━━11: Nymeria
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CAPÍTULO XI
❛Formaron un vínculo desde el momento en el que se vieron. ❜
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Año 735 D.C
Las cosas no siempre suelen ir como uno lo espera, eso lo sabía Sigrid perfectamente y estaba acostumbrada a ello. Sin embargo, en esta ocasión no esperó que ocurriese, especialmente en ese día cuando Hipo más la necesitaba; para ayudarlo, apoyarlo y defenderlo, más no fue posible.
Una extraña sensación de tranquilidad se apoderó de ella, no fue como años atrás cuando por primera vez fue tomada por el mismo dragón y llevada lejos de su hogar. Esta vez, a pesar de que se encontraba en un lugar diferente, no tenía miedo, no sentía absolutamente nada. Miró los alrededores del lugar, se trataba de un montículo de roca y a metros de ella, se encontraba él.
Veía los ojos azules del dragón y su cuerpo gris oscuro exhalar el aire denso por la neblina que su cuerpo emitía con cada transpiración. Sigrid, con lentitud se incorporó, sin apartar la vista del dragón, preguntándose, ¿por qué ella? De entre todas las personas para que secuestrase o algo por el estilo... ¿Por qué había vuelto por ella? Cuando tan solo ocho años atrás la había tomado entre sus garras para dejarla a su suerte con los otros dragones, ¿eso haría de nuevo? ¿La volvería a dejar? Ya no era coincidencia alguna en ese hecho.
Con un suspiro, Sigrid miró como su cuerpo oscuro comenzaba a emitir destellos de un azul eléctrico que iluminaron el montículo, prontamente el frío comenzó a disiparse por el calor de sus rayos. No supo que hacer después de aquello, frotó sus brazos en un propio abrazo, preguntándose en lo profundo de su mente sí debía de intervenir, ¿podría ser como Hipo con Chimuelo? ¿Podría tocar un dragón? No, eso no era lo mismo, Chimuelo parecía un tierno dragón en comparación... él, en cambio, tenía una mirada dura que le hacía dudar de sus propios movimientos o pensamientos. No era lo mismo.
Un poco rendida de no hacer nada, Sigrid se recargó en la pared contraria y sus piernas flanquearon débilmente. Tiempo atrás tuvo interacción con otros dragones, nunca con uno así. Tanteó entre la pared, tratando de encontrar una salida.
—Relájate, debes ser valiente —murmuró para sí misma, inhalando profundamente antes de exhalar—. Hipo fue valiente con Chimuelo, tú también puedes serlo.
Con ese pensamiento en mente, se obligó a tranquilizarse durante los próximos minutos, hasta que el miedo que no había tenido hasta entonces empezó a aparecer. Miró al dragón una última vez y se acercó con lentitud.
—¿Te acuerdas de mí? —preguntó, era inútil hablarle, pero quería intentar ganar su confianza—. Tenía siete años cuando me llevaste de mi hogar a otra isla, eres tú, lo sé porque no hay otro dragón igual a ti.
El dragón soltó un gruñido como respuesta que provocó que Sigrid retrocediera, antes de suspirar y volver.
—Bien, creo que sí me entiendes. —Puso sus manos debajo de su mentón, pensativa—. Me llevaste de niña y me dejaste con otros dragones —comentó indignada, ya no pensaba con claridad que podía pasarle si le hacía enojar—, después te fuiste y-y yo quedé varada en esa isla por ocho años, ¡Ocho años!
Sigrid sabía lo ridículo que era ponerse a hablar con un dragón, pero al final sentía que podía librarse de la carga mental con la que había cargado por tanto tiempo ella sola, porque nadie había pasado por lo mismo que ella o, al menos, eso creía. El dragón no gruñó esta vez, tenía las pupilas algo dilatadas y no la miraba como si la quisiese lastimar.
—Ahora yo no sé si deberán pasar otros ocho años para ver a mi familia —murmuró con lágrimas en los ojos, cuando se le formó un nudo en la garganta que le impidió expresarse con claridad—. No entiendo nada, solo quiero ir y pedirle perdón a Hipo, es todo. —Las lágrimas ya habían bajado por sus mejillas, acumulándose unas con otras.
