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❄Capítulo 01❄

Cuando era niño, mi padre solía decir que la nieve nunca mentía. "Es pura, fría y sincera", decía con solemnidad. Siempre creí que algún día comprendería mejor su manera de pensar. Ahora, con 21 años, todavía busco mi verdadero propósito.

Desde pequeño, sentí una conexión inquebrantable con nuestro reino. Mi padre, un rey justo y amado, había cultivado un legado que parecía inalcanzable. Las expectativas sobre mí eran como una montaña que debía escalar, pero cuyo pico nunca lograba distinguir. Con cada día que pasaba, el miedo crecía, y la salud de mi padre se deterioraba a un ritmo alarmante.

El hechicero real hacía lo imposible por salvarlo, pero su enfermedad avanzaba como el invierno implacable.

—Ve a festejar junto al pueblo, hijo —dijo mi padre desde su cama, su voz cargada de una ternura que escondía su dolor.

—No quiero dejarte solo, papá —respondí, intentando sonar seguro, aunque mi corazón se partía en mil pedazos.

—Hoy es Navidad, y sé cuánto amas esta festividad. Además, la aurora boreal solo ocurre una vez al año. No quiero que te la pierdas.

Aunque me resistí, al final obedecí. Salí del palacio, dejando atrás la tenue luz que se filtraba por las ventanas, tan pálida como el sol invernal.

Winterveil, nuestro reino, era un lugar mágico. La nieve caía constantemente, como si el tiempo estuviera congelado en un perpetuo invierno. Las montañas escarchadas se alzaban en el horizonte, rodeadas de bosques donde los árboles parecían estar decorados con cristales de hielo. Los ríos congelados serpenteaban entre los valles, formando paisajes que parecían sacados de un cuento de hadas.

El pueblo estaba lleno de vida. Las calles estaban adornadas con faroles de hielo que reflejaban los colores de la aurora boreal, y los habitantes se habían reunido para celebrar. La música resonaba en el aire, mezclándose con risas y canciones tradicionales. En el centro, un árbol gigantesco decorado con luces mágicas brillaba intensamente. Los niños corrían, lanzándose bolas de nieve, mientras los adultos compartían historias alrededor de fogatas encantadas que nunca se apagaban.

—Pensé que no vendrías —dijo una voz dulce detrás de mí.

—¿Qué pasó? ¿Tanto me extrañabas? —respondí con una sonrisa coqueta al ver a Crystal, la hija del hechicero real.

Su risa fue clara y encantadora.

—No te creas, majestad. Pero sabes lo que quiero, ¿cierto? —dijo, con esa chispa juguetona en sus ojos.

—Deberíamos ir a nuestro lugar secreto —sugerí, inclinándome hacia ella.

—¿Su majestad invitándome a un encuentro clandestino? Me siento halagada —respondió, haciendo una reverencia exagerada.

Mientras caminábamos hacia nuestra pequeña cabaña en el bosque, me detuve de repente. Ansias contenidas me invadieron y, sin pensarlo demasiado, la atraje hacia mí. Al unir nuestros labios, la familiar magia se desató. Lo que había comenzado como un juego entre dos corazones inquietos ahora se sentía como el deseo más profundo e irrefrenable. Ella tenía poder sobre mí, y en ese beso le entregué una parte de mi alma.

—Me encantas, Taehyung —susurró sobre mis labios, y su voz fue como un dulce eco que vibró en mi pecho.

—Tú no tienes idea de lo que me haces sentir, Crystal —nuestros ojos se encontraron, azules como el hielo que cubría nuestro reino, y por un momento el mundo dejó de existir.

El sonido de un búho con plumas de hielo nos hizo separarnos con un ligero sobresalto. Había olvidado cuán vivo estaba este bosque encantado. Criaturas majestuosas lo habitaban: ciervos plateados cuyas astas resplandecían como cristal y zorros de nieve que dejaban rastros de luz tras sus pasos.

—Tae Tae, mira —dijo Crystal, señalando hacia el cielo. La aurora boreal comenzaba a teñir la noche con un espectáculo de luces danzantes—. Es hermosa -murmuró, su voz llena de asombro.

—Sí, lo es —respondí, pero mis ojos estaban fijos en ella.

Nos quedamos un rato apreciando el espectáculo celestial, mientras la nieve amortiguaba todo sonido, como si el universo mismo se hubiera detenido para observarnos. Cuando las luces comenzaron a desvanecerse, continuamos nuestro camino hacia la cabaña.

Al llegar, encendí la chimenea, y pronto la calidez del fuego llenó el espacio. Pero, para mí, el único calor que importaba era el que ella irradiaba con cada mirada y cada sonrisa.

Me acerqué lentamente, como un lobo acechando a su presa.

—¿Sabes cuánto he esperado este momento? —murmuré, atrapándola contra la pared, sosteniendo sus muñecas con una suavidad firme.

