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Capítulo 1

La luna ilumina al próspero reino de Graceville, todos duermen en esta fría noche excepto el príncipe Philip, el primogénito del rey Arthur Blake.
Camina sigilosamente por los pasillos del castillo para no despertar a nadie ni alertar a los guardias, entra en la habitación de Elena, su hermana menor quien en ese momento está profundamente dormida.

- Elena despierta. - Susurra mientras la mueve suavemente por el hombro.

- ¿Qué pasa? - Dice entre dientes aún con los ojos cerrados.

- Vine a despedirme.

- ¿Vas a ir de caza?

- Me iré por mucho tiempo Elena, cuídate, te quiero.

- Tráeme un conejo blanco, quiero una mascota. - Dice acomodándose en su cama.

Philip besa la frente de su hermana y sale de su habitación, aún tiene dudas sobre la difícil decisión que tomó, pero aún así decide seguir con su plan, afuera del palacio, en los establos toma a su caballo, está listo para ser montado, sube en él y sale de allí a toda velocidad, el galope del caballo quebranta el silencio de la noche, en el bosque, afuera del reino lo espera su amada, la princesa Grecia de Waterfalls, junto a la princesa se encuentran sus guardias y algunas doncellas quienes los escoltan hacía las tierras lejanas de Waterfalls.
Algunos kilómetros más adelante el príncipe Philip recuerda que no le dejó la carta a su hermana.

- Necesito enviar esto. - Dice el príncipe Philip a su amada. - Es para mi hermana.

- Haré que mi mensajero se la lleve de inmediato.

La princesa hace una seña con su mano, el mensajero de inmediato se acerca a ella.

- Llévale esta carta a la princesa Elena de Graceville.

- En seguida su majestad.

El mensajero da vuelta a su caballo inmediatamente y se dirige hacía Graceville a toda velocidad.

Horas más tarde el mensajero llega al castillo, los guardias lo dejan entrar, lo guían a través del laberinto que protege el reino, hasta encontrar a la princesa en el gran salón hablando con su padre y el concejo, todos los allí reunidos están teniendo una acalorada discusión sobre la desaparición del príncipe. Al abrir las puertas del salón para que pueda entrar el mensajero todos se quedan en silencio absoluto.

- Princesa Elena. - Dice el mensajero haciendo una reverencia.

- ¿Si? - Dice con desconfianza la joven princesa.

El mensajero le da la carta, hace una reverencia y sale de allí escoltado por los guardias.

La princesa ve el sobre un segundo, nota que tiene el sello de Phillip, lo abre y comienza a leer su contenido.

"Querida hermana,
Hemos pasado por tantas cosas juntos, practicas y horas de juego, ambos hemos crecido y con el tiempo tomamos algunas decisiones, mamá siempre nos enseñó a seguir nuestro corazón, eso es lo que estoy haciendo, siguiendo a mi corazón, yo amo a la princesa Grecia, desde la primera vez que la vi en esa fiesta supe que era la indicada, ahora voy en camino a su reino para casarme con ella.

Sé que tal vez estoy siendo egoísta, conozco tus deseos, sé que no quieres ser reina y no lo hubieses sido de ser por mi partida, pero sé que eres fuerte e inteligente, serás una buena reina, mejor de lo que yo pude haber sido para nuestro reino.
Espero que algún día puedas perdonarme.

Larga vida a la futura reina de Graceville.

Con amor, tu hermano."

- Mamá. - Dice con lágrimas en los ojos.

- ¿Qué sucede?

Elena le extiende la carta a su madre con sus temblorosas manos, ella la lee detenidamente, sus ojos reflejan la sorpresa que siente ante tal noticia, de inmediato se la da al rey.

- Te desobedeció, se fue para casarse con la princesa. - Dice la reina angustiada.

- Renunció a su derecho al trono. - Dice el rey mirando a Elena. - Ya debe estar muy lejos, lleva al menos un día de ventaja, no hay nada que podamos hacer. - Dice arrugando la carta.

Elena sale del gran salón intentando conservar la calma aunque está al borde de las lágrimas, su cabeza ahora es un nido de pensamientos en su mayoría negativos, se encierra en su habitación y comienza a llorar al comprender lo que todo esto significa para ella.

- Elena. - Dice su madre con una dulce voz mientras toca la puerta.

