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Capítulo 2: Rio


Aunque esperaba que viajar a través del bosque le daría un respiro de la tormenta, Rio descubrió que las copas de los árboles no le ofrecían mucha protección a él y a su pasajera de la lluvia, sino que más bien la esparcían en neblina. Y al utilizar su poncho para mantener a la Norma asegurada a él, los dos estaban completamente empapados. Y no sólo eso, sino que la chica inmóvil entre sus brazos había quedado reducida a un peso muerto que tenía que esforzarse por sostener.

La única cosa a su favor era que ahora estaban cubiertos por la espesura y era menos probable que los vieran. Viajar en un vehículo abierto en mitad de una tormenta ya era demasiado sospechoso, pero la imagen de una chica inconsciente y golpeada sentada en su regazo sin duda atraería atención del tipo que no le gustaría, y si llamaban a la policía, Rio no sería capaz de escapar de ellos en su estado actual. Por suerte, no se había topado con ninguna otra persona desde que recogió a la Norma, así que sólo necesitaba que su suerte aguantara un poco más.

Finalmente, giró al atravesar una arboleda agrupada, y la casa segura finalmente quedó a la vista. Su nombre código era "Retiro para Amantes", esta nada sospechosa cabaña para vacaciones era una de varias propiedades que la Network había obtenido a través de identificaciones falsas, como un medio de tráfico de Normas así como de cualquier miembro de la familia que estuviera dispuesto a acompañarlas. Era también un lugar para que un agente pudiese mantener un bajo perfil en caso de que las autoridades fueran alertadas de su presencia, ya que utilizaba su propio sistema de energía, dejándolo totalmente desconectado de la Luz de Mana. Luego de aparcar su motocicleta en frente del porche, Rio se tomó un momento para aliviarse la rigidez de sus brazos, antes de levantar a la Norma inconsciente sobre su hombro y cargarla hacia el interior de la cabaña. Una vez adentro, la llevó al dormitorio y la dejó caer en la cama mientras se llevaba las manos hacia su espalda para estirársela.

– Cielos, eres más pesada de lo que pareces. – bromeó.

Cogiendo una muda de ropa seca del armario, seguido de un cambio rápido y una desviación hacia el sótano para activar el generador, regresó con el kit de primeros auxilios de la cabaña. Ya que su paciente era una Norma, no había mucho que pudiera hacer por sí mismo. Curar a un humano ordinario con sus heridas sería muy sencillo usando Mana, pero esa no era una opción en este caso. Tendría que hacer lo que podía con lo que tenía a mano. Cogiendo una silla y colocándola junto a la cama, Rio se sentó y le aplicó una compresa fría en el ojo a la chica, cuando se dio cuenta de cómo estaba temblando.

«Esto no es bueno,» pensó. «Si no hago algo le dará neumonía antes de que despierte. Muy bien, ahora piensa. Ya has visto un millón de dramas médicos, ¿qué es lo que hacen los doctores en una situación como esta?»

Lo lógico era calentarla y secarla. Lo que significaba...

– Oh no. – murmuró. – No, no puedo hacer eso. ¡Mala idea! ¡Eso nunca termina bien sin importar cuáles sean tus intenciones! – En medio de su debate privado, la Norma comenzó a temblar todavía más, y Rio se dio cuenta que no tenía más opciones. – Sólo no te despiertes, ¿de acuerdo? – suplicó mientras empezaba a desabotonarle la blusa.

Unos minutos después, tras desnudarla y secarla con cuidado, la Norma había dejado de temblar, y ahora estaba descansando silenciosamente bajo la manta con la cual la había cubierto. Rio, entretanto, se había apoyado contra la pared con una mano en el pecho.

«No quiero volver a hacer eso nunca más,» gruñó. «Muy bien, concéntrate. Todavía tienes trabajo por hacer.»

Regresando a su silla, Rio respiró profundamente y bajó la manta apenas lo suficiente para exponer la parte superior del cuerpo de la norma. Tenía un moratón con forma de zapato justo debajo de su seno izquierdo, donde uno de los policías la había pateado, pero no parecía tener problemas para respirar, así que con suerte no estaría sangrando internamente. Aplicó una porción generosa de ungüento en el moratón, seguido de una tira de gasa para cubrir la hinchazón. Una vez que las heridas habían sido tratadas, Rio comenzó a empacar el botiquín, cuando la chica empezó a hablar.

