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━━12: Acuerdos con Kain


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CAPÍTULO XII

❛La buscó por todo el mundo. ❜

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Año 735 D.C

El rostro del rey de Kain estaba estático, pasmado, todo a su alrededor parecía como si no lo sintiese, como si su mente estuviera lejos de su alcance; sus ojos veían un punto fijo, sin creer lo que acababa de pasar, sin poder asimilar que el dragón se había llevado a su hija, sin poder creer que no la había podido salvar, justo como se sentía él. El corazón de Hipo palpitaba con fuerza, asustado y conmocionado por lo que había pasado, por lo que había visto; latió con tanta rapidez que podía escucharlo desde fuera, después miró a su alrededor y parecía que todos estaban conmocionados al igual que él, miró a su padre con la mirada perdida y miró a Astrid que parpadeaba sin asimilarlo.

Luego vino el silencio, sus respiraciones era lo único que se lograba escuchar en el montículo, unas más aceleradas que otras. Hasta que Chimuelo trató de huir fue como todos se lanzaron dentro de la Arena hacia él, volviendo a la realidad, mientras Hipo continuaba estático en su lugar, bastó escuchar los gritos de furia, las órdenes de su padre «¡No dejen que escape!» que lo azotaron a la realidad de un golpe, sus piernas temblaron débilmente mientras corría y gritaba que no le hicieran daño, apartó a varios de su camino mientras seguía gritando que se detuviesen; hasta que Chimuelo abrió sus fauces mostrando la plasma morada en su garganta que su gritó retumbó el lugar: «¡NOOO!».

Entonces Chimuelo no atacó a Estoico y eso dio la oportunidad de que los vikingos sujetaran firmemente al Furia, se lanzó hacia ellos inútilmente tratando de defender al amigo que le quedaba, pero Astrid se lo impidió sujetándolo ahora a él. Hizo todo lo posible por separarse de los brazos de la rubia, no lo logró sabiendo a leguas que ella era muchísimo más fuerte que ella, su labio inferior tembló, observando como colocaban un bozal sobre el hocico de su mejor amigo. Todo a su alrededor comenzaba a nublar su mente, vio a lo lejos como Bastón se sujetaba la cabeza y salía del lugar con ayuda de sus hombres y su padre, quiénes lo sostuvieron para evitar su caída, pudo ser capaz de escuchar su grito desgarrador y llorar por ello; ya no opuso resistencia cuando Astrid le sujetó y las lágrimas cayeron bajo sus mejillas sin cesar, lo había perdido todo.

Trató en vano de convencer a su padre, hasta que sin querer reveló que había ido hacia la isla de dragones, zarparon en cuanto pudieron tras tener una charla primero con Bastón Caza-Pesadillas, la alianza no se había roto, pero el rey necesitaba tiempo para buscar a su hija y poner las cosas en orden con el reino, se dieron una pausa que Hipo no tenía idea cuanto duraría y mientras tanto, a no ser que tuvieran noticias de Sigrid, ninguno de los dos pueblos se verían, salvo que fuese realmente necesario.

Al final logró convencer a su padre de lo que había pasado el día que fue y venció junto a Chimuelo a Muerte Roja, logró transformar su pueblo así como logró que creyeran en él, pero todo fue a coste de su pierna. De ahí comenzó a indagar más sobre los dragones, teniendo la información necesaria sería capaz de buscar a Sigrid, por lo que, dos meses después de restaurar la alianza entre vikingos y dragones, comenzó a buscarla, arrepintiéndose de haber tardado tanto y sin perder la esperanza de encontrarla, porque así pasaran cinco, seis o siete años él no pararía, se lo había propuesto... Por la amistad que ambos tenían y que habían formado ambos, porque ambos habían creído en el otro pese a sus inseguridades y porque él sabía muy en el fondo que ella estaba viva.

Año 738 D.C

Desesperación, era lo que Hipo sentía desde hace tres años y dos meses; ese sentimiento tan profundo que le impedía pensar las cosas con claridad o le dejaban respirar a gusto, ese sentimiento que era tan exaltante, que le nublaba los sentidos y le hacía querer cometer mil actos. Sentía impotencia, sentía como si el mundo estuviese en su contra, como si todo fuera un sueño... Un sueño horrendo y ese no era el caso, era la realidad, su realidad.

Pero ¿por qué no seguir adelante? ¿Por qué quedarse en lo mismo? Es que se había esforzado tanto todo ese tiempo tratando de encontrarla, no se había dado por vencido aunque los demás parecían ya haberlo hecho, siempre que lo veían concentrado —tratando de encontrar más dragones que le diesen una pista, aunque sea la más mínima para poder hallarla, porque después de tanto tiempo esa siempre iba a ser su misión—, hacían de todo por querer ayudarlo a que dejara de culparse a sí mismo, pero era imposible.