- No quiero hablar con nadie. - Grita molesta.

- Abre la puerta Elena. - Dice con aquella dulce voz que la caracteriza.

Elena limpia sus lágrimas delicadamente con un pañuelo, se dirige a la puerta para dejar entrar a su madre, antes de abrirla suspira profundamente para tranquilizarse.

- Tu padre quiere darte el título lo antes posible, sino el pueblo podría comenzar a temer que no haya un heredero.

- ¿No hay alguien más que pueda tomar mi lugar?

- ¿Quién? ¿Tu primo? Es un buen joven, pero no tiene madera de rey. Elena, es tu deber y tu responsabilidad heredar la corona.

- No quiero esta responsabilidad...

- Mi princesa, te hemos preparado durante toda tu vida para este momento, muy en el fondo sabes que siempre existió la posibilidad de que tú tendrías que asumir este tipo de responsabilidades. Ahora quiero que dejes de sentir lástima por ti misma, tus doncellas se encargarán de ponerte presentable para los nobles que seguro no tardarán en llegar para confirmar con sus propios ojos la noticia, vas a sonreír, tendrás la cabeza en alto y asumiras los deberes que te corresponden por derecho de nacimiento.

- Pero mamá...

- ¡Sin peros Elena! Eres la futura reina de Graceville, no quiero que nadie te escuche dudar de ti misma o sobre tu derecho al trono. ¿Sabes lo que pasaría si ven alguna debilidad en ti?

- No me tomarían en serio, los nobles y el concejo podrían aprovecharse de eso para usurpar el trono.

- Podrían asesinarte al ver debilidad, no debes permitirte sentirte inferior; querida hija, no permitas que nadie jamás pase por encima de ti. Ahora, cabeza en alto y ya deja de llorar. Ahora vendrán Delia y Margaret.

Elena asiente con la cabeza mientras limpia una lágrima en su mejilla.

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Las doncellas terminan de arreglar el cabello de Elena, ella toma su corona de flores y se la pone frente a su espejo, su madre la admira desde la puerta.

- Eres muy hermosa.

- Gracias madre. - Suspira.

- ¿Sucede algo?

- Quisiera que Philip no se hubiera ido, siento un enorme peso sobre mí desde que se fue.

- Tranquila cariño, todo va a estar bien, un día seras una gran reina.

- Todos dicen eso, pero nadie lo sabe con certeza ¿Y si me equívoco?

- Todos nos equivocamos cielo. - Dice su madre acariciando su rostro. - Un error puede enmendarse, a demás son una lección, debes aprender de ellos para no cometerlos nuevamente.

Elena toma una de las manos de su madre, la lleva hasta sus labios y le da un beso.

- No voy a decepcionarte, no como Philip.

- Oh cariño, tu hermano no nos ha decepcionado, el siguió a su corazón y estoy feliz por él.

- El tuvo su felicidad y me arrebató la mía, ahora jamás podré casarme con alguien a quién realmente ame.

- Te conseguiré al mejor esposo Elena.

- Eso no es suficiente. Quiero poder amarlo y que él me ame a mí.

- Su majestad. - Interrumpe una de las sirvientas. - El rey solicita su presencia y la de la princesa en el gran salón.

- Gracias. - Dice dirigiéndose a la sirvienta. - Continuaremos luego con la conversación. - Le dice a Elena antes de salir de la habitación.

Elena arroja su espejo de mano al suelo, ciertamente le molesta lo que hizo su hermano, pero sobre todo esta molesta por el hecho de que ahora jamás podrá casarse por amor, ahora tendrá que casarse con el mejor postor por el bien de su pueblo.

Se mira en el espejo por última vez antes de dirigirse al gran salón, respira profundamente para tranquilizar sus nervios, se sirve una copa de vino, la cual toma casi de un solo trago para tomar valor.

Sus doncellas la escoltan hasta el gran salón, al abrirse las puertas observa que en el interior se encuentran reunidos al menos la mitad de los nobles del reino, murmullan a espaldas de los reyes, estan sumamente inquietos por las noticias que llegaron hasta sus tierras.

- Querida hija, gracias por agraciarnos con tu presencia. - Dice el rey Arthur en voz alta para que todos escuchen.

Los nobles hacen un pasillo para que Elena pueda pasar hasta donde se encuentran sus padres, ella camina con mucha seguridad, con la cabeza en alto e intentando aparentar serenidad y calma. Al llegar frente a sus padres hace una corta reverencia antes de tomar el asiento a la izquierda de su madre.

- Princesa Elena, toma tu lugar junto a mi.

Todos en el gran salón observan cada uno de los movimientos de Elena con mucha atención, el lugar a la derecha del rey corresponde únicamente a su heredero, por lo que los nobles comprenden que las noticias eran ciertas, Elena camina agraciada mente hasta aquel asiento, intentando mantener la misma serenidad que antes.

- Cómo pudieron notar, las noticias que seguramente recibieron son ciertas, el príncipe Philip ha renunciado a su derecho al trono, pero no hay nada que temer ya que mi hija tomará el lugar que le corresponde como mi heredera, es su derecho de nacimiento.

De inmediato todos comienzan a murmurar nuevamente, los murmullos se escuchan hasta afuera del salón. El rey se pone de pie muy molesto ante la actitud de todos.

- ¿Hay algún problema? - Dice con una fuerte voz autoritaria.

- Creo que todos aquí nos preguntamos magestad... Si la princesa cuenta con las cualidades para ser nuestra reina.

- ¿Están dudando de su princesa? Eso puede considerarse alta traición Lord Killin, si fuera usted cuidaría mis palabras.

- Magestad, si me permite, creo que lo que quiso decir Ser Killin es que no sabemos si la princesa Elena esté calificada para asumir un papel tan importante.

- Creo que todos han olvidado que mis hijos han recibido exactamente la misma educación sin distinción alguna, incluso entrenamiento militar, no hay nadie mejor preparada que mi hija para asumir el trono cuando yo muera. ¿Alguna otra objeción?

- La princesa no está casada, es su deber ahora más que nunca asegurar un linaje. - Indica Lord Thomas.

- Lo hará, pero todo a su tiempo.

- Sin embargo, permitame ofrecer a mi hijo Regil para casarse con la princesa.

- La princesa puede desposar a mi primogénito, él es un mejor partido para la princesa.

Una acalorada discusión se desata, todos dan su opinión sobre a quien debe desposar la princesa, muchos estan de acuerdo de que debería desposar al hijo del duque de Stell, otros creen que al hijo del Marqués de Senzell, cada quién toma partido según los intereses que tienen que proteger.

- El compromiso de mi hija será decidido más adelante, primero llevaremos a cabo la ceremonia de coronación de mi heredera.

La decepción en el rostro de Elena es evidente, todos estan peleando por ella como si fuera un pedazo de carne y nada más que eso.

- La coronación se llevará a cabo en cuatro días, las invitaciones serán enviadas de inmediato.

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- Estarán aquí en menos de 2 semanas, tendremos que detenerlos antes de que lleguen aquí.

- Tu no tienes que ir. - Dice la reina tomando la mano de su esposo.

- Por supuesto que si, un gran rey va a la guerra con sus hombres, un gran rey gana sus batallas.

- Tienes razón, pero no puedo soportar la idea de perderte. - Acaricia su rostro.

- No vas a perderme, ya hemos estado en esta situación antes, sabes que siempre salimos victoriosos ¿A caso dudas de mi?

- No mi amor, sabes que no. Solamente estoy preocupada, sabes que me preocupo mucho por tu bienestar.

- Lo sé, pero te prometo que siempre voy a regresar a tus brazos. - Le da un tierno beso.

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Elena es subida a un caballo para dirigirse a la catedral para su coronacion, su vestido turquesa la hace lucir hermosa, el desfile da inicio, los caballos comienzan a galopar a un ritmo constante, el pueblo recibe a Elena con aplausos, música y ovaciones.
La ceremonia se realiza sin contratiempos, Elena es nombrada la heredera de Graceville, al morir su padre ella será reina.

El pueblo entero celebra a su heredera, en el palacio hay un enorme banquete para todos los invitados. El rey Robb entra por la puerta, todos hacen una reverencia.

- Mi viejo amigo. - Dice el rey Arthur abrazándolo. - Gracias por venir en tan poco tiempo.

- Todo esto fue tan repentino. Lamento lo de tu hijo.

- Estoy muy molesto por todo esto, espero poder perdonarlo algún día.