– Mamá... – El quejido sacó a Rio de sus pensamientos, y al mirarla vio que unas lágrimas chorreaban por las mejillas amoratadas de la chica. – Mamá... ¿por qué?

Probablemente estaba soñando con lo que sucedió más temprano ese día. Según inteligencia, la madre había dado a luz a una segunda hija pocos años después que los humanos se la llevaron. Antes de darse cuenta, Rio había colocado su mano sobre la de ella, y por reflejo ella se la apretó. Aun con un toque tan pequeño, sentir el calor de otra persona parecía ser todo lo que necesitaba. Sus quejidos cesaron, sus lágrimas se secaron, y eventualmente cayó en un profundo sueño.

– Siento mucho que hayas tenido que pasar por eso. – le dijo. – Sólo duerme un poco. Necesitas descansar para lo que viene adelante.

Volviendo a cubrirla con la manta, Rio apagó la lámpara y la dejó descansar. Había sido un largo día, y él todavía tenía que reportarse antes de poder descansar.

...

Con la luz de la luna siendo la única iluminación en su celda, Ange, anteriormente la Princesa Angelise Ikaruga Misurugi, estaba sentada en su catre aguardando su destino. Momoka estaba sentada junto a ella. Su sirvienta por tantos años y la única compañera que le quedaba, le había vendado el corte en el brazo izquierdo a Ange con un trozo de tela que se arrancó de su uniforme de sirvienta.

– Listo, Lady Angelise. – dijo Momoka. Sin importar cuántas veces se lo dijera, Momoka todavía insistía en llamarla por su antiguo nombre. – Desearía poder hacer más por usted.

– Está bien, Momoka. – dijo con una sonrisa vacía.

Había sido realmente estúpida. Ahora todo cobraba sentido perfectamente. Cuando Julio reveló públicamente su estatus como Norma, nadie hizo el más mínimo esfuerzo por contactarla en Arzenal. Ni siquiera sus antiguas amigas de la Academia Ho-O, ni tampoco su propia familia. Pero cuando escuchó el mensaje de Sylvia, suplicándole ayuda, Ange había escapado y regresado a casa, sólo para que su hermana menor intentara apuñalarla con un cuchillo, mientras gritaba furiosa contra Ange por todo lo que le había sucedido a su familia.

– Es igual que cuando éramos niñas, ¿no crees?

– Sí, tiene razón. – Momoka estaba de acuerdo. – Me pregunto si esa muñeca seguirá enterrada bajo el árbol.

Antes que Ange pudiera responderle, el sonido de unas pisadas hizo eco por todo el corredor, pero Ange ya sabía quién era. Los dos guardias apostados fuera de la celda se pararon firmes y saludaron, mientras Ange miraba asesinamente a la figura de su hermano Julio.

– Y dime, querida hermana. – sonrió con arrogancia. – ¿Encuentras cómodo tu alojamiento?

– ¿Qué diablos quieres, Julio?

– ¡Para ti, soy el Sacro Emperador Julio I! – le espetó. – Aunque no es que eso importe ahora. He venido para informarte de tu sentencia.

– ¿Sentencia? – preguntó Ange.

– Angelise Ikaruga Misurugi. – continuó. – Eres culpable de ser una Norma, de regresar a tu país de origen a pesar de tu estatus como Norma, pero por encima de todo, de no morir en batalla y librar al mundo de la carga que eres. Por tanto, estás sentenciada a muerte.

– ¡No! – gritó Momoka corriendo hacia los barrotes. – ¡Lord Julio, no puede hacer esto! ¡Ella es su hermana! ¡Se lo suplico! Téngale a Lady Angelise algo de...

Un golpe seco y repentino la silenció, y Momoka cayó con un grito ahogado al suelo. Uno de los guardias acababa de hundirle la culata de su rifle a través de los barrotes directo en el estómago.

– ¡Momoka! – gritó Ange corriendo junto a su sirvienta. – ¡Maldito Julio! ¡Deja ir a Momoka! ¡Ella no tiene nada que ver con esto!