—Yo... No la conocí como hubiese querido. —Le comentó Astrid un día en que él indagaba más del Ojo del Dragón* en busca de una pista, sabía que la buscaba a ella por los mapas trazados y soltó un suspiro antes de continuar. Pero sé que, donde sea que esté, va a estar esperando que puedas continuar sin ella.

—¿Cómo puedo hacerlo? —Había preguntado, con la mirada perdida y sus recuerdos; recordaba el sonido de su voz y, por consiguiente, lo que le había dicho la última vez—. Ella se culpaba, sí tan solo pudiera decirle que nada malo ocurrió, que todo se solucionó...

A veces sentía que era muy profundo con sus sentimientos, que quizás si estaba exagerando, que no le había pasado nada malo. Pero justo igual que Sigrid, ambos pensaban las peores cosas que les habían sucedido a ambos y no podían parar esos pensamientos, era como pedirle a un Espectro de Hielo que no atacara o pedir a los gemelos que dejaran de hacer bromas.

Escribió un par de cosas sobre el pergamino, Hipo solía tener mapas, había uno en específico donde marcaba las áreas donde ya la había buscado sin éxito alguno. Observó el mapa detalladamente, quizás ir a Kain... No, no iba a hacer eso, ¿cómo se sentiría de ir a abrirle una herida a los reyes? Se había prometido a sí mismo no pisar esa isla hasta que no la hubiese encontrado y debía de cumplir con su promesa.

Tenía una extraña sensación en su cuerpo mientras sus ojos recorrían con lentitud el mapa, explorando cada uno de los lugares trazados como sí hubiese hecho falta buscar más. Un suave ronroneo le sacó de sus pensamientos, así que se giró hasta la fuente del sonido, Chimuelo traía a Maléfico encima de su lomo. Al llegar, el vikingo alzó al gallo entre sus brazos y le puso maíz encima de la mesa para que lo picara, sonrió cuando el pico se desvió hacia la madera y Chimuelo con su garra le movió el rostro directo al maíz.

Al final de todo, Maléfico era una prueba de que ella era real, que habían convivido mucho tiempo; así que de él se apoyaba, era su única esperanza y lo que le mantenía cuerdo, el que le mantenía ocupado pensando en nuevas islas o lugares por recorrer, no importaba que tan lejos fuera, solo quería encontrarla y hacerle saber lo mucho que le importaba, porque a fin de cuentas, eran amigos.

—Vas aprendiendo poco a poco —murmuró al gallo con esa sonrisa sin mostrar los dientes, en esos años claro que había tenido un gran afecto al ave con todas las cosas que hacía—. Ya casi lo logras.

Maléfico se detuvo de picar maíz y alzó la cabeza para verlo, sus ojos se desviaron de un lado a otro hasta que finalmente dio con el berkiano; hizo un sonido similar a un cacareo y volvió a lo suyo, el ojiverde rio ligeramente, volviendo también a lo suyo. Sostuvo la pluma sobre la isla de Kain, la cual la encerró en un círculo y miró por unos minutos, perdido en lo más recóndito de sus pensamientos.

—No pienses demasiado —interrumpió a los minutos la voz de Brutacio, entrando en la cabaña con Gallina, la cual dejó a un lado de Maléfico. Los dos gallos comenzaron a pelear por el maíz en cuanto se vieron—. Pasas mucho tiempo encerrado aquí, sal, tenemos más cosas por hacer.

—Hablando de salir... —Hipo alzó una ceja, girándose para mirarlo, esa mirada hizo que el rubio retrocediera—. Últimamente estás saliendo mucho y Brutilda seguido va contigo. —Señaló, sin apartar la vista de él—. Debemos tener cuidado, ¿a dónde vas?

Brutacio retrocedió más soltando una risilla nerviosa, acarició un poco a Gallina, quien le dio un picotazo por estar peleando a Maléfico. Hipo arqueó una ceja por su reacción y Brutacio suspiró, yéndose a sentar frente al castaño, donde se sobó su mano adolorida y separó a los dos gallos, tomando la suya entre sus brazos.

—¿También la extrañas? —preguntó de repente, causando que el gemelo brincara del asiento—. A Sigrid —aclaró.

—Lo hago siempre —murmuró, con la vista perdida y una sonrisa malvada, como si supiera algo que Hipo no—. También era mi amiga.

—Lo sé —murmuró el castaño, posando la vista en el mapa, antes de girarse de nuevo a él—. No respondiste a mi primera pregunta, Brutacio, es arriesgado que estés saliendo por tanto tiempo, te necesito a ti y a Brutilda en la orilla.

—Ya no saldré tanto. —Se limitó a responder, Hipo suspiró, cuántas veces le había dicho lo mismo y no cumplía—. Ella es buena amiga, no nos trata como si fuéramos unos estúpidos aunque lo seamos.

—¿Ella...?

—Gallina necesita su masaje de medio día —comentó de la nada, poniéndose de pie con su gallina en brazos, sin darle tiempo a Hipo de preguntar más—. Descuida, hoy no podré ir a verla.

—¿Quién es? —preguntó curioso, Brutacio sonrió y negó.

—¡Me tengo que ir! —continuó, haciendo a Hipo bufar cuando salió corriendo.

Se pondría a investigar luego, ahora tenía cosas más importantes que hacer, por lo que, con Maléfico picando el maíz y Chimuelo dormido dentro de la cabaña se dispuso a indagar más en los mapas por algunas islas sin recorrer. Pasó el resto de la tarde sin poder concentrarse porque cualquier cosa le recordaba a ella.

—Cuéntame algo —pidió Sigrid como siempre lo hacía cuando ambos se quedaban sin temas para hablar, Hipo comenzaba a hacer la cola así como la montura y ella le ayudaba en lo que podía—. Siempre digo eso, lo siento —añadió poco después ruborizándose y el berkiano sonrió por ello sin mostrar los dientes.

—Cuando era niño le tenía miedo a los Furias Nocturnas —comentó él, sin perder la concentración—. Mi papá decía siempre que me protegería.

—Ahora tienes uno.

Hipo asintió, girándose para verla quien concentrada continuaba cosiendo la piel de la montura, sin notar que él lo miraba. Hipo detalló entonces sus facciones, sus ojos eran hermosos, ámbar, que destellaban cierto brillo dorado cuando ella se emocionaba por algo... Desvió unos instantes después la mirada de ella, continuando con lo suyo para que no lo viese, aunque de vez en cuando se giraba a verla con una sonrisa que no sabía que significaba.

—Si me lo hubieran dicho antes, no lo habría creído —dijo momentos después, soltando una risa pequeña y ella se giró hasta él.

—Si a mí me hubieran dicho que iba a ser raptada por un dragón tampoco lo habría creído —rio—. El destino nos lleva hasta los lugares más inesperados, Hipo.

Los recuerdos nublaban la mente de Hipo, necesitaba dejar de pensar tanto en ella, debía continuar como todos y debía hacerlo por ella, porque estaba seguro qué ella no querría que se sintiese así todo el tiempo, porque necesitaba enfocarse en los problemas que tenía en esos momentos sin comenzar a sentirse presionado todo el tiempo, tenía muchas cosas en las cuales pensar, pero su preocupación solo se iba a ella.

Bufó checando los trazos que había escrito dentro del mapa, sus ojos verdes recorrieron la mesa llena de pergaminos con varios escritos y dibujos, resopló de solo ver todo lo que debía hacer y restregó su rostro entre sus manos, frotando un poco sus ojos por el cansancio que comenzaba a sentir, era una carga pesada dirigir la Orilla del Dragón —El lugar donde sus amigos y él se estaban quedando para poder investigar a más dragones y protegerlos de los cazadores—, cuidar a sus amigos así como vigilar cada uno de los movimientos de Viggo Grimborn, buscar a Sigrid se le comenzaba a hacer pesado, pero no debía rendirse tan fácilmente con todo, debía continuar luchando, era un vikingo, debía ser fuerte; gajes del oficio.

—Te va a explotar la cabeza si sigues así. —Patapez se adentró a la cabaña con un par de pergaminos en sus brazos, eran tantos que apenas podía ver por donde caminaba sin tumbar las cosas—. Ven, debemos prepararnos porque mañana debemos ir por provisiones a Berk, no lo olvides.

Por supuesto que lo había olvidado por completo, resopló poniéndose de pie para ver lo que su amigo traía y suspiró, ayudándole a cargar la mitad de los pergaminos y llevarlos hasta la mesa, donde estaban sus cosas aún sobre esta, en un rápido movimiento las hizo de lado y colocó los papeles de Patapez con su ayuda, preguntándose de que sería todo eso. Puso una mano bajo su mentón y Patapez hizo un movimiento con su mano al verlo así.

—Descuida, la mayoría están vacíos —explicó, restándole importancia—. Algo me dice que necesitas más para completar tus mapas —señaló los pergaminos extendidos sobre la mesa.

