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Capítulo 2.




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La perfección es una pulida
corrección de errores.
–Mario Benedetti.
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Noble Blood [Crown]
CAPÍTULO 2.
P E R F E C C I ÓN.

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—Te casarás con el primogénito de los Jung.

     La noticia fue anunciada una vez pasaban al postre. El hombre entrelazó sus dedos sobre la mesa y miró detenidamente a su único hijo, analizándolo de forma detallada tratando de encontrar algo que reprochar.

     En cambio, Yoongi no reaccionó mal en absoluto, simplemente apretó sus labios de forma discreta antes de soltarlos tan pronto como reparó en su simulada reacción. Con su mirada hacia el frente, sin mirar siquiera a su madre quien se hallaba cerca de su dirección.

—¿Es así? —cuestionó con indiferencia, sintiendo la reprimenda de su padre solamente por actuar así, rápidamente agregó—. Y puedo preguntar, padre, ¿cuándo se acordó este movimiento?

El hombre cerró los ojos, sabiendo que no podría regañarlo como deseaba debido al cambio de tema, contestó entre dientes: —Ya teníamos una deuda que saldar cuando ellos nos ayudaron a tomar ciertas tierras importantes, por lo que esa maldita puta nos vendió a su hijo convenientemente en cuanto se presentó como Omega.

Yoongi analizó la situación. La forma tan vulgar y descortés en las que su padre se dirigía no sólo a quien sería su futuro esposo, sino a quien después de eso llamaría suegra, le hizo hacer una mueca interna y a gruñir de igual forma. No había forma de demostrar su disgusto y menos enfrente de su padre, quien si lo deseara, podría volver a castigarlo como cuando tenía siete años y la rebeldía usual de la edad se presentaba. Su espalda cosquilleó cuando recordó los azotes proporcionados en la zona.

Las puertas se abrieron dejando el paso libre a la servidumbre quienes venían para servirles el postre. Una manzana asada con guinda encima fue demostrada enfrente suyo al bajar su mirada. Su índice tamborileó en su rodilla en señal de descontento.

—Pero tranquilo hijo, Hoseok es un encanto, hermoso por fuera, dócil y tranquilo, sin duda sus padres le han enseñado cómo ser un Omega adecuado. —calmó su madre con un entusiasmo que no le llegaba a los ojos.

Yoongi asintió sin voltear a verla.

Su padre gruñó.

     —Cállate mujer, no es más que un Omega de muchos, si no fuera porque nos quitarían esas tierras que aseguran un tratado ni lo habríamos elegido o si quiera considerado para ser un esposo decente —el desagrado se notaba en su voz—. Pudimos haberte casado con la hija de los Lee, o mínimo con algunas de las hijas de los Park del oeste.

     El hombre tomó los cubiertos correspondientes con fuerza y comenzó a cortar con desagrado y a masticar con disgusto. Sin molestarse en disimular, ni siquiera tragó el pedazo ingerido, escupiéndolo en el plato hasta incluso manchar el mantel blanco; lanzó los cubiertos a la mesa con enfado y rápidamente se levantó.

     —¡Esto es asqueroso! ¡Repugnante!

     Y una vez juzgado la comida que, para gusto de Yoongi, estaba bien asado y sabía igual que las veces anteriores, igual de insípido, el hombre salió del comedor con una furia sorprendente para los nuevos ojos pero usual para su esposa e hijo. La mujer suspiró y, deshaciéndose de su semblante comúnmente apacible y hasta amigable, fulminó con la mirada a su hijo.

     —Más te vale que no vuelvas a enfadar a tu padre, te casarás con ese imbécil aunque no quieras —le reprendió; en consiguiente tomó la mano que se hallaba al lado del plato de su hijo y la apretó de tal forma que sus uñas se enterraron en la piel lívida y que la mujer envidiaba—. Lamentablemente te conozco como la palma de mi mano para saber que no estás contento con este desagradable matrimonio, te cargué por nueve tortuosos meses.

     Las uñas de la mujer se arrastraron mientras se levantaba y caminaba con elegancia a la salida del comedor.

     —Los invitamos a quedarse aquí por el tiempo en que ustedes se conocen y nosotros arreglamos unos asuntos hasta que finalmente se casen. Aproximadamente vendrán en una semana, pero ojalá los dioses les presenten una calamidad en el camino y si no los mata, mínimo resulte en retraso.

     La mujer finalmente salió de ahí, saltando maldiciones por lo bajo.

