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|Capítulo 10: En busca de información|

Stratený Les, Klan de los Nacidos de las Nubes.

El paso de los días se tornó lento.

Entre los deberes que cumplían al estar en aquel Klan, las posibilidades de investigar más a fondo sobre cómo regresar se reducían de manera inevitable para Pouri. Si bien Gael también adelantaba y les mostraba sus avances, continuaba creyendo que no era suficiente. Era incapaz de negar que una parte de él ya no se encontraba tan apresurado por volver al Na'Farko.

Innegablemente, extrañaba a Niarys, pero cuando sus luceros violáceos se posaban en Dante, las dudas surgían y se arremolinaban en su interior; ¿qué debía hacer?

Mientras que, durante esos amaneceres, el Guardián de los Mestizos se aseguró de entrenar a Pouri y Virav en el manejo de la espada. Cuando no debía ausentarse para hablar o supervisar a los Guerreros del Klan, él y Pouri se iban a la torre de vigilancia. Dante disfrutaba hacerlo gemir. Sin embargo, también se desplomaba por días enteros, con más frecuencia que antes, a causa de la fiebre alta. Pese a que buscaba regularizar la energía por cualquier medio existente, seguía sin surtir efecto.

A la hora del almuerzo, Dante revisaba unos de los libros de su protector. Por desgracia, cada tanto frenaba la lectura por la insistente punzada en el pecho, siendo que Pouri lo miraba de reojo.

En eso, Gael carraspeó para llamar la atención de los más jóvenes.

—Podemos ir a otros Klanes y recaudar información...

—¡¿En serio?! —exclamó Syoxi de repente, emocionada—. ¡Genial! ¿Cuándo partiremos?

—Cuando crean conveniente. Al ser un Aventurero, se me permite salir cuando desee —respondió el mayor de los Mestizos.

—¿No habrá problema con la ayuda que prestamos acá? —inquirió Virav después de finalizar la comida.

—No. —Gael desplegó una sonrisa mientras comenzaba a empacar los libros—. El líder sabe que ustedes no desean quedarse en Stratený Les, que buscarán el modo de irse. Lo entiende. Así que, Dante...

El Guardián tenía la vista puesta en los escritos que revisaba; sin embargo, no lograba leerlos en lo absoluto, sin mencionar que su respiración se agitó más de lo usual. Su rostro palideció y una capa de sudor perlaba su frente. De pronto, un ruido resonó en la cabaña cuando su cabeza impactó contra la mesa, producto del desmayo. Presurosos, Gael y Pouri se acercaron. El primero comprobó que otra vez ardía en fiebre. Formó una línea en los labios y retuvo el impulso de maldecir.

»Nos iremos cuando se recupere —agregó y caminó hasta los baúles, donde sustrajo las flores que abundaban en la cabaña. Dispuso los pétalos en un cuenco, junto a la miel, y los machacó con una piedra. Sin pensarlo dos veces, Pouri lo ayudó en lo que le era posible.

Syoxi miró la escena con una ceja enarcada. Le seguía resultando extraño la inesperada cercanía de Pouri con el Guardián de los Híbridos...

—¿No seguirá cayendo enfermo cada vez? —cuestionó en un tono bajo, jugueteando con sus dedos—. Digo, no tengo problema en que nos detengamos para que él descanse de forma apropiada, pero ¿por qué sigue sin mejorar? ¿Es crónico?

—Es por su Soul, ¿no es así? —inquirió Pouri, atisbando a Gael.

—Así es, ¿qué recuerdan de lo que les mencioné?

—Mmm, estar lejos de su Soul afectará su energía, se debilitarán y sangrarán —susurró Pouri en un tono apacible—. Es similar a lo que nos sucede a nosotros cuando encontramos a nuestra conexión especial; un Irog, y este muere o se distancia de nosotros. Nuestro Ha se desestabiliza, algunos mueren por eso también.

—Ellos tienen la mitad de nuestra alma —dijo Gael, acariciando las orejas de Akna, quien se acurrucaba en sus piernas—. La distancia nos afecta, nos destruye de a poco. —Desvió el rostro hacia la cara demacrada del moreno—. Desconozco cuánto tiempo uno puede vivir sin el suyo, pero Dante no mejorará si no regresa con su Soul. Y sabremos que se le acaba el tiempo cuando comience a toser sangre de manera constante.

