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━━25: Meses después


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CAPÍTULO XXV:

❛Los meses fluían como el agua de los ríos, pero ella aun seguía sin poner en orden sus sentimientos. ❜

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         Con la facilidad en la que el viento corre y se estrella contra las ramas; y con la elegancia en la que las hojas caen de las copas de los árboles, los meses comenzaban a pasar cada vez más pronto y cuando menos se dio cuenta Sigrid, ya había pasado medio año desde Snoggletog.

Durante aquellos meses, Sigrid había aprovechado la ocasión para pasar más tiempo junto a su familia y organizar su vida siendo Alteza Real y Señora de Nordvind. Las reuniones en el Consejo comenzaban a ser cada vez más frecuentes y obligatorias para la joven kainiana, a quien constantemente presionaban sin razón para que contrajera matrimonio y ascendiera al Trono, luego de que Branden diese el anuncio oficial de su renuncia a la corona, para que su hija pudiese reinar en su lugar.

«—¡Eso ha sido insensato y desconsiderado! —Había regañado Tiberio a Branden la primera reunión después de aquel anuncio, que hizo al pueblo hablar—. Su Alteza aún no tiene la madurez suficiente, imagino que ya han planeado la boda, ¿no?». Pero lo cierto era que no habían planeado nada, ni siquiera Sigrid e Hipo habían hablado sobre ese tema o el casi beso que estuvo por suceder en las celebraciones decembrinas.

De todo aquello, Sigrid no podía comprender porque el apuro de su padre por convertirla en Reina cuando sabía que los Lores del Consejo se opondrían ante aquella decisión, aún sí el pueblo no lo hacía. A decir verdad, a Sigrid le daba miedo no recibir el apoyo por parte del reino aunque en los últimos meses estuvo atenta a todas sus necesidades y ocupaciones, tal cual como le había dicho Estoico El Vasto durante las ocasiones que visitaba Berk y es que Nordvind estaba a media hora en vuelo (una hora máximo) de distancia con la isla vikinga y cuando tenía que ir a atender los asuntos de la isla, aprovechaba para pasar y saludar a sus amigos, así como recibir los consejos del jefe de la Isla y su amigo Bocón.

«—Al principio, claro, habrá personas que cuestionarán si tienes la madurez suficiente para gobernar —comentó Estoico la última vez que lo vio, aquel día acompañaban a Hipo para que entregase una de las nuevas sillas que un pueblerino había pedido—. No tienes por qué asustarte, Alteza, no todos estarán de acuerdo en que usted sea la Reina, pero habrá personas que la van a apoyar porque la conocen. Ellos solo necesitan saber que estarás para ellos sin importar qué. En la vida siempre habrá personas que no estarán de acuerdo con tus acciones, con la persona que eres o la manera en que enfrentas el mundo; más no necesariamente debes guiarte de esos comentarios, encuentra tu camino y sigue esa luz que te ayudará a guiar a los demás y, sobre todo, a ti misma». Sigrid agradecía y valoraba cada uno de los consejos que Estoico compartía con ella, algunos eran duros, pero eran la verdad y ella debía aprender a vivir con ellos.

Un ruido en la puerta de sus aposentos distrajo a Sigrid quien se encontraba empacando algo de ropa y guardando en su funda a Snøstorm, la espada de hielo que Hipo le había obsequiado meses atrás. Dejó la espada sobre el borde de la cama mientras se apresuraba para abrir y en seguida el rostro de su madre se hizo visible, tenía los ojos ligeramente hinchados bajo sus perceptibles ojeras. Últimamente, su madre parecía estar cada vez más decaída pese a que lo negaba cada que Sigrid hablaba por el tema, pero suponía que se debía a toda la presión que había en el reino por parte de los lores o que ocurriese algo grave como lo sucedido con los padres de Kristoff años atrás.

—Mamá —dijo Sigrid, haciéndose a un lado para que entrara—. Justo estaba por ir a buscarte.

—No hace falta —respondió Kenia, entrando principalmente para revisar las cosas que se llevaba—. Parece que ser una princesa no entra en los viajes a Fair y Berk, ¿verdad? —añadió cuando vio los pocos vestidos que llevaba y, en su lugar, más de esos trajes que la abuela de Casiopea hacía para ella, los cuales eran mucho más cómodos.

—Estaré mucho tiempo sobre Nymeria —respondió, sentándose en una de las sillas de su dormitorio—. Además si llevo varios —agregó indignada, señalando.

La Reina soltó un suspiro, mientras tomaba asiento sobre la cama. Bajó su mirada e inspeccionó la espada que estaba sobre la vaina.

—La llevaré por sí la necesito —comentó Sigrid de inmediato al ver su mirada—. Kristoff me ha estado ayudando a mejorar mis habilidades con ella, no creo que la necesite, pero serán varios meses...

—Tenía entendido que irías con él.

—Sí y con Said —asintió—. Pero quizás Kristoff quiera ir a visitar a sus primos a Fair y Said en Berk, no puedo tenerlos conmigo todo el tiempo —dijo, con la mirada sobre la falda de su vestido color café—. Tendré asuntos que atender en Nordvind y no quiero que sea tedioso para ellos.

En otra ocasión, Kenia habría discutido con Sigrid sobre aquel tema, alegando que no se tomaba en cuenta lo que querían, sino lo que debían de hacer, pero en esa ocasión, se limitó a asentir con la cabeza y se volvió a poner de pie.

—Solo... Ten cuidado, envía una carta directo a Kain en caso de que suceda algo —pidió con voz suave la reina—. Y recuerda lo que hemos estado hablando, si es necesario, envíala por código y en un medio no usual.

En otros tiempos y en otras circunstancias, Sigrid habría pensado cuan exagerado sonaban las palabras de su madre; no obstante, en esta ocasión sabían que se avecinaba lo peor. Sabían que debían estar cuidándose las espaldas a cualquier hora del día, no confiar demasiado ni en los soldados o en algunos de los kainianos. Tras el anuncio que había hecho su padre, las cosas solo se habían complicado más. Apoyando a los lores o no, no todos aceptarían que una mujer se convirtiera en Reina sin la compañía de un hombre, pese a la alianza, pero la determinación de su padre porque ascendiera sola no tenía punto de cuestionamiento. No podían hacer nada.

—Estaré bien, mamá. —Sigrid se puso de pie también y se encaminó para cerrar la puerta de la habitación, luego volvió hasta su madre y tomó sus manos entre las suyas—. Te prometo que en cuanto termine de solucionar las cosas en Nordvind me regresaré de inmediato y si sucede algo, confía en que iré a Berk de ser necesario.

Aunque no quisiera dejarla, Sigrid tenía que irse por algunos meses a Nordvind por problemas que había en la isla, con motivos de organización, escasez de comida, agua y algunos problemillas con dragones que comenzaban a asentarse en la pequeña isla para vivir. Por esa razón se iría, no sin antes hacerle una corta visita a su prima en Fair para que le ayudase con otro asunto. La idea de su ida también incluía una búsqueda, pues semanas atrás Valka le había mandado un mensaje a través de un Terror Terrible donde comentaba sus temores de que Draco hubiese sido capturado por cazadores, pues los últimos rastros que obtuvo de él había sido de la sangre que había encontrado de él al norte de donde vivía. Aquello también la había hecho tomar aquella decisión, Sigrid intentaría buscar a Draco mientras estaba allá sin que sus padres supieran, pues no quería preocuparlos de más.

Kenia asintió a sus palabras y separó una de sus manos para acariciar su mejilla, con una sonrisa melancólica y los ojos brillosos hasta que la abrazó. El abrazo de su madre era todo lo que necesitaba.

Sigrid pudo sentir el viento chocar contra su espalda y despeinar su largo cabello castaño mientras dejaba que las nubes la envolvieran dentro de su manto de color blanquecino. Las alas de Nymeria, de un color carmesí con ligeros destellos rosados, sobresalieron entre la espesura blanca de las nubes.

Pasaba el tiempo y Nymeria crecía cada vez más desde que la encontró herida la primera vez cinco años atrás, lo cual solo quería decir que la híbrida estaba completando su etapa adulta, a esas alturas Sigrid ya no sabía cuánto más crecería hasta llegar a su tamaño indicado y las dudas eran cada vez más notorias, al ser la primera en su especie. El tamaño no era el único cambio en ella, sus habilidades habían mejorado hasta el punto de volver invisible a quien fuese con ella, lo cual permitía a Sigrid vagar libremente sobre ella sin ocultarse entre sus alas como hacía tiempo atrás.

—No te quedes, Sigrid, vamos —apresuró Said pasando a su lado montado sobre Vhagar, quien ya se veía del mismo tamaño que Nymeria—. A este paso te va a ganar Kristoff —bromeó.

—Qué lástima que no hayamos traído a Lyanna en lugar de a ti —comentó Kristoff montado sobre Nerion desde atrás, Sigrid se giró para verlos a lo lejos y río ligeramente.

—Lyanna tiene obligaciones de dama —expresó indignado Said—. Con su velocidad llegaremos a Fair hasta la otra semana —continuó, haciendo que Sigrid rodase los ojos, girándose para mirarlo.

Said aquel día iba vestido elegante, con un traje de la Guardia de Kain color negro, con botones dorados, en la parte superior derecha estaba bordado el emblema de la casa Warren en conjunto con el emblema del reino. Una corona bañada de estrellas. Inclusive parecía peinado, Sigrid se preguntó si iba así porque vería a Dhalia o porque más adelante pasarían a Berk, pero lo dejó en duda mientras hacía que Nymeria le enseñara los colmillos.

—Shu, monstruo. —Said hizo un movimiento con su mano para ahuyentar a la híbrida.

—Ya vamos a llegar, desesperado —dijo entonces Sigrid descendiendo de las nubes para ver con claridad al frente—. Y no le digas monstruo a Nymeria o te lanzaré al mar.

Said ya no respondió cuando frente a ellos se hicieron visibles pequeñas sombras de colores flotando que debían de ser los dragones volando sobre la isla, más adelante pasaron las estatuas con los dragones y se adentraron a la isla, al ya conocerla. Kristoff fue el primero en adelantarse luego de haber sido el más lento de los tres, Sigrid le siguió con cierta distancia mientras comprobaba que llevara todas sus pertenecías y a Snøstorm. Varios dragones al notar su presencia, se acercaron a su encuentro, estos olfatearon a Nerion a quien recordaban de sus visitas regulares, al igual que a Vhagar. Sigrid se mantuvo al margen para que Nymeria no pelease y fueron descendiendo con cuidado hasta la entrada del pequeño pueblo.

—Sigrid ¡qué sorpresa! No avisaste que vendrías —habló la jefa de Fair en cuanto llegaron hasta ellos, después de que Sigrid los hubiese saludado tanto a ella como su hermano.

—Lo siento, no tuve tiempo de enviarte un Terror —explicó—. Temía que no te llegase el mensaje.

—¿Qué mensaje, qué sucede? —preguntó la pelirroja cuando se pusieron en marcha, Sigrid vio de reojo que Said y Kristoff se desviaban siguiendo a Alistair.

—Nada aún, pero temo que pueda ser pronto —dijo en voz baja, ambas se desviaron a una parte más vacía del pueblo para no ser oídas—. Las cosas se están complicando, no hay mucho que pueda hacer y temo por mi madre.

Sigrid comenzó a contarle entonces todo lo acontecido los últimos meses en el reino, desde el anuncio de su padre hasta la molestia de los lores y las advertencias de ellos.

—... Pero no es solo eso a lo que he venido, Idunn —dijo al terminar, mirando a su prima lejana—. He traído a Kristoff conmigo porque no quiero que su vida corra peligro, sé que es muy bueno luchando, pero aun así pienso que pueden ponerle veneno a su comida o algo —añadió con temor.

—Kristoff puede quedarse con nosotros el tiempo que desee, siempre será bienvenido en Fair —dijo Idunn, pensativa—. Como quisiera ver a esos lores arder.

Sigrid soltó un suspiro e infló los mofletes, concordando un poco con ella.

—Aún no podemos hacer nada en contra de ellos, seguimos buscando evidencias que los incriminen con sus actos, pero hasta ahora toda búsqueda parece inútil —expresó Sigrid desanimada cuando arribaron finalmente al Gran Salón.

En cuanto entraron Sigrid reconoció a Dhalia desde la distancia, hablando animadamente con Said quien no había perdido el tiempo al parecer. Ella e Idunn caminaron hasta una mesa alejada y vacía de los demás fairianos que charlaban animadamente. Sigrid inclusive vio un par de dragones bebé adentro jugando sobre las mesas y rompiendo cosas.

—Estoy segura de que debe haber aunque sea una mínima cosa —comentó la pelirroja, sentándose frente a la morena—. Aquí también hemos comenzado a buscar entre las cosas de mi abuelo Aren, cualquier evidencia nos sería de ayuda.

—Esperemos encontrar algo.

Sigrid miró un punto en específico, pérdida en sus pensamientos. Lo único que la mantenía sin darse por vencida era la esperanza de estar a salvo junto a su familia y su pueblo.

—Por cierto, Idunn —añadió al cabo de unos minutos, cuando vio afuera del Salón a Vhagar junto a su hijo Trueno—. ¿Podrías prestarme alguno de tus dragones rastreadores? —preguntó—. Estoy en búsqueda de un dragón que creo ha sido capturado por cazadores.

—Últimamente han estado muchos cazadores recorriendo los mares —comentó Idunn—. ¿Piensas ir sola? —Sigrid asintió y la pelirroja suspiró—. No creo que sea buena idea que vayas sola.

—Debo hacerlo, Said ni Kristoff lo saben y preferiría que se quedara entre nosotras —dijo, mirándola a los ojos—. Además Draco no confía en nadie y a mí me conoce, no puedo ponerlo más en peligro.

—No irás sola —determinó la jefa de Fair antes de que Sigrid añadiera más—. Te acompañaré junto a Trueno.

Sigrid conocía bien a Idunn y sabía que no cedería ante ella, así que resignada asintió.

—Bien, estos días estaré en Nordvind.

—Entonces te alcanzaremos en un par de días.

—Gracias, Idunn.

Mientras hablaban de cosas triviales, la mirada de Sigrid se desvió por todos los que estaban en el Gran Salón. La mayoría estaban absortos en sus propias charlas como para prestarles atención, pero la vista de Sigrid se desvió hasta el lado contrario de la sala donde unos ojos grises la veían fijamente. La kainiana frunció ligeramente el ceño al verlo, era un joven muchacho que no parecía mayor a ella; había algo en su mirada que se le hacía familiar, pues esta era fría, calculadora, como si la conociese y le hubiese hecho daño, pero Sigrid no lo había visto en su vida.

Sigrid se preguntó porque parecía conocerlo.

Algunas horas después de despedirse de Kristoff y los demás, Sigrid y Said se marcharon con el manto azulado extendido sobre el cielo y la luz de la luna como su única guía. El viaje a Nordvind sería largo, por lo que habían decidido no perder ningún minuto más en Fair y partir cuanto antes. Ella y Said estarían un par de días en Nordvind antes de ir a visitar a sus amigos en Berk, pues debían organizar la isla sin perder más tiempo y aunque Kristoff quiso ir con ellos para ayudar, Sigrid se rehusó, diciéndole que pasara más tiempo con sus primos y ya después podría reunirse con ellos.

El viento a su favor les permitió volar sin retrasos de ningún tipo, el tamaño de Vhagar y Nymeria también era algo que tenían a su favor, pues sus alas se desplazaban de arriba hacia abajo con elegancia de manera suave y lenta, haciendo el cielo como suyo. Sigrid dejó que bajo aquella calma y tranquilidad, el sueño se apoderara de ella mientras se abrazaba a las escamas de su dragona y dejaba que la guiase.

Muchas horas más tarde, cuando la noche hubo pasado, los rayos sobre sus cabezas les indicaron que era medio día. Sigrid se incorporó hasta quedar sentada adecuadamente sobre Nymeria, soltando un bostezo involuntario y parpadeó un poco para acostumbrarse a la luz. A su derecha vio que Said aún dormitaba boca arriba sobre Vhagar sin darse cuenta de nada y Sigrid tuvo que reprimir la risa al notar que un movimiento más por parte del kainiano y terminaría soñando entre las nubes y no en su dragón.

—Said, te vas a caer, ¡despierta! —Nada, Said siguió dormido y Sigrid río con delicadeza al ver la posición de su amigo, con los brazos y piernas extendido a ambos lados—. Bueno, dejaré que te caigas.

Nymeria y ella se adelantaron un poco para ver a través de una nube grisácea que impedía la vista. A solo unos metros de distancia, Nordvind se situaba frente a ellos. Sigrid comenzó a prepararse y Nymeria aprovechó para volar por encima de Vhagar para despertar a Said con una de sus garras afiladas, el aludido no tardó en abrir los ojos agitado y asustado, retrocediendo de la híbrida que le miraba desde encima.

—¡Sigrid tu bestia me va a aplastar!

—Qué exagerado eres, Said —dijo en cambio a Sigrid—. Ven Nym, ya déjalo, estamos por llegar.

Conforme descendían hasta la isla, Sigrid aprovechó a beber agua de su cantimplora y poco después, le dio su comida a Nymeria para que cobrase un poco de energías por el largo viaje. Said, por su parte, se encargó de pulir su espada y guardarla sobre su vaina luego de haber arreglado su uniforme de Kain.

—Alteza, que honor es tener su presencia una vez más en Nordvind. —Algunos minutos después, los habitantes de la isla ya se habían acercado al muelle de la isla para recibirlos con los brazos abiertos. Sigrid y Said desmontaron a sus dragones para darles más libertad y siguieron al jefe interino de la isla, Hank—. No esperábamos su visita hasta dentro de un mes más.

—Hubo un cambio de planes, señor Hank —respondió Sigrid, siguiendo al hombre de barba larga y cabello canoso—. En vista de las circunstancias, no podíamos retrasar nuestra ayuda.

El Jefe Interino se giró para verla y asintió en cuestión de segundos tras sus palabras, los demás en la Isla les seguían con cierta distancia.

—Apreciamos su ayuda en estos momentos, Alteza —dijo el hombre, volviendo la vista al frente. Pasaron sobre las pequeñas casas, de las cuales, la mayoría de ellas parecían descuidadas e incompletas—. Asumo que vienen cansados por el viaje, les llevaré comida y agua, para que puedan descansar.

—Oh, no se preocupe por la comida mi Lord, hemos traído nosotros y, de hecho, traemos algunas provisiones incluso para el pueblo —aseguró Sigrid ignorando el rostro indignado de Said—. Sabemos por lo que están pasando en estos momentos, es una pena que sus provisiones para invierno se hayan terminado tan pronto.

Salieron finalmente de las casas en dirección al Salón Principal, este no era tan grande como los Grandes Salones de otras Islas, pero su función era básicamente la misma. Sigrid avanzó con pasos firmes hasta subir las pequeñas escaleras que conducían al interior del salón y las puertas frente a ella, que se encontraban ya abiertas.

—No tenía que molestarse, Alteza, esos dragones han acabado con todo lo que nos quedaba —soltó el hombre a modo de queja, Sigrid no dijo nada, solo lo miró con el ceño fruncido y curioso—. Aunque después de que la gran Nymeria nos haya salvado de aquella batalla, hemos tratado de amigarnos con los dragones, por supuesto.

» Han venido varios que aún permanecen en los bosques de la isla —continuó explicando cuando entraron al salón iluminado por antorchas pequeñas—. Algunos vienen con severas heridas... Asumo yo que los han tratado de capturar sin éxito, estamos haciendo lo que podemos para ayudarlos, pero muchos de ellos nos lanzan fuego en cuanto nos ven.

—Deben estar asustados, señor Hank —habló por primera vez Said—. En un momento más, si me guía hacia dónde están, iré a ver qué tal están.

—Por supuesto, Sir.

Un par de horas después de ponerse al corriente de los hechos que habían ocurrido en Nordvind, se hubiesen alimentado y aseado, Sigrid y Said se encontraban en el bosque en búsqueda de los dragones que se habían ocultado tras la presencia de Nymeria y Vhagar que les habían seguido. El bosque no era tan grande como otros y los árboles se distanciaban unos con otros por varios metros de distancia, por lo que no fue difícil orientarse a través de él.

—¿El motivo por el que has venido un mes antes es por qué quieres ver a Hipo? —preguntó Said cuando ambos pasaron por un árbol de tronco ancho.

Sigrid lo miró seria. El kainiano desde que les había atrapado con su casi beso, no dejaba de insistir con un tema similar, había sido un milagro que durante el viaje no lo mencionase.

—¿Tienes remordimiento que nos hayas interrumpido? —preguntó Sigrid para evadir la pregunta.

Si se ponía a pensarlo, Sigrid no estaba completamente segura de lo que les había llevado a ambos a estarse por besar, pero luego de aquello, su mente estaba más que confundida y los momentos con Hipo se volvían un poco incómodos. Los últimos meses habían tratado de seguir con su amistad como si nada, lo cual fue un gran error porque era claro que no volvería a ser lo mismo después de aquello. Los sucesos que ocurrían en el reino, habían sido la perfecta excusa para no tener que hablar sobre el tema con Hipo, aun sabiendo que tarde o temprano debían de hacerlo.

—No —respondió descarado, con una sonrisa. Sigrid rodó los ojos—. Me pregunto si eso hubiera detenido su ceguera —agregó poco después, con una mano sobre su mentón, pensativo; sin darle tiempo de replicar, añadió—: ¿Sientes algo por él?

Sigrid se adelantó del camino sin responder, sujetándose por los troncos de los árboles para no resbalar entre los helechos y los arbustos debajo de ella.

—No lo sé —dijo al cabo de varios minutos—. Es confuso.

—No debería de ser confuso, he visto que son como unos tontos tímidos —dijo sin más, Said por muchas ocasiones había querido decir eso—. Es obvio que él tiene sentimientos por ti, lo he visto y cada que trata de dar un paso hacia ti, se aleja.

—Aún sí fuera cierto...

—Es cierto —interrumpió—. De hecho él ya había dado el paso aquel día que interrumpí, no debí haberlo hecho, pero fue divertido —habló consigo mismo, siguiendo a Sigrid mientras desviaba una rama que la kainiana le había lanzado a propósito.

—Es que es difícil, no estoy segura de lo que siento.

—¿Pero lo quieres?

Sigrid no respondió, pero Said sabía la respuesta.

—No trato de presionarte, Sig —dijo Said al cabo de unos minutos, viendo a lo lejos varios pares de alas coloridas—. Pero sabes qué hablarán de eso cualquier día, no pueden tratar de ignorarlo o todos nos volveremos locos —añadió lo último refiriéndose al equipo de los jinetes de dragones también—. Y además, recuerda que mañana es la carrera de dragones, no podemos faltar.

—Sí —asintió ella con un suspiro, pensó en Hipo y en que ambos tenían meses sin verse y sentirse normales—. Mañana iremos.

Sin esperar respuesta, la morena se adentró entre los arbustos con pasos lentos y calmados para que los dragones confiaran. Said le imitó y juntos se encargaron de inspeccionarlos a todos y ayudarlos, sin dejar ninguno atrás. Y mientras se encargaban de alimentarlos, Sigrid solo sintió el revoltijo que había en su estómago de pensar en que al día siguiente, se volverían a ver. Sigrid volvería a ver a Hipo.

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