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01.

Era una noche que se sentía bastante solitaria. Pero en un abrir y cerrar de ojos la oscuridad se desvaneció.
Y florecieron bajo la luz del sol recuerdos de nosotros juntos.

> My You.

Ep_01.

Una suave brisa de primavera despeinó los cabellos de aquel chico, quien acompañado de su arco y flechas deambulaba por el bosque. Soobin sentía que últimamente los días estaban siendo más largos que de costumbre, tal vez se debía a que su soledad no era tan divertida después de todo, y cuando regresaba a casa luego de cazar algún animal para la cena no tendría a nadie esperando por él...

O simplemente se debía al cambio de estación.

Si tuviéramos que escribir en papel la vida de Choi Soobin, no necesitaríamos más de una hoja. Creció en el pueblo, siendo de clase media e hijo de madre soltera, quien había muerto cuando él solo tenía 12 años. Los pueblerinos desde un inicio se alejaron de él, tachándolo de marginado o de monstruo.

Es que, verán, a su madre se le ocurrió la brillante idea de enamorarse y tener un hijo con un elfo del bosque, por lo que ahora Soobin contaba con dos puntiagudas orejas que sobresalían de su cabello, a pesar de tenerlo un poco largo y despeinado la mayoria del tiempo. Todo después de eso se resume en que tuvo que irse del pueblo tras la muerte de su madre, construyendo su propia casita en el bosque.

Y aunque suene deprimente, él nunca lo vió así, era un antisocial de primera y prefería mantener distancia.

Pero no podía negar que a veces, solo a veces deseaba sentirse querido

Volviendo a la realidad, escuchó un leve ruido entre los arbustos, y sus ojos captaron el leve movimiento de las ojas. Con mucho cuidado e intentando no hacer ruido se escondió detrás de un árbol, teniendo un ángulo perfecto para poder disparar.

Los cuernos de lo que parecía ser un ciervo se asomaron lentamente, y esa fue la señal que necesitaba Soobin para apuntar y disparar una de sus flechas al animal.

Esa noche cenaría carne asada, o ese era su pensamiento, hasta que escuchó un quejido bastante humano a decir verdad.

— ¡Auch!

¿Ahora los animales hablaban?

— ¿Quién anda ahí? —preguntó Soobin, más preocupado que asustado. Pero nadie respondió a su llamado, así que en pasos silenciosos comenzó a acercarse al arbusto.

Fue entonces cuando lo escuchó, un llanto casi silencioso. Terminó de acercarse y apartó las ramas que le impedían ver, encontrando así algo que jamás imaginó.

Era un chico, de cabellos azules y cuerpo delgado, su vestimenta consistía en túnica de piel de león bastante larga, junto a una manta rayada, tal vez hecha del cuero de algún tigre.

Pero el detalle que sin duda más resaltaba estaba sobre su cabeza, el chico tenía cuernos, si, como los de un ciervo. Y entonces Soobin recordó un detalle demasiado importante.

—¿Estás bien? ¿Te lastimé?— Dejó de lado su arco y flechas para acercarse al chico, pero este retrocedió de inmediato, temblando de miedo y sin dejar de llorar. Eso hizo que Soobin se percatase de lo muy asustado que se encontraba el peliazul, y era de esperarse —No voy a hacerte daño, solo quiero ayudar —Notó que el desconocido con cuernos cubría su propia pierna, y esta comenzaba a sangrar poco a poco, lo que más temía había ocurrido, lastimó al chico— ¿Me dejas ver la herida? Prometo ayudarte a sanar.

Un asentimiento fue todo lo que recibió como respuesta, el de azules cabellos parecía estar un poco, solo un poco más calmado, aunque aún no se confiaba de la bondad del extraño chico de orejas puntiagudas.

Soobin tomó las manos del contrario para apartarlas de la herida y poder analizarla con cuidado, definitivamente era su culpa, pero quería intentar remediarlo.

— No debiste sacar la flecha tan pronto sin tener como cerrar la herida, estás perdiendo mucha sangre — Dijo con suavidad, temiendo alzar la voz y asustar al más pequeño. Tomó entre sus dientes su propia camisa y rompió un pedazo de esta, presionandolo sobre la piel lastimada del peliazul para detener el sangrado. Pensó unos minutos en como curarlo, pero no traía nada consigo que le fuera realmente útil, todo estaba en su casa.

¡Por supuesto! ¡En casa! ¿Cómo no se le ocurrió antes?

— Oye, necesito que me acompañes a mi humilde morada para poder sanarte bien, ¿si?

