Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

━━28: La luz hacia el Valhalla

┍━━━━━◦∘♔∘◦━━━━━

CAPÍTULO XXVIII

❛Cierra los ojos y cuando los abras de nuevo, el sol saldrá. ❜

┕━━━━━∘◦♔◦∘━━━━━┙

[Advertencia: Mucho angst en este capítulo)

            Sigrid nunca había visto tan emocionado a Hipo como ese día.

Sus ojos verdes brillaban por la alegría y sus labios seguido se curvaban en sonrisas que podían durar hasta una eternidad sí se lo planteaba. Ver la sonrisa de Hipo, hizo que el corazón de Sigrid rebosara por una felicidad que no había sentido en mucho tiempo. La sensación que tenía en esos momentos era indescriptible, simplemente era mágica.

Después de aquel conmovedor encuentro entre Estoico y Valka, los demás no habían tardado de ponerse al tanto sobre lo que no sabían. Valka aún no creía por completo que Berk se hubiese amigado con los dragones, pero tanto Estoico como Hipo se lo confirmaron y más el último, quien estaba emocionado por hablarle a su madre sobre los nuevos cambios en la isla adaptados para las necesidades de los dragones. Valka, por su parte, les habló acerca de su vida junto a Brincanubes y los demás dragones, así como les comentó de la ocasión en la que Sigrid y ella se conocieron años atrás.

—No había manera en que supieras que se trataba de nuestra Valka —comentó Estoico cuando Sigrid se disculpó por enésima ocasión—. Eso ya no importa, lo que importa ahora es que todos estamos reunidos y podremos ser felices.

Un poco más tranquila, Sigrid se relajó en compañía de la familia Abadejo y de Bocón, quien seguido contaba anécdotas graciosas sobre Hipo de pequeño que hacían al vikingo enrojecer.

El fuego de la fogata improvisada crepitaba con pequeñas llamas danzantes anaranjadas, haciendo más cálido el montículo. Sigrid flexionó sus brazos y un suspiro escapó de sus labios, al tiempo en que algo tiró de su falda. Fue un movimiento rápido, pero no agresivo, así que bajó la mirada para ver a Chimuelo sentado a un lado de ella, con los ojos como los de un cachorro pidiendo recompensa.

—¿Acaso quieres más pescado, Chimuelo? —preguntó Sigrid con una pequeña sonrisa al ver el dragón con una de sus garras apoyada sobre la bota de piel que llevaba calzada. El dragón asintió con la cabeza y mostró una sonrisa sin sus dientes—. Bien, que no nos vea Hipo —murmuró y giró un poco su cuerpo para tomar el pescado que tenía a un lado de ella y le habían dado para comer.

Un poco curiosa de lo que hacía Hipo, buscó con su mirada al vikingo para ver cómo este se encontraba de pie frente a sus padres y, mientras hablaba con ellos, se giraba para ver a la híbrida que a duras penas pudo hacerse un espacio dentro.

—¿Nym, quieres un poco? —preguntó Hipo acercándose hasta la híbrida, recostada a un lado de Valka.

Sigrid vio a Nymeria asentir en un ronroneo encantada y no pudo evitar soltar un bufido que acaparó la atención del vikingo y río por ello. Después de darle un par de pescados a la híbrida, Hipo se acercó hasta la morena.

—No creas que no te vi malcriar a Chimuelo —dijo Hipo cuando llegó hasta Sigrid y se sentó a un lado de ella, sobre el tronco en el que estaba.

—Yo acabo de ver qué hiciste lo mismo con Nymeria —replicó Sigrid en su defensa y se inclinó para acariciar a Chimuelo que había comenzado a ronronear—. Además, es imposible que me resista a darle de comer a este bebé —añadió y aprovechó para darle otro pedazo de pescado a él y a Brincanubes que se había acercado curioso.

Hipo negó con la cabeza mirándola, aunque una nueva sonrisa apareció en sus labios. Después de su plática horas atrás, era más fácil asimilar lo que había sucedido entre ambos, en que el vikingo había confesado sus sentimientos hacia la kainiana después de haberlos estado ocultando desde tiempo atrás y, aunque Sigrid no le había dado una respuesta sobre aquello, Hipo sabía que no sería tan necesario, pues sus gestos ya demostraban lo que sentían el uno por el otro. Aun así, de vez en cuando, torpemente las manos del contrario se buscaban para darse suaves caricias o sentir la cercanía del otro. Sigrid se aferraba a sus manos, que eran un poco más grandes que las suyas y la hacían sentir bien.

Pese a saber lo que sentían, ninguno de los dos había intentado algo más que el sujetarse de las manos. Sigrid constantemente pensaba en qué sentiría si besara sus labios como el beso que nunca llegó a suceder meses atrás y cuando era sorprendida por Valka, perdida en sus pensamientos, se incorporaba y se iba a hablar con Bocón para calmarse.

Los adultos también podían sentir que pasaba algo entre los más jóvenes, cuando Hipo se distraía en sus relatos por mirar a Sigrid del lado contrario o cuando las manos de ambos se tocaban. Sin embargo, ninguno comentó nada, esperando que alguno de los dos revelase lo que ocurría con ellos.

—Te traeré más pescado —comentó Hipo, apoyando su pierna con prótesis para ponerse de pie.

—No, ya no, gracias —Sigrid se incorporó antes de que el berkiano lo hiciera y en sus manos sujetó el plato improvisado que anteriormente tenía los pedazos de pescado—. Es demasiado, tu deberías comer.

—Pero no has comido nada —intervino Hipo y al ver la mirada que la morena le dirigió, alzó los brazos en señal de rendición.

