CARTAS AL AMOR DE MI VIDA N. 2
Recuerdo que sucedió así:
Mientras ella miraba al cielo, él la veía a los ojos. Decía que era lo mismo.
Y cuando ella reía, él deseaba que el mundo se detuviese a escucharla.
Ella no tenía intenciones de fijarse en alguien más. Él siempre trataba de ser mejor para ella.
Si ella necesitaba un abrazo, él llevaba horas esperando.
Nadie nunca vio a dos quererse tanto. Ellos tampoco pensaron en llegar a hacerlo algún día. Lo suyo sucedió como suceden siempre las cosas que no se planean.
Ella amaba la lluvia. Él también, excepto cuando la que llovía era ella. Ambos eran la condición atmosférica favorita del otro, y cuando había alguna precipitación, sabían que un gesto, un detalle, podía amainar la tormenta. Se cuidaban. Y cómo no. Uno siempre cuida con el alma aquello que más valor le inspira.
Recuerdo que a veces caminaban juntos. Otras veces estaban separados, cada quien en lo suyo, cada quien llamando al otro con el pensamiento. Había ocasiones en las que parecía que se ponían de acuerdo para dar en cualquier parte. Se encontraban siempre. Yo creo que lo hacían a propósito.
Y no sé. No he vuelto a verlos hace ya mucho tiempo. Supongo que han sabido sobrellevar una relación tan bonita. Luego de que el mundo se cayera no sé cuántas veces delante de ellos, sabían levantar muros siempre. Ése era su mayor fuerte. Se abrazaban como quienes, a riesgo de romperse más, terminaban reconstruyéndose. Y así su vida entera. Ojalá, quien sea que los pueda recordar mejor que yo, escriba sobre ellos. Yo he escrito sólo detalles. La historia en sí ya es otro asunto, pero de eso estaban hechos los dos: de detalles, de sonrisas, de momentos irrepetibles e igualmente bonitos. Nunca conocí a nadie con tanta fortuna en las manos, y que quiera compartir su vida entera teniendo a alguien más a su lado.
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