaba a abrirle la puerta.
— ¿Qué? — habló más para si misma que para Norman, el se despidió a lo lejos hasta que su auto comenzó a andar.
Seguía sin comprender el porque era tan servicial con ella, ¿que tenía de especial para que el se comportase de esa manera?
Debería de repudiarla como todos los germanos que ocupaban la zona, pero el, el parecía que no era como el resto.
Entró de nuevo al orfanato y fue directo a la cocina para ayudar a preparar la cena, solo una noche más para estar ya en su cama, agradecía que al menos le diesen uno de los cuartos para que ella pudiera dormir sobre un colchón y no en un tendido en el suelo, pero le hacía sentir más cómodo dormir en su propia habitación.
Entró a la cocina y se puso uno de los delantales que estaba en uno de los estantes, todos estaban un poco desgastados debido a que no había dinero para poder cambiarlos, así que si veían alguna rotura en este simplemente lo cocían para seguirlo usando.
Le gustaba mucho ayudar a las mujeres que hacían la comida, tan solo eran 3 quienes se encargaban de tal labor dado que no había muchas personas que estuvieran trabajando en el orfanato, de igual forma estaba muy limitado el alimento en el orfanato, Angéle pensaba que era mucho mas difícil para los niños del orfanato que para la congregación de su catedral, ellos aún eran seres que no terminaban de desarrollarse por completo, sin el debido alimento que le brindase las proteínas necesarias para su crecimiento, caerían en una consecuente malnutrición.
Por eso en su estadía pedía que le diesen menos cantidad de alimento con la excusa de que no tenía mucha hambre, al menos de esa parte que ella rechazaba podía aumentar la porción para los niños del lugar.
La cena estuvo tranquila, nada fuera de lo normal, los niños hablaban en sintonía entre ellos y las adultas conversaban entre murmullos sobre las nuevas noticias de último momento, Angéle por su parte no aportaba mucho a la conversación, estaba muy centrada en sus pensamientos que no quería darle más enfoque al mismo tema de siempre.
Cuando terminaron de cenar, ella y otra de las mujeres fueron a llevar a la cama a los pequeños niños, pero mentiría si solo eran niños de corta edad, había edades desde meses de nacidos hasta de 16 años, en especial una joven.
Siempre tuvo la curiosidad sobre aquella adolescente, nunca hablaba y se mantenía muy aparte del resto, solo la había visto intercambiar algunas palabras con una niña de 12 años que no fuesen solo un saludo de buenos días, tampoco parecía ser maleducada, cuando que ella iba al orfanato le devolvía el saludo pero sin emoción alguna. A su vez la entendía, ser la única mayor de ahí sin ser acogida por alguna familia era deprimente, reconocía ese sentimiento y le atormentaba el alma.
Quería acercarse, a lo mejor y con ella podía soltarse un poco, tampoco había tanta diferencia de edad, solo eran 3 años. No dudo en acercarse a su cama para arroparla y desearle las buenas noches, pero cuando vio que la hermana se acercaba a ella se volteó para esconderse entre laa sábanas, dándole la espalda, Angéle se detuvo en seco frente a la chica, trato de asomarse un poco para ver si esta bien, lo único que atrapo su vista fue la cabecera de la cama, en un pedazo de madera tallado llevaba escrito el nombre de "Atenea".
— Atenea... — susurró para ella misma, la adolescente pareció haberla escuchado por lo que quito un poco la sábana que cubría su campo de visión, observándola fijamente. — que bonito nombre. — sonrió al ver dicha placa.
— Gracias. — contestó al halago, la hermana casi pegó un saltito del susto que la chica le causó, esta sin más volvió a girarse para cubrirse completa de nuevo.
— Ah, este, buenas noches Atenea. — con su piel erizada por el sobresalto espero respuesta de la contraria la cual no llegó.
No quiso perseverar más, al menos sabía como era que se llamaba, entonces terminó de arropar a los demás niños para después irse a su habitación.
Al entrar no tardó en quitarse sus prendas y darse una ducha rápida, el frío del agua permaneció en todo el rato de aseo, cada toque del agua fría le ofrecía un breve respiro, ayudándole a despejar la mente, necesitaba silenciar por un momento las voces de su cabeza.
En su mente caminaba el nombre de Norman Minerva, después de haber tenido esa conversación en el auto no dejo de pensar en aquel nombre, tenía muchas preguntas, algunas podrían ser incoherentes para ella pero quería que sus dudas fueran resueltas por el.