Los orbes verdes de Hipo se giraron para mirar a Bocón hablar mientras reía del otro lado a donde él estaba y luego giró su vista para ver a Sigrid decirle un par de cosas a Nymeria.

—... Sus albóndigas matarían más bestias que un hacha de batalla. Todavía tengo algunas saltando aquí adentro —comentó Bocón y se tocó la panza mientras reía, mirando en dirección a Gruñón para darle pescado.

Cuando Sigrid se inclinó para acariciar a Nymeria, el silbido de una melodía se hizo presente en el montículo de piedra. Curiosa, alzó la mirada para ver como Estoico comenzaba a silbar en perfecta sintonía, sin apartar la mirada de Valka, quien en ese entonces se encontraba llenando el cuenco con el agua que caía sobre las rocas más grandes de la caverna. Agua que resbaló fuera del cuenco ante la pronta distracción de la vikinga.

—Oh, está me encanta —dijo Bocón cuando Hipo se aproximó para tomar asiento a un lado de él.

Estoico avanzó hasta su esposa, sin dejar de silbar en ningún momento y las manos de Valka permanecieron sujetas al cuenco, con fuerza; sin atreverse a mirar detrás de ella al pelirrojo y cuando el artefacto estuvo a punto de resbalar de sus manos, Estoico alcanzó a sujetarlo, para dejarlo sobre la superficie.

—¿Recuerdas nuestra canción, Val? —preguntó en un murmuro, Valka se inclinó, sujetándose de la mesa sin verlo—. Por bravo mar navegaré, ahogarme yo no temo. Y sortearé la tempestad, si eres para mí. Ni ardiente sol, ni frío atroz
Me harán...

—¡Me harán dejar mi via... je! —canturreó Bocón, incorporándose de la emoción. Estoico le dirigió una mala mirada que le hizo sentarse de nuevo—. Lo siento —añadió con una pequeña risa, ganándose dos miradas desaprobatorias por parte de padre e hijo, Sigrid en cambio, no pudo evitar que se le escapase una corta risa.

Sí me prometes, corazón —continuó Estoico, tomando una de las manos de su esposa entre las suyas y la miró con un deje de esperanza—. Amar... —soltó un suspiro finalmente y bajó su rostro.

—Amarme por la eternidad. —Sigrid alzó un poco el rostro tras escuchar la voz de Valka al cantar, su voz era divina. La vikinga se giró finalmente y prosiguió con la canción, avanzando tomada de la mano de Estoico—. Mi buen amor tan dulce y leal, me asombran tus palabras

La sonrisa de Hipo, distinta a las demás, la hizo sonreír también.

No quiero una empresa audaz, es bastante si me abrazas.

Con sus manos hechas puño, ambos vikingos entrecruzaron sus brazos y comenzaron a girar alrededor del espacio libre, Estoico no pudo evitar reír de alegría.

Sortijas de oro te traeré —cantó Estoico, mientras bailaban. Sigrid miró como terminó inclinado y aún sujetos de la mano, Valka dio una vuelta desde la posición del jefe de Berk—. Poemas te voy a cantar, te cuidaré de todo mal, si siempre me acompañas.

—¿Sortijas de oro para qué? Poemas no me importan ya, tú mano solo sostener.

—Mejor que eso, no hay más, con tus abrazos y tu amor

—En las danzas y en los sueños —cantaron ambos al unísono y giraron bailando.

El pecho de Sigrid le infló de alegría y se le llenó de orgullo cuando vio la felicidad de todos dentro del montículo, inclusive Bocón se había levantado para bailar en su mismo lugar.

En pena y alegría igual —prosiguió Estoico.

Conmigo yo te llevo.

¡Alteza no se quede ahí! —Bocón avanzó arrastrando a Hipo junto a él y los tomó a ambos del brazo—. ¡A bailar!

—Pero Bocón, yo no... —Las palabras de Sigrid quedaron ahogadas cuando Bocón comenzó a dar vueltas con ellos y la kainiana se dejó llevar por la música, con una alegría interminable.

—Por bravo mar navegaré, ahogarme yo no temo —La danza se hizo más rápida y el corazón de Sigrid latió con fuerza cuando los brazos de Bocón la liberaron. Algunos segundos después Hipo la alcanzó a detener, dejando una mano sobre su cintura sin perder la atención, que hizo al estómago de Sigrid revolotear por los nervios—. Y sortearé la tempestad, ¡si eres para mí!

Con extrema facilidad, los brazos de Estoico sujetaron a Valka de la cintura y la alzaron por unos segundos antes de bajarla con cuidado entre risas, canto y alegría.

—¡Sigo cantandoooo...! —continuó Bocón entre risas, mientras Valka y Estoico se abrazaban. Hipo le dio un ligero golpe para que se detuviera—. Terminé.

—Creí que tendría que morir para bailar otra vez así contigo —comentó Estoico en cuanto se hubiesen separado ligeramente, Sigrid miró de reojo como Chimuelo descubría sus ojos ante el silencio pronto.

—No hay necesidad de llegar a extremos —respondió Valka entre risas.

—Por ti, mi vida, lo que sea. —Sigrid estaba tan concentrada viendo a los padres de Hipo, inclusive cuando Estoico se puso de rodillas frente a Valka, que por un momento olvidó que la mano de Hipo permanecía en un medio abrazo, sobre su cintura y cuando se dio cuenta, las mejillas le ardieron—. ¿Vendrás a casa, Val? ¿Volverás a ser mi esposa?

A Valka no le dio tiempo de responder cuando Chimuelo avanzó a propósito hasta ellos y la empujó a los brazos de Estoico, los demás rieron mientras Sigrid se daba la vuelta e hizo lo mismo que Chimuelo, empujó ligeramente a Hipo hasta sus padres.

—¡Seremos una familia! —prosiguió Estoico incorporándose y pasó un brazo alrededor de Hipo—. ¿Qué dices?

El rostro conmocionado de Valka los miró y luego su rostro giró debajo para ver a Chimuelo que se había sentado sobre sus cuartos traseros y miraba en su dirección con las pupilas dilatadas, fue solo cuestión de segundos para que ella dijera que sí.

—¡Qué bien! —Bocón tomó del hombro a Sigrid y la guio para que se aproximara hasta la familia Abadejo, aunque la morena trató de rehusarse—. Yo cocinaré y haré los preparativos de boda.

Entre los demás rieron y Sigrid miró a Hipo sin decir nada de aquello, luego tendrían tiempo para calmar la emoción de Bocón. Y, mientras Estoico y Valka avanzaban detrás de ellos, abrazados, la vista de Sigrid recorrió el montículo solo para ver como Nymeria se despertaba sobresaltada y miraba en dirección al exterior, al igual que Chimuelo y Brincanubes.

—¿Qué sucede? —preguntó Sigrid al ver como todos los dragones del Santuario volaban a prisas, acto seguido, una explosión rompió uno de los picos de hielo fortalecidos causando un temblor que siguió alertando a los demás dragones—. Oh, no.

Una vez. Dos veces. El lugar se sacudió con brutalidad cuando más catapultas chocaron contra los picos de hielo, haciendo que se despedazaran y cayeran causando estruendo. Ante el sonido, Nymeria se estremeció y los ojos cambiaron para pasar a un tono trébol bajo las dos rendijas oscuras. Señal de que estaba asustada.

—¡Nymeria no! —Pero fue demasiado tarde, las alas de la híbrida se habían extendido y había volado detrás de los otros dragones. Antes de que Sigrid pudiese ir detrás de su dragona, la mano de Hipo la sujetó del antebrazo—. ¡Suéltame! Debo de ir por ella, ¿qué no ves que está asustada? —preguntó, tratando de zafarse del agarre del vikingo que solo se intensificó. La voz de Sigrid sonaba angustiada y preocupada.

—Por ahí no puedes bajar, te caerás y es peligroso —respondió Hipo, girándose para ver como su madre corría hacia uno de los exteriores donde rocas de hielo caían de los muros.

Al instante, todos le siguieron y la escena dejó a Sigrid petrificada. Se encontraban rodeados por barcos vikingos completamente armados, todo un ejército completo de cazadores de dragones. El corazón le latió con fuerza mientras se asomaba debajo de ellos, las personas eran demasiadas, todos se encontraban debajo lanzando catapultas y luego, a los alrededores, se encontraban varias jaulas para poder atrapar a los dragones. Era un caos total.

Sigrid no escuchó lo que dijo Valka, su temor se vio reflejado tal como con Nymeria. Lo único que pasaba por su cabeza era en que no dejaría que la capturaran, no otra vez, no más. No podía permitir que Nymeria volviese a caer en manos de cazadores.

—Siri, hey, está bien —habló Hipo en un intento de calmarla al ver como su respiración se había vuelto entrecortada por el pánico—. La vamos a encontrar, tranquila, vamos.

Sin perder más tiempo, el agarre de Hipo se suavizó hasta que sus dedos bajaron para tomar los contrarios. Sigrid estaba tan conmocionada que poca atención prestó a ese acto y se dejó guiar por el vikingo, esquivando pedazos de hielo que caían del techo de la caverna. Chimuelo les alcanzó y Sigrid se subió detrás de Hipo, con un increíble temblor en sus manos que casi no podía sostenerse del berkiano.

Años atrás, le había costado meses lograr que Nymeria y ella se abrieran. Pese a que confío en ella para que curara sus heridas el primer día que la vio, los demás no fueron fáciles. La híbrida había pasado por mucho ella sola y Sigrid sabía que tenían que ver con los cazadores, esos repugnantes seres se habían encargado de atemorizar a la híbrida y la morena lo comprobó el día en que fueron capturados por uno de ellos. Aún recordaba los rugidos histéricos de Nymeria tratando de escapar mientras ambas eran encarceladas, el temblor constante en su cuerpo y las lágrimas furiosas que descendían como cataratas bajo sus verdes orbes. Sigrid ese día estuvo asustada, pero Nymeria... Nymeria estuvo aterrada.

—Haremos lo que esté en nuestras manos para asegurarnos de que Nymeria ni ningún otro dragón sea capturado —dijo Hipo en un intento de calmarla y posó una de sus manos sobre la mano de Sigrid que rodeaba su cintura—. Nym es fuerte.

La morena se obligó a inhalar una gran cantidad del aire fresco para concentrarse y asintió, sus manos dejaron de temblar solo por un poco y se aferró a Hipo cuando Chimuelo se lanzó en picada al exterior. Vieron como el Santuario pasó a derrumbarse bajo las catapultas de los cazadores, todos los dragones salieron de él en defensa del lugar, pero siendo contraatacados a su vez por unos dragones con armadura que obedecían a los cazadores. El corazón de Sigrid latió con rapidez y echó un vistazo a los alrededores tratando de encontrar alguna señal de Nymeria, pero fue inútil.

—¿Algún rastro de ella? —preguntó Hipo, haciéndose oír entre el rugido de los dragones y el ruido de las explosiones debajo de su casco.

