17.
¡Ya no aguantaba más! Yeonjun había limpiado la casa tres veces en el día, regó la huerta, se deshizo de las malas hierbas, recolectó suficiente fruta y leña para una semana, y estaba seguro de que dejaría calvo a Sung si volvía a cepillarle el cabello.
Cuando llegó la tarde y en el firmamento se dejaron ver agradables tonalidades, el peliazul se asomó en la ventana de la habitación para observar al pequeño zorro de dos colas corretear por el pasto que había antes de comenzar el bosque.
Estaba usando una colcha para cubrirse a causa de las bajas temperaturas, ciertamente el invierno cada vez se hacía más notorio. Se preguntó qué estaría haciendo Soobin, si estaría bien, si no tendría mucho frío, si ya había comido...
Era más que evidente su preocupación, y el inminente amor que nació de una pequeñísima semilla la cual, con cada día que pasaba, crecía más y más en forma de enredaderas alrededor de su corazón.
Sin tener nada más interesante que hacer, buscó en la cocina una manzana con la completa disposición de comerla a pesar de no tener hambre. Y realmente hubiese llevado a cabo su objetivo de no ser por un grito que lo hizo detener sus acciones y prestar atención a su alrededor.
—¡Ayuda! ¡alguien ayúdeme por favor!
Yeonjun pudo reconocer que era la voz de un infante, una niña tal vez. El sonido provenía del bosque y por lo distorsionado que se escuchaba podría asegurar que quien sea que gritara estaba a una distancia considerable.
De inmediato dejó la manzana entera sobre la mesa y se deshizo de la colcha que usaba para taparse, saliendo de casa como alma que lleva el diablo.
Afuera estaba haciendo demasiado frío, y realmente lamentó no haberse abrigado más. Pero esto realmente parecía ser una situación de emergencia, por lo cual regresar al interior de la casa en busca de un abrigo no estaba entre sus opciones.
Corrió con gran velocidad y agilidad entre los árboles, esquivando raíces y ramas de manera intrépida. Los gritos de auxilio no dejaban de oírse, razón por la cual se apresuró todo lo que le fue posible.
Luego de unos intensos momentos llegó al lugar del que provenía aquel sonido, encontrándose con un agujero de profundidad media en el suelo, y dentro de él una pequeña niña de dorados rizos. La infante tenía los ojos enrojecidos y las mejillas húmedas por haber llorado, realmente fue un mal momento para ella.
—¿Estás bien? —Yeonjun de inmediato se agachó a la orilla del hueco, intentando comprobar que la pequeña no estuviera herida. Extendió una mano a la niña con la intención de ayudarla a salir de ahí—. Ven, sostente y te sacaré.
La rubiecita de bajita estatura sorbió su nariz y restregó sus ojos. Las lágrimas acumuladas en sus orbes le impedían ver con claridad al extraño que le estaba ofreciendo ayuda, pero ella quería salir de allí para regresar con su padre, quien debería estar en alguna parte del bosque cortando leña. Así que tomó la mano que se le era extendida.
—Bien... uno, dos y —El peliazul tomó impulso antes de decir:—tres. ¡Bien hecho! —De esa manera finalmente la niña de dorados cabellos estuvo fuera de ese agujero. La pequeña se deshizo de los rastros de lágrimas y parpadeó un par de veces hasta lograr aclarar su borrosa visión. Ahora solo quedaba agradecerle a ese amable chico que...
—¡U-un monstruo! —chilló aterrorizada la niña apenas vio a Yeonjun. Su papá le había hablado de las criaturas del bosque y le explicó muy bien que eran despiadados seres que se alimentaban de niños como ella. Se alejó rápidamente del peliazul, mirando con horror los cuernos que habían sobre su cabeza.
Yeonjun no entendía nada, intentó acercarse para calmar a la rubia, pero esta solamente gritó despavorida antes de levantarse y escapar sin dejar de vocear:—¡PAPÁ, HAY UN MOSTRUO!
Más pronto que tarde se escuchó más de una voz, a la distancia Yeonjun percibió el hablar de un hombre, y eso era muy malo. Con rapidez se levantó del suelo y comenzó a correr lo más rápido que su cuerpo le permitió, aún estaba algo confundido, pero su instinto le decía a gritos que regresara a casa, y eso hizo.
Una vez estuvo frente a esa conocida puerta de madera no vaciló al momento de entrar, sintiendo su respiración agitada en demasía y sus manos temblar por el miedo juntado a la adrenalina del momento.
Se dejó caer en la cama y luego de quitarse los zapatos se hizo bolita entre las sábanas, cubriéndose lo necesario para evitar pasar frío. Fue entonces que, estando en la tranquilidad de un hogar, sus ojos picaron ante las inminentes ganas de llorar que hacían acto de presencia.
Porque las inseguridades de Yeonjun no se habían esfumado, simplemente estaba ocultas bajo una venda que acababa de ser removida hasta lograr que saliera a la luz esa vulnerable herida.
—Soobin hyung miente, es un mentiroso —dijo a la nada mientras limpiaba con molestia las lágrimas que ahora escurrían por sus mejillas—. No soy bonito, y-yo... yo
Soy un monstruo.
Yeonjun bajó la cabeza y se cubrió completamente con las sábanas antes de seguir sollozando, hundido en su propia miseria mental. Fue entonces que Sung pareció notar el estado anímico de su dueño, por lo que se levantó de la esquina de la habitación en donde dormía y fue hasta donde Yeonjun, echándose a su lado y moviendo el cobertor con su hocico para llamar la atención del humano.
Y lo logró, porque a los segundos Yeonjun mostró su rostro húmedo y rojizo, hecho un desastre por haber llorado.
—Soobin es un mentiroso, Sung... —dijo el peliazul mientras cargaba en sus brazos al animal de pelaje naranja, acariciándolo en búsqueda de distraerse de los pensamientos que lo atormentaban—. Él no me ama, no puede amarme... ¿quién podría amar a un monstruo?
El zorrito simplemente observaba al humano sin comprender lo que quería decirle, pero aún así prestaba atención.
—Aunque en el fondo... si me gustaría que me amara de verdad.
Porque creo que... realmente lo amo.
Hace unos pocos días fuimos el #1 en Soojun, así que como fui feliz decidí escribir este capítulo.
Pronto volveré con actualizaciones más seguidas, lo prometo.
Eso sería todo, nos vemos en una próxima actualización!!
Rhythms_of_Darkness.
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