– Oh, me temo que no puedo hacer eso. – corrigió Julio. – Verás, el hecho de que se haya asociado voluntariamente con las Normas la convierte en un elemento degenerado, y por tanto debe ser purgada de la sociedad. Pero no te preocupes, ya que será ejecutada justo después de ti, así que no estarán separadas por mucho tiempo. La ejecución tendrá lugar en dos días, al pie del Pilar del Amanecer. Un lugar apropiado para una princesa usurpadora como tú, ¿no estás de acuerdo? – Dándole la espalda, Julio le hizo un gesto a uno de los guardias. – Si la sirvienta usa Mana de cualquier manera, dispárenle. Pero asegúrense que la Norma permanezca con vida. Quiero que todo el reino vea cómo se retuerce con el viento.

– ¡Sí, su majestad! – replicó el guardia, y Julio se fue mientras Ange con cuidado ayudaba a Momoka a levantarse del suelo y sentarse en el catre.

– ¿Te encuentras bien? – le preguntó. Respirando pesadamente, Momoka se obligó a sonreír.

– Sí... estoy bien. – jadeó la sirvienta. Y en cuanto la realidad de la situación finalmente la golpeó, Ange sintió que comenzaban a arderle los ojos, mientras un nudo se formaba en su garganta. – ¿Lady Angelise?

– Momoka... – dijo con la voz ahogada. – Lo siento tanto. Si no fueras mi sirvienta, si te hubiera dejado en Arzenal, si yo no fuera una Norma, nada de esto te estaría sucediendo.

Momoka le puso la mano encima de la suya, y Ange levantó la mirada, encontrándose con que los ojos de su sirvienta apenas lograban contener sus propias lágrimas.

– No diga esas cosas, Lady Angelise. Soy feliz de haber podido servirle. Y si eso significa que debo morir a su lado, entonces lo haré con gusto.

Ange apretó sus dientes, mientras las lágrimas finalmente se empezaron a derramar y se arrojaba a abrazar a Momoka.

– Momoka... – dijo sollozando. – Gracias por todo...

Momoka envolvió sus propios brazos alrededor de su ama, y las dos chicas se quedaron sentadas solas en esa oscura celda.

– ¿Lady Angelise? – le preguntó. – ¿Cree usted que la señorita Hilda se encuentra bien? Espero que haya encontrado a su madre.

– Yo también. – murmuró Ange. – Sería agradable si algo bueno saliera de todo esto.

...

En algún lugar en medio de la oscuridad, los pájaros cantaban. Había una cierta calidez bañando su rostro. La oscuridad se fue iluminando en un resplandor simple, y Hilda poco a poco fue despertando. La cabeza le palpitaba, y todo el cuerpo le dolía hasta los huesos.

«¿Qué pasó?» se preguntó. «¿En dónde estoy?»

Lenta y dolorosamente, se levantó hasta estar en posición sentada, y poco a poco los eventos del día de ayer regresaron a ella. El rechazo de su madre, su caminata a través de la lluvia, ser atacada por esos policías, y luego un borrón de sombras y movimientos que no pudo encajar del todo. Hilda sonrió amargamente al darse cuenta que, o se encontraba en prisión, o ya la habrían enviado de regreso a Arzenal. Entonces, ¿por qué su catre se sentía tan cálido y suave?

– Bueno... no tiene sentido demorarlo. – suspiró. Pero al aclarar su visión y mirar a su alrededor, se dio cuenta que se encontraba en el último lugar donde habría esperado. – Qué... ¿qué es esto?

Dondequiera que estuviera, parecía ser el dormitorio de una cabaña de bosque. Demasiado lujoso para ser una celda de prisión. Ni siquiera había barrotes en la ventana. Intentó deslizar las piernas hacia el borde de la cama, y se retorció del dolor punzante que sintió en sus costillas. Se llevó la mano hacia su costado, y lanzó un grito ahogado al darse cuenta que se encontraba desnuda. No sólo eso, sino que alguien había vendado sus heridas. Tenía una gasa envolviéndole toda la caja torácica, y una venda sujetaba una compresa de hielo ahora derretido en su ojo, lo que redujo considerablemente su hinchazón.

– ¿Qué diablos está pasando aquí? – preguntó mientras miraba alrededor el cuarto, justo cuando el pomo de la puerta empezaba a moverse.

Un subidón de adrenalina hizo que Hilda saltara fuera de la cama, mientras agarraba una copa de cristal que estaba en una mesita de noche cercana, y se escondió detrás de la puerta.

«No tengo idea de quién eres,» juró mentalmente, «pero te arrepentirás de ser tan descuidado

El pomo continuó girando, hasta que finalmente la puerta se abrió con un rechinido, y pudo ver cómo el rostro de un hombre se asomaba en la habitación. Cuando vio que la cama estaba vacía, abrió la puerta totalmente de golpe y entró a la carrera, dándose cuenta demasiado tarde que alguien podría haber estado ocultándose de la vista detrás de la puerta. Hilda saltó apenas lo vio darse la vuelta, rompiendo la copa contra la pared y apuntándole a la garganta con el borde dentado.

– ¿Quién eres? – siseó. – ¿En dónde estoy? ¡Empieza a hablar!

– ¡Tranquila! – le dijo mientras levantaba las manos. – ¡Todo está bien! ¡Soy un amigo!

– ¿Amigo? – espetó ella. – ¡Me secuestraste, me desnudaste, ¿y esperas que te crea eso?!

Otro dolor punzante atacó su costado, distrayéndola lo suficiente para que el humano hiciera su movimiento. En un borrón rápido, le voló de la mano la copa, se giró alrededor de ella, y la atrapó en un candado para asfixiarla. Hilda forcejeó tratando de liberarse, pero el humano apretó su agarre y ella empezó a tener dificultades para respirar.

– ¡Ahora mira! – le advirtió. – ¡No planeo hacerte daño! ¡Pero tampoco puedo tenerte atacándome! ¡Así que cálmate y te soltaré! ¿Está bien?

Con su respiración cortada, y el cuerpo todavía doliéndole por la paliza de los policías, Hilda se relajó y asintió. El humano la soltó, y Hilda se giró para encararlo. Sus ojos se abrieron ligeramente y con la cara roja, se giró para salir a medias de la habitación. Hilda recordó un poco tarde que estaba desnuda y se cubrió como pudo mientras fulminaba con la mirada a la puerta semiabierta.

– Hay algo de ropa en el armario y en la cómoda. – le dijo el hombre desde afuera. – Y si quieres darte una ducha, hay un baño en la puerta de al lado. Me quedaré en la otra habitación hasta que estés lista.

Cerró la puerta, y las pisadas en el piso de madera indicaron que se había ido. Ya recuperando el control de sí misma, Hilda retrocedió hasta que sus piernas golpearon el colchón y se dejó caer de nuevo sobre la cama. Nada de esto tenía sentido. Quienquiera que fuera este humano, no era un policía ni tampoco parecía ser alguien del Comité de Control de Normas. Hilda miró por la ventana y brevemente consideró tratar de escapar. Si no había barrotes, podría deslizarse con facilidad por la ventana. Pero en última instancia, decidió que hacerlo sería inútil. Si la policía ya sabía quién era, la encontrarían de nuevo, e incluso si no lo hacían, no tenía forma de saber dónde estaba ahora.

«Está bien,» decidió. «Por ahora le seguiré el juego. Una vez que tenga una mejor idea de dónde estoy, entonces saldré pitando.»

Cubriéndose con una bata de baño del armario, Hilda cogió también un par de zapatillas deportivas, un par de pantalones vaqueros, una camiseta blanca, y un juego de ropa interior de la cómoda, antes de dirigirse hacia el baño, cuya vista la descolocó por un momento. Estaba tan acostumbrada a las duchas colectivas en Arzenal que un baño privado era casi irreal para ella. Estaba limpio, prácticamente impoluto, y hasta había algo de jabón y champú allí gratis para ella.

«Probablemente él haya puesto cámaras por todo el lugar para observarme,» pensó mientras dejaba caer la bata. «Bueno, disfruta del show.»

Luego de una ducha rápida, y el alivio de quitarse de encima el lodo que todavía quedaba en su cabello, Hilda se puso la ropa que había agarrado, agregando un par de cintas que había en el gabinete y que utilizó para volver a amarrarse su cabello en su estilo usual a dos coletas. Salió del baño y caminó con cautela por el pasillo que daba hacia la sala, donde el hombre que ahora la tenía prisionera se encontraba sentado en una silla simple leyendo un panel de datos, del mismo tipo utilizado por las Normas en Arzenal. Sobre la mesa que tenía en frente había un plato de huevos revueltos y puré de patatas junto con una taza de café recién calentado. Como si percibiera su presencia, dejó de lado su panel y le señaló el sofá que tenía al lado.

