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Miedo

Aquí comienza el inicio del fin de la mujer del sótano aterrador, con seis errores imperdonables, con Jenn Ascott como súbdito y con un demonio enojado que haría cualquier cosa por verla caer.

Pues desde este momento todos los sucesos pasaron de una forma muy rápida, una manera en la que nadie supo como, pero los pueblerinos lo lograron. Consiguieron salir de esa pesadilla interminable.

Esto es lo que vivió Jenn Ascott y su hermana antes de los asesinatos de Crossville como fueron llamados en la prensa local.

Jenn Ascott.

Jenn Ascott no aguantaba el dolor y el ardor que sentía en su oreja, así que salió de la casa sin un rumbo fijo, pero sabía que él no quería permanecer con su hermana.

Jenn Ascott deambulaba por las calles solitarias de Crossville, a los lejos observó las puertas de la capilla abiertas y se dirigió hacia ella. Llego y encontró al cura Salvatore de rodillas orando.

-Padre...- Murmuró Jenn, mientras recorría el angosto pasillo para acercarse al sacerdote.

-Jenn, estás aquí, justo iba a salir a buscarte.- Confesó el hombre vestido de blanco.

-Tengo miedo.- Dijo desplomándose y rompiendo en llanto. -Tengo miedo.- repitió entre sollozos.

-Lo sé... Y yo también tengo miedo, pero trataremos de evitarlo, no dejaremos que suceda.-

-No es solo un sueño.- Grito histérico, el muchacho.- ya son dos, dos pesadillas terribles en los que intento de asesinarla. Es mi hermana.-

-Lo sé hombre, lo sé, pero lo evitaremos antes de que llegue el día, estaré contigo.- Respondió el cura con un tono de voz comprensivo.

El chico se veía trastornado, el terror se evidenciaba en sus ojos sobresaltados, estaban rojos de tanto llorar, su cuerpo temblaba y se encontraba blanco como papel.

-Me ofrecí a ella.- Dijo Jenn rompiendo el silencio que se había producido.

-Te obligó a...-

-¿Qué diferencia tiene? Quiero arrancarme la oreja y lanzarla a los perros, me duele como nunca.-

Un frío de ultratumba penetró en la capilla junto con él, un susurro que le confirmaba a Jenn que ya era hora.

-¡No lo haré!- Grito con miedo e histeria al viento. -¡No deje que me lleve!, no quiero ir, por favor.- Suplicó el chico aferrándose a la camisa del hombre.

-Viene a por mí... tengo miedo.- No paraba de gritar que ya venían por él. El cura lo tomo por los hombros y le dio un par bofetadas para tratar de calmarlo y funciono.

-¡Ayúdeme!- Suplico el chico con lágrimas en los ojos.

-No temas. Quédate aquí iré por Pérez, Triana y otros más; no te muevas, no te pasará nada... Estas bajo la protección de Dios.- Esto último lo dijo con voz temblorosa... Dudando de sus propias palabras.

Le hizo una señal de cruz en forma de bendición y el sacerdote se retiró.

Apenas el cura salió, la puerta se cerró dando un portazo y con un ruido sordo, Jenn Ascott volvió a tener un ataque de pánico, pues dos figuras con vestidos negros se acercaban a él.

El muchacho retrocedió con terror y se arrinconó en una esquina.

-¡No quiero, no quiero, no quiero!- Repetía abrazando sus rodillas. -Por favor, váyanse.- Suplicó.

-No podrás escapar, tu alma le pertenece, tienes el don querido Jenn.- pronuncio una de las siluetas con una voz penetrante que lo hizo estremecer.

Y entonces lo levantaron por el aire lanzándolo hasta el otro extremo de la capilla; su cuerpo se dobló como si se tratase de un muñeco de trapo.

"Tienes el don querido Jenn. Obedece. el sótano."

Los susurros atormentaban y enloquecían al chico que levitaba en la iglesia, gritos espantosos salían del lugar aterrando a todos los que escuchaban.

-En el sótano de la casa abandonada encontrarás a tu señora, debes de ir.-

Él se negaba y lo lanzaban contra los muros de la iglesia, destruyendo todo a su paso; de las paredes brotaban unas espesas gotas de sangre oscura.

Algo traspaso el cuerpo de Jenn y lo hizo cambiar de opinión, todos los moretones que se había hecho en esos 10 minutos que lo azotaban por las paredes de la iglesia... ya no estaban. Jenn Ascott salió de allí caminando como si nada. Rumbo a la casa del terror, a su paso dejaba un rastro de fuego y apenas él puso un pie fuera de la iglesia, esta ardió en llamas.

Jenn Ascott desapareció al menos unas 18 horas; estaba recibiendo las indicaciones y preparándose para realizar los espantosos asesinatos... Los asesinatos de Crossville que fueron dirigidos desde la casa del terror.

Cuando Edgar Salvatore y los otros volvieron, tan solo encontraron el desastre y la destrucción que había dejado Jenn, lograron apagar el fuego rápidamente con ayuda de los vecinos y aun así muchos libros, bancas, manteles, crucifijos y otras cosas de la iglesia quedaron destruidos por completo.

Isabel Ascott.

Isabel Ascott permaneció en la cama hasta las dos de la tarde cuando sintió que su hermano salía de la casa, entonces se sintió segura de salir e irse de aquel lugar que le causaba tanto temor.

Se reunió con Yocelin y Lorena. Ella admitió que sentía miedo, también confesó que no quería morir tan joven, ya que la chica apenas tenía 24 años.

-¿Podría quedarme con ustedes hoy?- inquirió Isabel.

-Puedes claro... Él no te hará nada, es tu hermano además... Únicamente fue un sueño.- Consoló Yocelin.