- Lo harás. - Dice el rey Robb dándole unas palmadas en el hombro.

- Clayton piensa atacar.

- Lo sé, a mi también me llegó la declaración de guerra, es el otro motivo de mi visita.

- Es mas que claro que Henry estará de su lado.

- Gerard buscará al mejor postor.

- Lo necesitamos de nuestro lado.

- Ya hablé con él, no pude convencerlo, ni siquiera ha tomado un lado, Clayton aún no le declara la guerra.

- Sabe que lo perderá todo si se pone del lado de Clayton, no creo que sea tan tonto como para permitirlo.

Las campanas comienzan a sonar, el reino está siendo atacado por un pequeño grupo de soldados de Clayford.

Los aldeanos corren hacía sus hogares para protegerse, los guardias del palacio entran a la habitación donde están los invitados para resguardarlos, uno de ellos le entrega una espada al rey.

- Elena ven aquí. - Dice el rey Arthur.

Elena se pone detrás de su padre.

El rey Arthur quita una espada de la pared y se la da a Elena.

- Es hora de poner en practica lo que te enseñé.

Los invitados corren de un lado a otro mientras los soldados de Clayford comienzan a entrar al salón, los guardias reales pelean por sus vidas y la de su rey, parece que su objetivo principal son el rey Arthur y Elena, el rey Robb y su hijo pelean junto a ellos, hay mas de 30 soldados en el salón, uno de los guardias saca a Elena, el príncipe, la reina y a los dos reyes del salón mientras los guardias intentan contener el ataque.

- Elena tienes que irte de aquí. - Dice su padre.

- ¿Qué? No, yo me quedo a pelear.

- Necesito que te vayas de aquí, su objetivo eres tú. No seas testaruda.

- ¿A donde iré?

- Con el rey Gerard. - Dice el rey Robb. - Es el único reino seguro por ahora. No le hará daño y no le negará el asilo.

- Me quedaré a defender el reino, no voy a huir.

- Es una orden Elena, tengo que mantener a salvo a mi única hija.

Un soldado logra entrar al pasillo donde están, el Rey Robb y su hijo se encargan de él en un santiamén.

- Preparen el carruaje. - Ordena el rey Arthur. Uno de los guardias corre para preparar el carruaje. - Si por alguna razón el rey Gerard no te da asilo tendrás que huir y buscar la manera de buscar a tu hermano.

- Así lo haré padre.

Todos van hacía el jardín, las doncellas de Elena suben al carruaje, varios soldados que viajan en caballo se dirigen hacía ellos.

- Vete ya Elena. - Dice su madre.

- ¿No vas a venir conmigo?

- Mi lugar es junto a tu padre.

Elena abraza por última vez a sus padres y sube al carruaje, aún tiene puesta su corona así que se la quita.

- Conservala, es la única forma de probar que eres la princesa de Graceville ante el rey Gerard, no te ha visto en muchos años. -Dice su madre cerrando la puerta del carruaje.

- Yo puedo guardar su corona. - Dice la doncella junto a ella. - Tengo mi bolsa aquí.

- Gracias Margaret.

El conductor comienza la marcha a toda prisa, algunos caballeros respaldan el carruaje, salen del laberinto por un pasadizo secreto, al llegar afuera se encuentran con cinco soldados de Clayford quienes al verlos comienzan a perseguirlos, dos de los cuatro caballeros que protegen el carruaje se quedan a pelear contra los cinco soldados, solo logran matar a dos antes de ser asesinados, la persecución continúa unos kilómetros más tarde, los 3 soldados restantes siguen muy de cerca el carruaje, uno de ellos toma ventaja y logra ponerse frente al carruaje para frenarlo, los tres soldados bajan de sus caballos y se enfrentan a los caballeros, Elena baja del carruaje, toma la espada que le dio su padre, se da cuenta que solo quedan dos caballeros vivos y dos soldados de Clayford, ella se enfrenta al soldado que detuvo el carruaje, él le hace un corte no muy profundo en el costado, la princesa retrocede un poco, ataca nuevamente cuando lo cree pertinente, por suerte logra atravesar la espada en el vientre de su adversario, uno de los caballeros mata al último soldado con vida.

- Debe irse princesa, nosotros nos quedaremos por si algún otro soldado estaba siguiéndonos, la mantendremos a salvo.

- Gracias Sir Blanket, estoy en deuda con ambos.

- Váyanse ahora que tienen ventaja. - Dice el otro caballero.

Elena sube al carruaje aún con la espada en la mano, una de las doncellas pone el carruaje en marcha hacia el reino de Artenia, el viaje es largo, son tres días agotadores en los cuales, hacen cortas paradas para que los caballos descansen y beban agua y también para hacer rastros falsos, si alguien las está siguiendo de seguro tardará más en llegar a ellas por las pistas falsas que dejaron, las doncellas se turnan para conducir el carruaje, Elena está siempre atenta al camino, su herida aún abierta sangra un poco, su bello vestido está cubierto en sangre del costado, pero es fuerte, intenta no pensar en el dolor, piensa en algo más, piensa en su reino, ¿Como estarán las cosas allí? ¿Habrán logrado detener el ataque? Al llegar a la entrada del otro reino se percatan de que, el puente de piedra ha sido destruido.
Las doncellas bajan del carruaje para evaluar la situación, una de ellas toma una rama para medir el nivel del agua en el río.

- Hay que cruzar el río, por suerte no esta muy profundo.

- ¿Qué haremos con el carruaje?

- Es cierto. - Dice Elena. - No podemos dejarlo, sabrán que nos refugiamos aquí. - Dice bajando del carruaje.

- Yo puedo llevarlo a un lugar donde nunca lo encontrarán alteza. - Dice Delia, su doncella.

- Es arriesgado, podrían haber soldados buscándonos.

- Lo sé, estoy dispuesta a correr el riesgo, tenemos que mantenerla a salvo.

- Gracias Delia, cuídate por favor. - Dice Elena dándole su espada a Delia.

- Usted también alteza.

Delia sube al lugar del conductor y se marcha de allí a toda prisa, Elena y Margaret, su otra doncella cruzan el río, Margaret levanta el vestido de Elena para que no se empape con el agua, mientras ella lleva sus zapatos en la mano.

Al llegar al otro lado Elena se coloca nuevamente sus zapatos, escuchan el galope de un caballo acercándose así que comienzan a correr lo más rapido que sus piernas les permiten hacía la entrada del reino, al entrar ven un mercado, se dirigen hacia él. Elena siguen sangrando así que, Margaret le da su pañuelo para parar el sangrado, el otro pañuelo que tenía ya estaba totalmente empapado en su sangre, ambas caminan sin saber a donde ir, un aldeano pasa corriendo junto a ellas, choca con Margaret y hace que ella caiga empujando a alguien más.

- ¡¿Cómo te atreves?! - Dice el joven incrédulo poniéndose de pie.

Margaret es levantada por dos guardias.

- Mi lord, por favor, perdone la torpeza de mi doncella. - Dice Elena haciendo una reverencia.

- Llévenlas al calabozo. - Dice el joven muy molesto.

- Pueden llevarme a mí, pero por favor deje ir a la princesa.

- ¿Princesa? - Dice otro joven abriéndose paso entre la gente. - ¿Cuál es tu nombre?

- Soy la princesa Elena de Graceville y les ordeno que suelten a mi doncella. - Dice Elena disgustada por el mal trato recibido.

- ¿Princesa Elena? - Dice el segundo joven confundido.

- Escuchaste bien. - Dice Elena sin quitar su mano del pañuelo lleno de su sangre.

- Ayudenla por favor, está herida. - Dice Margaret intentando soltarse.

- Busquen al médico de la corte. - Le ordena a un par de guardiad - Soy el príncipe Edward - Se dirige a Elena. - ¿Me recuerda? Perdone a mi hermano, a veces puede ser un patán. Déjeme ayudarle.

Después de toda la adrenalina Elena comienza a sentirse mal, su respiración se agita y deja de escuchar lo que el príncipe está diciendo.
El príncipe Edward, al notarlo la toma en brazos, la lleva al castillo a toda prisa y la deja en una de las recámaras, el médico se presenta en seguida, cura la herida de Elena y le da agua de algunas hierbas para que beba.
El rey Gerard entra en la habitación para ver con sus propios ojos a la princesa, su doncella está junto a ella en todo momento.
Los príncipes salen de la habitación junto con el rey.

- ¿Como llegó aquí? - Pregunta el rey.

- No sabemos. - Responde Edward. - La encontramos en el mercado, su doncella tropezó con Charlie, él casi las envía al calabozo.

- No sabe en que problema nos está metiendo al venir aquí. Dupliquen la guardia en la entrada al castillo y los alrededores, quiero hablar con ella cuando esté en condiciones.

Elena despierta unas horas mas tarde, es de noche, su doncella aún está junto a ella.

- ¿Que pasó? - Pregunta Elena frotando su cabeza.

- Se desmayó su alteza, perdió mucha sangre, el doctor tuvo que suturar la herida, dijo que fue muy afortunada, no fue tan profunda.

- ¿Quién me trajo aquí?

- El príncipe Edward.

- Creo que debo agradecerle. - Dice Elena sentándose en la cama con algo de dificultad por el dolor.

- ¿Cómo se siente? - Pregunta al ver los gestos de dolor.

- Estoy bien.

- El rey pidió verla cuando estuviera mejor.

Elena suspira y asiente.

- Terminemos con esto de una vez. Dame mi corona.

Margaret saca la corona de su bolso y se la coloca a Elena.

- Ya estoy lista para hablar con el rey.

- Iré a avisarle al guardia.

Elena se pone de pie mientras Margaret va por el guardia quién las escolta hasta donde se encuentra el rey.
Sus dos hijos y su esposa están junto a él.

- Princesa Elena de Graceville, no era necesario que viniera hasta aquí en su condición.

- Permítame ayudarle. - Dice Edward.

Le hace señas a su sirviente para que ponga una silla para Elena y le ayuda a sentarse.

- Quería arreglar este mal entendido inmediatamente.

- Me parece perfecto, dígame ¿Qué la trae por aquí? - Pregunta el rey.

- Su magestad, el castillo de mi padre fue atacado por soldados de Clayford, pero creo que usted ya está al tanto, mi padre me envió para refugiarme aquí.

- Lamento escuchar eso princesa, pero no puede quedarse.

- Mi padre me habló grandes cosas sobre usted, me dijo que es compasivo y justo, a demás que no le teme a nada, no tengo otro lugar a donde ir, usted es el único rey que no ha decidido un lado en esta guerra, si no me deja quedarme estará firmando mi sentencia de muerte.

- Nuestra situación princesa no es muy grata, si la dejo quedarse estaría tomando un lado.

- No es así su alteza, usted puede decidir libremente, si elige el lado del rey Clayton lo entenderé, solo le pido que me deje ir de aquí para regresar a mi reino.

- ¿Tu padre te envió para convencerme de algo?

- No, solamente para resguardar mi vida, como sabe ahora soy la heredera.

- No podemos dejarla ir. - Interrumpe la reina. - Es solo una chica asustada.

- Solo será unos días, yo intentaré ponerme en contacto con mi hermano para buscar asilo en Waterfalls, si no me quiere en su castillo puedo ir a buscar refugio al pueblo o dormir en los establos.

- ¡No! - Dice la reina exaltada. - Serás tratada conforme a tu título. No vamos a dejarte dormir en un establo.

- Solo por un tiempo. - Dice el rey saliendo del salón.

La princesa y Margaret hacen una reverencia antes de retirarse del salón.

- Princesa. - Grita el príncipe Edward detrás de ella.

Ambas se dan la vuelta para verlo.

- ¿Si?

- Quiero disculparme por la actitud de mi hermano, lamento el malentendido.

- Solo fue eso, un malentendido, no hay nada que perdonar.

- Espero se encuentre mejor de su herida.

- Estoy mejor, gracias por preguntar. Quiero agradecerle, fue muy amable al ayudarme, estoy en deuda con usted.

- Mi hermano la insultó y yo la ayudé, creo que estamos a mano. - Sonríe.

Elena hace una reverencia, se da la vuelta, pero Edward vuelve a detenerla.

- Lo siento princesa, mi madre me pidió que le mostrara nuestro castillo, su nueva habitación y la de su doncella.

- Su madre, la reina, es muy gentil. - Dice inclinando su cabeza en gratitud.

- Por aquí. - Dice ofreciéndole su brazo para que camine junto a él. - Debo admitir que me sorprendió mucho verla de nuevo.

- ¿Cuánto ha pasado? ¿Cinco años?

- Sí, cinco años y unos cuantos meses, a primera vista no la reconocí, pido disculpas.

- No te culpo, teníamos 14 y 16, cambiamos mucho desde entonces.

- Es verdad, yo me convertí finalmente en el hombre que mi padre siempre deseó.

- Sí, recuerdo que eras más bajo y delgado, sin ofender alteza.

- En lo absoluto, y tú, bueno... Tú eres aún mas hermosa de lo que recordaba. - Edward sonríe ampliamente al señalar esto.

Elena se sonroja al escuchar estas palabras, él es tan dulce como lo recordaba, sus ojos azules penetran en su mirada, ella no resiste mirarlo a los ojos sin sonrojarse aun más, las tenues pecas le dan un toque distintivo a su rostro, su cabello es lacio pelirrojo y ahora que ha crecido tiene un cuerpo atlético muy bien definido.

- Me alaga alteza.

- Es una lástima que nunca contestó mi propuesta.

- Iba a hacerlo, lo prometo, pero todo cambió de un día a otro. Ahora soy la heredera al trono de Graceville, por desgracia aunque quisiera, no podría desposarlo.

- ¿Quiere decir que usted consideraba aceptar mi propuesta?

- Alteza, parece que su herida continúa sangrando, debería descansar un poco. - Interrumpe Margaret.

- Es verdad, que desconsiderado soy, lamento haberle quitado valioso tiempo para recuperarse, esta es su recámara, su doncella puede tomar la siguiente.

- Gracias, es usted muy amable en escoltarnos.

- Si necesita algo más para hacer de su estancia más cómoda notifiquenos de inmediato por favor.

- Lo agradezco.

- Que descanse princesa.

- Igualmente alteza.

Ambas entran a la habitación de Elena, Margaret prepara a Elena para dormir, le quita aquel sucio vestido y le pone en su lugar un muy limpio camisón.

- Gracias por salvarme del interrogatorio del príncipe Edward.

- Sé que nunca le ha gustado que le hagan preguntas de ese tipo, a demás imagino que es difícil para usted el asimilar que ahora ya no podrá casarse con él o el príncipe Ian.

- Sí, bueno. Tendré que olvidarme de ello. - Suspira con pesar.

- ¿Recuerda la conversación que tuvimos hace un par de días?

- ¿De cuál conversación hablas exactamente?

- De lo que sentiría al ver de nuevo al príncipe Edward después de tantos años. Ahora que lo vio nuevamente... ¿Es como lo imaginó?

- No Margaret, no es cómo lo imaginé.

- Lamento escuchar eso.

- Yo lamento que mis sentimientos hacia él sean mucho más fuertes de lo que esperaba. - Sus ojos se llenan de lágrimas.

- No pregunté eso para entristecerla alteza, por favor disculpe mi indiscreción.

- No Margaret esta bien. - Limpia algunas lágrimas con la yema de sus dedos. - Me alegra poder hablar con alguien de esto.

- Lamento mucho que no pueda casarse con él, es una lástima que él también sea un heredero.

- Sí, es una lástima, pero ya no importa, una reina debe hacer sacrificios por su pueblo ¿No es así?
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- Debes pensarlo bien Gerard. - Dice la reina Susan.

- Lo he pensado, pero aún no decido. Clayton usa la fuerza bruta solamente y es muy impulsivo, pero Arthur es un estratega excepcional y un soldado sin igual, gracias a él ganamos la guerra.

- A demás piénsalo, la princesa Elena es la heredera, es la oportunidad perfecta para que Charlie también sea rey ¿No sería perfecto? - Sonríe ampliamente - Nuestros dos hijos serían reyes. Podrías decirle que ayudarás a su padre en la guerra si se casa con Charlie.

- Ella es testaruda, he escuchado que ha rechazado a cada pretendiente que ha tenido, ni siquiera respondió la propuesta de Edward. Ella no lo aceptará hasta que vea que su padre de verdad necesita ayuda, mientras tanto debemos tratarla lo mejor que podamos, tenemos que hablar con Charlie para que intente conquistar su corazón, de una forma u otra lo sentaremos en un trono a él también.

- Así será. - Dice la reina triunfante. - Nuestros hijos serán reyes.

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