Terminó de machacar las flores y se acercó al Guardián para cargarlo, llevarlo hasta el lecho. Lo recostó y le puso la pasta en la frente.

»A él le afecta más que a cualquier otro porque también tiene un Soulin, un animal que decidió por su cuenta estar unido a Dante.

En ese instante, los tres habitantes del Na'Farko optaron por permanecer en silencio. Aunque el rostro ensombrecido de Pouri dejaba entrever la preocupación que lo invadía. Presionó los labios en una delgada línea antes de hablar:

—Es indispensable qué estén juntos físicamente, pero ¿las emociones podrían aplacar su malestar? Es decir, como verlos en sus recuerdos o sentirlos de esa forma.

—¿Te refieres a pensar en ellos? No funciona —preguntó Gael con cierta duda.

—Mmm... —Pouri hizo una leve mueca—. ¿Tampoco la sensación de tenerlos cerca? Digo, puedo hacer que los recuerde, que los sienta cerca, como si estuvieran con él. Pero, si eso no ayudará, no tendrá caso... Entonces, ahora sólo toca esperar.

Syoxi arqueó una ceja y se cruzó de brazos.

—Es imposible que pase eso —dijo Gael con una mueca.

Pouri asintió en silencio. Se levantó y, antes de retirarse, de nuevo la voz de Gael lo detuvo.

»Digo, es imposible que pueda sentir a su Soul. Está muy lejos y no existe energía capaz de hacer eso —prosiguió el mayor—. No sé si pudiera mejorar con eso.

—Podría intentarlo —propuso el hombre de hebras albas—. En el peor de los casos, seguiría igual.

Los ojos morados de Gael se abrieron de par en par. Miró al albino y después a Dante, dubitativo. ¿Valdría la pena intentarlo?

—¿Cómo lo harás? —cuestionó con la duda impregnada en la voz.

—Con Ha —susurró a la vez que se colocaba de cuclillas junto a Dante. Deslizó los dedos por la frente de este con delicadeza.

—¿No le dolerá? —preguntó dudoso y viendo con curiosidad la manera en que lo trataba.

—En absoluto —respondió Pouri.

—Eh, Pou, no creo que eso sea buena idea —intervino Syoxi, acariciándose un mechón de cabello.

Pouri le dio un vistazo a la Daivat por encima del hombro y presionó los labios con sutileza. Era incapaz de negar que ella tenía razón. Sin embargo, ¿qué otras alternativas existían? Enseguida, respiró hondo y exteriorizó su Ha en la palma de la mano, el cual era un destello azulino. Se enfocó en el Mestizo, tratando de conectar con él, con su mente: Dante estaba recostado encima de una manta, cerca del portal. Últimamente, frecuentaba estar en aquellos lares, buscaba apartarse de Izel para no sentir esa punzada en el pecho al verla y, a la vez, no reconocerla.

Ahí se encontraba, donde el suelo estaba cubierto de una alfombra de hierbas altas y musgo espeso.

El viento soplaba con fuerza, agitando las hojas de los arbustos circundantes.

Su pecho subía y bajaba a un ritmo lento, tenía la mirada puesta en el claro del cielo. Esperaba la llegada de Gother y Hakim, quienes quisieron dar un paseo por Nebesky Les. A lo que llegó a ver mediante su conexión, se hallaban a pocas leguas de acercarse. Cada tanto, los labios delgados de Dante dibujaban una sonrisa y esos ojos azules adquirirían un brillo.

Observaba el modo en que su lobo blanco se distraía con demasiada facilidad, yendo tras un conejo o para restregarse en algunos campos florales.

Al paso de unos instantes, se levantó y puso su entera contemplación en un lobo blanco que corría hacia él. Con el corazón acelerado, extendió los brazos a los lados, recibiendo en un abrazado a Gother, quien gemía entre sus brazos y lo besaba con finura. Entre tenues risas, Dante lo estrechó. Adoraba el aroma que su Soulin desprendía, era tranquilizante.

Detrás de él, la cabeza de una serpiente emplumada se recargaba en su espalda.

Una extensa sonrisa se extendió en Dante, le fascinaba que lo asfixiaran de esa forma.

Los extrañaba.

