03.
Una taza humeante fue dejada frente al peliazul, quien guiándose de su sentido del olfato supo que se trataba de un té de anís. Entre sus temblorosas manos la sostuvo, soplando un poco antes de llevarla a sus labios para dar un primer sorbo a la bebida.
Mientras tanto, Soobin lo observaba un poco/demasiado preocupado por la estabilidad emocional del más pequeño. Le había costado más de media hora calmar su llanto, y aunque le pidió que hablase con él sobre aquello que lo atormentaba al punto de hacerlo llorar, el de azules cabellos se negó rotundamente.
Y al ser consciente de que no tenía nada más para hacer respecto a la situación del chico, lo dejó solo en la cama por unos momentos, mientras revisaba la carne que tenía asando para poder cenar.
Aún no lograba explicarse el motivo por el cual ese peculiar chico vagaba por el bosque, teniendo en cuenta lo peligroso que podía llegar a ser, aún más en el horario de la noche. Pero prefirió no sacar conjeturas y en cambio esperar a que Yeonjun quisiera contarle, no quería parecer un entrometido.
El olor de la carne cocida llegó a su nariz, haciendolo reaccionar y salir de sus pensamientos. Rápidamente buscó algún utensilio para sacarla de la parrilla y dejarla en un plato de cristal. Luego de eso añadió sal y algún que otro aromatizante natural.
—Yeonjunnie, ¿tienes hambre verdad? —Caminando en dirección a donde estaba el chico y sosteniendo en sus manos lo que sería la comida esa noche fue que habló. Observó la taza vacía en manos del peliazul, y dejando el plato con carne y los palillos a su lado, tomó la taza para llevarla a su pequeña cocina.
No había recibido ninguna respuesta a su pregunta, pero el sonidito que emitió el estómago de su acompañante fue suficiente para saber que no se equivocaba. Sonriendo levemente se acercó hasta tomar asiento en la cama, justo al lado del chico que aún no se atrevía a probar bocado.
—Puedes comer Yeonjunnie —alentó al más bajo, quien dudó mucho antes de tomar un pequeño trozo de carne, el más diminuto que había en el plato. Soobin, ante este hecho tomó con los palillos una porción más grande y la dirigió a los labios contrarios, deteniéndose un par de centímetros antes solo para pedirle que abriera la boca.
Yeonjun, un poco cohibido hizo lo que el más alto le pidió, tomándose un tiempo para masticar correctamente la comida y no terminar atragantándose.
—Estás muy delgado... —Luego de ese comentario detalló las facciones contrarias, eran suaves y un poco aniñadas. Sus labios formaban una especie de piquito y se veían un algo resecos a simple vista. Luego de eso observó aquellos peculiares cuernos que cargaba sobre su cabeza, no eran muy grandes, pero lo suficiente como para parecerles pesados de llevar todo el tiempo.
¿No le dolerá la cabeza por el peso?
— Yeonjunnie... —Por unos segundos guardó silencio, simplemente observando al contrario comer tímidamente—, ¿Qué edad tienes?
En silencio observó como Yeonjun parecía pensarlo mucho, hasta que alzó la mirada de manera que hicieron contacto visual finalmente. Sus ojitos tenían un pequeño brillo especial, aunque era tan diminuto que fácilmente podría pasar desapercibido.
Me gustaría que sus ojitos brillaran más. ¿Qué debo de hacer para lograrlo?
— Diecinueve... —Respondió de una vez, empleando para ello una trémula voz que fácilmente se confundiría con un susurro.
—Eres menor que yo, aunque no por mucho —Le hizo saber al menor, a la par que llevaba un trozo de carne a sus labios para deleitarse con el sabor. Una vez había terminado de ingerir el alimento volvió a hablar—. Tengo veintiun años.
—Eres... eres mi hyung.
Decir que escuchar la tenue voz de Yeonjun no era todo un placer para él, sería una blasfemia. Le llenaba de emoción ver el pequeño progreso del chico en tan poco tiempo, ya que en un principio se negaba a emitir palabra.
—Mjm, aunque no es necesario que me llames hyung, solo si quieres hacerlo.
—Yo quiero...
—Entonces está bien —seguido a sus palabras le regaló una pequeña sonrisa a su acompañante. Luego de eso se sumieron en un silencio para nada incómodo, más bien era reconfortante, ya que sabían que a pesar de no estar hablando se hacían compañía el uno al otro.
Esa compañía que desde hace muchos años no tenían.
Cuando terminaron de comer Soobin se encargó de lavar la vajilla, el peliazul se había ofrecido tímidamente a ayudarlo más el semi elfo se negó, argumentando que debía hacer reposo a su oierna herida.
Regresó luego de limpiar el desastre que había hecho en su cocina, y luego de secar sus manos con un pequeño paño le avisó a Yeonjun que cambiaría los vendajes. Pues estos se habían manchado de sangre.
—Puede que duela un poco, pero definitivamente será menos que al principio —advirtió, tomando asiento junto al menor, quien solamente asintió y acomodó su pierna de manera que fuera más fácil para Soobin cambiar los vendajes.
Atentamente observó cada uno de los movimientos del contrario, quizás observando de más sus grandes y estilizadas manos mientras que estas ágilmente retiraban las vendas sucias y colocaban unas nuevas sobre su herida. Hizo una mueca de dolor cuando sintió un poco de presión en el vendaje, pero no se quejó ya que era necesario para que este no cediera fácilmente.
—Listo, ahora a descansar que es bastante tarde. Perdón que no te ofrezca tomar un baño, es que verás, el río queda algo lejos y ya casi es media noche. Pero prometo que mañana temprano buscaré agua para que puedas bañarte —Explicó con paciencia la situación y sus motivos, esperando no incomodar a Yeonjun.
Pero no sabía que el chico con cuernos se sentía más que feliz por haber comido y tener una cama donde dormir, además de la agradable compañía del mayor. Así que sería incapaz de reclamarle algo.
—N-no te preocupes hyung, yo entiendo.
—Bueno, al menos te puedo ofrecer un cambio de ropa, tengo algunas que serán más cómodas para dormir —Al lado de la cama había una especie de mesita de noche, aunque un poco más grande que normalmente y además contaba con una gaveta. De la misma sacó unos shorts cortos y una camiseta, ropa que había comprado en el pueblo hace unos pocos meses así que aún conservaban su llamativo color.
La extendió al menor, quien agradeció en voz baja y se quedó observandolo en silencio.
—¿No vas a cambiarte? —inquirió Soobin.
—Eh... no, no mires.
Y solo así el semi elfo fue conciente de la situación, luego de disculparse por su imprudencia avisó que estaría unos minutos en la cocina, dándole tiempo suficiente a Yeonjun para cambiarse de ropa.
—¿No te lastimaste? —Una vez había vuelto se encargó de preguntar por el estado de la herida del peliazul. Yeonjun negó varias veces y solo así Soobin pudo quedarse en paz.
Ambos estaban demasiado cansados, había sido un día largo y un poco agitado.
—Espero que no te moleste compartir cama... igual si quieres puedo dormir en el suelo.
Soobin, mientras decía aquellas palabras se tomó el tiempo necesario para cerrar bien la puerta y todas las ventanas, asegurándolas lo más posible.
—No, no me molesta...
El de puntiagudas orejas realmente agradecía que su entorno fuera silencioso a esas horas, de lo contrario no tendría la dicha de escuchar la suave voz de Yeonjun.
Una vez ambos estuvieron recostados sobre la cama apenas podían cerrar los ojos, tenían sueño, si, pero los pensamientos revoloteaban en sus mentes al punto de hacerles imposible caer dormidos. Pasaron los minutos, y cuando Yeonjun supuso que el contrario ya había caído en los brazos de Morfeo, preguntó:
—¿Por… por qué haces esto? ¿Por qué me tratas tan bien?
El de azulados cabellos llegó a pensar que su pregunta no fue escuchada, así que suspirando se acomodó para intentar dormir.
—Porque veo soledad en tus ojos, y quiero eliminarla, Yeonjunnie.
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