"Bloods that dye the dawn mauve"
Las caricias entre ambos cuerpos iban y venían con lentitud. También las sonrisas mutuas y los dulces besos que tan solo dejaban en evidencia lo bonito de una relación que va más allá de una simple relación sexual. Para Jeongyeon lo que Nayeon representaba era totalmente puro, en pocas palabras lo más preciado que tenía y nunca quería perder.
Últimamente su preocupación por Nayeon era mayor, quizás más grande de lo normal, suponía que por eso en su mente la idea de hacerle daño a Sun Ho, constantemente estaba presente, pero no sabía de qué otra forma reaccionar cuando pensaba en aquel desagradable sujeto que vivía en esa misma casa donde acababa de hacer el amor con Nayeon. Sentía mucho miedo de perderla, de que esa mujer que ahora dejaba delicados besos en la piel de su cuello y la hacía sonreír con agrado ya no estuviera a su lado.
Simplemente quería protegerla.
Fue por dicha razón que ese día al no verla en la universidad, decidió ir corriendo hasta su casa para asegurarse de que todo estuviera en orden. Nayeon rió, sintiendo gracia por la extrema preocupación de Jeongyeon, pero no dudó en dejarla entrar y pasar las horas con ella amándola y también dejando que la amara como tan bien sabía hacerlo.
Ahora tan solo estaban una frente a la otra en aquella cama sin ninguna prenda de ropa sobre sus cuerpos. Se miraban con intensidad, con mucho amor y deseo. Sus manos no dejaban de tocarse y sus labios de buscarse con desespero, como si no supieran estar la una sin la otra un solo segundo. Nayeon suspiró, antes de hablar.
—Todos estos días he estado pensando en lo arrepentida que me siento de haberle dado ese sí a SunHo en el altar... —después de escuchar ese nombre, Jeongyeon tensó sus hombros—. Lo he estado pensando porque daría todo por darte ese sí a ti. Por irme contigo, huir juntas y que fuese posible casarnos algún día aunque nuestra unión sea aborrecida por todos —sonrió, juntando sus frentes—. Yo te elegiría a ti todas las veces, Jeongyeon.
La nombrada la abrazó, con más fuerza aunque sin lastimarla, le sonrió con cariño y entrelazó sus manos. Vivió tanto tiempo con este amor contenido por su maestra, que nunca se imaginó poder demostrárselo.
Nunca se imaginó ser capaz de arriesgar todo por ella.
—Nayeon, tú, realmente no sabes todo el amor que siento por ti… —susurro en su oído—. No creo que puedas siquiera imaginarlo —acarició su hombro—. A veces tampoco puedo.
—¿De verdad me amas tanto?
—Tanto que haría todo por ti, Nayeon. —dijo con toda sinceridad—. Y juro que tengo todo el deseo de cumplir todo lo que pidas… —sonrió aunque no pudiera verla—. No me importa qué sea, haría todo sin importar qué.
—Yo también, Jeongyeon —dijo Nayeon antes de separarse un poco para mirarla a los ojos—. Realmente te amo.
—Te amo —susurro sobre sus labios—. Con toda mi alma.
Después de eso, Jeongyeon se inclinó para regalarle un beso, el cuál fue correspondido con intensidad pero de cierta manera, dulce.
Quisiera poder explicar la forma en la que Jeongyeon y Nayeon se amaban, pero no puedo detallarlo. No sé si era por la pasión por vivir escondidas, por la adrenalina de lo prohibido, pero puedo jurar, que la forma en la que se amaban, no era de este mundo.
Solo puedo decir, que hay un punto en algunas relaciones, solo en algunas, en las que las personas deciden cruzar una línea… Una peligrosa. No importa arriesgarlo todo. No importa tu vida antes que esa persona. No importa tu familia. No importa nadie más. Solo esa persona, y si es la correcta, no va a mirarte cómo alguien enfermo.
Pueden llamarlo sobreprotección, obsesión, dependencia incluso, ¿Pasión? Tal vez.
Y esa misma línea, fue aquella que Jeongyeon cruzó esa misma tarde, y todo, por amor.
Pasaron varios minutos, y aunque aún no era demasiado tarde, Jeongyeon decidió que era hora de marcharse, pero Nayeon la retuvo, abrazándola para tenerla con ella otro poco. La menor le regaló un beso antes de levantarse, evitando sus encantos.
Jeongyeon buscó en el piso su ropa, recogiendo cada prenda para después colocarla en la cama y así sentarse y empezar a colocarsela. Nayeon también busco su camisa y ropa interior limpia, para luego gatear en la cama y abrazar a la castaña por la espalda.