     Una vez quedó sólo, Yoongi abrió su mano y miró con impasibilidad las marcas en su palma y las gotas de sangre que escurrían de ellas. Apretó su puño antes de levantarse y salir con calma del comedor, al contrario de sus padres quienes de alguna u otra forma debían estar juntos, él se retiró con destino a los campos traseros, ahí donde la naturaleza fluía con gran gozo y a lo lejos los miles de árboles coloridos se alzaban orgullosos.

     Sus pasos siempre fueron tranquilos, inclinando la cabeza para corresponder los saludos de los guardias que yacían por aquellos lares. Su semblante neutro quebrantó cuando, al dar vuelta en un grupo más denso de árboles, finalmente se perdió de la vista de cualquiera. Su manos, hombros y postura tensa y firme finalmente se relajaron al topar con cierta puerta de madera que, de forma discreta, él mismo había hecho a espaldas de su padre en cuanto pasó por clases de carpintería básica. Al abrir la puerta, inhaló el aire fresco que la tranquila zona ahí portaba, se guió por el camino de piedra hasta bajar a cierto arrollo de aguas claras, poseedor de varios peces de distintos colores. Ciertamente era una vista hermosa.

     Yoongi, relajado y fuera de cualquier ojo crítico, saltó sobre unas rocas del arrollo hasta lograr pasar al otro lado, debido a la experiencia, sus prendas estaban prácticamente secas.

     Tenía un propósito para haber cruzado: necesitaba desahogarse.

     Sus pasos fueron más descuidados, apresurados y tan fuera de su clase que si sus padres lo vieran estaba seguro que escupirían un chorro de sangre debido a la rebeldía e irresponsabilidad de su hijo. Pero poco le importaba ahí y ahora.

     No tuvo que caminar mucho antes de encontrar lo que desde un inicio venía a buscar.

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Con sus pesadas y acaloradas vestimentas carmines, se dirigió al lado de sus padres. Su madre portaba una sonrisa sutil y una mirada apacible, mientras que su padre... bueno, él muy contadas veces cambiaba de expresión, estando en mayoría severa, con su estoica y penetrante mirada; algo que desgraciadamente compartían.

A diferencia de sus padres, él no se molestaba mucho en ser sutil con su descontento, sus puños apretados a sus costados hablaban por él. Le molestaba la idea de tener que esperar por más de una hora a que los invitados llegaran, le causaba migraña el siquiera pensar en que tendrían que soportarlos por semanas e incluso meses, todo para después contraer matrimonio con un Omega a quien, según su padre, había sido educado para ser dócil y un leal servicial a su esposo.

Lo que menos deseaba era tener que tolerarlo, especialmente a ese Omega.

Yoongi nunca deseó contraer matrimonio, es más, esperaba que en su reinado pudiese adjudicar la posibilidad de abolir dicha ley. Al menos las omegas que le ofrecían para pasar su celo le habían otorgado una muy mala imagen de lo que era ser sumiso, de lo que era ser servicial; cada vez que se presentaba su celo podía distinguir el terror en cada una de ellas, pidiendo algún milagro que las liberara de ahí. El siquiera recordar el suceso era desagradable, más aun cuando, en un acto muy impulsivo, se doblegó ante sus instintos.

Su madre movió sutilmente una de sus manos hasta una de las de su hijo y, milagrosamente, logrando que él aflojara sus puños. Claro, no hacía falta mencionar lo poco delicado que fue su acto.

—Al menos relájate un poco, será tu esposo, dale una buena imagen. —exigió con su mirada apacible.

Una que era penetrante e intimidante si eras detallista.

De mala gana, Yoongi hizo caso. Aflojó sus manos a sus costados y las colocó en su espalda, entrelazándolas con la etiqueta debida. Si bien sus palmas se sentían resentidas por sus uñas cortas o su fuerza, su brazo de todos modos no se salvó.

Su mirada se paseó por los alrededores, viendo a la servidumbre casi correr por la sala principal, algunos llevando tela hacia las habitaciones de los huéspedes, otros tantos cargaban varios objetos a modo de reubicarlos y hacerlos ver más estéticos, donde sea que vayan a colocarlos. Un detalle que pudo distinguir fue a las señoritas, quienes murmuraban entre ellas con sonrisas cómplices, algunas veces lo miraba, otras simplemente supuso que estarán hablando del joven que llegaría ese día.

Inhaló profundamente. Sus caja torácica recibiendo el aire y reteniéndolo por un tiempo. Sus dedos tamborilearon en su brazo, zona la cual ahora ardía.

