Asesinatos 2
Jenn ya estaba en el sótano con aquella mujer. Ambos se regocijaban al recordar la matanza de esa misma tarde, Jenn le contó con detalles lo ocurrido y como se sintió al hacerlo. Aunque muy bien sabía que ella lo observaba y lo protegía; él se quedó dormido hasta que fueron las 4 de la mañana, entonces volvió a salir, mientras que ella narraba la siguiente pesadilla, puesto que así sería más fácil… Pero esta nunca llego a perturbar el sueño de los lugareños.
Jenn volvió a aparecer por la calle principal, miraba con desprecio las fachadas de aquellas casas, hogares de los que se hacían llamar amigos; siguió su camino y llego hasta el apartamento de Diana Sandoval, vivía con su esposo Vicente y su hijo Salvador, entro sin hacer ruido.
El pequeño de apenas 5 años fue el primero en morir, Jenn le dio una muerte sin ligera y sin dolor.
Luego siguió con la madre, entro en la habitación, le puso unas esposas que unían a su marido, el cual aún dormía y el asesino, fue limpio y sin dolor... Sin dolor para ella porque cuando Vicente despertó casi enloquece al ver al cadáver de su esposa junto a el.
Jenn siguió su camino, parecía que no sabía a donde se dirigía. Jenn estaba pensando en cómo torturaría a Kenny Ross, pues no tuvo mucho tiempo de planear sus acciones, ya que solo había dormido dos horas. Después de casi 15 minutos deambulando sin sentido por el pueblo, Jenn Ascott por fin se decidió y entro en la casa de Kenny y cuando lo hizo hallo un sitio desordenado y repugnante. Kenny era un drogadicto y según dice Jenn, debía de morir, pues Ross era un cáncer para el pueblo de Crossville.
Jenn Ascott entro a la casa, Kenny se alertó y quiso escapar, pero no lo logro, intento lanzarse por la ventana y Jenn lo atrapó antes de que pudiera abrirla, en la casa había una chimenea, era pequeña, pero servía.
-Tu miserable vida terminará hoy.- Advirtió.
Jenn Ascott y le rebano una pierna, a continuación Ascott encendió la chimenea mientras Kenny se retorcía de dolor.
Jenn asesino de una forma rápida al chico. Le puso gasolina al cadáver y lo metió a la chimenea, de esta salía un humo negro y espeso, también desprendía un olor peculiar...
Acto seguido Jenn esparció gasolina por toda la casa y dejo que se consumiera en llamas, esta acción alerto a los vecinos, el fuego se esparcía con rapidez, pero al intentar contactar a la policía no contestaba nadie, estaban viviendo la angustia y el terror solos.
Jenn Ascott siguió vagando por Crossville, caminaba y silbaba, al mismo tiempo se dirigía hacia la casa de Vanesa Zabala, la chica dormía tranquila en su hogar cuando empezó a sentir un calor inexplicable, su casa se estaba incendiando ella no se dio cuenta hasta que fue ya muy tarde. Su pijama ardía y Jenn lo veía todo sonriente.
Parecía que la mujer bailaba con el fuego, pero en realidad quería apagar las llamas, su piel se estaba quemando y no deseaba morir así... En su desesperación Vanesa se lanzó por la ventana enterrándose algunos vidrios en la cara y en los brazos, afuera en el patio se miraba a la mujer tirándose al piso y tratando de apagar el fuego.
Jenn Ascott y su risa de loco asustaba a cualquiera, el miraba desde la casa, pero las llamas no lo tocaba, Jenn Ascott era repelente a este; salió de la vivienda y solo le disparo a la chica que aún se movía.
Los primeros rayos de sol se empezaban a asomar, Jenn andaba de forma tranquila, pues sabía que no lo detendrían, que él tenía el camino libre para asesinar y hacer de Crossville un lugar que nadaba en sangre... Se dirigía hacia la casa de Mateo, el chico deportista del pueblo, así que ya estaría despierto.
Así era, Mateo ya estaba preparándose para salir a correr cuando se tropezó con Jenn y volvió atrás son quitar su vista de Jenn.
-Eh... Eh Jenn ¿qué crees que haces?- Cuestiona Mateo.
-Vengo por tu alma.- Replicó el hombre con un machete en mano.
-¡Jenn, tranquilízate!- Exclamo Mateo alzando las manos en son de paz. -No quieres hacerlo cálmate...-
-Si quiero.- Refutó el otro. -Y lo haré, nadie me detendrá.- Grito desafiante.
-Jenn tranquilo, respira, dame el machete, no quieres hacerlo y lo sabes... Déjame ayudarte.- Intento convencer Mateo con un tono de voz calmado y comprensivo.
-Yo... Yo- Jenn tuvo un momento de flaqueza, de verdad se preguntaba si quería seguir aniquilando a sus amigos, familiares y conocidos... La respuesta fue clara, no quería ser quien eliminara a todos en Crossville; la mujer perdía poder sobre el hombre y se estaba desesperando e intento todo para recuperar a su secuaz.
-Eso Jenn... Tú puedes, no importa lo que has hecho, yo te ayudaré.- Afirmo él acercándose con cuidado. Cuando Mateo estuvo lo más cerca posible, Jenn alzo el machete y recuperando sus fuerzas de un solo golpe le rebano las manos.
-No puedes ayudar a alguien que no necesita ayuda.- Aclara Jenn Ascott al joven que gritaba aterrorizado.
-¿Qué hiciste Jenn?- Dice Mateo espantado. -¡Que hiciste maldito loco, te iba a ayudar!.. Esto no eres tú.-
Jenn se acercó a él y con el Taser eléctrico que aún llevaba con él le aplicó una descarga que lo tranquilizó, Jenn le termino de arrancar las manos de un tirón... El piso se estaba llenando de sangre y Mateo comenzaba a desfallecer.
Jenn Ascott espero sentado silbando una tonada cruel, haciendo que los últimos minutos del hombre que se hallaba tirado en el piso fueran más espantosos.
Escucho un llamado de la mujer, ella le reprochaba, pues se suponía que él nunca debía de dudar; sin embargo, Jenn Ascott aún era humano y dudaba. Tenía miedo y a veces quería abandonar ese juego siniestro, pero el muchacho se dejó convencer, creyó que ella lo protegería y cuando llegara el día se iría con ella sin ninguna consecuencia por lo ocurrido...
Jenn siguió adelante, las suelas de sus zapatos se habían manchado de sangre y dejaban un rastro... Se dirigía a la casa de Jane y Diego Armstrong, los cuales lo esperaban tiritando de miedo; eran casi las 6 de la mañana, hacía un frío que penetraba hasta los huesos.
En la casa de los Armstrong tenía unas campanitas en la puerta principal las cuales avisaban que alguien entro a su hogar, estas sonaron, pero su tonada no duro ni tres segundos, Jenn las detuvo con su mano ensangrentada.
No intentaron huir, ni siquiera se molestaron en levantarse de la cama, ¿por qué querrían ir a recibir a la muerte? Jenn lo sabía y solo subió a la habitación, dio tres golpecitos suaves para notificar de su presencia.
"Toc, toc, toc"
-¿Están hay?- Pregunto entre susurros.
Jane presionaba sus manos con fuerza contra su boca para no dejar escapar ningún sonido, Diego hacía lo mismo, pero él estaba más tranquilo, el chico empuñaba una pistola para tratar de defenderse. Jane cerraba sus puños tan fuerte que dejo una marca en las palmas de sus manos. -Tengo miedo... Diego, ¿qué haremos?- Preguntaba la mujer con temor, pues aunque sabía la respuesta esperaba que su marido se lo confirmara.
-Shh...- Su esposo estaba tiritando. -No va a suceder nada, no te preocupes, estaremos bien... Oh por lo menos estaremos juntos.- intentó tranquilizar sin apartar la mirada de la puerta con un temor que le carcomía las entrañas... Es sorprendente como el terror de una persona puede alcanzar niveles increíbles, niveles que ni siquiera sabemos que existen hasta que vivimos una situación parecida.
De un modo repentino la puerta de la habitación se fue abajo, Jenn la tiro con violencia y entro con un lanzallamas en sus manos, en el rostro de la pareja se evidenciaba terror, Diego ni siquiera recordó que tenía algo para defenderse... Jenn acciono su arma lanzando una gran llamarada de fuego sobre los rostros de los que paralizados se encontraban extendidos en la cama; la pareja se tomó de las manos y solo aceptaron su destino.
Jenn se detuvo a ver a los cadáveres recién rostizados, sonriendo. Jenn Ascott desperdiciaba tiempo muy valioso, pues ya se acercaba la hora del descubrimiento, la hora en la que todo el pueblo sabía quién era la responsable de todo.
Al salir de aquella casa, Ascott dejo que las campanas tintinearan, esta vez no se molestó en callar la melodía y al pisar el pavimento sintió la necesidad de ir donde el cura Edgar Salvatore, emprendiendo su camino hacia la capilla.
Al iniciar a caminar, sintió una fuerte presión en el pecho, la cual se hacía más intensa en cada paso, quería regresar al sótano de la casa; sin embargo, seguía caminando en la dirección contraria... Lo que el muchacho no sabía era que la mujer había descubierto que perdía su poder y su control sobre los pueblerinos.
Edgar Salvatore estaba sentado afuera de la iglesia, cuando vio a Jenn acercarse con una mirada perdida, los labios resecos y blanco como un papel, en fin... Un aspecto estremecedor. Edgar estaba listo para intentar calmarlo, pero ninguno de los dos sabía que Vicente había reunido el valor para seguirlo y estaba a punto de encontrarlo.
-Perdóname, Jenn.- Se disculpó el sacerdote retorciéndose las manos preocupado. -No era mi intención.-
Jenn no artículo palabra, solo se dedicó a caminar en dirección al cura.
-Prometí que te acompañaría hijo... No sabes cuanto lamento que ya hayan llevado, pero ya estoy aquí, yo te protegeré- explico el sacerdote mientras el chico lo arrinconaba.
-Espera... T-te voy a porte-proteger.- Edgar tartamudeaba mientras retrocedía y entraba en la iglesia.
Entre tanto, Vicente se acercaba, iba con la firme intención de matar a Jenn Ascott y cobrar venganza por su esposa, su hijo y todos los demás. Vicente conocía la ubicación de Jenn, pues aquel Demonio lo estaba guiando, era verdad que quería ver a la mujer del sótano acabada... Y la mejor manera era matar a su súbdito.
Cuando el cura estaba a punto de morir, apareció Vicente.
-Jenn Ascott... Maldito seas.- Le grito Vicente, mientras la chica en el sótano intentaba advertirle, pero ya no tenía poder y estaba muy débil.
-¡Jenn corre antes de que sea tarde! Jenn vuelve que te protegeré.- Jenn jamás escucho que le advirtieran sobre la presencia de Vicente, solo sintió cuando este lo embistió causando que soltara al cura.
-Vas a morir desgraciado y te pudrirás en el infierno.- Gritaba con ira Vicente, que tenía una pistola en su mano mientras algo le murmuraba al oído el nombre.
E
L
...
El demonio estaba por terminar de susurrar cuándo la mujer de la casa del terror se apareció y arrastró a Jenn con ella, alcanzaron a ver sus rostros, pero pensaron que sería un chiste... Una broma de mal gusto... Ojalá hubiera sido únicamente una burla, pues así nadie hubiera muerto. Edgar y Vicente confirmaron cuando su nombre retumbo por las paredes de la iglesia.
Al otro lado de Crossville Belén Jiménez despertó gritando había tenido una pesadilla o... ¿Era un recuerdo?
-¡MAMA! ¡MAMA!- Chillo desesperada.
-¿Qué pasa cariño? ¡Que ocurre!- Corrió su madre a abrazarla. -Tranquila nena, ¿qué sucede?.- Volvió a preguntar mientras miraba toda la habitación en busca de alguien o algo.
-Es ella- Articulo la niña temblando y llorando.
-Shhh... Shh...- Acallo la madre de la muchacha. -Mama está aquí...- Dijo de una manera reconfortante mientras abrazaba a su hija en su pecho.
Pero cuando le manifestó el nombre de quien era la responsable, quedo pálida.
El miedo que carcomía las entrañas de los pueblerinos se convirtió en valor para enfrentarla y terminar con todo eso. A la casa del terror y a su huésped, les quedaba poco tiempo de dominio.
Mientras tanto, a mitad de camino, aquella mujer se desplomó en el piso, ordeno a Jenn que siguiera y que escondiera a los secuestrados y sacara algunas cosas que ella utilizaría, pero el muchacho estaba enojado.
-¿Por qué me sacaste del lugar?-
-Te protegía... Obedece falta poco.-
-No me proteges, me usas.- Demando el chico.
-Hazme caso… Carajo Jenn Ascott muévete que están cerca ¡Corre!- La desesperación de ella era evidente y no podía ocultarlo. -No nos pueden atrapar a ambos.-
-Prometiste que me protegerías... Solo me utilizaste para tu cosecha de almas.-
-Jenn corre!-
Un humo espeso empezó a expandirse en donde se encontraban discutiendo, emergió un ser espantoso, repulsivo y que causaría un gran temor a quien no lo haya visto antes.
-Corre Jenn... Sálvate.- Volvió a ordenar ella, pero aquel demonio se les apareció de frente; el susto que se llevó Jenn casi lo vuelve loco, era un ser horrible, media dos metros de altura, tenía las patas hendidas y partes de animales. -Muy tarde Jenn... Híncate.- Susurro ella haciendo una señal y obedeció.-
-Has cometido grandes errores... Ahora debes de pagar.- Su vos era ronca apenas y se podía distinguir lo que decía. -Vienen hacia acá.-
-Detenlos.- Suplicó ella. -Haré lo que quieras detenlos.-
-¿Cómo podría confiar en ti? Acaso no has rotó más de seis reglas.-
-No volverá a pasar, te lo juro, pero sácanos de esta.- Imploro, ella estaba asustada, pues no sabía como actuar.- Jenn ve a hacer lo que te dije corre...- Grito ella, Jenn estaba, pasmado, atemorizado. No sabía como actuar y solo salió corriendo tratando de ordenar sus pensamientos, escondió muy bien a los secuestrados y arreglo el libro y otras cosas.
-Te daré 1000 almas más, por favor, no dejes que nos atrapen.-
-¿Por qué detendría la tormenta que yo mismo desate?- Exclamo aquel espectro.
-¿Qué hiciste, que? Maldito, desgraciado.-
-Lo hice, yo les di tu nombre, me traicionaste e hice lo mismo.-
Ella se levantó y lo escupió con asco, salió corriendo hacia la casa, sabía que su suerte estaba echada, pero tenía un haz bajo la manga que podría o no salir bien.
-Jenn.- Entro gritando. -¿Dónde te has metido?-
-¡Aquí!- Dijo el muchacho desde el salón. -Lo siento de verdad, me protegías.-
-Ya no importa, Jenn vienen por nosotros, haré otra cosa antes de irme de aquí, pero tú vete corre, yo te protegeré y nos encontramos luego.-
-No sé dónde ir ¿Qué haré?-
-Sálvate... Si sale mal, continuarás hasta terminar, ¿entiendes?. Pero si va bien te guiaré y luego nos volveremos a ver.- Dijo entre suspiros. -Solo no mires atrás, pues el estará también contigo, pero eso... Ese maldito ya no es nuestro amigo, no confíes en nadie
-Claro, entiendo... “No confiar en nadie”- Dijo con una vos chillona y haciendo comillas con los dedos. -¿Es como el cuento de Caperucita? Bueno, para que te enteres sé cuidarme solo.- Ella le dio una mirada enfurecida, no tenía tiempo para insolencias y altanerías.
-Sigue comportándote como idiota y no iré a buscarte.- Advirtió muy enojada, aunque era mentira.
Jenn asintió y corrió por la espesura del bosque, momentos en los que quería regresar, pero lo había prometido y si salía mal debía terminar lo que ni siquiera comenzó. Además, solo llevaba ese viejo libro con él y aunque era muy específico, no sabía qué decir antes de iniciar o dar un final, porque según Jenn Ascott no se trataba solo de encender una vela y leer... Qué simple sería eso, ¿no?
Ella se preparaba para recibirlos; estaban cerca y se había demorado, aunque también invocaba a otro demonio... Uno más "relajado" por así decirlo, uno que nunca la traicionaría ni ella a él, pues ya aprendió la lección, estaba a unos cuántos pasos para terminar el ritual cuando escucho que la puerta se vino abajo.
-Están aquí.- pensó ella y un escalofrío recorrió su cuerpo, miles de pensamientos invadieron su mente, pero aun así no dejo de hacer el ritual.
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