—¡No, no está! —exclamó Sigrid alterada al ver a dragones caer en las trampas de metal debajo de ellos.

—Tranquila, debe de estar en alguna parte, la vamos a encontrar...

—No, la buscaré yo —interrumpió Sigrid—. Debes de ayudar a proteger a los demás —continuó ante la protesta del vikingo—. Bájame aquí.

—No, ¿cómo te voy a proteger a ti? —preguntó Hipo, haciendo lo contrario a bajarla.

—No necesito que lo hagas, Hipo, debes ayudar a los dragones —insistió y para dejarlo tranquilo, añadió—. Tengo a Snøstorm, tendré cuidado... ¡Oh, espera! Allá esta Kohak, llévame hacia él.

Escuchando su petición, Chimuelo se aproximó hasta la Pesadilla Ala Titánica quedando a escasos metros de altura entre ambos. Sigrid pasó una pierna para terminar sentada normal y el roce de la mano de Hipo con la suya fue lo último en sentir, antes de lanzarse al lomo del dragón que la esperaba.

—Si no la encuentras regresa, la buscaremos juntos —comentó Hipo, en cuanto Sigrid logró sentarse sobre Kohak y lo tomó con suavidad de las escamas para sujetarse.

—La voy a encontrar, Hipo —aseguró Sigrid y ladeó el rostro para mirarlo cuando él y Chimuelo descendieron hasta quedar a su altura sobre el cielo—. No te preocupes por mí y ayuda a los demás.

—Synn... Está bien, solo, recuerda que...

Las palabras quedaron en el aire cuando Kohak se puso en marcha, sin dar a Sigrid la oportunidad de escuchar lo que Hipo quería decir.

Said y Kristoff llegaron justo al tiempo en el que el gas de un Cremallerus Espantosus se extendía por fuera de una de las jaulas de los dragones. Una explosión siguiente y los gemelos Torton salieron de ahí con Brutacio gritando «¡Sorpresa!». No pasaron ni dos minutos cuando las demás jaulas comenzaron a abrirse y de ellos emergieron los jinetes de dragones.

—Ah, ¡ya entiendo la razón por la que no podíamos encontrarlos! —exclamó Kristoff alzando las manos, encima de su dragón.

—Los dejamos solos cinco minutos y pasan estas cosas —gruñó Said a los gemelos que se posicionaron frente a ellos—. ¿Dónde está Astrid? Ah olvídalo, ¿por qué estás con ese cazador? —preguntó directamente a la rubia, cuando la vio sobre Tormenta junto a Eret, hijo de Eret.

—Calmado, mamá Said —habló Astrid, haciéndose oír entre el ruido—. ¡No se queden ahí, sigan ayudando! —añadió al ver que no hacían nada.

Los gemelos se pusieron en marcha, felices de tener que explotar cosas contra los cazadores. Del otro lado, Patapez y Kristoff volaron para ayudar a liberar a los dragones que aún permanecían atrapados sobre las rejas y Said buscó algo entre la multitud, con Vhagar manteniendo el equilibrio desde su posición.

—Sigrid está aquí —dijo Astrid, antes de que el kainiano pudiera preguntar—. La acabo de ver hace unos segundos.

—Gracias, futura esposa —respondió Said y el alivio inundó su pecho; sin darse cuenta de la sonrisa involuntaria de la vikinga.

Concentrado en atacar a los cazadores, con ayuda de Vhagar ya habían derribado varias de las catapultas e inclusive había saltado al suelo para pelear con los hombres que continuaban el ataque, Kristoff hacía lo mismo, dejándole vía libre a Patapez para que pudiese liberar a los dragones sin problema alguno.

—Tú de ese lado, me estorbas —comentó Said en dirección al rubio cuando lo vio pelear con un cazador vikingo, ganándose un golpe con uno de los pedazos de hielo que habían caído minutos atrás por parte de Kristoff.

—Estabas mejor en el camino babeando por Astrid —replicó Kristoff, lanzándole un pedazo de hielo al castaño.

Del otro lado de las peleas, Sigrid ya había buscado incansablemente a Nymeria, pero al no encontrar rastros de ella por más que le estuviese gritando, tuvo que regresar hacia donde los demás estaban con la esperanza de encontrarla ahí en su lugar. En el camino tuvo que esquivar flechas qué volaban en su dirección para derribar la de cazadores cerca de un lado de la montaña. La rapidez de Kohak les impedía ser atacados, pero le ofrecía una desventaja a Sigrid, pues al no tener como sujetarse sin lastimar sus escamas, se le hacía imposible mantenerse en equilibrio sobre el dragón por mucho tiempo.

Sus manos ya estaban sudorosas al tratar de aferrarse al cuerpo duro del dragón y su respiración entrecortada no ayudaba mucho. De reojo, vio a otros cazadores preparando las flechas para lanzar en su dirección al ir en el dragón más grande de los que le rodeaban. Estaba claro que los cazadores querían a Kohak como un trofeo. Sigrid gruñó y se abrazó con todas sus fuerzas del cuello del dragón y Kohak emitió un gruñido consolador.

—¡Kohak! —exclamó cuando una flecha le pasó rozando—. Está bien, está bien, tranquilo —añadió con suavidad, acariciando debajo del cuello de Kohak en un intento de calmarlo, pues él también temía a los cazadores—. Llévanos más arriba.