Transcurridos diversos minutos, Pouri cesó de exteriorizar su aliento de vida y apartó la mano temblorosa del cuerpo de Dante. Su respiración se agitó, provocando que el pecho subiera y bajara a su cadencia irregular. Parpadeó despacio, varias veces, e ignoró la sensación de distorsión que se apoderaba de su visión. Por otra parte, el Guardián abrió los ojos, cuya vista continuaba borrosa. Arrugó la frente, sin comprender lo que había sucedido.

Con cierta dificultad, miró a Pouri. Y de pronto, le pareció un hombre tan hermoso que el corazón dio un vuelco, quien solo logró dedicarle una apacible sonrisa antes de disculparse y retirarse con un ligero temblor.

Desorientado, Dante no se atrevió a seguirlo, nada más regresó la atención hacia Gael, quien le hizo tantas preguntas que se sintió todavía más mareado.

Una vez que Pouri se alejó de los Mestizos, Syoxi se apresó a ayudarlo y guiarlo hasta la habitación. Allí, lo ayudó a desprenderse de la camisa del uniforme y lo recostó entre las suaves mantas. A pesar de querer reclamarle su acción imprudente, prefirió dejarlo descansar.

Stratený Les, Klan de los Nacidos de las Nubes.

Al anochecer, Dante se encontraba mejor. Lo suficiente para permanecer despierto, leyendo el libro de Gael con la frente arrugada. Nunca pudo dominar el idioma de Gaia, no como Izel. Pese a que detestaba sentirse molesto ante su inutilidad, tampoco admitiría que no entendía por completo. Frente a él, Syoxi lo atisbaba cada cierto intervalo de tiempo. Se dedicó a juguetear con los anillos entre sus dedos, al mismo tiempo que una de sus comisuras descendía.

Mientras tanto, Virav ayudaba a Gael a preparar los alimentos y lo que se llevarían en el viaje. Para ello, el mayor de los Mestizos le indicaba al joven la forma correcta de elaborar cierto platillo, hasta le pidió que viera si el maíz ya contaba con suficiente hongo.

El joven Aisur acataba las solicitudes ajenas con emoción ante lo que aprendía.

Durante ese tiempo, Dante no despegó la atención de los libros.

—¿Partiremos ahora o al amanecer? —cuestionó Syoxi, desviando la atención hacia Gael.

Este la miró con una suave sonrisa.

—Al amanecer.

La Daivat le agradeció. Antes de retirarse, le dio un último vistazo a Dante con el ceño fruncido. Seguía sin comprender por qué Pouri había preferido ayudarlo en esa ocasión. Aun así, intentó no darle importancia y fue hasta la habitación en la que el albino aún reposaba. De inmediato, Dante la siguió. Deseaba hablar con Pouri.

Tocó la puerta de la habitación, Syoxi la abrió. Arqueó una ceja al ver al Guardián allí y se cruzó de brazos.

—Pou está dormido.

Dante la observó de pies a cabeza, se dio la vuelta y regresó a la habitación principal.

Entretanto, luego de que Virav terminó con lo requerido, tomó asiento en la mesa.

—Supongo que será un largo viaje.

—Será cómo una luna oscura. El siguiente Klan no está lejos —respondió Gael, viendo de reojo a su protegido, quien veía cada ciertos minutos el pasillo, como si esperara a alguien.

Cuando Virav captó el gesto del hombre mayor, también fijó su atención en Dante por una fracción de segundo. No pudo evitar rascarse la nuca antes de presionar los labios en una delgada línea. También estaba preocupado por Pouri, de cierta forma. Pero evitó hacer comentarios al respecto.

Al paso de unas horas, Dante volvió a acercarse a la habitación donde se encontraba Pouri. Desde el interior, se conseguía escuchar la voz de Syoxi alterada, reclamando a Pouri por el uso imprudente —y caprichoso— de su Ha para ayudar al moreno, siendo que estaban muy lejos de una Fuente de Vida que estabilizara su Ha. Sin embargo, cuando él golpeó la superficie de la puerta, ella se detuvo y se apresuró a abrir. Al verlo, frunció el ceño y le dio espacio para ingresar sin pronunciar una sola palabra.

El semblante de Pouri se iluminó por un instante, sentado en el lecho.

—Quiero hablar contigo, a solas —manifestó el Guardián de inmediato, viéndolo inexpresivo.