No tardó mucho en cuanto un hombre de apariencia alta se acercó a su padre, inclinándose para susurrarle al oído; no tuvo que pensar mucho para suponer lo que le había dicho. Su padre simplemente asintió, entendiendo la información que recién le habían otorgado.

—Abran las puertas ya. —demandó con la mano extendida.

Su exigencia fue inmediatamente acatada, en el exterior las grandes puertas del casi oxidado portón se abrieron a la par que las de la primera entrada principal. A las orillas tanto unos cuantos guardias como otros tantos jóvenes de la servidumbre se posicionaron con la etiqueta debida, a la espera de ser llamados si algo surgía o les era requerido.

Su padre descendió los pocos escalones que elevaba la base donde los tronos de los reyes y del heredero estaban colocados. Fue la acción del hombre la que dictó que debían avanzar para recibir ellos mismos a quienes en un futuro serían unos aliados o muy cercanos familiares, su madre lo siguió a la par mientras que Yoongi yacía unos pocos pasos detrás de ellos. Cada paso era como un eco abrumador que resonaba con frialdad en la sala, sus tacones eran bastante indiscretos y no le provocaban más que repulsión de lo que sucedería, como una conexión que la vida quería que tuviera de la realidad.

Al momento de llegar a la primera entrada principal, los tres se posicionaron lado a lado, Yoongi levemente alejado de ambos mientras que sus padres lo bastante juntos como para denotar su postura en el reino y su supuesto matrimonio. Un romance que no era más que falacia pues eran evidente las intenciones que su madre planeó conseguir al casarse con su padre, o incluso lo que sus abuelos maternos habían planeado conseguir.

Por el rabillo del ojo, a la lejanía, dos personas con atuendos un tanto opacos debido a sus tonos, caminaban lado a lado, la mujer, con el cabello levantado en un ostentoso peinado, mentón en alto, mirada afilada y sonrisa engreída, se colgaba del brazo de su marido quien, sin lograr disimularlo mucho, cargaba un semblante cansado, las ojeras debajo de sus ojos, la mirada apagada, una sutil pero forzada sonrisa, eran una prueba de su rango frente a la mujer a su lado. Su vista poco a poco vislumbró detrás de ambos a cierto joven, su mirada brillaba en una extraña tranquilidad al igual que su sonrisa, sus mejillas estaban teñidas del mismo tono carmín que el de sus labios.

Sus hombros y manos se tensaron, incluso su mandíbula se cerró con firmeza. Por un momento no pensó en nada más.

En cuanto la familia se posicionó frente suyo, ellos les saludaron con una debida y respetuosa inclinación, pero por mucho que lo intentara, Yoongi no podía apartar la mirada de ese joven, importándole poco si lo intimidaba, incluso mejor para él; de esta forma podría tener una idea de su carácter.

—Sus majestades, su alteza, es un verdadero honor presentarnos ante ustedes —la voz de la mujer salió acompañada de su soberbia sonrisa, sus ojos centelleantes y su postura siendo una vaga imitación de la ideal en la realeza—. Esperamos no haber llegado tan tarde, mis más sinceras disculpas si los hicimos esperar.

Su madre fue la que tomó la palabra, agitando su mano y sonriendo tan amable como era capaz de fingir.

—No hay ningún problema, no se preocupen porque han llegado a la hora convenida. Por favor, pasen, adelante, tenemos mucho de qué ponernos al corriente antes de la cena.

Su padre, con la misma expresión de siempre, jaló a su madre por la cintura, adentrándose junto a los otros invitados al palacio. Yoongi no tardó mucho en seguir a sus padres, la expresión estoica, la mandíbula tensa, el calor que asumió era por las prendas a pesar que nunca le habían molestado como ahora y con el eco de los tacones resonando en los pasillos hasta llegar al salón real principal, aquel en el que hace unos momentos yacían esperando y que, como era evidente, conectaba con varias otras habitaciones.

—Siéntanse muy bienvenidos. —enunció su madre con una amplia sonrisa y las mejillas pintadas de un tierno color carmesí.

La fémina de la otra familia, correspondiendo su sonrisa, se inclinó levemente a modo de agradecimiento.

—Muchas gracias por la cordial invitación.

Su padre, quien había estado callado todo este rato, inhaló profundamente antes de acercarse un paso a la otra pareja.

—Nosotros nos iremos a la cámara para charlar, mientras tanto, esperemos que nuestros hijos se conozcan y mi hijo le dé un recorrido debido al joven Jung. —demandó sin un ápice de emoción o sugestión, simplemente había sonado como un comentario común y corriente sólo que parecía más leído que hablado naturalmente.