—Ah, sí... —Miró la mesa, antes de cruzar un brazo y con ese apoyar su codo, acariciando su mentón—. Ya sabes, para encontrar los lugares de Grimborn.

—Y Sigrid —añadió él, Hipo bajó la mirada, el rubio entonces fue hasta él y puso una mano sobre su hombro—. Yo sé que los demás ya se rindieron, pero yo no lo he hecho.

» Honestamente le hablé en una o dos ocasiones solamente, así que no la conocí tanto como tú lo hiciste, pero estoy seguro de que ella está en alguna parte del mundo esperando verte.

Aquello pareció animar un poco más a Hipo, quién asintió de inmediato cuando su amigo se alejó para buscar entre los papeles.

—Tengo varias opciones de islas y estuve investigando sobre ese dragón que se la llevó, podríamos buscar en islas con bajas temperaturas en donde casi no haya dragones. —De su bolsillo sacó su tarjeta donde tenía las descripciones de los dragones que iban conociendo, hasta que encontró la que buscaba, solo hacía falta un nombre—. He pensado en lo que me dijiste hace unos meses y creo que es cierto, puede que este dragón sea cercano a los Espectros de Hielo.

—Mañana en Berk buscamos el libro de Dragones para completar nuestra información —comentó de pronto más animado, comenzando a organizar los pergaminos sobre la mesa—. Es posible que se nos haya escapado algo y podríamos investigar más de los Espectros.

—¡Estupenda idea! —Ambos chocaron palmas emocionados, Patapez le ayudó a recoger y al final ambos se despidieron.

Ya era tarde cuando terminaron con sus encargos estando en Berk, Hipo había estado tan ocupado ayudando con las provisiones para llevar a la Orilla que en ningún momento recordó que junto a Patapez iban a investigar más del Espectro. Frustrado y cansado, el vikingo se dejó caer sobre una de las sillas del comedor, con la vista perdida sobre el fuego de la chimenea que iluminaba débilmente el salón mientras las llamas poco a poco se iban consumiendo; eso hizo que cerrara los ojos de a poco y se incorporó tratando de evitar dormirse ahí.

—Estaba pensando que... —Estoico entró al salón, pero al ver que su hijo estaba más dormido que despierto calló.

—¿Qué pasa? —murmuró adormilado, restregando sus manos en sus ojos para evitar caer dormido y se incorporó.

El vikingo suspiró, echando un tronco de madera a la chimenea para que el fuego no se apagara tan pronto y se fue a sentar en la silla frente a su hijo.

—Estaba pensando que deberías quedarte en Berk por hoy —comentó finalmente, cruzando las manos sobre la mesa—. Necesitamos hablar.

Hipo bufó, sabiendo de qué era esa plática.

Todos tenían la misma charla con él al saber que seguía sintiéndose igual desde que el dragón se había llevado a Sigrid; ya estaba harto de escuchar las mismas palabras «Debes saber continuar», «Ella está bien», «Deja de culparte, tú no tuviste la culpa»; sí, ya lo sabía, no había necesidad en que se lo repitieran todo el tiempo. Él solo quería continuar con su búsqueda, nada más.

Su padre le dijo lo mismo que los demás, comentó que Astrid y Patapez cada día estaban más preocupados, Patán mostraba su preocupación de otra manera, pero lo estaba y los gemelos... Bueno, eran los gemelos, debían de preocuparse por ellos igual. Resopló cada que Estoico le comentaba la importancia de despejar su mente y continuar adelante, así que su hijo se dispuso a asentir y prometer que seguiría adelante, por más que le costara.

—¿Dijiste entonces que necesitas el libro de Dragones? —preguntó Estoico en la hoguera, partiendo en varios pedazos el pescado que tenía para azar.

—Sí —asintió el ojiverde poniéndose de pie, avanzó en el salón y le llevó un pedazo de pescado a Chimuelo y a Maléfico lo apartó del fuego de la chimenea, porque estaba tratando de picar el tronco que habían arrojado al fuego—. Patapez y yo estamos tratando de descubrir más sobre un nuevo dragón, pero no tenemos la información completa en las tarjetas.

—Desde la vez que intentaron llevarlo lo tengo guardado en mi habitación, ve por él en lo que termino de preparar esto. —El pelirrojo señaló los pescados sobre la mesa con el cuchillo.

—Vigila que no se acerque al fuego. —Señaló a Maléfico, mientras avanzaba a las escaleras.