Syoxi entornó los ojos y luego señaló a Pouri.

—Después no digas que no te lo advertí. Con permiso —masculló antes trancar la puerta a sus espaldas.

En eso, Pouri se enfocó en el moreno.

—¿Qué sucede?

Este se sentó en el lecho, frente a él. Llevó una mano a la mejilla contraria y pasó los dedos por esa piel. Ante el tacto, Pouri se estremeció con ligereza.

—Pude sentirte. ¿Qué fue lo que hiciste? —dijo Dante en un susurro.

—Hice que recordaras la sensación de estar con ellos —respondió Pouri en un tono apacible—. ¿Estás mejor?

—¿Por qué? —formuló otra pregunta, sin dejar de acariciarlo.

—Estaba preocupado, ¿debería existir otro motivo? —Pouri no podía ocultar el placer que le provocaban esas atenciones.

—Eso es lo que quiero entender. —Dante pasó los dedos por los labios ajenos durante escasos segundos—. No le agradó a tu compañera que lo hicieras.

Pouri contuvo el aire por un momento antes de soltarlo poco a poco. Sin embargo, arqueó una ceja con sagacidad, ¿qué era lo que Dante quería entender? ¿Acaso había algo que él mismo no estaba captando sobre su relación? Y, además, ¿en qué se relacionaba el hecho de que a Syoxi no le gustara su decisión? Parpadeó varias veces.

—No le tomes importancia, ella se preocupa demasiado —respondió con un dejo de inquietud por las demás preguntas que invadían su entendimiento.

—No me interesa lo que ella piensa de mí —expresó de inmediato, con un rostro inmutable—. Pero me preocupas tú, no lo vuelvas a hacer.

Pouri delineó un apacible gesto al escucharlo, más no respondió.

Dante tensó la quijada ante el silencio. No comprendía las razones de su propia molestia, no querer ver al albino en ese estado. Aunque tampoco deseaba admitir que estaba demasiado angustiado por él. ¿Tenía acaso aceptar lo que ocultaba? Después de todo, ambos tomarían caminos distintos y dudaba que él anhelaba seguirlo. Pouri tenía una hija y debía volver por ella.

No insistió.

Ignoraría la punzada que le oprimía el pecho al enterarse de la condición de Pouri. Habiendo escogido, acercó sus labios a los contrarios y marcó un ritmo lento, suave. No quería apresurar el contacto que le fascinaba. Casi de inmediato, Pouri le correspondió; condujo una mano a la nuca ajena y dejó un rastro de caricias sutiles.

De a poco, Dante lo fue recargando en el lecho, posicionándose encima de él, sin despegar los labios. Metió las manos por debajo de la camisa, repartiendo toques en esa piel tersa. La respiración de Pouri se agitó, dejándose llevar por cada movimiento de su pareja. Le encantaba la sensación cálida que el tacto ajeno proporcionaba en él. Su extremidad descendió despacio por el contorno de la espalda por encima de la ropa.

A Dante le hubiera gustado proseguir, desnudarlo ahí, pero no quería hacerle daño. Se separó del contacto que le cortaba el aliento y trasladó sus labios al cuello blanco para pasar la nariz por esa curvatura, inhalando aquel aroma que lo calmaba.

Un ligero estremecimiento recorrió la piel de Pouri ante aquella acción. Sin poderlo evitar, esbozó media sonrisa y mantuvo sus roces en la espalda ajena.

Stratený Les, Klan de los Nacidos de las Nubes.

El quebrar del alba alumbraba el amanecer en el que partirían a otro bosque.

Acostumbrado a despertarse mucho antes que el sol, Dante terminó de empacar las pertenencias que llevarían para abastecer los alimentos. Se colocó la espada de cristal que tenía adornos de lobos en el cinturón, enseguida, se atavió una capa encima y caminó hasta la habitación en la que descansaba Pouri.

En silencio, se agachó a la altura del hombre de hebras níveas, elevó una mano y le picoteó con suavidad las mejillas, tratando de despertarlo. Lo cual no demoró en suceder. La respiración pausada de Pouri se tornó más profunda. Cuando separó los párpados, esbozó una apacible expresión. No había contemplado la posibilidad de observar aquel hermoso rostro a primera hora del día. Eso provocó que su corazón latiera a un ritmo desenfrenado.