Mañana no sería un buen día para soltar todas esas preguntas que su boca insistía por sacar, si su atrevimiento se lo permitía, le solicitaría reunirse para poder hablar de ello, porque bueno, ella estaría ocupada mañana en la misa y el, de el sospechaba que pasaría el día con su familia o amigos.
» ¿Y si solo se ofreció a llevarme mañana para que yo acepte rápido el trabajo? Muy inteligente Sr. Norman, muy inteligente...
Ya harta se salió de la bañera, secó su cuerpo y cabello, estaba congelándose así que se apuró para colocarse la pijama.
No tardó mucho en caer en la cama, se comenzaba a sentir débil, en los últimos días no había podido dormir lo suficientemente bien, al igual que el no comer debidamente la sometía a un desgaste físico constante.
Se metió entre las sábanas y se hizo bolita, solo quería que al menos esa noche pudiera dormir más de 3 horas.
Eran las 5:20 de la tarde cuando Angéle terminó de empacar sus cosas devuelta, quería que todo estuviera listo cuanto antes para no hacer esperar al germano. Cuando termino acomodó un poco la habitación y salió del lugar. Decidió esperar afuera del orfanato, por lo que se despidió de las mujeres adultas y de algunos niños que rondaban por la casa hogar.
Camino a la entrada decidida a esperar afuera, pero el sonido de un ladrido agudo la sorprendió, se suponía que no había animales dentro del establecimiento, hasta que vio la figura de Atenea en una esquina tratando de esconder a un pequeño cachorro. Este no paraba de hacer ruidos por la inesperada aparición de Angéle, haciendo que el animal se desesperara.
Atenea estaba asustada, así que agarro con todas sus fuerzas al perrito.
— ¿Atenea? ¿Qué haces con ese perrito? — susurró Angéle acercándose a la chica.
— No le diga a nadie por favor se lo pido. — resguardó al perrito en una tela desgastada que encontró por ahí.
— No dire nada, pero sabes que no pueden tener animales aquí, si lo ven lo sacarán a la calle.
— Yo se pero si no lo cuido morirá allá afuera. — acaricio suavemente al animal. — Lo encontré afuera del orfanato, estaba ayudando a barrer la banqueta cuando escuché que unos soldados estaban pateando algo, me asomé por el otro lado y me di cuenta que era una perrita junto con sus 3 crías, tuve que esperar a que se fueran para acercarme. Este fue el único de los hijos que sobrevivió, a la mamá tuve que moverla atrás en el basurero para que no me viesen con ella — la hermana ni tenía palabras.
— La mamá... ¿ella sigue viva? — preguntó Angéle con la mirada pérdida.
— Si, pero esta muy lastimada, intenté limpiarle unas heridas pero no me dejo, creo que sigue desconcertada. — contestó.
Angéle estaba hasta el tope de la rabia, eran tan idiotas cómo para meterse también con los pobres perros, cuando los animales eran ellos, el asco comenzó a inundarla hasta la punta de su cabeza.
— Haremos algo ¿si? Pero necesito que confíes en mi. — Atenea lo pensó un poco, terminó asintiendo. — Bien, conozco a alguien que podría ayudarme con la perrita, solo necesito que me traigas una sábana o toallas que no sirvan. En cuanto a este pequeñito, — quito un poco de la tela para poder tocar al cachorrito, al inicio se resignó un poco, hasta que terminó cayendo al tacto de la hermana. — trata de que no te vean las encargadas. ¿Dónde duerme?
— Duerme conmigo, los niños saben que lo tengo, no dirán nada estoy segura de eso.
— La próxima semana me aseguraré de venir, voy a hacer el intento de conseguir leche y carne para darle a tu pequeño. — por sorpresa, se escuchó un auto que se estacionó a la entrada del lugar, era Norman. — De acuerdo, ya tengo que irme, corre a traer lo que te dije, mientras puedo cuidarlo.
Atenea estaba insegura, no confiaba aún en la hermana, aunque realmente quería salvar a la perrita, así que se decidió por entregárselo e ir corriendo por algo en que taparla.
Angéle miro con ternura al canino, ella era una amante de los animales, y ver a una criatura como esa le saltaba el corazón de alegría, el perrito disfrutaba cada vez que la hermana pasaba su mano por su cabecita, casi al punto de querer quedarse dormido.
La chica no tardó mucho en traer una manta que saco del cuarto de servicio, estaba un poco rota de las orillas pero era funcional, ambas intercambiaron lo que tenían en manos y se despidieron, más que nada Angéle, que agradeció por creer en ella.
