LA HISTORIA DE MARIELA
Ella acabaría con mi Vida... Lo supe desde la primera vez que la vi en aquel
centro comercial y me enamoré de ella. Ese día la seguí a una tienda de
cosméticos. La miré abrir su bolso y disimuladamente deslizar en él un lápiz
labial. Nadie se dio cuenta de eso más que yo. Salió de ahí con una sonrisa
como de niña que ha hecho una travesura sin ser descubierta.
Fue a tomar un café. Llegué y me senté frente a ella. Le dije: “¿Puedo ver su
lápiz labial?”. Obediente, sacó del bolso el que había hurtado y me lo dio.
“Soy el gerente de la tienda –mentí–.
No la voy a denunciar, porque es usted muy
hermosa, pero tendrá que invitarme un café”.
Volvió a sonreír, y charlamos amistosamente. Hablaba como persona culta, y
se lo hice notar. Me explicó que leía mucho. Padecía de insomnio, y eso lo
aprovechaba para leer. Era en verdad muy bella. Se expresaba con un dejo
extraño pero grato al oído. Le pregunté de dónde era, y respondió vagamente
que del sur. Vestía con elegancia; se adivinaba que no tenía necesidad de
robar. Nos citamos para vernos ahí mismo el siguiente día.
Llegué con anticipación y la vi entrar en otra tienda. Observé desde lejos cómo echaba en su bolso un dije insignificante que costaría unos cuantos pesos. Cada vez que
nos reuníamos robaba algo antes de nuestro encuentro. Terminé por volverme
su oculto protector. La seguía disimuladamente, y cuando entraba en alguna
tienda hablaba con el encargado y le decía: “Aquella chica tomará alguna cosa
y luego se saldrá sin pagar. Yo pagaré por ella”. Eran naderías lo que hurtaba;
pequeños objetos sin valor.
Un día la invité a un viaje al mar... aquella noche Bebimos un par de copas;
hicimos el amor. Cuando todo termino la acompañé de regreso a su casa, y al
regresar noté que había desaparecido una muñequita de porcelana recuerdo
de mi madre. No pude menos que reír.
Al día siguiente se lo dije, y fue entonces cuando me confesó que tenía esa compulsión, la de apoderarse de cosas ajenas. Lo hacía en las tiendas, pero también en las casas de sus amigas, en la oficina donde alguna vez había trabajado; en cualquier parte.
Me explicó eso diciendo que en su niñez había padecido carencias, pues era
de familia pobre. Sentía envidia de sus compañeritas, que tenía cosas que ella
no tenía. Así empezó a robar sin darse cuenta y sin sentir por eso ningún
remordimiento. Cuando creció siguió haciendo lo mismo. Ya no sabía por qué,
pues su situación era muy otra. Debido a sus estudios había podido tener la
oportunidad de un buen trabajo, y aunque no tenia de sobra ... nada le faltaba.
Y sin embargo seguía robando. Le pregunté si había buscado ayuda
profesional, y me contó que había ido con un siquiatra. Fue él quien le dijo que
lo suyo era una compulsión. El tratamiento, sin embargo, no sirvió de nada. La
avergonzaba que yo me hubiera percatado de su problema. Al día siguiente
me devolvió la muñequita.
Fue ese el último día que la vi.
Ya no acudió a la cita acostumbrada.
Estuve un mes yendo todos los días al centro comercial, y no se apareció.
Jamás volví a verla.
Y necesito saber de ella, pues al poco tiempo noté que se había llevado
otras cosas que me pertenecían: mi sueño.
No mis sueños. Eso es literatura.
Mi sueño, esa pequeña muerte que cada noche morimos para seguir viviendo.
No sé cuándo ni cómo me lo robó. Quizás una vez me distraje y lo deslizó en
su bolso. Antes yo era, como dicen, de muy buen dormir. Ponía la cabeza en la
almohada y hasta el otro día. Ahora ya no duermo. Cinco años llevo sin dormir,
el insomnio se me ha vuelto una adicción. Me dirán que eso no puede ser, pero
así es. La cleptómana se robó mi sueño. Ahora ella duerme mientras yo paso
las noches en vela. Además eso se robo también parte de mi Vida.... Pedacitos
de instantes que a veces me faltan para ser completamente feliz Y sin embargo
no la voy a denunciar. Es muy hermosa.
Ojalá algún día tenga piedad de este tonto y regrese con lo que se ha llevado
de mí ...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro