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━━08: Interacciones con Chimuelo

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CAPÍTULO VIII

❛Cada día con Chimuelo, era un descubrimiento nuevo. ❜

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—¿Qué opinas entonces?

Sigrid profirió un suspiro largo, saliendo de su propio ensimismamiento al oír la voz de Hipo dirigiéndose a ella. Varias horas después de haber estado con Chimuelo, el vikingo había vuelto nuevamente en su búsqueda para contarle acerca de su nueva idea y es que, tras analizar lo suficiente la razón por la cual el Furia Nocturna no podía volar, había concluido que se debía por la falta de la cola.

La kainiana había estado en su tercer sueño para cuando el vikingo llegó tocando a la puerta de la cabaña, pero en cuanto le comentó que se trataba de una nueva idea para Chimuelo, ignoró el sueño que tenía y salió corriendo detrás de él, sin importarle mucho su apariencia.

—Creo que es una buena idea, además no pierdes nada con intentar —comentó la ojimiel, hojeando con curiosidad los bocetos que el berkiano tenía sobre Chimuelo—. Si lo que Bocón dijo es cierto, entonces por eso el dragón no se ha ido, pero ¿ya tienes una idea de cómo le harás?

—De eso no hay problema —contestó Hipo, rebuscando con la mirada algo dentro del montículo donde se encontraban—. Tengo una breve idea sobre cómo elaborarla, comenzaré en unos minutos.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó Sigrid, volviendo a bostezar.

—Solo ocupo buscar material, pero ya sé dónde conseguirlo —dijo el vikingo y río ligero al escucharla bostezar—. Si quieres ya ve a descansar, solo quería contarte mi idea, además es tarde.

Sigrid no necesitó escuchar más, la verdad era que con el entrenamiento y las visitas a Chimuelo terminaba bastante cansada. Así que se incorporó de la mesilla donde estaba sentada y se despidió de Hipo con un movimiento de mano.

Al salir, el frío nocturno fue lo que la recibió conforme caminaba siendo iluminada por el fuego de las cabañas y las antorchas. Poca atención prestó hacia sus alrededores, ya estaba acostumbrada a las personas de la aldea y la tranquilidad ahora que el jefe estaba de viaje en busca del nido de dragones. Caminó siguiendo el camino que la conducía directo a su cabaña en el norte, el sueño le iba ganando que no prestó atención a lo demás.

—¿Qué crees que haces despierta a tan altas horas de la noche, jovencita? —La morena tuvo que sostenerse de uno de los postes que había frente a la casa de Hipo para no perder el equilibrio al haber escuchado a Brutacio desde las sombras, el rubio soltó una risa burlesca—. Ni creas que estás perdonada por haber faltado al entrenamiento del día de hoy, loquita, y verme triunfar con el dragón temible.

—Ya te dije que sí fui —contestó Sigrid por enésima vez con un bufido, el gemelo negó sacudiendo su cabeza, diciendo que al no haberla visto, no había ido—. Seguramente lo hiciste maravilloso, aunque no vi.

—Claro que fue así —asintió Brutacio, saliendo de la oscuridad con sus brazos en la cintura—. Mañana deberás ver lo que tengo planeado, no da miedo, lo juro.

Estaba claro que cuando Brutacio decía que algo no daba miedo era justo lo contrario, así que la morena asintió con el ceño fruncido sin saber que creer.

—Está bien. —Asintió, empezando a caminar hasta su cabaña—. Espero que no sea algo malo.

—¡Oh, no lo es! —aseguró el rubio—. Es más, mañana pasaré por ti para irnos al entrenamiento juntos. Yo te voy a proteger.

Aquel instinto de Brutacio por tratar de protegerla le resultaba simpático, sonrió sin mostrar los dientes por eso y asintió sin detener su caminata. El vikingo de cabello rubio y largo la miró avanzar, hasta que volvió a hablar.

—A todo esto, ¿qué haces despierta?

—Estaba trabajando en algo con Hipo —respondió Sigrid, girándose para mirar como Brutacio soltaba un bufido al escuchar el nombre del berkiano—. ¿Por qué no les cae bien? —preguntó sin contenerse.

Desde que había llegado a la isla había notado que los demás no solían hablarle, Brutacio siempre se burlaba de él y no de la manera como lo hacía con ella, era un poco más rudo. Los demás también preferían evitarlo o decir cosas hirientes hacia el hijo del jefe, con excepción de Patapez que siempre se mantenía neutral con todos. A Sigrid no le importaba sí tenía amigos como a Hipo, pero sabía que se debía a las condiciones de su pasado; con Hipo era distinto, podía percatarse de ello al ver cada intento que solía hacer sin resultar nada exitoso.

—No es nada de eso. —Se apresuró a comentar el rubio, Sigrid alzó una ceja incrédula—. Bueno, un poco.

—¿Por qué? —Sigrid se detuvo para observar los grises orbes del muchacho—. Yo sé cómo es, lo conozco... Bueno, lo estoy conociendo. —Se corrigió, sin evitar sonrojarse—. Pero él trata de aprender de igual manera, no deberías ser así con él.

Brutacio permaneció callado, sin saber que responder. Sabiendo que no lograría nada soltó un suspiro y se giró para verlo antes de continuar su marcha.

—Solo... Buenas noches, Brutacio.

En la mañana siguiente, Sigrid se levantó más temprano de lo habitual ya que sabía que Hipo iría con Chimuelo y le había ofrecido acompañarlo. A pesar de que debía prepararse para el entrenamiento, la curiosidad sobre lo que sucedía con su amigo vikingo y el dragón era más fuerte que el querer asistir al entrenamiento, así que iría solamente esa vez y ya después trataría de enfocarse más en el ruedo para que Randall no la regañase. Ganando la confianza de Randall, había más probabilidades de que su padre viniese por ella y no postergase más el viaje. Lo que quería era comenzar a pasar más tiempo con sus padres, aunque también empezaba a disfrutar sus días en la isla vikinga, ya que siempre estaba haciendo algo distinto. Haberse hecho amiga de Hipo fue una de las mejores decisiones que tomó, porque de esa manera dejaba de sentirse tan sola.

Al no tener más ropa en su disposición más que los vestidos de Kain, Gothi le había proporcionado varias faldas vikingas para sus entrenamientos en el ruedo, pues correr con vestidos no eran la mejor de las ideas. Emocionada, se terminó de vestir para ir hacia Hipo al punto de reunión donde quedaron de verse, la entrada del bosque tomó una canasta que su amigo le pidió que llevase sin generar sospechas y salió, procurando dejar a Maléfico dentro de la cabaña.

Para cuando llegó, el joven vikingo se encontraba recargado en el tronco del árbol con una de sus manos en la espalda y la otra sosteniendo la cola que había hecho en la noche.

—Se me ocurrió que debería llevarle comida —comentó Hipo en cuanto Sigrid se hubiese posicionado frente a él, después de saludarla—. Para así poderle colocar la cola.

—Excelente, me comenzaba a cuestionar como le harías —dijo Sigrid, soltando un suspiro aliviado—. Ahora entiendo porqué esto. —Señaló la canasta vacía sujeta en su mano izquierda.

Un poco más animados, ambos avanzaron directo al muelle para avanzar al mar y tratar de pescar algo; sin embargo, ninguno de los dos tenía las cualidades requeridas para hacerlo, así que con mucho trabajo solo consiguieron dos pescados. Al final, ambos terminaron hurtando algunos pescados de la isla e Hipo se ofreció a cargar la canasta debido al peso por los pescados.

—¡Chimuelo! —exclamó Hipo alargando la "o" mientras avanzaba hasta el dragón—. Te traje el almuerzo. —Como pudo, dejó la canasta en el suelo—. Espero que tengas hambre.

Sigrid se acercó para pasarle la cola luego de que Hipo dejara caer los pescados sobre el césped.

—Listo —continuó Hipo, haciéndose de lado luego de haber tomado la cola—. Ah, sí, se ve asqueroso.

Sigrid no pudo evitar rodar los ojos ante aquello, el dragón se acercó a olfatear la comida e Hipo permaneció frente a él.

—Tenemos salmón, rico bacalao islandés y una anguila ahumada —informó Hipo y, ante la mención de la última, Chimuelo se alejó mostrando los dientes; el vikingo tomó la anguila y el dragón hizo un gesto de espanto—. ¡No, no, no, no! Tranquilo, aquí entre nos, a mí tampoco me gusta la anguila —susurró cómplice, alejando la anguila lo más lejos posible.

Chimuelo procedió a comer, Sigrid le hizo señas a Hipo y fue así cuando el berkiano comenzó a acercarse lentamente a la cola del dragón, diciendo varias cosas como «No me pongas atención, no estoy haciendo nada». No había tanto problema en realidad, debido a que Chimuelo estaba tan concentrado con los pescados de la canasta que no prestaba atención a lo demás, de vez en cuando volteaba a ver a Sigrid con las pulidas dilatadas y luego volvía a lo suyo.

Sigrid sonrió por aquello, olvidándose de ir a ayudar al vikingo que sufría en su intento por ponerle la cola cuando el dragón se movía de un lado a otro, sin estarse quieto. Cuando la kainiana se acercó para ayudarle, el Furia Nocturna avanzó hacia delante metiendo la cabeza en la canasta en busca de más pescados e Hipo resopló cuando lo arrastró consigo tras moverse. 

Tras algunos minutos con el dragón consumiendo los últimos de los pescados, Sigrid consiguió llegar hasta Hipo; sin embargo, antes de inclinarse para ayudarle en la reacomodación de las cintas que unían la cola, observó como el cuerpo del Furia Nocturna comenzaba a moverse tras percatarse de lo que acontecía detrás de él. 

—Hipo... —advirtió lentamente.

—Dame un momento, por favor —comentó el vikingo.

—Yo podría darte un momento —contestó Sigrid—. Pero creo que él no.

Chimuelo ya había alzado las alas y estaba preparado para alzarse en vuelo, Sigrid volvió a llamarle, pero Hipo no prestó atención hasta que no fue demasiado tarde. El dragón ya se había puesto en marcha.

—¡Sigrid! —gritó Hipo, aferrado a la cola del dragón para no caerse—. ¡¿Por qué no me dijiste antes?!

—¡Traté de advertirte! —gritó la morena de vuelta, soltando una carcajada al ver lo que ocurría arriba de ella.

El Furia Nocturna iba tan concentrado en su vuelo que no se percató de la presencia de Hipo encima de él, así que cuando lo hizo, lo arrojó directo al agua provocando la caída de ambos, pero eso no evitó que Sigrid e Hipo riesen satisfechos con el resultado.

—¡Lo logré! —exclamó Hipo desde el agua.

—¡Ya vámonos, Hipo! —exclamó Sigrid al ver el cielo, dentro de poco comenzarían el entrenamiento y el berkiano había terminado empapado—. Brutacio quedó de pasar por mí y sí no estoy, seguro es capaz de pasarse a la cabaña y llevarse a Maléfico.

—Yo debo cambiarme la ropa —comentó Hipo, saliendo del agua.

—¡Otra razón para ya irnos! —añadió en un deje dramático, caminando hasta la canasta tumbada sobre el césped—. Yo no sé si permanecer con esta —dijo, acaparando la atención del vikingo.

—Linda ropa, por cierto —comentó Hipo, ruborizándose.

Aquella ropa le favorecía mucho mejor en Berk, ya que así no acaparaba tanta atención y hasta fácilmente la podrían confundir con uno de los suyos. Sigrid le miró con una pequeña sonrisa, alzando los hombros.

—Conseguí que Gothi me la prestara, para que el entrenamiento no me resultase incómodo con los vestidos.

—Pues te queda muy bien —asintió Hipo, ofreciéndose para ayudarle a cargar con el cesto—. Así pareces una vikinga.

Sigrid rio ante aquello y se llevó un mechón detrás de su oreja, aun sí parecía, no lo era; aunque debía admitir que aquella falda de cuero y blusa tinta le gustaba más que sus vestidos. Se pusieron en marcha por el bosque, Hipo le habló sobre algunas costumbres en la aldea, de manera que el camino se hizo ligero y dentro de poco, ambos ya estaban de vuelta. Se despidieron y cada uno tomó rumbo distinto hasta sus respectivas cabañas.

—Ya era hora, loquita, ¿en dónde estabas? —Brutacio la esperaba fuera de su casa, recargado en la puerta con los brazos cruzados.

—Había querido pescar algo, pero no me fue muy bien —contestó, no quería decirle que había estado con Hipo.

—Me hubieras buscado a mí, yo soy un gran pescador —replicó el rubio, dándose aires de superioridad.

—Lo tendré en cuenta a la siguiente.

De manera sigilosa, Sigrid caminó y abrió la puerta para comprobar que Maléfico siguiera ahí y fue un alivio cuando se percató de que se encontraba picando una roca que le había dejado, el gallo escuchó a Sigrid suspirar por lo que la vio y se echó a correr en su dirección dispuesto a salir. Al ver sus intenciones, la morena se tuvo que apresurar a cerrar la puerta y solo escuchó al gallo chillar detrás de esta.

—Listo, ya podemos irnos —comentó Sigrid, abrazada a sí misma.

—Esa ropa te hace ver muy ruda, me gusta
—dijo Brutacio a mitad del camino, Sigrid le agradeció con una sonrisa.

—¿Y en dónde dejaste a tu hermana? —preguntó Sigrid curiosa, cuando caminaron entre la gente.

—Le dije que tenía asuntos importantes y que no me esperara —contestó Brutacio sin más.

—¿Crees que se enoje? —Volvió a preguntar, poco la conocía, pero Brutilda solía enojarse cuando Sigrid hablaba con su hermano—. Creo que no me agradaría ser comida de yak.

A Brutacio no le dio tiempo de responder cuando Randall y Said hicieron acto de presencia, en dirección a la arena. Aunque Said era el único en entrenar, Randall quería cerciorarse de que Sigrid estuviese cumpliendo con sus obligaciones como recluta. La morena los miró y Said alzó los pulgares en su dirección tras verla.

—¿Aceptando el cambio? —preguntó burlón.

Said aquel día llevaba un nuevo uniforme de Kain, pantalones oscuros ajustados y una camisa blanca arremangada hasta los codos.

—Claro que no, pero no traía más ropa —replicó Sigrid, mirándole mal.

—Era una broma —comentó Said, sonriendo—. Te queda bien. 

Cuando el entrenamiento comenzó, lo primero que hizo Bocón fue colocarlos en parejas, de manera que Sigrid se quedó con Said, Brutacio con Patán, Brutilda con Astrid y Patapez con Hipo. El vikingo entrenador no comentó el porqué de esa orden, pero sí les proporcionó una cubeta con agua a cada uno.

—Hoy veremos trabajo en equipo —comentó Bocón cuando las puertas de la arena se abrieron de forma estrepitosa y una explosión se escuchó.

Una extensa neblina los cubrió de a poco, por lo que ninguno de los presentes podía ver más allá de sus propias narices y les dificultaba reconocer el dragón con el que trabajarían aquel día.

—Un dragón con la cabeza mojada no puede encender el fuego —prosiguió Bocón—. El Cremallerus Espantosus es muy engañoso, una cabeza exhala gas y la otra cabeza lo enciende. Su trabajo es saber cuál es cual.

Cada uno de los equipos se terminó separando luego de que la niebla los terminara de cubrir por completo, Sigrid se mantuvo de espaldas con Said, alejados de los demás equipos, esperando la aparición del dragón de dos cabezas. Sigrid los conocía, había llegado a vivir con uno de ellos en la cueva y siempre que exhalaban de su gas, la kainiana corría para arrojarse al mar.

El silencio pronto se hizo presente entre los dos kainianos, algunos susurraron las probabilidades de que les atacara el dragón y entre el silencio, se escucharon los ruidos de los demás al ser sorprendidos. Sigrid y Said se desplazaron a una zona más alejada del humo, chocando sin querer con Hipo y Patapez, quien lanzó su agua a la cabeza equivocada y cuando Sigrid y Said se acercaron para arrojar sus propias cubetas, fue tarde, pues la cabeza que arrojaba el humo se fue contra Patapez.

—¡Cuidado! —gritó Sigrid en dirección a Hipo, cuando trató de mojar la otra cabeza en vano.

Antes de que pudiese ver lo acontecido, Said la alcanzó a alejar del humo verde que se expandía junto a la neblina. Y lo único que escucharon después fue la voz de alguien dando órdenes.

—Atrás, atrás, no me obliguen a decirles de nuevo. —Los demás permanecieron estáticos en sus lugares mientras Hipo avanzaba hasta el Cremallerus—. Regresen a su jaula y piensen en lo que hicieron.

Sigrid tuvo que entrecerrar sus ojos para ver que Hipo llevaba la anguila que Chimuelo había rechazado en la mañana, se la sacó del chaleco y la lanzó dentro de la jaula. El Cremallerus Espantosus retrocedió, observando con horror el anguila que les había arrojado. Sigrid permaneció estupefacta como los demás, hasta que Hipo se limitó a cerrar las grandes puertas y Patapez dejó caer la cubeta de sus manos, creando un sonido seco que acaparó la arena.

—Ehh, ¿eso es todo? Sí, porque tengo algunas cosas que ha... Hasta mañana —comentó Hipo rompiendo el silencio, se acercó hasta Sigrid y ambos salieron corriendo de la arena antes de que Randall apareciera y le prohibiera irse con Hipo.

—¿A dónde vamos? —inquirió Sigrid bastante emocionada por lo ocurrido en el entrenamiento—. Por cierto, jamás se me habría ocurrido utilizar la anguila de ventaja contra el dragón, estuvo genial.

—No sabía que me funcionaría, pero debía intentarlo —dijo con un jadeo por la corrediza.

—Pues estuvo maravilloso —halagó, tomando su hombro.

—Se me ocurrió hacer una montura. —Hipo ladeó el rostro para mirarla—, ya vimos que no puede volar, aunque le haya hecho el prototipo de la cola, quiero intentar algo.

De manera que los minutos se pasaron rápidos cuando Sigrid comenzó a ayudar a Hipo en la elaboración de la montura, jamás lo hubiera creído, pero si el berkiano ya se había alzado por los aires minutos atrás con el dragón, que lo montara ya era otro nivel. Con la ayuda y la orientación de Hipo para que hiciese uso de la aguja, Sigrid le ayudó a cocer la montura mientras él se encargaba de otros ajustes.

Al estar trabajando en equipo, los minutos transcurrieron rápido y pudieron acabar la montura antes de que se ocultara el sol.

—Aún es temprano —comentó Sigrid, viendo de reojo a Hipo—, podríamos ir ahorita.

Aquella idea la emocionaba demasiado y de pronto se imaginó a ella misma montada en un dragón... Sacudió su cabeza con brutalidad, no sería posible con ella y lo sabía a la perfección. Salió de su trance cuando Hipo se puso de pie y tomó la montura entre sus manos.

—Vamos entonces. —Le tendió una mano para ayudarla a levantar, con algo de fuerza finalmente la morena estuvo de pie y salieron así de la casa.

Caminaron alrededor de unos diez minutos antes de llegar al claro porque Sigrid terminó olvidándose de Maléfico y tuvieron que regresarse. Sabía que no era buena idea llevar al gallo con ellos, pero llevaba toda la mañana fuera, mientras que a él lo había dejado solo dentro de la casa y sabía que no era buena idea dejarlo abandonado por tanto tiempo.

Con el cuero que les sobró Hipo le ayudó haciéndole una pequeña capa que cubría a Maléfico de la cabeza hasta las plumas de la cola. Sigrid no pudo evitar sonreír con ternura al ver a Maléfico cubierto con su capa correr detrás de ellos entre los árboles.

—Llegamos.

Sigrid dejó que Maléfico fuese a explorar, mientras ella fue a sentarse sobre una de las rocas grandes, viendo a Hipo avanzar hasta Chimuelo, un poco más confiado, con la montura en manos, la cual alzó, esbozando una sonrisa sin mostrar los dientes. Al verlo llegar, Chimuelo se inclinó sobre sus patas delanteras en posición felina para jugar, lo miró por unos segundos y luego salió corriendo sobre el claro. Hipo corrió detrás del dragón tratando de alcanzarlo.

—¡Oye! —exclamó indignado con la montura en ambas manos, al ver que Sigrid se reía, se detuvo para verla incrédulo—. ¡Ayúdame!

—Me parece que eso es un asunto entre Chimuelo y tú —replicó Sigrid, Chimuelo desde su lugar hizo un sonido, como si se estuviera burlando de Hipo—. Yo desde aquí te echo ánimos.

Al cabo de una media hora, Hipo se encontraba encima de Chimuelo volando en el aire, realizando pruebas desde el aire. Sigrid ayudó analizando los giros que daba la prótesis de la cola del dragón y lo trataba de escribir sobre una de las libretas del vikingo, aunque la mayoría de las veces solo hacía señalamientos que ella misma entendía.

Las horas transcurrieron con ambos haciendo pruebas y a pesar de que Hipo le había sugerido que fuese ella quien montara a Chimuelo para conocer su perspectiva, la kainiana se negó rotunda, cuidando de Maléfico. Hicieron ajustes sobre la montura para facilitar el uso de la cola y por ello, tuvieron que marcharse de vuelta a la aldea.

—Es increíble todo lo que hemos investigado —comentó Hipo de regreso al valle, observando la libreta donde Sigrid había hecho algunos tachones con letras al azar, no pudo evitar sonreír por aquello.

—Tú has investigado.

—Pero tú también has sido de ayuda, eres una gran amiga, Sig.

Tiempo después, ambos se encontraban de vuelta, Sigrid había decidido quedarse en el bosque y no bajar al valle debido a que Hipo y Chimuelo únicamente andaban volando.

Fue víctima de ellos cuando se cayeron sobre el césped y ella terminó en medio de los dos totalmente derrotada; Maléfico a su lado, terminó aplastado por la cola de Chimuelo. Entre risas, se apartaron los unos de los otros y Sigrid miró maravillada como Maléfico parecía llevarse bien con Chimuelo y el dragón no mostraba señales de que se lo quisiese comer. Ya no había de que preocuparse.

Aquel día había estado más que lleno de sorpresas y nuevos descubrimientos que servirían más a futuro. Aunque Sigrid tuviera un par de conocimientos sobre los dragones debido a su vida con ellos por varios años, aún seguía habiendo cosas que desconocía y aprendía gracias a Chimuelo. El mundo de los dragones era inmenso y siempre había más cosas que aprender. Por ello, en algunas ocasiones, cuando veía a Hipo y su vínculo formado con Chimuelo, no podía evitar preguntarse, ¿por qué ella no había hecho lo mismo? Hubiera sido posible que, ¿de haber confiado en los dragones hubiera regresado a casa mucho antes? Y aquella simple incógnita reposaba en lo profundo de su corazón, con gran pesar, ¿por qué ella no lo había hecho?

Pero incluso sí tratase de encontrar una respuesta, ella ya la sabía. A Sigrid le dio miedo desde un principio establecer la confianza con los dragones con quienes vivió, para ella no fue fácil el adaptarse en los primeros meses y cuando finalmente se abrió ante las posibilidades de conocerlos más, fue demasiado tarde. Sin embargo, el ver a Hipo y Chimuelo era más que suficiente para ella, porque demostraban la prueba de que los dragones y humanos podían vivir en paz.

En el transcurso de los días siguientes, los entrenamientos fueron aumentando el grado de complejidad y dificultad. Algunas veces volvían a trabajar con los dragones con quienes ya habían entrenado antes, bajo diferentes tácticas. A Sigrid se le hacía complicado el tener que entrenar sin hacer uso de alguna arma porque no quería lastimar a los dragones, el no hacer algo contra ellos, solo lograba que le bajasen puntos cada vez más.

—Debes intentar, Sigrid —comentó una mañana Said, alejándola de las bolas de fuego dentro de la arena—. Sabes que tu padre ya está en camino, no tardará en llegar a Berk.

Presionada constantemente por Randall y por el hecho de que su padre estaría por llegar en un abrir y cerrar de ojos, Sigrid había dejado de acompañar a Hipo al valle. Aunque tampoco fue como sí alguno de los dos tuviera tiempo, con la constante evolución de Hipo en el ruedo, el vikingo era seguido por todos en la aldea, había acaparado la atención por completo de las personas en la isla.

—Debe de haber una manera en la que me defienda sin lastimarlos, ¿verdad? —preguntó Sigrid durante la tercera mañana, luego de que Said le revelase que su padre estaba en camino.

—Es muy complicado entonces —respondió Said en su lugar—. Debes hacerlo, mi padre ha informado todos tus avances, espera que al menos seas capaz de arrojar un hacha.

» Te sugiero que, al menos, cuando venga tu padre y te observe trates de defenderte; no los golpees tan fuerte, pero finge hacer el intento.

Sigrid alzó una ceja, ¿cómo podría hacer eso? En los últimos días lo único que había logrado era en no entrometerse cuando los otros golpeaban a los dragones, ella simplemente los evitaba y evitaba estar cercas de ellos, eso resistiría su impulso de querer tocarlos y protegerlos en todo momento.

—Pero es que no sé cómo hacerlo, simplemente no puedo —respondió ella, algo nerviosa.

—Confía en mí, yo estaré ahí, no tengas miedo de hacerlo —comentó el kainiano—. Incluso, puedes pedirle ayuda a Hipo, ha mejorado bastante.

Sigrid puso una mueca, sabiendo lo complicado que sería encontrar a Hipo solo.

—Supe que tu papá viene en camino.

Era tarde ya, el crepúsculo comenzaba a salir transformando el cielo con diversas tonalidades. Hipo había encontrado la manera de escabullirse de los otros reclutas, a veces le resultaba irónico el pensar en todo lo que ocurría alrededor de su vida. Semanas atrás, cuando era un nadie en la aldea, cuando era la vergüenza de Berk y el peor vikingo dentro de la historia de los vikingos; había tratado incansablemente de congeniar con los demás chicos de su edad. Había buscado su atención y había tratado de probarse a sí mismo como un vikingo digno al igual que ellos. Ahora ya no pensaba en eso, había dejado de buscar la amistad de los demás tras pasar sus tardes en compañía de Sigrid y Chimuelo. 

No obstante, con su constante evolución dentro del ruedo, en esos últimos días no había tenido la oportunidad de ver a Sigrid tan seguido como antes. Solían verse en el entrenamiento, a veces pasaban juntos cuando los entrenamientos debían hacerse en equipo y se hablaban cuando nadie les prestaba atención. Pero después de ello, no se volvían a ver en todo el día. Hasta ese momento, los dos amigos se encontraban sentados sobre el césped del valle jugando con Chimuelo.

—Seguramente llega esta misma noche —respondió Sigrid, haciendo una mueca—. Viene a ver qué tal me está yendo en el entrenamiento.

—¿Es malo? —preguntó Hipo, ladeando el rostro para verla. 

A un lado de ellos, Chimuelo se incorporó y salió corriendo hacia algún punto en específico.

—Algo, supongo... —Sigrid suspiró, jugando con una pequeña rama sobre el césped—. Randall dice que mis avances dependen para llevarme a Kain.

—Mañana quédate conmigo y vemos la manera de pasar el entrenamiento sin lastimar ningún dragón —ofreció Hipo—. Yo puedo...

Se calló cuando Chimuelo llegó corriendo hasta ellos jugando con Maléfico, el gallo le picaba las alas y salía corriendo espantado, rodaron por el piso hasta que Chimuelo terminó encima de Sigrid y de Hipo, con el gallo picándole la cabeza a Hipo. Sigrid soltó un alarido y luego junto al berkiano estallaron en carcajadas, aún con Chimuelo encima de ellos.

—No me quiero ir, Hipo —admitió al cabo de unos minutos—. En Kain no conozco a nadie y aquí sí, además, aquí estás tú.

—Entonces no te vayas —dijo Hipo, con las mejillas rojas—. Y sí decides irte, Chimuelo y yo te esperaremos hasta que regreses.

Con una sonrisa en la cara, Sigrid permaneció junto a Hipo jugando con Maléfico y Chimuelo. Aquel fue su último día disfrutando el tiempo con ellos y para la madrugada, el Rey Branden Whiterkler llegó a la isla de Berk, dispuesto a ver nuevamente a su hija.

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