No alcanzó a escuchar lo que su padre respondió, llegó a la habitación de este y emparejó un poco la puerta comenzando a buscar el libro que necesitaba, no fue nada fácil debido a que el montículo tenía varios artilugios de su padre, así como armas y estanterías desorganizadas. Comenzó a buscar entre las cosas que tenía a la vista, más no lo encontró, era obvio que no estaría a la vista de todos así que pensó donde guardaría él lo más importante si fuera Estoico.

Minutos después encontró una caja con varios papeles ocultos en lo más recóndito del cuarto, la sacó con cuidado de no tirar nada, avanzando hacia el borde de la cama, la mayoría eran documentos que su padre necesitaba al ser el jefe, había varios sobres con cartas y muy en el fondo estaba el libro de Dragones, más lo que le sorprendió no fue eso sino lo que había debajo de él.

Se trataba de un sobre grande color beige el cual tenía un sello completamente extraño, lo tomó entre sus manos pasando su verdosa mirada sobre el sello pegado al costado y lo miró con curiosidad. No se detuvo mucho en el sello, sino que sus ojos fueron a lo que decía abajo:

KAIN

ACUERDOS SOBRE LA ALIANZA

Varias de las letras escritas en el sobre estaban en un idioma que no pudo reconocer, no le tomó mucha importancia así que abrió con cuidado de no rasgar el papel y sacó el documento, eran los acuerdos que tenían de varios años entre el pueblo vikingo y el cristiano. Comenzó a leer todo rápidamente, deteniéndose en algunos puntos que conforme iba leyendo le llamaban la atención, la mayor parte del documento mencionaba lo que se debía respetar al ser ambos pueblos distintos, así como se ofrecían protección (de cualquier forma) en caso de que lo necesitase y alojamiento por último.

Eran varios pergaminos similares que con los años Bastón y Estoico iban firmando para mantener el tratado de paz entre las dos islas, así que dejó de revisar los pergaminos hasta que encontró el acuerdo más reciente. Eso despertó su curiosidad porque era el pergamino más largo en comparación con los anteriores, así que colocó los primeros dentro del sobre y dejó el último. Comenzó leyendo lo primero que especificaba en los anteriores contratos, habían agregado más cosas las cuales no les dio importancia y continuó leyendo, hasta que encontró algo que le dejó sin habla:

Se espera, a su vez, la unión de Su Alteza Real, Sigrid Synnøve Whiterkler, Segunda en su Nombre, próxima heredera al trono con Hipo Horrendo Abadejo, Tercero en su nombre, heredero del mando de jefe; en matrimonio dentro de unos años, con el fin de reforzar la alianza entre el reino cristiano, Kain, con la tribu vikinga, Gamberros Peludos, de la isla de Berk.

Hipo no se dio cuenta en qué momento dejó de respirar, su corazón comenzó a latir con fuerza, entonces llegó a la realidad de un golpe, respiró entrecortadamente sin saber muy bien que había leído. Repasó el papel por lo menos once veces seguidas, leyendo el párrafo una y otra vez por sí no le había quedado claro. Las palabras eran confusas, la caligrafía tampoco ayudaba, pero sí lo que decía ahí era lo correcto, Bastón quería que Sigrid y él se casaran.

Sigrid y él...

Dejó caer el pergamino sobre la cama, procesando la información, ¿ella lo sabía? ¿Por qué su padre no le había hablado de ello? Esa información la debía saber, estaba en su derecho, pero ahora no había porqué pedir explicaciones si Sigrid estaba desaparecida. Un matrimonio con ella, con su amiga, la persona en quién más había confiado, ¿qué diría ella? ¿aceptaría eso? ¿por qué de pronto le preocupaba lo que ella opinase? Aún no la había encontrado, miles de pensamientos se adueñaron de su mente conforme pasaban los minutos, hasta que llegó a cuestionarse sobre qué pensaba él. 


∘ La Orilla del Dragón: Se le llama así a la base de Hipo y los jinetes en la isla en la que se asentaron para poder descubrir más sobre los dragones del mundo. 

Viggo Grimborn: Es un villano de la serie "Carrera al Borde", conocido por ser un gran cazador de dragones, muy inteligente. 

El ojo del dragón: Es un artefacto que permite a través de sus lentillas adquirir más conocimiento de las características generales de los dragones así como descubrir más sobre ellos. 

∘Aclaración general por parte de la autora: No voy a involucrar la trama en general de la serie dentro del Fanfic porque sé que hay algunas personas que aún no la han visto, los capítulos que tomaré de referencia y leerán más adelante son aquellos que no intervienen con la trama de la serie, con el fin de no revelar ningún posible spoiler. 

(Para que no se preocupen si quieren leer, pero no han visto la serie.)

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