El dragón asintió con un ronroneo y comenzó a ascender, las fuerzas por haber estado esquivando flechas comenzaban a acabarse en el dragón rojo y Sigrid tuvo que apretar su agarre para no resbalar del lomo del dragón. Lentamente, la morena vio como el tiempo se congeló y el mundo se paralizó. Sus ojos se desviaron una fracción de segundo viendo una lanza en su dirección y la kainiana regresó a la realidad cuando el arma cayó incrustada sobre el abdomen del Pesadilla Monstruosa, quien aulló por el dolor y el impacto. Rápidamente, volvieron a la terrible realidad con la caída veloz al perder las fuerzas.

El corazón de Sigrid se sacudió con violencia y el aire en sus pulmones comenzó a desaparecer ante el pánico. No, no, no, no, no podía suceder eso. No, debía despertar y debían de estar bien. Cerró incansablemente los ojos y los abrió una y otra vez, pero nada, aún sobre el aire la velocidad era cada vez que impedía a Sigrid pensar con claridad. Solo un gritó débil escapó de su garganta.

—¡No, Kohak!

El impacto de la lanza los impulsó hacia atrás a una rapidez considerable, Sigrid se aferró lo más que pudo al dragón hasta que salió desprendida contra la nieve debajo de ellos, rodando por el suelo. El impacto hizo crujir sus articulaciones y aguantó las lágrimas rodando sobre el suelo, un mareo la sacudió y los raspones abrieron algunas de sus viejas cicatrices. Pero eso no le importó en lo absoluto, tenida sobre la nieve, giró el rostro para buscar al dragón. El cuerpo de Kohak cayó metros delante de ella encima de una roca causando un gran estruendo, su impacto debió haberle roto varios huesos de su cuerpo.

Aturdida y asustada, Sigrid miró a sus lados para comprobar que no hubiesen más cazadores. La suerte no estuvo de su lado al distinguir a los cazadores que le habían estado lanzando flechas y al verlos aproximarse, el pánico la atormentó. Sus manos temblaron cuando buscó a Snøstorm que ante la caída se había desprendido del cinturón que llevaba y se incorporó sintiendo el dolor en sus piernas al ser las más afectadas.

Trató de caminar hasta la espada que Hipo le había obsequiado en Navidad; no obstante, tan pronto como dio un paso hacia su objetivo, cayó de bruces contra la nieve. Sus ojos se aguaron por el dolor y sus manos dejaron de sentir el frío proveniente del hielo bajo sus dedos. Como pudo, Sigrid gateó a tientas, con la vista borrosa y un fuerte dolor de cabeza que le impedía escuchar más allá de sus propios movimientos.

—Kohak, e-espera —murmuró con dificultad y se arrastró hasta que logró tocar la espada—. No puedes morir, no puedes morir.

Su cabeza pesaba demasiado. Solo quería mantenerse sobre el suelo sin abrir los ojos. Pero sus prioridades eran otras, inhaló profundo y cerró los ojos solo por unos instantes para adaptarse a la claridad del día y concentrarse lo suficiente. Cuando su vista comenzó a aclararse, se incorporó con una mueca debido al dolor, manteniéndose así por unos instantes hasta comprobar que podía caminar de nuevo y desenvainó su espada para defenderse de ser necesario.

Entre tropiezos y temblores, Sigrid alcanzó a situarse frente a Kohak que débilmente podía articular algo. Las lágrimas aguaron sus ojos y cuando estaba por buscar con que curarlo, los cazadores ya estaban a poca distancia de ambos.

—Alto ahí, no den un paso más —advirtió la kainiana lentitud, extendiendo el filo de la espada frente a ellos. Los hombres se mantenían impasibles, con la vista sobre el dragón—. Por favor, váyanse.

No quería matar. No de nuevo, no de nuevo.

—Kohak mantente conmigo —imploró Sigrid sin apartar la mirada de los cazadores, el dragón débilmente gruñó algo—. Todo estará bien.

—Hazte un favor niña y apártate. —Uno de los hombres soltó una carcajada que hizo a Sigrid estremecerse—. Este dragón ya es nuestro.

—¡No es tuyo, ni es de nadie más! —exclamó Sigrid, la voz le tembló al hablar, pero apretó el puño que no sostenía a Snøstorm y los miró con dureza, rehusada ante la idea de abandonar a Kohak. Lo había dejado una vez y no lo volvería a hacer—. ¡Dije que se vayan!

—Déjame adivinar, ¿nos vas a hacer daño si no lo hacemos? —preguntó el otro con la voz cargada de ironía, Sigrid pidió paciencia a su Dios y a los de Hipo.

—Solo si no tengo otra opción —murmuró para sus adentros, aferrándose a la empuñadura de su espada—. Kohak, quédate conmigo —pidió.

Los hombres cada vez se acercaban más, ambos ya habían desenvainado sus respectivas espadas en espera del ataque de la kainiana. Sabiendo que no habría otra opción, Sigrid presionó a la estrella hasta que la hoja de la espada se cubrió del fuego blanco azulado característico. Aquello tomó desprevenidos a los cazadores, dándole la oportunidad a Sigrid de atacar antes de que ellos sacaran sus hachas.

Ser la primera en atacar le dio ventajas sobre sus adversarios y aunque nunca había peleado con dos a la vez, la necesidad de mantener a Kohak con vida le impidió rendirse ante su fuerza bruta. Snøstorm era fácil de llevar, se deslizaba de sus dedos con suavidad permitiéndole aplicar varias de las estrategias que Astrid le había enseñado tiempo atrás. En todo momento hizo uso de su estatura y peso para escabullirse de las hachas de gran tamaño de los hombres y el calor que emanaba de la espada, le permitió dar varias quemaduras graves a los cazadores ante el mínimo roce.