Las tres chicas habían perdido a alguien especial por las malditas pesadillas; Lorena había perdido a su hermana luisa y a su cuñado Morgan, además también había desaparecido Eleonor. Yocelin perdió a su gemela. Isabel había perdido a su madre y tenía miedo de que su hermano la matara.

Las tres chicas habían perdido a alguien especial por las malditas pesadillas; Lorena había perdido a su hermana luisa y a su cuñado Morgan, además también había desaparecido Eleonor. Yocelin perdió a su gemela. Isabel había perdido a su madre y tenía miedo de que su hermano la matara.

-¡No es normal, chicas, no es normal!- Exclamó Isabel jalando sus caballos castaños. -No es normal que aparezcamos dos veces en las pesadillas.- Continuo.

-Deja de pensar en eso, esta noche nos quedaremos juntas y estaremos a salvo.-

De repente se escucharon gritos provenientes de la iglesia y aunque no estaban seguros de quien se trataba muy en el fondo, las tres mujeres sabían que él que gritaba así de fuerte era Jenn. Isabel rompió en llanto.

-Le hacen daño.- Dijo frenéticamente. -No quiero que lo lastimen, es mi única familia.-

-¡Tranquila mujer!.- Respondió en vos alta (pero sin gritar) Yocelin. -No puedes salir ahora.- En sus ojos evidenciaban miedo por lo que ocurría afuera de la casa.

Los gritos dejaron de escucharse y al cabo de unos 5 minutos salió Jenn Ascott caminando como si nada. Atrás de él un rastro de fuego y la iglesia que se consumía con rapidez; Jenn sigue el camino de la calle principal hacia la casa del terror, tenía la mirada perdida y se movía lento, tambaleante y entonces desapareció, Isabel grito y corrió hacia el lugar donde lo había visto por última vez.

El cura Edgar Salvatore llegaba agitado junto a otros cuatro chicos... Había llegado tarde... cinco minutos tarde. Pudieron dispersar el fuego con la ayuda de algunos vecinos, Edgar se sentó y apoyó su cabeza en sus rodillas.

-Es mi culpa, yo... Yo lo dejé solo, le prometí que estaría con él. Le falle.- sus ojos estaban vidriosos, estaba a punto de llorar. -Lo siento Isabel, no supe que hacer y le deje solo aunque tenía miedo.- se pasó el brazo por su frente secando el sudor que corría por todo su rostro.

-Yo lo siento más, también lo dejé solo, pero ¿qué hacía?. También Tengo miedo.- Contesto Isabel caminando de un lado a otros, mientras movía sus dedos inquietos por su cabello.- ¿por qué a nosotros?- Se atrevió a decir por fin.

-Esperen...- Triana se aclaró la vos y continuo -Ella dijo que Jenn tenía el don, Isabel, ¿tú sabes algo?- Interrogo el joven con curiosidad.

-No... No... No sé nada juan como...- El rostro de la mujer cambió ante el recuerdo -Cuenta que una vez mato a un gato y no sintió remordimiento o culpa alguna o... Que en un viaje empujo a un chico a las vías del tren y no lo ayudo a salir... Demonios, pero eso no es un don.- Isabel empezó a morderse las uñas, estaba muy nerviosa y con mucha ansiedad.

-¿Cómo no nos dijiste antes?, tienes razón, no es un don.-

-No sé, supongo que mi mente reprimió esos recuerdos Hasta hoy, pero el ya no es así, el... Él es bueno.- Dijo tambaleante... Aunque también era muy probable que su mente haya creado un recuerdo falso, para tratar de justificar lo que sucedía.

Tuvo que sentarse para no caer de cara contra el pavimento, pues en verdad no podía sostenerse en pie.

-Quizás si sea eso.-

-¡Ayúdame!- Exclamo por lo bajo Isabel y luego perdió el conocimiento

Pasaron 20 minutos antes de que Isabel pudiera volver en sí. Sus acompañantes intentaron de todo para que ella pudiera reaccionar, pero nada surtía efecto, la mujer estaba estirada, pálida y con los labios morados temían que muriera allí mismo.

Isabel reaccionó a la media hora y quiso irse a dormir a su casa, a descansar en el reconfortante techo de su hogar.

-Las 10...- Pensó ella. -Son las 10 y Jenn no ha regresado.- Isabel lloro hasta quedarse dormida junto a la ventana. En el piso de abajo se encontraban Yocelin y Lorena, que se habían ofrecido a acompañarla.

Jenn Ascott despertó de su trencé, él sabía lo que haría, estaba consciente, descubrió antes que todos quien era la responsable; entonces lo acepto y le ofreció respeto. Al siguiente día, casi a las once de la mañana, Jenn salió de la casa del terror armado hasta los dientes, había planteado como morirían al menos 14 personas.

-Es tiempo Jenn, es hora de que aceptes tu don.-

-Sí, si es usted muy sabia al haberme elegido.- Respondió el chico cargando armas de tortura en una maleta.

-Ten cuidado y si algo falla yo estaré contigo.-

-Nada fallará, tengo el don. Y no lo desperdiciaré EL...-

-Shh... Shh...- Callo la mujer poniendo su lánguido dedo en los labios del muchacho -No lo digas, aún no es hora, ellos te escuchan.-

El chico salió con paso lento, pero decidido, sabía lo que haría y sabía que lo disfrutaría... Y entonces comenzó todo.

Pero aquel demonio con el que se había hecho el pacto no estaba satisfecho, y esas serian casi las últimas palabras de la mujer; pues él había descolgado todas las bolsas que tenían las pertenencias (mechones de cabello y un objeto personal de cada uno.)

De todos en Crossville. Sin embargo, a ella aún le quedaban unas cuantas horas de poder y control sobre el pueblo.

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