CARTA SOBRE EL AMOR DE VIDA N.7
Es la chica de las orquídeas,
que un día vino como caída del cielo,
como cae siempre todo lo bonito:
la lluvia, los rayos del sol,
o el amor cuando estás desprevenido.
Sé que de vez en cuando, sumergida en su mundo,
tiende a deshacerse de una realidad que no cuadra con ella;
siempre ha necesitado dejar de lado muchas cosas,
comenzando por el cansancio, la rutina, esos pensamientos
que la ametrallan con preocupaciones.
Conociéndola, estoy seguro de que hay noches
en las que quisiera desaparecer.
Nunca se lo digo, pero yo a veces deseo lo mismo.
Me gusta pensar que encuentra en mí
el único lugar en donde no se sentiría una extraña.
Así que me guardo las ganas para otro día.
Ése día nunca llega. Luego ya no lo espero.
Si consigo hacerla sentir especial, por lo menos una vez,
valdrá la pena. Siempre lo vale.
Sé que le gusta que le envíe corazones morados,
por eso lo hago cada vez que puedo;
me encanta cuando dice que le gusta leer lo que le escribo.
Siento que si nadie más que ella me lee,
con eso tendría más que suficiente.
A veces fantaseo con muchas cosas.
Sé que si algún día llego a tener una casa,
será con un jardín
en donde las violetas y orquídeas se codeen cómplices.
A ella le encantan esas flores.
Hoy, incluso, cada vez que escucho ciertas canciones pienso en ella.
Es inevitable encontrarla por todas partes.
No es algo que me moleste, al contrario.
Cuando conoces a alguien tan así,
con una simetría rayana en tu ideal,
es difícil —por no decir casi imposible—,
dejar de quererla.
O creerla destinada a ser querida por ti
por el resto de tu vida.
Le gusta mantener las uñas bien cuidadas,
odia desmaquillarse por las noches,
casi siempre está cansada,
pero nunca deja de ser preciosa.
Me gusta cuando se desnuda el alma
y me cuenta sobre su día;
de vez en cuando acabamos hablando nimiedades,
pero nunca es aburrido.
En ocasiones reímos,
tiene un aval infinito de ocurrencias.
A veces es niña, otras mujer, otras veces
se tambalea, quedándose a medio camino
entre la tierra y el cielo.
Describirla, yendo más allá del físico,
es un acto que conlleva toda una vida.
Alguien mencione adjetivos que nunca se han escrito,
invente palabras, porque las que existen no son suficientes.
Ella a veces dice que exagero,
y es que nunca ha sabido ver en sí misma
lo que yo veo a grandes luces.
Por eso me gusta.
La chica que lleva poesía en la boca.
La que vino como lluvia.
La que, siendo ella misma, logró convencerme
de lo muy equivocado que había estado con el mundo
todo este tiempo.
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