Sigrid podría no tener la fuerza que tenían los demás en combate, pero la determinación fue lo que la mantuvo con vida en todo momento, ignoró las heridas y los cortes profundos que le hicieron y los que se hizo durante la caída. Estaba dispuesta a dejarlo todo para poder salvar a Kohak, por ello no se concentró mucho en el dolor de su cuerpo, lo que fue un error cuando uno de los cazadores se aproximó para dejarle una rajada sobre la pierna derecha provocando su desequilibrio. Las fuerzas por mantenerse en pie al final la agotaron y cayó de bruces contra la nieve una vez más, su corazón latía con fuerza por la adrenalina y el aire faltaba en sus pulmones; pero en esos momentos, solo le importaba una sola cosa.

—No le hagan nada —pidió agitada.

Los cazadores rieron y uno de ellos la pateó cuando Sigrid se volvió a incorporar, sacándola lejos del dragón. El frío de la nieve la hizo soltar un alarido ante el contacto con su sangre y se incorporó como pudo una vez más. Aún sí estuviera por caer mil veces, mil veces se levantaría para defenderlo.

Una vez más en pie, sintió el calambre en sus huesos y la sangre correr a través de las heridas, pero antes de que pudiese hacer algo al respecto, un nuevo rugido se escuchó, proyectado desde el otro lado. El Salvajibestia comenzaba a destruir los muros de hielo hechos por él en defensa de sus dragones.

Perdida en lo que sucedía más adelante de ella, se distrajo de los cazadores y no se dio cuenta cuando un dragón aterrizó frente a los cazadores. No fue hasta que una llamarada rojiza cubrió por completo a los cazadores, acompañados de un rugido ensordecedor al tomarlos desprevenidos, que Sigrid se percató de la presencia de Nymeria. Los gritos de los cazadores a su lado corriendo por el fuego se escucharon tan débiles que la morena no prestó atención a ellos, en su lugar, miró como la híbrida tomaba la lanza entre sus dientes para comenzar a desprenderla del abdomen de Kohak.

La mente de Sigrid le pedía a gritos que corriera a ayudar a Nymeria, sus ojos no habían resistido más las lágrimas y ahora el líquido corría bajo sus mejillas, mientras sus ojos se le comenzaban a cerrar al haber perdido tanta fuerza y sangre. Pero no podía caer.

No podía caer. No podía.

El dolor era insoportable, sentía que su cabeza explotaría en cualquier momento. Pero se repitió las mismas palabras una y otra vez. No podía caer, no podía caer. Y con ese pensamiento en mente, a duras tientas, avanzó hasta el dragón que había vivido con ella durante ocho años y, con ayuda de Nymeria, sujetó con fuerza la lanza en un intento por retirarla de ahí. Los ojos de Kohak, destellando lágrimas, la miraron por última vez de forma fraternal y Sigrid se negó, retirando la lanza de corrido.

—Kohak no te vayas, no, no, no, no, por favor, quédate conmigo —murmuró Sigrid desesperada, un sollozo ronco escapó de su garganta y Nymeria a su lado acarició el hocico del dragón con el suyo, tratando de reanimarlo—. Kohak, esto no es todo, ya estás a salvo. Por favor, Kohak, esto no puede ser todo... No, tu libertad apenas comenzaba, Kohak. ¡KOHAK!

Su voz se quebró al hablar y las lágrimas siguieron bajando, formando un nudo en su garganta. Rápidamente desvió la mirada en búsqueda de cualquier cosa que le fuese de ayuda y corrió con lágrimas de los ojos por un puñado de hielo que colocó sobre la herida, donde la sangre caía a borbotones, impregnando el blanco en rojo.

—Kohak, esto no puede ser todo, ¡por favor! —suplicó—. ¡Kohak, tú eres muy fuerte, yo sé que puedes lograrlo! ¡Kohak no me dejes, por favor, yo todavía te necesito! ¡Kohak!

Las lágrimas eran tantas que empaparon su ropa, mientras buscaba entre las plantas algo que le ayudase a cerrar la herida. Lo que fuese... Sus manos temblaron, buscando y mirando al dragón de vez en cuando. Sigrid se detuvo al sentir la mirada de Kohak, quien la miró una última vez con las pupilas un poco dilatadas y lentamente, su cabeza descendió hasta terminar sobre la hierba. Nymeria cerró sus ojos con sus patas delanteras y Sigrid se desplomó sobre el cuerpo del dragón inerte.

—¡NO, KOHAK, YO APENAS TE ENCONTRÉ! ¡Apenas me perdonaste, no me puedes hacer esto! —rogó sobre su cuerpo inmóvil, no le importó mancharse de la sangre del dragón y le golpeó el pecho en un intento por reanimarlo. Lágrimas de tristeza y furia cayeron bajo su rostro—. Kohak, no, no, no, no, ya eras feliz.

No supo el tiempo que duró tendida sobre su cuerpo inmóvil, las lágrimas y los sollozos continuaron sin asimilar lo ocurrido, sin asimilar que el dragón que la había cuidado de pequeña estaba frente a ella, libre y muerto. Ya no importaban sus heridas, ya no importaba nada más.

Te llevo desde la luz en tu camino hacia las estrellas, Kohak —sollozó, abrazándose a sus escamas.

Recuesta tu cabeza y cierra los ojos dormido.

Y cuando se abran de nuevo, el sol saldrá.

