Volver.
Qué acto más precioso.
Volver a verte,
volver a lugares donde creí que estabas muerta
y darme cuenta de que has florecido.
Qué bonito es verte bonita
y con bonita me refiero a valiente.
Qué ojazos los que le llevas a la vida
y tus problemas los llevas en bandeja de plata.
Quiero decirte que eres,
más que preciosa,
única.
Única como ver crecer a un hijo,
como ver por vez primera el mar que habita en una mirada,
como la vez en que sentiste mariposas en tu estómago
y éstas salieron volando cuando le abriste el corazón a aquel chico.
Déjame recordarte lo guapa que estás vulnerable,
con el corazón expuesto
y los labios de carmín.
Ya me decían que habías cambiado,
que te habías teñido el pelo de púrpura
y que habías formateado tu lista de contactos.
Y que, quizás, también el corazón.
Que has sacado a toda la gente que no cabe en él.
Ahora vives, no por vivir,
pero si algún día llega la muerte a tocar la puerta,
sé que la estarás esperando bailando
y que la invitarás al mismo bar donde reíste,
donde amaste ser mía
y ser libre de todos los complejos.
Porque fuiste revolucionaria.
Cuando ríes se escucha la brisa del verano,
la nostalgia de las fogatas de cerveza e historias,
la alegría de ver fotografías de amores fugaces al lado del amor permanente,
los saltos que dabas en aquella playa en la que deseaste ser una chispa
y esparcirte por encima del mar y quemar la luna.
Sé que amarás y recordarás aquel pueblo
Como el lugar de los infinitos veranos, amores y errores,
sino como el santuario de los eternos recuerdos, latidos y heridas que causan cosquillas.
Sé feliz, Katy
Olvídalos y recuérdate.
Siempre.
Posdata: Olvídame al final de una sonrisa y abre la puerta, que están tocando.
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