El pecho de Yoongi se apretó por un momento antes de recomponerse rápidamente. A pesar de que ni siquiera mostró una mínima diferencia debido al impacto de la demanda de su padre, de todos modos no debía actuar como un cobarde o un imbécil a quien le encantaba humillarse a sí mismo. Sin más opción, asintió en dirección a su padre, dando así una respuesta afirmativa.

Los adultos fueron guiados a una de las recámaras situadas en el lado suroeste del salón real principal, una que poseía una chimenea un tanto humilde a comparación del tamaño del lugar, una mesa y sillones adecuados para charlar o tomar el té. La verdad, para Yoongi no había mucha diferencia, después de todo, había nacido y crecido aquí.

Finalmente dirigió la mirada al otro joven, no sorprendiéndose mucho al encontrarlo con la cabeza un poco agachada y jugueteando con sus propias manos. ¿Estaba nervioso, acaso?

Ladeó levemente su cabeza antes de reprocharse internamente. Un suspiro nació desde el fondo de su pecho, llamando la atención del otro joven. Yoongi, ni corto ni perezoso, hizo un ademán con su cabeza indicándole que lo siguiera, emprendiendo camino por uno de los pasillos que, sin exagerar, fácil mediría lo de dos pisos de dos punto cinco metros de una residencia común y corriente.

Al escuchar que un par de pasos le seguían,  se relajó un poco. Dichos pasos parecían dubitativos, lo que le quitaba la gracia y elegancia que se suponía debía tener.

—Relájate, no te haré nada, no te preocupes por eso. —comenta vagamente sin voltear a mirarlo.

Continúan caminando por unos pocos pasillos antes de llegar a uno que guiaba o a más habitaciones o a más pasillos y escaleras.

—Las habitaciones del principio de este pasillo contienen escaleras que guían a la cocina, uno al jardín lateral, otro al puente que dirige a un camino trasero y uno de ellos comienza con más y más pasillos. —explica sin darle mucha importancia, el tono de su voz denotando aburrimiento, casi automática.

Su andar continúa, sus posturas denotando simpleza y nerviosismo respectivamente. La tensión entre ambos era abrumadora, tanto que al llegar a una de las habitaciones finalmente Yoongi ya no puede soportarlo más, sus ansias de querer sincerarse son más fuertes por lo que habla antes de pensar en las consecuencias o de importarle si alguien más los escuchaba.

—Escuche, joven Jung, seré sincero con usted —inicia parando abruptamente, sabiendo que no habría marcha atrás—. No deseo este matrimonio, como yo creo que usted tampoco; ambos estamos disgustados con este acontecimiento, sin embargo no podemos hacer mucho a menos de que usted decida aceptar un acuerdo conmigo.

El joven cerca suyo, cambia de expresión incómoda a una de sorpresa, sus cejas finamente cuidadas se levantan y su boca se entreabre con asombro, incluso Yoongi sospecha que sus manos se aprietan sobre su regazo.

Finalmente suspira antes de encararlo.

—Estuve pensando en la posibilidad de evitar que esto dure más de lo necesario. La corona sólo espera a que alguien la utilice y ya que soy el único heredero lo único que podríamos hacer es darles lo que quieren. Puede que nuestra reputación se vea severamente afectada, pero al menos nos podría garantizar libertad. —Yoongi expone su plan, su mirada es fija en el rostro del menor, buscando alguna aceptación o alguna consideración.

En cambio, Hoseok no puede creerlo. Si bien la primera impresión que el renombrado hijo de los Min le había dado había sido intimidante, el hecho de que justo ahí y ahora le propusiera una barbaridad como aquella, le ofreciera la posibilidad de ser libre de este indeseado matrimonio...

Al final, casi automáticamente, sale de su estupor y su cabeza de inmediato niega la oferta.

—No creo que sea buena idea, joven Min. Nuestras casas han decidido juntarse por nuestro matrimonio, no soy ignorante del porqué mis padres o los suyos aceptaron nuestra unión, después de todo poseemos a nuestro nombre tierras que de alguna forma pertenecen al reino Ava —sus manos se mueven y juguetean un poco, incluso las siente sudar—. Además, déjelo así, es nuestra obligación de alguna forma u otra. No podemos negarnos a ello aunque así lo quisiéramos. Sólo hagamos lo que dicen.