Pese a la guerra contra Drago, las fuerzas para ponerse de pie eran inexistentes. Sigrid solo hizo para buscar varias plantas que comenzó a colocar a su alrededor, asegurándose de que su cuerpo y la herida no fuese tan vista. Cubrió el rastro de la sangre perdida con el hielo y con Nymeria lo acomodó para que pareciese dormido, mientras las lágrimas continuaban bajando sin cesar.

Aquí está seguro, aquí está caliente

Aquí las margaritas te protegen de todo daño

Aquí tus sueños son dulces y mañana los trae verdaderos

Aquí está el lugar donde te quiero

Nymeria se alarmó cuando un nuevo rugido se escuchó, aquel alarido puso en alerta a todos los presentes y estremeció a más de alguno. Antes de que Sigrid se diese cuenta, la híbrida la tomó entre sus garras y la llevó volando hacia el sonido. Los sollozos de la kainiana ya se habían apagado, pero algunas lágrimas silenciosas seguían corriendo de sus ahora ojos rojos e hinchados. Ambas llegaron al tiempo en que el Salvajibestia de Valka se desplomó frente a su rival con el que estuvo peleando. La multitud calló, el sonido de su caída dejó impactados a todos y más lágrimas cubrieron sus mejillas.

—¡NOOO!

El Salvajibestia de Drago rugió ante los dragones proclamándose el nueva alfa y los dragones volaron a su alrededor. Nymeria cayó sobre el hielo junto a Sigrid quien se incorporó sin prestar mucha atención. Su respiración era lenta y apenas podía sostenerse, no se dio cuenta cuando Nymeria se volvió a ir.

—¡Sigrid! ¡SIGRID! —Escuchaba sus llamados, escuchaba sus gritos, pero aun así, solo podía pensar en lo ocurrido—. ¡No puede ser! ¿Qué ha sucedido? —preguntó de inmediato Astrid saltando del lomo de Tormenta con rapidez hasta su encuentro.

—Kohak y-yo n-no lo pude salvar —articuló con la voz entrecortada.

Astrid no supo que decirle y en lugar de eso la abrazó, sosteniéndola por la espalda para evitar que se cayese. Del otro lado de la multitud, el Salvajibestia había atacado a Valka y Sigrid miró como Estoico alcanzó a lanzarse para rescatarla.

—¡Detente! ¡Detente!

Ambas se separaron cuando la voz de Hipo se hizo presente por encima del ruido. El castaño se sacó el casco de la cabeza en cuanto aterrizó con Chimuelo cercas de Drago Manodura, el líder de todos los cazadores. El hombre que había traído entre su tripulación a los asesinos de Kohak. Un creciente odio comenzó a sentir Sigrid y Astrid al ver aquello la detuvo, las heridas que tenía no le permitirían estar en pie más.

—¿Este es el gran Amo de Dragones? —Se mofó Drago desde su lugar riendo—. ¿El hijo de Estoico El Vasto? Qué vergüenza ha de sentir.

—Todas esas pérdidas, ¡¿y para qué?! —preguntó Hipo sin inmutarse ante su comentario, señalando a su alrededor el caos y la destrucción causados—. ¿Para volverte invencible? ¿Para gobernar el mundo? —Señaló a sus alrededores con voz aguda—. Los dragones son criaturas amables y asombrosas, capaces de unir a las personas.

Drago Manodura simplemente río, clavando su lanza sobre el hielo.

—O hacerlas pedazos —comentó el cazador y con su mano libre, quitó la armadura donde debería estar su brazo, pero no había nada—. ¿Ves? Yo sé lo que es vivir con miedo —explicó lentamente, reacomodando la prótesis de su brazo en su respectivo espacio—. Ver mi aldea convertida en cenizas, ver como se llevaban a mi familia; pero incluso de pequeño, cuando me quedé sin nada, juré que terminaría con el miedo a los dragones —habló, caminando alrededor de Hipo, luego, avanzó delante de él para tomar nuevamente la lanza entre sus manos— y liberaría a las personas de este mundo.

—¿Y un ejército de dragones para qué?

—Porque necesitas dragones para conquistar otros dragones.

—O tal vez tú necesitas dragones para conquistar a las personas —replicó Hipo—. Para controlar a todos los que te siguen, Drago y deshacerte de los que no lo hacen.

—Que listo muchacho —respondió el cazador con una risa.

—El mundo quiere paz y tenemos la respuesta de vuelta en Berk, solo déjame mostrártelo —pidió Hipo, sujetando de la cabeza a Chimuelo para evitar que lo atacase.

—¡No! Déjame a mí mostrártelo.

Sigrid avanzó unos pasos más con ayuda de la rubia, para ver a Drago junto a Hipo. El líder de todos los cazadores comenzó a hacer varios sonidos con su garganta similar al de varios rugidos que llamaron la atención del nuevo alfa. El Salvajibestia se dio la vuelta dejando de buscar a Estoico y Valka para avanzar hasta su amo.

—¡Tiene que salir de ahí! —exclamó de inmediato Sigrid tratando de correr hasta él de manera inútil cuando las piernas le fallaron en el intento.

Astrid fue rápida y, antes de que Sigrid cayese una vez más sobre la nieve, la alcanzó a sujetar de los brazos.

—De pie no llegaremos —argumentó la rubia.

Lo más rápido que pudieron, ambas se montaron sobre Tormenta quien se alzó en vuelo al tiempo en que el Alfa centraba toda su atención en Chimuelo que se encontraba detrás. El Furia trató de poner resistencia ante su llamado y cuando se alzaron al cielo, solo vieron como Chimuelo se incorporó con las rendijas de sus ojos en una fina y larga línea color negro. Drago señaló poco después con su lanza a Hipo y Sigrid ahogó el grito al ver lo que podría pasar.