El contrario negó varias veces y Soobin suspiró, no sabía que decirle para convencerlo. O tal vez...

— ¿Te gustan las galletas de anís? —En respuesta recibió un asentimiento, así que lo tomó como señal para seguir hablando— Si vienes a casa conmigo prometo hornear muchas galletas solo para tí, ¿vale?

Vió la duda florecer en sus ojos por unos instantes, sonrió cuando el chico con cuernos asintió suavecito y con cuidado lo sostuvo en sus brazos.

Era tan liviano como una pluma, y eso a Soobin no le agradó.

"Haré que coma mucho cuando llegue a casa"

Con ese pensamiento en mente recogió su arco y sus flechas con el objetivo de volver a casa. Vaya, ese día no podía ser más impredecible, salió en busca de comida y regresó con un chico bastante peculiar en sus brazos. Observó el rostro del chico que sostenía en sus manos, tenía rastros de lágrimas secas en sus mejillas pero ya no lloraba, ahora más bien parecía analizar todo a su alrededor con los ojitos bien abiertos.

Su rostro se asemejaba a un zorrito del desierto, tan lindo.

Caminaron entre muchos árboles, o más bien Soobin caminaba mientras el desconocido en sus brazos observaba con detenimiento las ardillas que traviesamente corrían entre las ramas. No muchos minutos después llegaron a casa del semi elfo, no era muy grande, pero tampoco tan pequeña, era acogedora y cálida.

Soobin dejó al chico herido en un rústico asiento al lado de la cama, apresurándose en buscar su pequeño botiquín de primeros auxilios improvisado. En una de sus visitas pasadas al pueblo compró algunas cosas que le serían útiles justo en este momento.

Se puso de rodillas frente al chico, quien curioso analizaba todo a su alrededor. Abrió la pequeña maleta y la dejó a su lado, para seguidamente retirar la tela que cubría la herida del peliazul.

— Esto va a arder un poco... perdón, fue mi culpa después de todo —No le dió tiempo al contrario de reaccionar cuando ya estaba limpiando la herida con agua oxigenada y alcohol. Vió su rostro contraerse en una mueca de dolor y se aseguró de terminar todo lo más rápido posible.

Suficiente había sufrido ya el pequeño, y precisamente por su culpa.

— Ya está, fuiste un buen chico eh... ¿cómo te llamas? —Inquirió con la esperanza de saber el nombre de aquel desafortunado chico al que confundió con un ciervo, pero su emoción se apagó cuando no recibió respuesta alguna— ¿No puedes hablar? ¿No entiendes mi idioma?

Nuevamente no obtuvo respuestas, así que se rindió. Volvió a observar el vendaje que había aplicado sobre la pierna herida del contrario y se veía bastante resistente. Sin tardar mucho más guardó el botiquín y miró por la ventana.

Estaba anocheciendo y aún no conseguía comida.

Volvió a mirar al chico, estaba muy tranquilo a decir verdad. Si fuera él no habría aceptado la ayuda de un total desconocido y menos aún dejarse llevar hasta su casa.

Eso lo hizo cuestionarse que tan mal la había pasado el peliazul como para que se notara tan tranquilo con alguien que nunca había visto.

Suspiró, estaba sobre pensando las cosas.

— Necesito ir a buscar comida para la cena, ¿prometes esperarme sin moverte de aquí? —habló una vez se encontró nuevamente frente al extraño con cuernos, este asintió y eso dejó un poco más tranquilo a Soobin—. Si quieres puedes usar la cama, debes estar cansado. ¿Quieres que te ayude a acostarte?

Ya se había acostumbrado a que el peliazul respondiera con leves movimientos de cabeza, así que luego de que este asintiera el semi elfo lo tomó con delicadeza entre sus brazos, dejandolo con cuidado sobre el colchón y arropándolo enseguida.

— No tardaré ¿vale? Y no pienses que olvidé las galletas de anís que te prometí.

Ante ese comentario los ojitos del chico brillaron, un brillo tan hermoso y único.

Soobin se despidió, y estuvo a punto de irse, mas algo lo detuvo.

Una mano tomando la suya, un toque tan cálido y nuevo para ambos.

—Yeon... jun —pronunció con dificultad el de azulados mechones, con la voz algo rasposa y apagada—, soy Choi Yeonjun...

El castaño sonrió como hace mucho no lo hacía, sintiendo una nueva sensación en el pecho la cual no sabría distinguir.

— Y mi nombre es Soobin, un placer conocerte Yeonjunnie.

           

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