Pensaba en él, no en nadie más, pensaba en el problema que tendría en esos instantes por lo que había ocurrido en la Arena, pensaba en lo que podría pasar y lo que le podrían hacer a Chimuelo y sentía culpa.
—Solo necesito entender —dijo con un hilo al vacío.
El dragón se marchó, dejándola perdida en sus pensamientos. No le sorprendió, de cualquier forma, ¿qué podía esperar? Ese dragón era diferente al resto, no recordaba haber escuchado a Hipo leerlo del libro de dragones y ese era un libro muy completo. Dejó caer su cuerpo hasta el frío suelo y se quedó ahí, ocultando su rostro, abrazando sus rodillas, mientras las lágrimas caían.
Ese fue tan solo el primer día.
El siguiente día el dragón apareció en la cueva con un pedazo de pescado quemado. Cuando Sigrid se despertó, aquello fue lo primero que vio y, sin quedarle de otra, tuvo que comerlo así, volviendo a sus viejos hábitos.
Ese día fue la misma rutina que la anterior, parecía que el dragón comenzaba a soportar estar con ella por más de una hora. Sigrid comenzaba a verlo dormir, verlo comer, verlo jugar solo con las escamas que caían de su piel... Inclusive le comenzaba a agradar y había perdido el miedo, así como la desesperación.
Había explorado los alrededores en busca de una salida, pero aun sabiendo que podía escapar, no sabía con exactitud en qué parte del mundo se encontraba o cómo regresar. Sin contar el hecho de que necesitaba respuestas, necesitaba saber por qué aquel dragón la había tomado nuevamente.
—Los dragones son tan complicados en algunas ocasiones. —Sigrid se sobresaltó tras escuchar aquella extraña voz al tercer día, su mirada recorrió el lugar tratando de encontrar la causante y se incorporó hasta avanzar hacia la oscuridad del montículo—. Tranquila, no hay nada que temer.
—Muéstrate —pidió, con un tono de voz duro, sin dejar de estar alerta—. ¿Quién eres?
—No hay nada que temer. —A partir de ahí, Sigrid pudo identificar la voz de una mujer y se relajó un poco, pero no lo suficiente como para bajar la guardia—. Estás a salvo.
—Quiero verte, por favor —repitió, quería comprobar que no se tratara de un sueño o alguna especie de ilusión.
Se escuchó un suspiro sonoro del otro lado del montículo, del lado exterior, antes de que la figura de una mujer alta y de ojos verdes claros se hiciera presente. La mujer estaba rodeada de varias armaduras extrañas así como una máscara con picos, al ver a Sigrid se la retiró revelando su cabello rojizo.
—¿Cómo te llamas? —preguntó Sigrid al verla.
—Puedes decirme Valka —contestó la mujer, acercándose un poco—. ¿Cuál es el tuyo?
—Soy Sigrid.
—¿Cuánto llevas aquí? ¿Draco te ha traído? —cuestionó Valka, señalando al dragón dentro de la cueva el cual dormía, exhalando pequeños copos de nieve. Sigrid asintió al verlo—. No puede ser.
—Es extraño —dijo, antes de que la mujer pudiera volver a hablar—. Él me trajo, yo ya lo había visto.
Valka esbozó una sonrisa sin mostrar los dientes, quizás tratando de tranquilizarla, pero Sigrid permaneció con el rostro serio y la frente arrugada.
—Ven conmigo, no siempre está de humor. —Señaló al dragón, la morena alzó una ceja, cuestionándose entonces como había durado esos días con él; luego asintió e inmediatamente la siguió—. Te lo explicaré todo.
Valka la llevó fuera de la cueva a un lugar más abierto y con varios dragones, Sigrid nunca había visto tantos en un solo lugar. La mujer le comenzó a explicar que Draco se trataba de un dragón híbrido, denominado Furia Espectral por las dos especies de las que provenía (Furia Nocturna y Espectro de Nieve). Valka lo había encontrado siete años atrás en la misma isla donde se encontraban ahora y ahí tardó más de un año en ganarse la confianza del dragón, pero una vez que lo hizo, el dragón se limitó a permanecer junto a ella. Algunas veces solía irse hasta por varios días, sin embargo, siempre regresaba. Esta vez, contó, era la primera ocasión en la que Draco traía un humano.
Al ver que podía confiar en ella, Sigrid le comenzó a explicar sobre su vida durante los últimos ocho años, le contó desde el día en que Draco la había sacado de su isla y llevado a una cueva en medio del mar, donde tuvo que apañárselas para sobrevivir con los dragones, hasta estos últimos días, donde repentinamente apareció solo para llevarla lejos de su padre.
—Me parece extraño porque este dragón no es fácil de entrenar, yo misma me he visto en conflicto con él. —Valka tomó un tragó de su copa con agua—. Hasta me costó darle nombre porque ninguno le agradaba.
Sigrid rio por lo último, imaginando el berrinche del dragón; Valka rio con ella.
—Solo lo he tocado una vez en la vida —prosiguió la mujer de cabellos castaños rojizos—. No fue nada fácil, es muy complicado, pero no se ha ido gracias a eso.
—¿Cree que haya una razón por la que yo esté aquí? —preguntó Sigrid sin poder contenerse, en voz baja.
—Es difícil descifrar lo que Draco quiere, deberás tener cuidado, ambas sabemos que los dragones no son malos, pero hay dragones que no se entrenan y el Espectro de Hielo es uno de ellos, tienden a lastimar. —Valka la miró a los ojos, soltando un suspiro—. No lo digo por asustarte, debemos estar precavidas ambas.
Sigrid asintió, pasando saliva por su garganta.
—¿Cuánto tiempo lleva aquí? —Sentía curiosidad, ya no se sentía la única habiendo vivido con dragones, ahora había alguien más y eso, la hacía sentir mejor—. Claro, solo si es que quiere contarme —añadió ruborizada.
La mujer rio ligeramente, pasándole sobre una hoja pescado cortado y cocido, Sigrid lo tomó y le agradeció, luego de que ella llegara también con su comida y se sentase frente a ella. Probó el pescado y masticó, saboreando el sabor pues la comida que Draco le había arrojado el día anterior la había dejado con el estómago revuelto, Valka también probó un pedazo antes de prepararse para hablar.
—Llevo aquí quince largos años —respondió ella, bebiendo agua; Sigrid abrió la boca asombrada—. Todo es más fácil, me siento libre con ellos, son tranquilos, Sigrid.
—¿Vino usted con ellos? —preguntó con lentitud, después de haber probado el primer pedazo de pescado.
—No, me pasó algo similar —sonrió, posando sus verdes orbes en ella—. Brincanubes me trajo.
Valka señaló un dragón al fondo, la mirada de la morena se desvío entonces hacia donde ella señalaba. Se trataba un dragón grande y alto en comparación con los que ella conocía, tenía dos pares de alas (unas más grandes que las otras) y su rostro era plano, bigotes anaranjados y su cuerno nasal estaba pegado a sus cuernos principales, largos que superaban el tamaño de su cara, pero no tan anchos, pues detrás de estos había dos crestas. Su cuerpo era ancho y desde su posición, Sigrid notó que solo tenía sus patas traseras sobre las cuales estaba sentado, al dragón se le dilataron las pupilas y ella sonrió con dulzura cuando lo vio, para luego regresar su vista a la mujer.
—Desde luego que, antes de que lo hiciera, yo creía que podíamos llegar a un acuerdo dragones y vikingos —continuó, tomando aliento—. Me equivoqué, las personas no cambian.
Sigrid no la contradijo, de muchas personas, solo una había decidido creerle; pero le dolía tan solo pensar en él y las posibles consecuencias que tuvo debido a eso, así que asintió, estando de acuerdo con ella. Las personas no cambiaban, no tan fácilmente; ambas lo sabían y era eso lo único que importaba.
Terminaron de comer en silencio, no porque ya no hubiese de qué hablar sino porque tendrían más tiempo para hacerlo después. Cuando terminaron, Sigrid le ayudó a recoger, mientras de vez en cuando echaba un vistazo al lugar donde anteriormente había estado Brincanubes, a quién reconoció luego de un rato como un Cortatormentas.
—¿Vives solo con él y Draco? —preguntó en la tarde, ambas estaban sentadas dentro de la cueva y había una pequeña hoguera que las mantenía cálidas, Valka le ayudó entonces haciéndole una trenza.
—No, te sorprenderías lo muchos que somos —rio ligeramente detrás de ella—. Pero no sé qué tanta relación hayas tenido con un dragón, me contaste que no mantuviste un vínculo con los dragones con los que viviste.
—No era como tal un vínculo. —Instintivamente pensó en Hipo y en Chimuelo, como ellos sí tenían un vínculo y como lo habían formado mientras ella estaba—. Pero los conocí y les pude tocar.
Sonrió, más los recuerdos de Hipo y Chimuelo le asaltaron nuevamente, así que la sonrisa se desvaneció, ella no había tocado a Chimuelo —Y no contaba las veces que Chimuelo jugaba y terminaba encima de ella—. Ella no le había rascado la panza o lo había acariciado hasta escuchar su ronroneo y se preguntó, ¿por qué no lo había hecho? ¿Cómo es qué no había pensado en ello? ¿Tendría importancia? De repente se sintió mal entonces, había desperdiciado la oportunidad cuando lo tuvo cerca tanto tiempo y ahora ya era tarde, quizás ya lo habían encerrado o lo habrían matado.
Valka sintió el ligero temblor que recorrió el cuerpo de Sigrid, mientras le terminaba de trenzar la melena castaña y frunció el ceño, poniendo una mano sobre su hombro.
—¿Estás bien? —Sigrid asintió lentamente, ella inspiró profundamente antes de retomar las palabras—. No siempre es bueno guardar todo el dolor para ti, ¿es por tus padres?
—No, bueno sí. —Se corrigió en un murmullo—. Es solo que siento que ya les he fallado a todos, pienso en lo decepcionado que podría estar mi padre por lo que sucedió antes de que Draco me trajera.
—¿Quieres volver con ellos? —preguntó, acercándose a ella y se inclinó a su altura para mirarla, Sigrid negó.
—No, al menos no ahorita, no me siento lista —admitió.
—Entonces puedo mostrarte algo de mientras que te mantenga entretenida —sonrió acariciando su mejilla, Sigrid le sonrió de vuelta, cerrando los ojos ante su tacto—. Te mostraré a los dragones.
Aquello la animó un poco, Sigrid asintió emocionada y se incorporó para seguir a la ojiverde. Había algo en ella que se le hacía similar, sentía que esos ojos ya los había visto en algún lugar, pero era prácticamente imposible que se conocieran, sintió entonces que esa familiaridad se debía al hecho de que ambas habían pasado por lo mismo. Con la emoción saltando desde su pecho, la siguió entre la cueva luego de que Valka hubiese apagado la fogata con agua y caminaron por un estrecho pasillo en el que atravesaron el montículo donde Draco descansaba. Sin embargo, el dragón ya no estaba ahí.
—Se ausenta siempre —comentó la castaña al ver que ella buscaba al dragón gris—. Descuida, vendrá pronto.
Con un asentimiento, la ojimiel la siguió a través de las rocas amontonadas, hasta llegar al exterior donde se extendía todo un valle lleno de vegetación y animales hasta conducir el océano. Sigrid dejó que el viento otoñal llegase a su rostro y antes de que pudiese dar un paso más, Brincanubes aterrizó frente a ellas causando que la morena trastabillara de la impresión y la fuerza del dragón cuando el aire le dio de lleno, el dragón la miró nuevamente, con esas pupilas dilatadas que le hacían ver como un tierno dragón.
Sigrid no tardó en sonreír ligeramente, con la emoción reluciente en sus ojos brillosos.
—Puedes tocarlo —dijo Valka tras verla.
—¿P-puedo? —repitió asombrada, mirando ahora a la mujer, quien asintió con una sonrisa.
Las manos le temblaron ligeramente cuando volteó a ver nuevamente al Cortatormentas, acercó entonces su mano con lentitud y Brincanubes acortó la distancia, aproximando su nariz a la palma de su mano. No había sentido una sensación como aquella en mucho tiempo, Sigrid sonrió y tras escuchar su ronroneo, no dudó en darle suaves caricias sobre la mandíbula.
—Le agradas —comentó la pelirroja—. Ven, debo presentarte a los demás.
Emocionada e intrigada por conocer más dragones, Sigrid siguió a Valka entre las profundidades del valle en dirección a los otros seres alados. Varios se aproximaron al ver a la adulta aproximarse y entre leves caricias y saludos, Sigrid pudo conocer a muchos de ellos. La mayoría de los dragones que vivían con Valka eran los que ella rescataba de las redadas de los cazadores, por lo que muchos tenían fracturas en sus alas o les faltaba alguna extremidad.
Ese fue tan solo el tercer día.
Los siguientes días junto a Valka, pasaron con mayor rapidez al estar ambas hablando y compartiendo momentos. En algunas ocasiones, ambas contaban sobre sus vidas sin revelar muchos detalles, Sigrid comprendía que no era necesario conocer la historia de su pasado para conocerla en el ahora, así que no le tomó mucha importancia y dejó que la mujer le hablase y compartiese los secretos que sabía de los dragones.
Draco regresó al tercer día en el que Sigrid conoció a Valka, el viento gélido les anunció de su presencia y cuando salieron a recibirlo, el dragón traía comida para las dos humanas. Conforme los días fueron pasando, Sigrid prontamente fue perdiendo el miedo al dragón, llegó un punto en el que estaba tan acostumbrada a él y él a ella que sentía que podía tocarlo sin que le hiciese algo, más no se atrevió. No hasta luego de un mes.
Ese día Valka había salido a pescar y —como todas las veces que salía— le impedía a Sigrid acompañarla porque les podrían salir Cazadores de Dragones así que a ella no le quedaba de otra más que asentir y permanecer dentro de la cueva sin hacer ruido. Pero ese día estaba Draco, lo cual era raro porque a esas horas siempre estaba dormido o salía a espantar dragones (porque uno de sus hábitos antisociales le impedía soportar a varios en un mismo lugar), decidió no tomar importancia mientras comenzaba a tallar un pedazo de madera.
Valka le estaba enseñando muchas cosas y ahora tallaba madera para hacerse un arco, las armas no le gustaban, el simple hecho de hacer uso de ellas le ponía los nervios de punta. Sin embargo, Valka comentó que podría pasar el tiempo entrenando y así servía que se enseñaba a defender de los cazadores. Por lo que ese día, mientras la esperaba, estuvo tallando la madera de su arco, tratando de no enfocarse en Draco del otro lado del montículo, más fue imposible mantener la concentración cuando él se puso a jugar con un copo de nieve que él mismo había hecho, estaba acostado boca arriba y sus patas estaban levantadas mientras trataba de atrapar la escarcha.
Lo vio jugar con una pequeña sonrisa, sin creer que un dragón tan atemorizante e imponente como él pareciese un tierno dragón queriendo jugar. Draco hizo más copos de nieve y todos los atrapó conforme iban cayendo, de vez en cuando se giraba a ver a la morena y sacaba la lengua antes de volver a lo suyo, rodando por el suelo para atrapar la nieve. No sabía cómo expresar lo que sentía estando ahí y todo pasó de un parpadeo, de pronto ella había tomado la voluntad y se acercó a él cuando estaba quieto, fue inesperado, fue mágico y luego Draco se acercó, la mano de Sigrid entonces le tocó. De pronto parecía como si con esa caricia, él le hubiese transmitido un sinfín de emociones, quizás ahí comprendió porque se la había llevado tantos años y porque se la había llevado ahora.
Porque él siempre la iba a salvar, pese a las circunstancias, porque había un vínculo en ambos, que siempre iba a seguir y nadie más podría reemplazarlo, porque finalmente lo entendió.
El tiempo pasó tan rápido en el que los días se convirtieron en semanas desde su estadía con Valka y los dragones, Sigrid era consciente de que no había dado señales de vida en Kain a sus padres y que ambos probablemente estarían preocupados; pero estando con Valka se sentía realmente ella y aunque la mujer no lo admitiera en voz alta, parecía que ambas disfrutaban de la compañía de la otra. Sigrid jamás había sentido esa sensación de libertad con nadie, ni siquiera con su madre porque no tuvieron tiempo para volver a compartir momentos cuando su padre la llevó a Berk.
Con Valka en cambio, había sido fácil estar con ella, pasar tiempo juntas, ella la cuidaba, la trenzaba, se preocupaba por ella y le contaba más historias, todo se sentía tan bien y quería que fuera duradero.
—Sabes que aunque quisiera tenerte más no va a ser posible, ¿verdad? —comentó Valka una mañana mientras ambas salían al valle para alimentar a los dragones. Sigrid suspiró y asintió—. Debes volver a Kain, yo misma te llevaré.
—Sí —murmuró, mientras se sentaba a rascarle el estómago a un Terrible Terror—. Aquí se siente muy bien, me gusta estar contigo.
Ahora fue el turno de ella en suspirar.
—Disfruto tu compañía, Sigrid, eres como la hija que nunca tuve, me alegra que compartamos tantas cosas en común —Se inclinó para tomarle la mejilla—. Pero tus padres deben estar preocupados.
Sigrid asintió, pasando saliva por su garganta. Ninguna volvió a decir nada, sabiendo que sería muy duro después, por lo que, después de alimentarlos, comenzaron a jugar con los dragones y revisar que estuviesen sanos. Hasta que un raro movimiento del otro lado del valle sacó a Sigrid de su ensimismamiento.
Caminó hacia el lugar por donde vio la mancha moverse y entrecerró los ojos, apresurándose para no perderle el rastro. La mancha se movió hacia un costado detrás de la cueva y Sigrid la siguió con precaución, Valka le dijo que no se desviara mucho o se perdería. Con una extraña sensación en su estómago, la kainiana llegó al otro lado del valle, donde la mancha comenzó a tomar figura y el corazón de Sigrid se paralizó por unos segundos.
Era una Pesadilla Monstruosa, o al menos eso pensó, debido a que tenía la forma similar a la de uno de esos dragones. Tragó saliva mientras el dragón se giraba hasta ella y sacaba sus afilados dientes, retrocedió entonces de la impresión e inhaló profundo, con los nervios dentro de su cuerpo. Había algo diferente en ese dragón, tenía las cuatro patas en comparación con la Pesadilla, un par de cuernos sobre su cara y dos apéndices sobre esta que parecían antenas.
Con precaución, Sigrid lo miró sin mover ni un solo musculo hasta que el dragón tomó forma invisible. «Un Metamórfala» pensó inmediatamente, pero negó al instante de haberlo pensado, Hipo y ella habían leído sobre ellos y las descripciones, pese a que eran similares, no eran iguales. Al observarlo con mayor claridad, se percató que se trataba de una hembra.
—No te haré daño, tranquila —murmuró Sigrid en voz consoladora—. Te voy a cuidar.
Sigrid alzó la cabeza para mirar sus ojos y ahí se dio cuenta que los contrarios tenían cierto rastro de lágrimas, bajó la mirada entonces para fijarse en la herida en el abdomen que tenía y ahogó un grito al ver que estaba bastante lastimada.
—Tranquila —repitió con la voz más segura.
La dragona tras escucharla bajó la cabeza hacia ella y sus ojos conectaron, ambas conectaron en cuanto se vieron y ambas lo supieron. Entonces se armó de valor y alzó la mano con lentitud hacia el hocico de ella y cerró los ojos nerviosa. La había visto a los ojos y supo que no le haría daño y esperó, tardó en sentir cuando ella dejó que la acariciase, pero sonrió con lágrimas en los ojos debido a ello.
—Aquí estás. —La voz de Valka causó su sobresalto, haciendo que se separase de la dragona—. Pensé que te habías perdido.
—Ella está lastimada —murmuró Sigrid, recuperada del susto para mirar el estómago de la dragona—. No la había visto por aquí.
—Yo tampoco —respondió Valka, inclinándose para tocar a la dragona y revisar como estaba—. La herida se ve reciente, es como sí... —Las palabras se quedaron en el aire buscando algo, Brincanubes comenzó a buscar algo también.
Poco después descubrieron que la habían cazado y robaron los huevos dentro de su panza.
Una semana después, Sigrid regresó a Kain con Nymeria, la dragona que había encontrado y compartido vínculo. De Draco no volvió a saber noticias, pero de Valka sí y cada vez que podía, se escapaba para ir a visitarla, porque ella le hacía sentir que no había nada malo en el mundo, porque al igual que Hipo, encontró alguien más en quién confiar.
∘ El nombre para la dragona de Sigrid pertenece a George R.R. Martin, por lo que créditos por ello.
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