Espera un poco más. Espera un poco más.

Tormenta ya casi llegaba, Sigrid vio con temor a Chimuelo acorralar a Hipo sobre uno de los pedazos de hielo derrumbados detrás de él. Solo faltaba poco... Debajo de ellas, vio a Estoico más cerca de la meta inclusive, él también se apresuraba para salvarle la vida.

—¡Chimuelo!

—¡HIPO!

—¡PAPÁ, NO!

Una nueva explosión sacudió el suelo, Tormenta perdió el equilibrio aterrizando algunos metros lejanos al sonido. Haciendo caso omiso al dolor y el aturdimiento, las piernas de Sigrid se desplazaron a toda velocidad hacia el sonido donde vio a Estoico tumbado debajo de los pedazos de hielo y a Hipo, inclinado más allá con la vista en el suelo.

—No...

Hipo corrió hasta el cuerpo de su padre y comenzó a hacer de lado cada pedazo de hielo sobre su cuerpo, pero aún desde su lugar, Sigrid pudo darse cuenta de lo tarde que era. No dejó que eso la detuviera y corrió detrás de Valka para ayudarles a mover el cuerpo del Jefe de Berk, donde la madre de Hipo comprobó que Estoico no tenía pulso. El dolor en sus articulaciones era insoportable, no creía soportar ni un poco más, pero ahí estaba...

—¡Papá, no, tú...! —Los murmullos de Hipo disminuyeron un poco y miró a su madre quien llegó hasta él—. No... No, no, no.

—Hipo...

A pocos metros de distancia, Sigrid se obligó a continuar hasta el vikingo sin llorar. El dolor era insoportable y sentía que no podía caminar más, sus pocas fuerzas la hicieron caer sobre el hielo, haciendo sus ojos lagrimear. Pero no importó, terca había sido siempre y sería. La kainiana se volvió a poner de pie y corrió hasta rodear a Valka quien la miró con profunda tristeza en sus orbes verdes, destrozando el corazón de Sigrid, quien solo se detuvo hasta que llegó a un lado de Hipo y se desplomó junto a él.

Horas atrás, le habían dado nervios mostrar su afecto a él; pero ahora eso no importaba nada. Simplemente lo abrazó con fuerza, la fuerza que no tenía en esos momentos y el vikingo se aferró a su cuerpo débil. Lágrimas cayeron de los ojos de Hipo, llorando sobre el cuerpo de su padre y Sigrid dejó caer un par de lágrimas también, mirando una última vez al padre de Hipo.

Cuando sus brazos no resistieron más, soltó a Hipo, pero no se apartó de su lugar. Permaneció junto a él y miró a Chimuelo quien había dejado de ser controlado por el alfa y, mientras Bocón se quitaba el casco de la cabeza y los demás jinetes de dragones llegaban, el Furia olfateó la mano inerte de Estoico El Vasto y trató de acariciarlo.

—¡No! ¡Aléjate de él! —exclamó Hipo tras verlo y se incorporó un poco sobre sus rodillas para empujarlo con ambas manos—. ¡Vete! ¡Vete de aquí!

Sigrid miró con tristeza como Chimuelo retrocedió asustado ante el trato de Hipo, quien lo volvió a alejar. Sabía que no era su culpa, pero en esos momentos, Hipo necesitaba tiempo para asimilar lo sucedido.

—No es su culpa, lo sabes —murmuró Valka, cuando Hipo volvía a caer sobre sus rodillas y Sigrid tomó una de sus manos—. Buenos dragones bajo el control de malas personas, hacen cosas malas.

En medio de las lágrimas y los sollozos, Hipo se recargó sobre el hombro de Sigrid sin decir ninguna palabra. Ella lo rodeó con su brazo y se obligó a no seguir llorando. Necesitaba ser el apoyo de Hipo en esos momentos, necesitaba ser fuerte y olvidar el dolor. Había perdido a Kohak minutos atrás y ahora, Estoico también se había ido.

Sobre ellos se extendió el rugido del alfa llamando a todos y cada uno de los dragones presentes, quienes formaron un círculo encima de la cabeza del Salvajibestia atendiendo a su llamada. Y encima de ellos, Drago Manodura dio órdenes a los cazadores sobre el lomo de Chimuelo.

Sigrid vio una última vez a Estoico El Vasto, su cuerpo reposaba con los ojos cerrados dando la impresión de que estaba dormido, cerró sus ojos por unos segundos recordando varias de las palabras que le había dicho durante las ocasiones en las que se habían visto.

No siga las ambiciones de otros para lograr un cometido, haga caso al llamado de su corazón.

Con cierta dificultad tragó saliva y repitió en voz baja las mismas palabras pronunciadas que había dicho con Kohak, cambiando un poco la oración.

—Que la luz te guíe hacia el Valhalla.

Ahora Estoico podría estar en paz finalmente, con sus Dioses, disfrutando y recordando las buenas batallas, los días de gloria y esperaría a su familia para que se le uniera.

Un rugido de resistencia llamó su atención desde lo alto y levantó la mirada, inmediato al ver a Nymeria estando invisible, tratando de oponerse inútilmente. No supo cómo tuvo las fuerzas para correr a su encuentro en medio de lágrimas y gritos, no podía dejar que nada le ocurriese, no otra vez. No podía dejar que volviera de nuevo con los cazadores, a Nymeria no... Su mejor amiga, no se la podían quitar, simplemente, no podían. Y en medio de todo el caos y el conflicto, Sigrid se derrumbó.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro