━━18: La Orilla del Dragón
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CAPÍTULO XVIII
❛¿Amigas, probablemente?❜
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Había una gran pila de libros y pergaminos frente a Sigrid, amontonados sobre la pequeña mesa de caoba situada dentro de la biblioteca del reino. Sus ojos ambarinos recorrieron todos los títulos inscritos en los bordes para poder reconocerlos, hasta desviarse a los tomos del otro lado, unos con más páginas que otros. Un resoplido escapó de su garganta al verlos, eran demasiados y aún necesitaba estudiar más, necesitaba aprender.
Bufó, revisando el primer tomo, que tenía alrededor de unas doscientas páginas, menos que los demás. Pasó sus manos entonces por cada hoja arrugada, haciendo que sus ojos se movieran de una dirección a otra tratando de captar su significado; aunque ya había aprendido a leer tiempo atrás, aún se le dificultaba un poco entender a la primera leída, así que a veces debía regresarse a repasar los renglones hasta que le quedase claro.
Después de leer el primer párrafo, Sigrid profirió un suspiro lánguido viendo lo que quedaba. Aprender sobre las más antiguas normas del reino eran su principal prioridad, debía entender todo, debía memorizarlo para, finalmente, poder ponerlo en marcha. En su desesperación se recogió el cabello en una coleta alta, como si eso fuese ayudarla a comprender más los textos inscritos, obligándose a concentrarse. Más no pasaron ni cinco minutos cuando volvió a soltar el libro, no podía memorizarlo, todo era tan complicado.
Ya habían pasado varios días desde su cumpleaños, las hojas caídas de los árboles en sus alrededores lo demostraban. En aquellos días, a lo único que se dedicaba era a estudiar durante horas en la biblioteca, necesitaba algo que ayudase a acaparar su atención y mejorar. Por supuesto que, en los años desde que había regresado de con Valka, se había puesto al corriente con todos los conocimientos básicos que debía aprender; pero no parecían ser suficientes para Sigrid. Necesitaba aprender más, necesitaba encontrar algo que le ayudase a demostrar que no era la chica sin la madurez suficiente.
El haber visto a Hipo en el pueblo el último día que estuvo le ayudó a perder el miedo, así que cada día desde ese entonces salía y permanecía durante varias horas con ellos, en ocasiones solamente hablaba con algunas señoras que la reconocían le llamaban y en otras les ayudaba con cosas básicas o en lo que mejor se le daba bien. Quería aprovechar cada día en Kain, porque tenía el presentimiento que en cualquier momento ocurriría algo; inclusive comenzó a pasar más tiempo con su madre por las noches, hablando de su día, de lo nuevo que iba aprendiendo o simplemente conviviendo como había anhelado desde tiempo atrás. La necesidad de pronto hacer lo correcto embriagó su cuerpo con una motivación y esperanza de que podría lograrlo, haciendo que se sintiese más animada y comenzase a ver las cosas bajo una nueva perspectiva.
—Deja ya eso, no quiero que termines con un dolor de cabeza después —habló Kristoff, tomando asiento sobre la silla frente a ella. Interesado, tomó uno de los libros y lo comenzó a hojear—. No es necesario que memorices todo esto, ningún rey lo hace, tampoco esos hombres.
Sigrid alzó ligeramente el mentón para verlo entonces, sabiendo que «por esos hombres» se refería a los lores, pasó entonces saliva por su garganta antes de dar un pequeño asentimiento con la cabeza, regresando la vista al libro.
—Pero debo estar preparada en todos los aspectos —insistió—. Así podré solucionar todo de una vez.
—Sé que lo vas a lograr resolver, pero todo a su debido tiempo —comentó su primo pacientemente, poniéndose de pie para cargar algunos de los libros sobre la mesa y llevarlos hasta su estante—. No te presiones, además, hay otras cosas que puedes aprender.
—¿Cómo en qué? —Sigrid le secundó, tomando esta vez los rollos de pergaminos yendo detrás de él tras ponerse de pie.
—Habías querido seguir entrenando, ¿no?
La kainiana se detuvo en su lugar, Kristoff en cambio continuó avanzando sin percatarse de aquello. Solo pasaron unos segundos, hasta que sacudió la cabeza y lo siguió.
—No soy muy fuerte, Kristoff —respondió en su lugar con un suspiro—. Los últimos entrenamientos no fueron muy bien.
Ambos llegaron hasta la sección correspondiente en donde se detuvieron, el rubio con su mano libre tomó dos de los tomos que llevaba consigo mientras los subía hasta su sitio correspondiente, teniendo que alzar la mano de esa manera, repitió el procedimiento con los siguientes. Sigrid se acercó al lado contrario, en la zona de los pergaminos y tuvo que ponerse ligeramente de puntillas hasta alcanzar el estante al que pertenecían los pergaminos, en cuanto los hizo y sus pies volvieron al suelo soltó un suspiro.
—Por eso vamos a entrenar, no podré dejar que vayas desprotegida a la Orilla sin que sepas al menos como desenvainar una espada —comentó en cuanto ambos hubiesen retomado la caminata pasando entre los estantes—. Es por tu seguridad.
—Todo sería más fácil si nos acompañaras, Ed.
Antes de que Hipo y los jinetes se fueran les habían invitado para que visitaran la Orilla del Dragón cuando gustasen, aunque claro que Sigrid había aceptado solo porque sería su turno de cuidar a Maléfico y quería ir por él, o al menos eso era lo que se decía a sí misma para convencerse de aquello. Desafortunadamente, tanto Kristoff como Said no podrían ir, al haber sido ascendidos con el título de Caballeros Dorados del Ejército de Kain. Sus nuevas obligaciones les mantenía ocupados ya que desde algunos días atrás habían tenido un par de problemas en las tierras del Norte, que no pertenecían a Kain, pero que estaban aun así bajo su cuidado.
Debían atender esos asuntos cuanto antes, ya que de no ser así sabrían que el consejo entraría en sesión y lo que menos querían eran eso. Increíblemente las sesiones habían cesado por meses, se veían muy poco, lo cual quería decir que aquellos señores estaban tranquilos. Sin embargo, solo sería cuestión de tiempo para que todo se desmoronara.
—Y yo también quisiera, Synn. —El rubio la miró, Sigrid entrecerró los ojos al escuchar el apodo basado en su segundo nombre «Synnøve», casi nadie solía llamarla así más que su madre cuando la buscaba, por lo que muy pocos lo conocían—. Te acompañaré a la próxima, pero por lo mismo debes entrenar.
—Lo haré, Ed.
Por fortuna, aquel día Sigrid no iría sola hasta su encuentro con los jinetes de dragones, llevaría consigo a Lyanna quien había escuchado cuando la invitaron, así que saltó comentando que al ser la dama de Sigrid, debía ir con ella para protegerla. Aunque la pequeña Lyanna apenas sabía del uso de espadas, no se podía decir lo mismo de los arcos, justo al igual que Said, era muy buena con la puntería y sabía usarlo correctamente.
—Bien, porque de cualquier forma íbamos a entrenar aunque no quisieras, sabes que podrá ayudarte más adelante... Aunque no lo quieras —comentó, en un tono más bajo.
Atravesaron las últimas estanterías repletas de libros desde el suelo hasta el techo, antes de abrirse paso hacia un corredizo fuera de la biblioteca. Doblaron por pasillos con armaduras y pinturas, hasta llegar al exterior donde el viento fresco les azotó en el rostro. La kainiana tuvo que abrazarse a sí misma por el frío, pues las temperaturas cada día bajaban más conforme pasaban los días y aunque llevase años viviendo así, aún no se acostumbraba.
Cruzaron el patio hasta girar a la zona del bosque y comenzar a subir el antiguo castillo —actualmente reemplazado—, después de que supieron que los dragones no eran una amenaza lo convirtieron en una zona de entrenamiento. El problema era subir toda la montaña, pues estaba situado de ese lado. Con pasos calmados, pero no tan lentos, ambos avanzaron, atravesando el bosque.
Sigrid en esos momentos agradecía no tener uno de sus voluminosos vestidos que le impedían avanzar a través de los árboles o le provocaban varios tropiezos. Afortunadamente, la abuela de Casiopea (la joven a la que Said solía visitar) seguía siendo su costurera y por las tardes en ocasiones se iba con ella a visitarla, encontrando nuevos diseños para su ropa, como el de esta ocasión. Llevaba un vestido de cuero color negro con detalles tintos, el cual quedaba más ajustado en la zona de las curvas, este no era tan largo tampoco, pues llegaba arriba de su tobillo y en conjunto calzaba unas botas de piel negras. Le parecía adecuado por la facilidad para caminar y porque la hacía sentir menos incómoda que cuando usaba los vestidos normales que acostumbraba a ponerse.
Finalmente arribaron hasta la principal entrada, el anterior castillo al haber sido reemplazado había tenido varias remodelaciones, por lo que la mayoría se trataba de un patio largo en el que podrían entrenar hasta cien soldados a la vez, a sus alrededores habían pequeñas habitaciones que contaban con armaduras, mapas y armas para entrenar el cual estaba custodiado día y noche por un soldado leal a su padre, pues aunque eran solo por entrenamiento no podían arriesgarse a que fuesen tomadas y les diesen un mal uso. La suela de su bota emitió sonido al pasarla sobre el piso de cemento en cuanto entró al patio, avanzaron entonces hasta girar al salón del lado derecho.
—¿Usarás la espada que habías utilizado anteriormente? —preguntó Kristoff mientras entraba al montículo y comenzaba a revisar las espadas, Sigrid asintió.
Aquella espada era un poco más ligera que las demás, por lo que se le hacía un poco más accesible al ser toda una principiante. Kristoff se la pasó en cuestión de segundos y en menos de cinco minutos ambos estaban sobre el patio de entrenamiento, que por suerte se encontraba vacío donde comenzaron a entrenar. Kristoff era de los mejores espadachines que tenía Kain, sus habilidades le habían conseguido varios títulos gracias a ello, así como había entrenado a muchos otros soldados.
De manera que comenzaron con movimientos fáciles y lentos que Kristoff dio primero para que ella se acoplase nuevamente con el uso de la espada; las estocadas prontamente se hicieron rápidas, metal contra metal chocaban.
Desde sus anteriores entrenamientos, Sigrid había recordado algunas de sus tácticas usadas, por lo que prontamente esquivó varios de los movimientos de su primo, interponiendo su espada con la suya en alguna que otra ocasión, aunque el rubio siempre trataba de no lanzar las estocadas tan fuertes con intención de no lastimarla, pero Sigrid las esquivó con agilidad, pues para su pequeño y delgado cuerpo, se le hacía más fácil moverse de lado a otro sin perder el equilibrio, ambos lanzando estocadas y el otro respondiendo a ellas.
Claramente aquello solo se trató del principio, entrenaron hasta que cayó la noche y Kristoff sintió que ya estaba algo preparada, así al día siguiente podría ir con Hipo.
Hipo y los jinetes habían acordado pasar por ellas temprano, en el punto medio de la orilla y Kain, pues Sigrid había insistido en que era inútil que viajasen por días solo por recogerlas. La kainiana debía admitir que estaba algo nerviosa, desde que había detenido la búsqueda de Valka no había salido de la isla para nada y recordaba muy poco hacia qué dirección ir. Sin embargo, habían acordado verse en una isla cercana al Mar de Noruega, por lo que suponía que no se le haría tan difícil llegar hasta ella.
Eso supuso, hasta que una hora más tarde Lyanna y ella vagaban sobre las nubes sin rumbo fijo. Lo malo de volar era que no había manera de orientarse y sí la había, Sigrid no la conocía. Lyanna iba callada, su cabello castaño se movía con el aire mientras se sujetaba de la cintura de la kainiana, admirando todo a su alrededor, pues este se trataba de su primer vuelo.
—Estás perdida —afirmó Lyanna poco después—. Hubiera sido mejor opción dejar que viniesen por nosotras —continuó—. Si nosotros vamos a su isla, lo justo es que ellos vengan a la nuestra.
—Pero nos invitaron, además eso les tardaría más —replicó Sigrid, viendo entre las nubes—. Nymeria, baja.
Ambas se sujetaron, Sigrid se aferró a las riendas y Lyanna la abrazó por la cintura. Nymeria entonces extendió en su totalidad sus alas rojas con tonos rosados que brillaban bajo las nubes y se inclinó para descender con cuidado, comenzando a ganar velocidad con el favor del viento que corría hacia la dirección a la que iban.
—No vayas a decir nada —murmuró Sigrid a los minutos cuando se proyectaron frente a ellas las siluetas de dragones.
Al no reconocer si eran dragones salvajes o los jinetes, Sigrid guio a la híbrida para que se alzara sobre las nubes y pasarán desapercibidas. Cuando estuvieron ocultas, se inclinó sobre Nymeria, entrecerrando un poco los ojos en un intento por reconocer los dragones que se acercaban. No fue hasta que una voluta inmensa en llamas pasó cerca de ellas qué Sigrid se sujetó bien de las riendas, otra más casi les impactó de lleno, pero Nymeria fue más rápida al esquivarla, perdiendo el equilibrio a causa de ello.
—¡Patán! —La tan familiar voz de Hipo se hizo presente en el cielo, Sigrid exhaló aliviada de que no fuese otro dragón o de lo contrario, Nymeria habría atacado—. Tienes suerte qué Nymeria no haya reaccionado mal, por poco las tiras.
El jinete del Furia Nocturna se alzó sobre las nubes hasta que quedó a la altura de las tres, Nymeria se acercó a olfatear a Chimuelo y al hacerlo sus pupilas se dilataron, estando prontamente en estado amigable. Sigrid, tras comprobar que Lyanna estuviera bien, giró el rostro para ver a su amigo frente a ella, a quien sonrió sin mostrar los dientes al igual que al resto del equipo.
—¿Estás segura de qué a la próxima nos quedaremos de ver en alguna isla de nuevo? —preguntó con una pequeña sonrisa Hipo.
—No quería que tuvieran un viaje tan largo, seguro a la próxima me aprendo el camino —comentó rápidamente, algo apenada.
—Nada de eso —interrumpió Patapez, mientras su dragón, Albóndiga, aleteaba rápidamente ascendiendo junto a ellos—. Si estarás viniendo no tendríamos problema en venir por ti.
—Qué amable eres, Patapez, pero no quiero ser una molestia.
—¿Nos vamos ya? —interrumpió Lyanna, asomándose detrás de Sigrid—. No me gustaría para nada pasar tiempo flotando sobre el mar.
—¡Lyanna!
Sigrid la miró indignada y los demás rieron debido a ello.
—Chicos, ella es Lyanna, por cierto —presentó Sigrid cuando se pusieron en marcha—. Hermana de Said.
—Un placer, Lyanna —comentó primero Patapez que estaba cerca, los demás hicieron algún asentimiento o sonrieron, gesto que Lyanna imitó.
—¿De verdad eres su hermana? —Astrid se acercó—. Creo que me caes mejor —murmuró, haciendo reír a los demás y a la misma Warren.
Durante el camino hacia la orilla estuvieron hablando, especialmente Lyanna con Astrid y Sigrid quienes habían terminado un poco detrás de los demás. Hipo se había adelantado para regañar tanto a los gemelos como a Patán, que no dejaban de hacer bromas entre ellos o poner varias veces a la híbrida alerta, pues aunque se llevaba bien con Chimuelo aún se trataba de acoplar a la presencia de los otros. Sería un viaje largo, así que tampoco podían estar entre bromas o solo lograrían que los dragones se cansaran.
Un día y medio después, ya estaban en la Orilla del Dragón después de unas cuantas paradas que hicieron en el camino. Todos llegaron exhaustos por el viaje, excepto Sigrid y Lyanna que tenían más curiosidad que ganas de descansar.
La isla era enorme, con un gran bosque, un volcán inactivo y las cabañas de los Jinetes en la parte principal. Tenían establos para sus dragones, una arena de entrenamiento, entre otras cosas, que Sigrid recorrió con curiosidad. Se habían mudado a la Orilla un año atrás cuando quisieron explorar más sobre nuevos dragones que los mismos suyos, pero últimamente y debido a ello, habían tenido diversos problemas con los Cazadores de Dragones.
—Tienes una espada —dijo Astrid al ayudarle a desempacar las cosas que trajo, Lyanna mientras tanto se había quedado con los otros jinetes—. ¿Entrenas?
—Kristoff me está enseñando —respondió Sigrid, terminando de acomodar lo último, pues Astrid les había ofrecido que se quedaran con ella durante esos días que estarían—. Pero no soy muy buena, esa espada es de entrenamiento así que seguro no me ayuda en nada.
—¿Quieres un entrenamiento más realista? —Al cabo de unos minutos, Astrid sugirió—. Suelo entrenar siempre en la isla y no me ha ido tan mal —alzó los hombros, Sigrid alzó la vista para verla.
—Me parecería bien, ¿cómo entrenas?
Terminando de desempacar lo último, Sigrid se giró para observar el interior de la cabaña; las paredes tenían colgadas hachas y mazos que hicieron sobresaltar a Sigrid por la cantidad de estos. Un poco más relajada, se quitó la capa que estuvo usando durante todo el camino y miró a Astrid escoger dos hachas cerca de la pared principal.
—Esa espada no me parece conveniente para el entrenamiento, puedo prestarte un hacha comentó la rubia, aproximándose hasta Sigrid—. Algunas veces entreno con Tormenta y otras sola en el bosque, podríamos empezar con algo de sigilo primero.
Sigrid y Astrid duraron varias horas entrenando en los bosques en conjunto con sus dragonas; tal como había dicho la rubia en un principio, el entrenamiento era más realista, ambas tuvieron que procurar ser sigilosas al adentrarse en la profundidad del bosque en busca de dragones con los cuales practicar y no fue hasta que unos extraños hombres de pelucas rubias se aparecieron que tuvieron que regresar de vuelta a la orilla.
—No podía creerlo —comentó Patán cuando todos se hubiesen reunido—. Supongo que oyeron hablar de sus hazañas en Berk, sus heroicos actos de valentía inigualable —continuó, moviendo sus brazos para expresarlo de forma valiente. Sigrid frunció el ceño al no entender de lo que hablaba–. Y creen que es el único que puede enfrentarse a los bandidos —dijo con una risa burlesca—. No hay manera.
—¿No quieren nuestra ayuda? —preguntó un sorprendido Hipo, con una mano sobre su pecho y con la otra señalando a los demás jinetes.
—No se arriesgaría a llevar jinetes de dragones porque estos bandidos parecen estar nerviosos —señaló el azabache, apuntando con su dedo índice—. Podrían vernos y asesinar a Alvin.
Los gemelos desde su lugar compartieron miradas y alzaron los hombros, asintiendo ante la razón de las palabras de Patán. A pesar de que no entendía nada, Sigrid permaneció ahí sentada aun lado de Lyanna. Había escuchado hablar de Alvin cuando se reencontró con Hipo, pero solo sabía que habían sido anteriormente enemigos, pues Hipo no se había enfocado demasiado en los detalles.
—Los tienen muy asustados —continuó Patán—. Pero hay un hombre valiente que podría reunir a esos Marginados y guiarlos para rescatar a Alvin —comentó un poco más animado, esbozando una sonrisa mientras se aproximaba hasta Patapez—. Aplausos para TR.
Con sus dedos índice señaló un par de vez al jinete de dragón, aún sonriente.
—¿Qué?
—Oh, por el amor de Thor —Hipo se llevó una mano a la frente, negando ligeramente con la cabeza.
—Creo que si necesitan a Thor Rompehuesos deberíamos llamarlo, ¿no? —sugirió por primera vez Patapez.
—Ese nombre suena horrible —interrumpió Lyanna desde su lugar, sentada a un lado de Brutilda.
—¡Gran idea, Cara de Pez! —apoyó Patán—. ¡Y es un excelente nombre!
—No, no lo es, es tan feo como el nombre de Anacleto.
—¡Muy mala idea, Patán! —interrumpió Hipo para que no siguiera la discusión con Lyanna, dando un paso hacia adelante, mientras los demás permanecían callados y estupefactos—. Traer a Thor es muy peligroso, incluso para ti.
—¡Basta! —exclamó el azabache, poniéndose por delante de Patapez—. Él estaba bien, de hecho, era perfecto —comentó lo último con un suspiro, cruzando los brazos sobre su pecho.
—Casi hace que te maten —señaló el ojiverde, un poco más molesto ahora.
—¿Dices que no soy lo bastante valiente ni poderoso? —preguntó esta vez el rubio, con cierto enfado en su pronunciación—. ¿Qué soy incapaz, Hipo?
—¿Sí? ¿Eso dices de mi muchacho? —secundó Patán, aunque Sigrid pudo reconocer cierto tono burlesco al pronunciar aquello.
—Estoy diciendo, Patapez, que ni siquiera conoces a Thor Rompehuesos —respondió calmadamente Hipo, avanzando hasta su amigo—. Se apoderó de ti. —Le señaló—. Sí, era valiente y grandioso, pero era casi demasiado heroico; era temerario y estaba fuera de control.
» En el fondo no eres ese tipo —continuó, dando un suspiro—. Mira, buscaremos otra solución, pero por ahora, nada de Thor Rompehuesos —finalizó.
Hipo entonces se alejó de Patapez, mientras los demás volvían a lo suyo, por lo que salieron del montículo.
—Thor Rompehuesos es un pésimo nombre —comentó Lyanna palmeando uno de los brazos de Patapez que se había quedado estático en su lugar—. Para que sepas, Patapez suena mejor —añadió y tras decir aquello, salió tras Astrid.
Aunque en un principio Sigrid hubiese planeado pasar tiempo con Hipo, después de que la pusieran al tanto sobre Thor Rompehuesos y sus heroicos actos, había decidido irse junto a la rubia para continuar entrenando. En Kain entrenaba siendo obligada por Kristoff o por Said, pero los métodos que utilizaba la ojiazul se le hacían inclusive más divertidos que el entrenamiento usual. Astrid era completamente valiente y feroz, aquello lo demostró mientras entrenaban en los bosques, persiguiendo objetivos, siendo sigilosas y cazando obstáculos. De manera que el primer día estuvieron calculando punterías para lograr lanzar el hacha a un determinado lugar e inclusive Astrid le dio sugerencias para que utilizara la daga que tiempo atrás Sigrid había adquirido en Fair, sin hacer uso de ella todavía.
—Las dagas son más sencillas que cualquier otra arma —comentó Astrid, tomando la pequeña empuñadura de esta—. Son ágiles, flexibles y puedes mantenerlas ocultas hasta el momento oportuno, solo tienes que ser precisa al momento de usarla y no dudar de ellas —explicó cuando le enseñó a utilizarla.
Años atrás habían estado a pasos de comenzar una pequeña amistad, que no terminó de completarse luego de los sucesos en el ruedo cuando Sigrid fue llevada por el Furia Espectral. Esta vez, no sabía si lo lograrían, pero ambas parecían estar disfrutando entrenar juntas, aunque a Sigrid le faltase mucho por aprender.
En todo momento hablaron de cosas triviales, sin tocar el tema de años atrás, pues Astrid aunque no la hubiese conocido tan bien comprendía que había tenido sus motivos, fuesen los que fuesen, sabiendo también que lo importante era el presente.
—No eres tan mala en realidad —comentó Astrid con una mano en su mentón pensativa al ver como había logrado esquivar las espinas del Nadder—. Se te hace más fácil esquivar cada cosa.
Eso lo sabía, la única ventaja de su altura y su peso era eso, estaba tan chica que apenas podía pasar desapercibida contra sus adversarios. En el lomo de Nymeria inclusive algunas ocasiones lograba volverse invisible junto a ella, pues las escamas de la híbrida la cubrían en ocasiones perfectamente.
—Aún me falta practicar más, ¿pasamos con las espadas?
Entrenaron entonces el resto de la tarde, hasta el anochecer, mejorando movimientos y hablando entre ellas. Sigrid que había tenido puros amigos hombres hasta entonces (sin contar a Lyanna) se sintió mucho más relajada con Astrid, ya que la rubia era comprensiva, analítica y su presencia resultaba agradable.
Al día siguiente, Patán apareció con la noticia de que Patapez se había unido a los bandidos, siendo Thor Rompehuesos ahora, un completo anti - héroe.
Aún si no tenían experiencia en cuanto a ser un jinete de dragón, a Sigrid no le quedó de otra más que acompañarlos a la isla donde estaría Patapez hipnotizado, pues Hipo se rehusó a que se quedase sola en la orilla junto a Lyanna. Duraron toda la tarde planeando como irían para que no resultase peligroso para ambas y lograron una nueva formación con los dragones, con la intención de integrar a la híbrida entre ellos. Nymeria acató a las indicaciones dadas por Hipo en cuestión de minutos, Sigrid seguía sorprendida en cómo había confiado tan rápido en él.
—Recuerden las formaciones —comentó Hipo al anochecer, mientras emprendían vuelo hacia la isla—. Si algo sale mal, no duden en escapar —continuó, haciendo énfasis especialmente en la kainiana al ser la primera vez que participaría en una de esas misiones.
Sigrid asintió dejando que Lyanna se colocara el casco que Said le había hecho para el camino, en caso de cualquier situación peligrosa. La menor anteriormente no lo había utilizado al no haber sido necesario, pero al aceptar ir a la misión junto a ellos, decidió prevenir; aunque no admitiría en voz alta que en el fondo le hacía caso a su hermano mayor.
Las alas de los dragones se extendieron hacia la profundidad de la noche, por donde la luna brillaba. Durante el camino todos iban silenciosos, pues debían estar concentrados por completo, Sigrid se aferró a las riendas, un poco nerviosa por participar en dicha misión que podría resultar peligrosa.
—Chimuelo —habló Hipo tiempo después, cuando estaban por encima de la isla.
El dragón acató a la indicación y de sus faces salió el tan familiar plasma morado, convertido en eco entre el aire hasta que atravesó el agua que rodeaba la isla, formando diversos círculos. Los demás al ver la señal, no dudaron en sumergirse al agua por unos instantes hasta que salieron de esta, en algún punto específico de la isla y dejaron que el agua destilara debajo de ellos. Tormenta fue la primera en caminar sobre la arena con Astrid sobre su lomo, viendo la antorcha encendida.
—Creí que nadie sabía que veníamos —pronunció en un murmuro, al tiempo en que varias flechas pasaron hasta ellas y Albóndiga, quien también se había acercado a esa zona de la isla.
Las dos dragonas se alzaron en vuelo, mientras los demás se ponían alertas, una red atrapó a Brutacio y a Brutilda antes de que pudiese ponerse en vuelo, tomándoles desprevenidos al instante.
—¡Chimuelo! —alertó Hipo cuando uno de los Cazadores se acercó para disparar una flecha, alzándose en vuelo para esquivarla.
De entre los Cazadores salió Patapez, ahora Thor Rompehuesos señalando que cubriesen el agua, pues era la única salida. Sigrid aprovechó entonces que no habían sido vistas en ese momento para elevarse del suelo, pero justo en esos momentos una de las flechas impactó de forma rápida y dolorosa sobre la bota de la kainiana, lastimando su pierna en el momento. Sin querer, soltó un jadeo del impacto y Nymeria descendió al suelo de la impresión, con Lyanna aferrada a sus escamas.
Antes de que se pusiese a pensar siquiera, Sigrid se bajó de un salto de la híbrida y ayudó a Lyanna bajar, dando unas palmaditas a la híbrida. Nymeria en cuestión de segundos dio un giro, en el que Lyanna aprovechó para lanzarse en sus garras y, siendo envueltas por sus patas, desaparecieron haciéndose invisibles y perdiendo la puntería de los Cazadores que mantenían su atención en ellas. Sigrid sabía que con las dos no sería posible esconderse entre las piernas de la híbrida, por lo que su prioridad fue Lyanna.
Estando desprotegida abajo, Sigrid tuvo que correr con dificultad para esquivar la lluvia de flechas que volaba en todas direcciones, el ardor de su pierna le impidió avanzar con más rapidez, pero logró hacerse paso hasta los gemelos que batallaban con la red en la que estaban atrapados e hizo uso del hacha que Astrid le había prestado. A lo lejos pudo escuchar el golpe que se llevaron Colmillo y Patán al estrellarse contra una roca, cayendo entonces a escasos centímetros de Thor Rompehuesos.
Sigrid finalmente logró tumbar a los dos cazadores que disparaban en dirección de los gemelos y en cuanto lo hizo ayudó a Brutilda, quien se montó sobre su dragón. Sin embargo, el sonido de las manos de Patán golpeándose a sí mismo les distrajo, provocando que una carcajada brotara de la boca de Brutilda viendo divertida la escena.
—Nuestro tío Aburritacio hacía eso, podíamos mirarlo por horas —comentó Brutacio, sacándose la última parte de la red atorada en su pie cuando otra ola de flechas les recibió—. ¡Cuidado! ¿Qué te digo, Sig? Siempre tengo que salvarte de las flechas.
Sigrid abrió la boca para replicar, pues había sido el caso contrario, cuando Brutacio la hizo subirse detrás de él sobre el Cremallerus antes de que otra oleada de flechas les recibiera. Al no quedarles de otra, viendo como Patán había sido capturado y ser rodeados por los Cazadores, tuvieron que sumergirse de vuelta al agua tras la orden de Hipo, donde Nymeria les esperaba aún invisible, esperando que al día siguiente les fuese un poco mejor.
Tras un segundo plan de rescate completamente fallido al día siguiente, los jinetes junto a las kainianas avanzaron hasta el punto de encuentro en la isla con Thor, quién seguía teniendo de rehenes a Patán así como al líder de los marginados. Sigrid avanzó a un lado de Hipo, mientras Nymeria avanzaba desde atrás en forma invisible cuidando de Lyanna.
—No creo que debamos meternos en esto —comentó Astrid, montada sobre Tormenta.
—Algo me dice que es una mala idea —secundó Sigrid.
—Tranquilas —comentó pacientemente el castaño, arrastrando la carretilla—. Ellos creen que tienen el elemento sorpresa, pero en realidad no es así.
Les pasó a ambas el mapa trazado, donde se mostraba la posición de los vigías alrededor de la isla. Cuando llegaron se detuvieron, hasta que el grito de Patán les alertó que todos se pusieron alertas. Los gemelos corrieron en círculos hasta dar con sus dragones y Sigrid se subió enseguida sobre el lomo de Nymeria, apoyándose rápidamente en su ala para alcanzarlo, esquivando como pudo las flechas que volaban en su dirección. Instantes después ya todos estaban sobre el cielo viendo hacia la isla.
—¡Ahora! —gritó Hipo—. ¡Denles todo lo que tienen!
En cuestión de segundos los dragones bajaron a atacar, Nymeria aprovechó a hipnotizar unos cuantos al pedir permiso a Sigrid y al finalizar del día ya habían rescatado tanto a Alvin como a Patán y Patapez finalmente.
Al día siguiente, Sigrid y Lyanna regresaron a Kain junto a Maléfico y Nymeria, con Kristoff y Said esperándoles en un punto medio, sabiendo que aquel iba a ser el inicio de sus aventuras, al igual que sus problemas.
Les dejo un edit de Hicc y Siri que hice <3
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