Sus ojos brillan y se nublan levemente, sin embargo es consciente que no puede permitirse llorar ante alguien más, quienquiera que sea. Así se lo ha dicho su madre y sabe que si ella lo viera en ese momento lo habría pellizcado sin remordimiento alguno y le habría dado una reprimenda por su penosa actitud, es capaz de sentir el escozor en su mejilla de la cachetada que también le habrían propinado en la privacidad de su residencia.

Yoongi levanta levemente las cejas, sus manos se aprietan y su ceño vuelve a fruncirse levemente, volviendo a la misma expresión estoica de siempre, deshaciéndose de inmediato de su leve cambio de facciones. Simplemente atina a respirar con profundidad y asentir en resignación.

—Si así debe ser, que así sea, entonces —sentencia sin darle más vueltas al asunto—. Aunque me gustaría que tuvieras en mente una cosa.

El joven Jung asiente, parpadeando rápidamente para deshacerse de la nebulosa de sus ojos.

—No soy precisamente alguien paciente, así que por favor, no me hagas tocar mis límites. Desde ya te digo que me desagradan los Omegas sumisos y mi madre me ha informado que te han educado para ser uno, pero conmigo no necesito de esas porquerías, así que puedes ser simplemente tú —explica destensando sus músculos y haciendo unos cuantos ademanes para hacerse entender mejor—. Conmigo entenderás que nadie puede limitarte a actuar como alguien que evidentemente no eres.

El joven Jung se queda sutilmente boquiabierto, la sensación de impotencia se ha aplacado totalmente para ahora ser sustituido por una extraña calidez que se aglomera en sus mejillas, se encoge brevemente y sus manos se aprieten. Desde su... desde el guardia Kim, nadie más lo había tratado con tanta sinceridad, pues de alguna forma sentía que el primogénito de los Min no era alguien tan malévolo como mucha gente lo describía, incluso se sentía cómodo a su lado, como si estuviera bien hacerlo.

Finalmente, Yoongi giró sobre sus talones y emprendió camino hacia uno de los tantos pasillos, sin tener alternativa, el joven Jung lo siguió. De alguna forma, la luz entra de forma cálida y fascinante por las innecesariamente enormes ventanas, aquellas que poco a poco le muestran que se dirige a una especie de patio trasero, incluso podría llamarlo jardín debido a la múltiple flora que se ve desde ahí.

Al final del pasillo hay una puerta doble; Yoongi abre una de ellas y de forma cortés le ofrece salir primero, el joven Jung lo hace sin problemas. Su mirada se pasea por el jardín, el cual para su sorpresa es mucho más bello viéndolo así que verlo a través de las ventanas. Mira hacia atrás, encarando con inseguridad a Yoongi quien asiente sin apuros y le hace una señal con la cabeza, ofreciéndole explorar a su antojo.

Con emoción aunque con la debida elegancia que ahora debe demostrar, se acerca a las múltiples plantas, algunas veces acariciando los pétalos y otras acariciando una de las múltiples hojas que cuelgan de algunos árboles. Entre más avanza, más variedad de frutos también se abren paso ante sus ojos y manos curiosas.

Desde la lejanía, Yoongi lo mira en silencio. Su cabeza se ladea de forma sutil al notar el brillo y la sonrisa que se forman en la expresión del joven Jung, incluso sabe que se ha relajado en tan poco tiempo al estar ahí. Se ve tan delicado pero precioso, la luz choca contra su piel levemente bronceada y eso hace que su belleza natural destaque con orgullo, incluso se atrevería a admitir que jamás había visto algo o alguien de una forma tan sublime.

Incluso una sonrisa surca de la comisura derecha de su boca. El joven Jung voltea y Yoongi no se molesta en ocultar su vaga expresión, que si bien para verlos seguiría igual de neutro, Hoseok puede entrever o presentir que la mirada que el Min le otorga es compasiva, suave. Por puro instinto, le devuelve una amplia sonrisa que nace desde la felicidad que surge en ese momento.

Posiblemente convivir a su lado no sea tan terrible después de todo.

Hola. Nos leemos de nuevo.

Sinceramente no tengo mucho que comentar ahora, por lo que simplemente espero que este capítulo les haya gustado. En un inicio pensaba narrar prácticamente todo el trayecto de su confianza y crecimiento como relación que obligatoriamente deben forjar, sin embargo, justo ahora pienso que puedo saltarme algunas partes para no hacer tanto relleno y lograr que esta historia avance de una mejor forma. Además, así también tal vez podremos tener un poco más de tiempo para conocer a los otros personajes.

¿Y Jimin? No se preocupen por él, no tardará mucho en aparecer.

Se vienen cosas muy interesantes a futuro.




YoungMi17ⓒ.

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