Ella alzó el rostro, sus labios apenas rozando los míos mientras respondía con un tono juguetón y desafiante.

—¿Me deseas tanto como yo a ti?

—Más de lo que puedes imaginar —mis palabras eran una confesión, un susurro cargado de verdad.

La atracción entre nosotros era tan poderosa que todo lo demás desapareció. El fuego iluminaba sus rasgos, destacando cada línea, cada curva que me volvía loco. Esa noche fue nuestra, llena de susurros y promesas. Cada caricia, cada beso era una declaración de lo mucho que significábamos el uno para el otro.

La hice mía, como cada noche que nos encontramos a escondidas. Su piel era mi perdición y cada jadeo que escapaba de sus labios era música para mis oídos.

—Quiero oírte —dije, mi voz estaba ronca y mis labios apenas rozaron los suyos—. Quiero oír cada gemido, cada suspiro. Déjame saber cuánto me necesitas.

—Tae... —jadeó, perdiéndose en las sensaciones. Su cuerpo respondió al mío con una urgencia primitiva y no tardamos en alcanzar el clímax.

Me dejé caer a su lado, recuperando el aliento. Ella me abrazó y no pasó mucho tiempo para que se quedara dormida. Hice lo mismo y la noche pasó rápidamente.

A la mañana siguiente, mientras nos dirigíamos de regreso al Palacio, su curiosidad rompió el silencio.

—Tae Tae... —murmuró, captando mi atención de inmediato—. El Palacio es hermoso. Siempre me he preguntado cómo lo construyeron. ¿Cuánto hielo usaron?

No pude evitar reír ante su pregunta, tan ingenua y, al mismo tiempo, llena de asombro.

—El Palacio está hecho de hielo encantado —le expliqué—. Según los registros, diez hechiceros trabajaron juntos para levantarlo.

—Wow... —murmuró, sus ojos brillando con fascinación mientras una sonrisa iluminaba su rostro.

Me quedé observándola, maravillado por su capacidad de encontrar belleza en todo. Crystal no solo era la hija del hechicero real; para mí, era un destello de vida en medio del frío perpetuo de Winterveil.

El aire helado del Palacio parecía más pesado esa mañana, como si algo oscuro lo envolviera. Crystal y yo caminamos por los pasillos de hielo encantado, sus botas resonaban con un eco extraño. Todo parecía más silencioso de lo habitual, como si las paredes mismas nos estuvieran observando.

—¿Cómo logras que este lugar se sienta cálido? —preguntó ella, rompiendo el silencio, mientras sus dedos rozaban una de las columnas de cristal.

—No lo sé. Tal vez sea porque tú estás aquí —mi respuesta fue honesta, y un leve rubor cubrió sus mejillas.

Nos detuvimos frente al gran salón, donde los hechiceros del reino se reunían. Crystal parecía dudar antes de entrar, sus ojos azules reflejaban una inquietud que no entendía.

—¿Estás bien? —pregunté, pero ella solo asintió con una sonrisa forzada.

—Sí, solo necesito ver a mi padre un momento. Quédate aquí, ¿de acuerdo? —su tono era dulce, pero también parecía una súplica.

La observé entrar al salón, el sonido de la puerta cerrándose detrás de ella resonó en mi pecho como un mal presagio. Me quedé afuera, mirando las esculturas de hielo que adornaban el pasillo, intentando distraerme.

Sin embargo, un leve murmullo desde el interior del salón captó mi atención. Me acerqué a la puerta, con cuidado de no hacer ruido. La voz del hechicero real, fuerte y autoritaria, se alzaba por encima de la de Crystal.

—¡No me mientas, Crystal! Sabes que necesitamos el secreto del Palacio. Dime cómo fue construido o habrá consecuencias.

—Papá, yo amo a Taehyung. Ya olvida eso, el rey se pondrá bien pronto —respondió Crystal, con firmeza y súplica.

El hechicero bufó, su voz se volvió aún más cruel:

—Eres una maldita ingrata. Tan inútil como tu hermano, pero al menos él tuvo la decencia de irse. Tú ni eso puedes hacer, pero no importa, aún puedes servirme.

Cada palabra de ese hombre me encendía por dentro. Apreté los puños, deseando entrar y enfrentarme a él, pero sabía que su magia era poderosa. Mi mano se dirigió lentamente a la perilla de la puerta, decidido a protegerla, cuando una voz a mis espaldas me detuvo.

—Majestad, su padre desea verlo —dijo uno de los guardias con tono grave.

Me giré para mirarlo, mi confusión era evidente.

—¿Mi padre? —pregunté.

—Sí, mi señor. Ha pedido verle de inmediato. Dice que debe comunicarle su último deseo...

Gracias por leer el primer capítulo de "Crown of Frost."

Ya había subido antes la historia pero la bajé. Decidí volverla a subir porque aquí nos gusta experimentar cosas nuevas. 😂 Vamos a ver que pasa. 🙈

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