—¿De verdad te tienes que ir?
—Se hará de noche pronto —La miró de reojo—. Lo siento, bonita.
—Ojalá pudieras quedarte… —dijo Nayeon recostando su cabeza en el hombro de la menor, quién sonrió.
Antes de que Jeongyeon pudiera responder, el estrepitoso ruido de la puerta principal abriéndose, la detuvo. Nayeon apretó su cuerpo con pánico ante la posibilidad de que fuera su marido, la cual confirmó al mirar por la puerta entreabierta.
La mayor suspiró con nerviosismo, sin saber qué hacer y para evitar hacer ruido, cubrió su boca, mirando con miedo a Jeongyeon, quién le hizo una seña de silencio y abrazó su cuerpo, intentando tranquilizarla.
Jeongyeon la abrazó mientras vigilaba mirando por la puerta, pensando en cómo salir sin ser vista. ¿Ventana? No habían en la habitación, la única estaba en la sala de estar, dónde Sun Hon yacía con un vaso de alcohol y justo detrás de él, estaba la puerta principal, la única salida. Poco le costó darse cuenta que estaba atrapada, y que si quería salir, era demasiado probable que su marido se diera cuenta, si es que aún no se daba de que había alguien más en esta casa, ya que sus cosas estaban afuera.
Nayeon se separó para mirarla y la menor acarició su rostro, antes de pedirle algo importante.
—No puedo salir —Le hizo saber, con cautela—. Se dará cuenta a menos que salgas a distraerlo.
Nayeon aferró sus manos a su camisa, la cuál apenas se había puesto y la miró con los ojos brillosos.
—¿Qué pasa si se da cuenta?
—No pienses en eso ahora… —Se apresuró la menor a decir—. Lo haremos bien. No pasará.
La mayor alejó la mirada, con miedo y preocupación, sin embargo, antes de que pudiera pensarlo más, como Jeongyeon sabía que haría, tomó su barbilla y la obligó a mirarla.
—Confía en mí —Le pidió—, no pasará —Prometió con firmeza—. Y aún así, no dejaré que nada te pase, ¿Me creés?
—Siempre…
Jeongyeon le dió un beso casto y suave en los labios, lleno de esperanza y devoción, el cuál cortó para después abrazar con fuerza a Nayeon y así dejarla vestirse. Cuándo estuvo lista, se acercó a la puerta y le dió una última mirada. Jeongyeon asintió, para darle fuerzas para luego susurrarle “Te amo”. Nayeon sonrió, solo para ella, antes de salir.
Nayeon suspiró, mirando el largo pasillo que tenía enfrente. Una lágrima amenazó con rodar por si mejilla, sin embargo, la limpió con decisión antes de dar el primer paso, recordando su promesa a sí misma, de que ya no temería a aquel monstruo, que ahora bebía whisky en el sofá.
—Creí haberte escuchado llegar… —dijo con cautela—. Me sorprende, es temprano.
SunHo llevó sus manos a su rostro, para restregarlo con fuerza, mientras suspiraba, pero Nayeon pudo ver una sonrisa en sus labios, antes de que dijera algo.
—¿Creés que no lo sé…? —dijo sin mirarla—. ¿De verdad piensas que necesito que me digas algo tan obvio?
—No, tienes razón… —Nayeon bajó la mirada, y caminó hacía él—. ¿Está todo bien?
—Deja de preguntar cosas estúpidas, Nayeon, ¡Déjame tranquilo! —gritó SunHo, arrojando el vaso de vidrio a la pared, provocando que Nayeon retrocediera un par de pasos, aún así, el hombre se levantó del sillón para luego acercarse y tomarla de los hombros—. ¡Solo déjame en paz!
Nayeon cerró los ojos cuando sintió el aliento de SunHo en su rostro, mientras le gritaba cosas que en ese momento, no escuchaba con claridad. Su única preocupación en ese momento, era que quizá, esto servía cómo distracción para que Jeongyeon pudiera salir a salvo, sin embargo, esta ni siquiera había podido salir de la habitación.
—¡No quiero que te muevas, ni que hables! —continuó gritando en su rostro—. ¡Quiero que desaparezcas de una maldita vez! ¡¿Entiendes?!
Nayeon asintió cómo pudo y abrió sus ojos lentamente, al no escuchar más la voz de su marido, sin embargo, lo encontró mirando algo fijo, en su cuello.
—¿Q-qué es eso? —Preguntó con la voz temblorosa, lleno de rabia—. ¿Qué tienes en el cuello, Nayeon?
Nayeon miró hacía abajo, y aunque no podía ver su cuello, en sus piernas tenía un par de moretones, provocados por la boca de Jeongyeon, suponía que tenía alguno en el cuello, uno al que SunHo por primera vez prestaba atención.
Su marido comenzó a respirar con fuerza, mirándola sorprendido, cómo si nunca pudiera haberse imaginado que Nayeon pudiera tener un amante. Se sintió insuficiente, para su trabajo, su matrimonio, para la vida… Y por primera vez de dió cuenta, que no lo estaba haciendo bien en ninguno de esos aspectos, sin embargo, lo que más le molestaba, era que su esposa era la razón por la que se estaba dando cuenta.
En su cabeza todo empezó a adquirir sentido. Ahora podía ver sus debilidades y sus puntos bajos. ¿Como la persona que miraba con bajeza podía abrirle los ojos y mostrarle su realidad? ¿Cómo esa mujer que para él era lo más cercano a nada podía esclarecer lo que tanto luchó por evadir? Los ojos de SunHo reflejaban rabia, tanta rabia y desprecio mientras seguía observando a Nayeon.
Siempre se sintió superior a ella, pero ahora verla de ese modo le mostró que desde el principio estuvo equivocado, que el problema siempre había sido él, nunca ella. Y por supuesto, eso despertó una furia enorme en él, porque no podía aceptar que una mujer lo hiciera enfrentarse consigo mismo.
—Me estás engañando, ¿No es cierto?
—Y-yo…
—No te atrevas a mentir —La obligó a mirarlo—. Lo estoy viendo.
—¿Realmente te importa? —dijo Nayeon con audacia—. Ha sido así por meses y hasta ahora te das cuenta.
—¡¿Meses?! —pregunto histérico—. Me sorprende, yo me cansé de ti en días.
—¡Y yo busqué a alguien mejor! —gritó la joven, tratando de quitarlo de enfrente, sin embargo, SunHo tomó sus manos con fuerza—. ¡Suéltame!
—¡No vas a dejarme Nayeon! —Apretó con más fuerza sus manos—, ¡Agradece que te permita seguir viviendo aquí aunque compartas tu cuerpo cómo una vil prostituta!
Ante tal insulto, Nayeon no controló sus impulsos y abofeteó a SunHo con fuerza, que le hizo incluso voltear su rostro, pero él no se quedó tranquilo, por lo que la lanzó al piso con brusquedad, provocando que su esposa gritara de forma ahogada cuando su estómago chocó con la base de uno de los sillones.
Mientras tanto, dentro de la habitación, Jeongyeon se encontraba mirando cómo Nayeon se retorcía de dolor en el piso, con SunHo diciéndole cosas degradantes, lo que la llenó de enojo, y no pudo contenerse al abrir la puerta.
—¿Quién es, Nayeon? —preguntó SunHo, arrodillándose para mirar de cerca su dolor—. Dime quién ha soportado tus idioteces por tanto tiempo, tengo que felicitarlo…
Antes de que siquiera pudiera darse cuenta, Jeongyeon lo tomó del cabello y con fuerza que era guiada por su ira, golpeó su rostro contra la esquina de la pared. SunHo gritó de dolor e inmediatamente llevó sus manos a su rostro, intentando parar el sangrado que abundaba de su naríz.
—Felicitame —dijo Jeongyeon—. Aquí estoy.
Al ver a Jeongyeon, SunHo sintió una repulsión indescriptible, y su enojo incrementó. Su ego de hombre ni siquiera podía asimilar que su esposa había estado con otra mujer, y mucho peor, que la amante de su esposa lo había hecho sangrar.
—¡¿Qué mierda, Nayeon?! —gritó con los ojos rojos, pero antes de que pudiera decir más, Jeongyeon volvió a golpear su rostro contra la pared.
SunHo quedó noqueado, veía borroso pero pudo notar cómo las dos siluetas de ambas mujeres, se juntaban, ya que Jeongyeon se había acercado para auxiliar a Nayeon, a quién aún le costaba respirar correctamente.
—Hay que irnos… —Jeongyeon se arrodilló, intentando levantarla.
—C-cuida…
—¡Nadie va a ir a ningún lado! —dijo SunHo antes de tomar a Jeongyeon por el cuello por detrás, en un intento de ahorcarla.
Nayeon gritó al ver que Jeongyeon intentaba safarse, con sus manos la menor intentaba quitar las manos del hombre mientras se empujaba hacía atrás esperando que SunHo chochara con algo que lo lastimara, cosa que no pasó, ya que sus manos seguían bien aferradas a su cuello.
La imagen era horrible, SunHo tenía el cabello despeinado, su rostro cubierto por una mezcla de sangre y sudor, al igual que sus manos. Jeongyeon estaba roja, por la falta de aire, y jadeaba intentando tomar el más posible mientras se movía bruscamente.
Cuando Jeongyeon se dió cuenta de que lo que hacía no estaba funcionando, comenzó a golpear con sus antebrazos el estómago de SunHo, lo que provocaba que este soltara gemidos ahogados con cada golpe, hasta que la soltó. Con rapidez se volteó y se abalanzó a él, provocando que ambos cayeran al piso, pero SunHo se aprovechó del impacto y se volteó, quedando encima de Jeongyeon, por lo que volvió a colocar sus manos alrededor de su cuello, e intentó asfixiarla.
Nayeon al ver esto buscó algo con desesperación para poder lastimar a SunHo, y pudo ver cerca de ella un florero grande, el cuál tomó para estrellarlo en su cabeza. El hombre gimió de dolor y apartó sus manos de Jeongyeon para poder llevarlas a su cabeza, luego se levantó con lentitud al sentir un fuerte dolor de cabeza. Apenas pudo voltearse y miró a Nayeon, mientras jadeaba de dolor.
—¡Tú…! —Intento caminar, tambaleándose en el intentó—, ¡Perra…!
Jeongyeon aprovecho este momento e intentó recuperar el aliento lo más que pudo, luego rodó en el piso e intentó levantarse, cayéndose en el intento, sintiendo ganas de vomitar. De su boca la saliva goteaba y sus ojos lloraban por el esfuerzo que implicaba volver a levantarse.
—¿Tienes miedo, corazón? —preguntó SunHo a Nayeon—. ¿Temes que mate a la perra de tu amante? —dijo ahora envolviendo el cuello de Nayeon con sus manos, pero sin apretar demasiado—. ¿Sabes qué veo? —Sonrió por lo que iba a decir—. Parece muy joven… —Nayeon intentó mirar a Jeongyeon, quién se estaba levantando poco a poco—. Es tu alumna, ¿No?
Nayeon gruñó y en un intento de callarlo, escupió en su rostro antes de levantar su rodilla con fuerza, intentando golpear su entrepierna, cosa que no logró. SunHo río y limpió su rostro con brusquedad.
—¿Te estabas cogiendo a tu alumna en mi casa? —dijo mientras intentaba limpiar la sangre que se metía en su boca—. Seguramente le ofreciste buenas notas a cambio de su cuerpo —Soltó una carcajada mientras se acercaba—. Y sí que tiene buen cuerpo…
Nayeon ya no soportaba a SunHo, ni a su risa burlona, casi psicópata. No soportaba su olor a alcohol ni el traje negro que siempre vestía para ir al trabajo, por el que se obsesionaba. Lo odiaba y a todo lo que le hacía pensar en él. Había soportado tantas palabras despreciables a su persona, insultos y golpes, pero no dejaría que atacara a Jeongyeon.
—No hables de ella —ordenó con firmeza—. No tiene caso, no vas a entender nada.
Su amante, quién apenas había recuperado el aliento, ahora se encontraba caminando con cautela hacía su marido, quién prestaba atención a sus palabras. Jeongyeon lo miraba ansiosa, sus puños se apretaban de forma inconsciente, y en su mente solo se repetía aquel pensamiento que había estado atascado en su mente desde hace días.
Tan solo deseaba libertad a Nayeon de aquel tormento.
Nayeon, notó a Jeongyeon, y pudo ver en sus ojos aquella mirada del otro día, esa que ahora le provocaba escalofríos, pero no tenía miedo… De hecho, la hacía sentir llena, porque sabía que esa mirada solo significaba que Jeongyeon la protegería, no importa qué pasará. Y nadie nunca la había hecho sentir así de protegida, pero SunHo ya estaba desesperado, no soportaba la forma en la Nayeon lo estaba humillando, por lo que intentó defenderse de la única forma en la que siempre lo había hecho, a golpes.
El hombre se abalanzó contra su esposa, pero antes de que pudiera siquiera tocarla, Jeongyeon lo jaló del cabello y abrazó con fuerza su cuello, robándole el aire, sintiendo satisfacción por aquellos jadeos que SunHo soltaba por la falta de este, todo bajo la atenta mirada de Nayeon, a quién se le dibujó una leve sonrisa al ver esta escena.
SunHo estaba cerca de perder la conciencia, ya ni siquiera podía luchar por la falta de aire, y al sentir que el cuerpo del hombre se debilitaba, Jeongyeon dejo de presionar su cuello, pero solo para arrojarlo al piso. El hombre desesperado tomó grandes bocanadas de aire, mientras sus ojos lloraban, simplemente intentando vivir más.
Poco le duraría el gusto, puesto que Jeongyeon estaba harta de él, y de la forma en la que trataba a Nayeon, y ahora que las había descubierto, no había marcha atrás, tenía que hacerlo.
Tenía que matarlo, y no saben lo feliz que Jeongyeon estaba por tener que hacerlo.
Jeongyeon miraba al hombre retorcerse en el piso, débil, indefenso, y sonrió por esto. El monstruo al que Nayeon temía ahora era una vil rata acorralada.
La alumna se acercó al marido de su maestra, mirándolo con curiosidad, ansiando que sus ojos se mantuvieran cerrados para siempre, y decidió que no había que perder más tiempo. No estaba haciendo nada malo, el mundo no lo necesitaba a él. SunHo era una vil mierda que hacía agonizante la vida de la persona que amaba.
Y se dejó ir, sus impulsos ganaron contra el control de su cuerpo. Jeongyeon se arrodilló y comenzó a golpear ferozmente a SunHo, en la cara. Sus puños comenzaron a ensuciarse de su propia sangre y de la de él, y aunque estos estaban doliendole no sentía la voluntad de poder parar, pero la verdad es que ni siquiera quería, y no era la única.
Nayeon miraba aquella escena con atención, y solo Dios podía darse cuenta de que realmente lo estaba disfrutando, el tan solo pensar que SuHo muriera, y que con él todo el sufrimiento acabaría, la alentó a caminar a la cocina, y buscar un cuchillo.
Caminó hasta Jeongyeon, quién aún golpeaba a SunHo, y se arrodilló junto a ella, ahora mirando de cerca. Al sentirla junto a ella, Jeongyeon paró por un momento, solo para mirarla.
La menor temblaba por adrenalina, su boca estaba ligeramente abierta y respiraba con rapidez. Su cabello estaba revuelto y sus ojos tenían esa misma mirada que Nayeon había visto antes, y que para nada le desagradaba. Nayeon acercó su mano con delicadeza a la mejilla de Jeongyeon, y luego miró el cuchillo que sostenía, cosa que la menor notó. Nayeon ni siquiera lo pensó mucho tiempo, y se lo colocó en la mano con decisión.
Jeongyeon lo sostuvo con fuerza y devolvió su mirada al hombre, quién estaba casi inconsciente, y ni siquiera lo dudó. Con fuerza apuñaló su estómago y SunHo abrió los ojos con sorpresa, pero sin poder emitir ningún sonido, por el previo ahorcamiento.
La menor volvió a apuñalarlo con fuerza, y la sangre de SunHo comenzó a salpicar por todos lados al no poder detenerse. La sangre pasó de estar solo en sus puños a ahora estar en su ropa, e incluso en su rostro. Y con cada puñalada, Jeongyeon disfrutaba del dolor que le causaba, pero poco a poco el hombre dejó de reaccionar ante el dolor, puesto que se convirtió en un cuerpo vacío.
SunHo soportó seis puñaladas, pero en su cuerpo quedaron las marcas de once.
Al darse cuenta de que por fin estaba muerto, Jeongyeon cerró los ojos, extasiada por haberle arrebatado la vida. Suspiró con fuerza, y poco a poco sintió cómo Nayeon retiró aquel cuchillo de su mano, el cuál había estado sosteniendo con fuerza, para luego obligarle a abrir los ojos.
Nayeon no tenía miedo de lo que veía, no sentía repulsión, a pesar de que sabía que Jeongyeon había estado deseando matar a su esposo, y para demostrarlo, se acercó a besar los labios de su amante, que tenían sangre salpicada, cosa que no le importó.
Jeongyeon tomó sus mejillas y la besó con delicadeza, intentando transmitirle toda su devoción ante ella, luego se alejó para mirarla con intensidad y decir con orgullo:
—Ya eres libre…
Nayeon sonrió sobre sus labios y abrazó su cuello, y de forma totalmente entregada, respondió:
—Y ahora te pertenezco a ti, para siempre.
“Sangres que tiñen de malva el amanecer”
¿Qué les pareció? Jsjsjsj, nos vemos hasta el sábado 👀
Gracias por leer, no olviden comentar y votar. Saluditos 🫶
–B. A. F.
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