—¿Es hora de partir? —cuestionó en un tono ronco.

—Levántate, hay que entrenar —respondió, con su dedo reposando en la mejilla ajena. Cada tanto, acariciaba la zona.

Pouri lo miró con fijeza por largos minutos antes de desprenderse de las mantas. Tomó la camisa del uniforme y se la colocó.

—¿No te sientes agotado? —inquirió Dante en un susurro, viendo por cada parte del cuerpo contrario para tratar de detectar algo fuera de lugar.

—No —respondió Pouri, sereno. Luego, le hizo un ademán con la cabeza para salir de allí tras tomar su espada—. ¿Qué hay de ti?

—Un dolor de cabeza insignificante —dijo en el mismo tono, siguiendo sus pasos por detrás.

En ese momento, Pouri se cohibió de reprochar debido a la condición previa en la que había dicho algo similar. Esperaba que, esa vez, en verdad fuera insignificante.

Stratený Les, Klan de los Nacidos de las Nubes.

Al salir de la cabaña, a diferencia de los días previos, Dante no se adelantó. Se mantuvo a un costado de Pouri, aunque seguía reservado en palabras.

Durante el entrenamiento, le explicaba con paciencia sus errores y lo tocaba cuando era necesario corregir alguna postura. Para ese punto, Pouri ni siquiera cuestionaba el cambio de actitud; le agradaba. A fin de cuentas, era lo que esperaba de su pareja. No lejos de ello, su mejoría con la espada era notable. No se trataba solo de nociones básicas o intermedias y, por supuesto, lo agradecía a esos entrenamientos con Dante.

Además, también lo consideraba como una oportunidad de pasar un tiempo juntos, a solas.

Luego, el Guardián le comentó a Pouri que podría descansar mientras ejercía los movimientos de artes marciales. Finalizando, se sentó —colocando una manta antes— y extrajo una daga para tocar los detalles de la hoja y empuñadura con delicadeza.

—¿Por qué hiciste aquello, si te agota de esa manera? —insistió Dante. Mantuvo la vista fija en el objeto entre los dedos.

Por largos minutos de silencio, Pouri lo atisbó de reojo. Supuso que ese tema no lo volvería a tocar. Dejó escapar un suspiro y desvió la mirada hacia los árboles en la distancia.

—¿Es extraño que me preocupe por mi pareja? —cuestionó en un tono apacible.

Dante se tensó. Por un leve segundo, sus manos temblaron y arqueó una ceja. Sin embargo, regresó a su cara habitual al instante. No contestó, decidió refugiarse en el mutismo. Guardó la daga en el bolsillo, se acercó a Pouri para ocultar el rostro en su cuello y oler. No sabía qué pensar al respecto, no quería decirle que no lo veía de ese modo, pero de solo imaginar que lo lastimaría, le generaba incomodidad en el pecho.

Pouri apoyó su cabeza de la contraria, jugueteando con los mechones de los cabellos ajenos.

Ante esa respuesta, una sonrisa se instaló en los labios de Dante, quien empezó a besar con suavidad esa piel mientras. La forma en que su corazón se arrullaba en el canto de la serenidad, la manera en que el placer de nada más estar en esa posición, le hacía creer a Dante que valía la pena omitir su verdadero criterio referente a su relación. Si lo decía, corría el riesgo de que él se alejara y su pecho se hundía ante esa suposición.

Mientras que los minutos pasaban, el albino no tenía intenciones algunas de separarse del Guardián. La calidez que esa cercanía le proporcionaba a su alma distaban de las que sintió con anterioridad. Era una sensación que lo reconfortaba, una que Syoxi no comprendía a cabalidad. Parte de él entendía que ella estuviese preocupada, pero ¿cómo podía ignorar todo eso que sentía, todo eso que —a su perspectiva— Dante parecía corresponder? No podía hacerlo; no deseaba dejarlo de lado.

Sin embargo, el recuerdo de tener que regresar al Na'Farko, por Niarys, regresó a él y pesó en su pecho. Era incapaz de abandonarla, mas, en ese preciso momento, tampoco se creía capaz de separarse de Dante.

Inhaló y exhaló hondo, despejando tales pensamientos subversivos.

«Habrá una solución», se animó Pouri. Por ahora, tan solo disfrutaría de la compañía ajena.

¡Gracias por leer!

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