“Voy a empezar escribiendo sobre el defecto de amarla, de porqué me consideraron un suicida sentimental, de las razones por las que dejé toda mi vida a un lado para ponerla a ella al frente. Como el capitán de la embarcación, pero aquella vez era ella la comandante de mis alas.

La que guiaba hacia dónde ir,
la que predecía el mal tiempo.
Y tormenta era verla volverse loca
y llorar como si nunca hubiese sentido la felicidad.

Algunas tardes sus manos tiritaban
y yo tomabaa un poco de mi fuego interno
y las llevaba hacia mi pecho.

Ella me sonreía y yo parecía entender la vida.
Nos acurrucábamos como dos abuelitos
que se quieren sin decirse nada
y esperan algún día morir juntos.

Jamás me dijo te amo, en cambio,
yo se lo dije trescientas cuarenta veces con la mirada.
Me rugía el alma por saber el misterio que guardaba
detrás de esas pestañas.
Si era capaz de prenderle fuego a la lluvia
o si era de aquellas que salían a ser parte de ella.

Un día, mientras acampábamos,
me dijo: lo mío es ser alguien.
Una estrella, quizás.
Y yo le repetía,
algún día podrás brillar como una.

Jamás leyó en mi mirada que para mí ya era una,
en cambio Sofia siempre vio en mí un enorme asteroide
que se acercaba cada vez más hacia ella,
con más fuerza,
con más rapidez,
con más violencia.

La vi desnuda y la vi dormida.
Vi cuán invencible era cuando se quitaba la ropa
y cuán vulnerable era cuando dormía.

La vi en todas sus facetas.
Siendo Invierno y siendo verano,
Siendo otoño y siendo primavera,

Vi más allá de lo que cualquiera se hubiese conformado ver.
Y sentir.
Cada día,
al paso de las horas,
mi amor por ella crecía,
pero también crecía el odio que empezaba a nacer.

Empecé a odiarla,
por no corresponder a mi amor.
Por nunca abrazarme en mis malos días,
cuando yo dejaba todo por estar a su lado.

Por todas las veces que me dijo tengo que irme,
mientras que yo perdí todos los trenes de vuelta a casa.
La odié tanto como la amé.
En sintonía.
Se puede amar y odiar a alguien a la vez y al mismo tiempo.

Se desató una tormenta en mí y empecé a escribir.
Cada vez más y mejor.
El personaje principal era ella,
a veces con otro nombre,
Otras veces era un ser abstracto.
Pero siempre llevaba su nombre incrustado en las características.

Esto es para ti Sofia, para la chica que nunca me amó,
para ella que jamás me dijo que me quería
ni me lo demostraba ni con un grano de arena,
cuando yo le construí playas,
planetas y constelaciones;
para ella que se conformaba con bajarme la luna,
cuando yo la llevaba siempre que cerraba los ojos cuando me besaba.

A la chica que nunca me amó,
porque ella ya amaba a alguien más.
Entonces, yo fui asteroide y
Ella una roca que, a raíz del colapso,
se convirtió en estrella.

Esto es para ti,
que siempre fuiste mi desgaste
y en mi sexta vida te regalé la séptima.
Y no la valoraste.

Para la única chica que nunca tuvo ojos para mí,
cuando todas mis miradas eran para ella.

Dicen que para que el mundo acabe tienes que contar hasta tres y cerrar los ojos,
pues, déjame decirte que,
mi mundo,
sí, ese mundo tan pequeño
que un día le enseñé bajo las estrellas,
estalló al tercer beso mientras la tarde caía,
cuando mis labios empezaron a recitarle las heridas
que ella había dejado en mí y
todas las letras que me había dejado para escribir.”