Tomó su maleta y abrió la puerta del lugar, Norman ya estaba afuera del auto, asombrándola ya que creyó que estaría dentro del vehículo.
— Buenast tardes señorita...
— Necesito que me ayude con algo. — interrumpió Angéle, Norman se quedo mudo. — Es una emergencia. — rápidamente el cerebro del albino actuó.
— Okey, este, déjeme meter su maleta.
Tomo esta y la fue a dejar dentro del maletero. Ambos caminaron a paso acelerado por donde la hermana lo guiaba, su corazón latía como caballo de carreras, lo que más anhelaba era que la perrita siguiese con vida, pero el hecho de que estuviera sufriendo con dolor continuo la destrozaba.
Llegaron detrás del orfanato, para ser sinceros olía como a caño, apestaba a basura podrida, ambos tuvieron que taparse las narices para evitar el olor tan fétido. No fue hasta que Angéle vio a lo que parecía ser la mamá arrinconada en una esquina, temerosa y gruñéndoles por su presencia.
Norman no entendía lo que pasaba, tuvo que caminar unos pasos más para entender la preocupación de la mujer, viendo al animal, sangre seca en algunas partes de su cara y cuerpo, una de sus patas delanteras lastimada, no paraba de ladrar junto con chillidos, una escena totalmente dolorosa.
El se acercó al animal pero parecía que por cada paso que daba más chillaba.
— No se acerqué, la está asustando.
— Debemos sacarla de aquí, no hay otra forma. — Angéle frunció el ceño, agarró el brazo del hombre para que se detuviese.
Sin importarle que el era un nazi, lo tomó por la fuerza y lo alejo de ella. Se agachó para quedar a su altura, era obvio que estaba ansiosa por ver a un ser mayor que ella, que probablemente le recordaba a esos hombres nefastos, inició a aproximarse a la perrita, que no paraba de seguir quejándose, al quedar frente a frente acercó su mano a su hocico.
— ¿Qué está haciendo? Puede morderla. — habló Norman.
Lo ignoro y espero a que la oliera, como esperaba, le gruñó, algo que a Norman le estaba estresando, no quería que la hermana saliera con la mano lastimada.
— No te haremos daño, — intento acariciarla pero la esquivó. — ya ya, estás segura con nosotros.
Siguió intentando, hasta que por fin sintió las olfateadas en su mano, aún no quería arriesgarse a acariciar al animal, no conocía por completo su instinto y no quería provocarla, solo hasta que sintió la cabecita de la canina rozando con su mano pidiéndole cariño.
Angéle no evito en soltar una sonrisa, es innegable decir que la naturaleza era algo impresionante. Ella acepto la súplica de la perrita y la acaricio sutilmente, dejo de soltar chillidos poco a poco para poder lograr cerrar sus ojitos gracias a la satisfacción del tacto con la humana.
Norman veía el panorama con dulzura, estaba viendo después de mucho tiempo lo que realmente era la palabra humanidad.
Se acercó lentamente para quedar a un lado de Angéle, ella lo miro sorprendida y el con su típica mirada de calidez.
— Aún tenemos tiempo antes de que comience la misa. — sonrió.
Ella le devolvió una pequeña sonrisa igualmente, viéndose fijamente a los ojos de el uno y el otro, ambos orbes llenos de misericordia y compasión. Se convirtió en un momento en que los dos podían verse como simples personas, sin tener que estar divididos por clases sociales, solamente eran humanos.
Sintieron que sus corazones se achicaban hasta que la perrita soltó un ladrido bastante cómico, parecía que intentaba aullar pero su lengua se trababa, los dos rieron por lo bajo.
— Creo que ya deberíamos llevarla al auto, — hablo Norman. — yo la cargo.
Angéle acepto y le ayudo a poner la manta en el suelo, se complicaron al momento de moverla a la manta haciendo todo lo posible por no lastimarla, después de unos minutos intentando lo lograron.
Caminaron rápido hasta llegar al auto y explicarle resumidamente a Cislo a donde tenían que llevar a la canina, su chofer estaba más que confundido por lo imprevisto de la noticia, la adrenalina se sintió en sus manos cuando comenzó a manejar.
Ninguno de los presentes tenía esperado eso, de hecho ni siquiera habían pensado en relacionarse con un perro, pese a eso, los dos se alegraban de poder al menos rescatar una pequeña criatura que seguiría avanzando su motor de vida.
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