– Toma asiento. – le ofreció. – Me imaginé que querrías comer algo caliente.

Hilda continuó observándolo, pero seguía incapaz de descifrar cuál era el juego que estaba jugando. Era un humano bastante alto, un poco más que Zola, de constitución delgada pero musculosa. Tenía cabello corto y rubio repeinado hacia atrás, y sus ojos azules ahora la estaban escudriñando. Esos ojos eran lo que más le molestaba a Hilda. No había nada de esa familiar expresión de miedo o desprecio en la forma en como la estaba mirando. Era como si la estuviera viendo como alguien de su propia clase en lugar de una Norma.

– Me quedaré de pie. – replicó ella. – Y por mí puedes comerte eso tú.

El hombre suspiró, y se rascó la sien. – Mira, siento mucho haberte quitado la ropa, pero estabas empapada, y no podía arriesgarme a dejarte así con este frío.

– Bien, como sea. Pero todavía quiero saber quién eres, y por qué me trajiste aquí.

– Me parece justo. – concedió él. – Tu nombre es Hildegard Schlievogt, ¿correcto?

Hilda frunció el ceño y desvió la mirada. Todavía la amargura de lo que pasó ayer seguía fresca en su mente.

– Sólo soy Hilda.

– Ya veo. – dijo él. – Bien, puedes llamarme Rio.

– ¿Rio? – preguntó ella. – ¿Qué clase de nombre es ese?

– Es una larga historia. En cuanto a tu otra pregunta, me enviaron para buscarte. Verás, pertenezco a una organización llamada la Network. Somos un grupo de humanos que intentan ayudar a las Normas.

– ¿Ayudar a las Normas?

– Sé que tal vez se te haga difícil de creer. – le dijo él. – Especialmente con todo lo que has pasado. Pero no todos los humanos vemos a las Normas de la misma manera. Algunos tuvimos familiares que eran Normas. Otros descubrimos la verdad por accidente. Y unos cuantos fueron lo bastante inteligentes como para nunca creerse la propaganda en primer lugar.

Hilda lanzó una mirada asesina debajo de sus mechones. ¿Humanos que intentaban ayudar a las Normas? ¿Qué tan estúpida creía que era?

– Tú no sabes nada sobre mí.

– ¿Eso crees? – Rio cogió el panel de datos, y empezó a leer lo que estaba escrito en la pantalla. –Hildegard Schlievogt. Designada Norma #3192-14. Nacida en la Unión Enderant. Fuiste separada de tu madre cuando tenías seis años por el Comité de Control de Normas, y reubicada en Arzenal donde desde los doce años has estado combatiendo contra criaturas conocidas como Dimensional Rift Attuned Gargantuan Organic Neotypes. Hace tres días, tú y una segunda Norma, Angelise Ikaruga Misurugi, tomaron como rehén a la princesa del Reino Rosenblum durante la Festa anual de Arzenal y lograron escapar. Después de llegar a tierra continental, tú y ella se separaron.

Al ver la mirada se shock en su rostro, Rio sonrió triunfante.

– ¿Sorprendida? Cuando ustedes dos escaparon de Arzenal causaron un gran alboroto. Mucha gente en altos cargos comenzó a entrar en pánico y la seguridad empezó a perder el control. Nuestros hackers pudieron descifrar lo que sucedió. Debo admitir que no puedo decir que haya sido un buen plan, pero...

Rio se vio interrumpido cuando Hilda agarró la taza de café y se la arrojó en la cara, apenas fallándolo pues logró evitarla, provocando que se estrellara contra la pared haciéndose añicos.

– ¡No te ATREVAS a volver a hablarme así! – chilló ella. – ¡No tienes idea de quién soy, o de lo que tuve que hacer para...! – Y se detuvo cuando otro dolor punzante surgió en su costado. Rio se paró de su silla y trató de acercársele, sólo para que ella le alejara la mano bruscamente. – ¡No me toques!

– Cálmate. – le dijo. – Todavía estás herida por la paliza que te dieron los policías ayer. Puedo ayudarte, sólo siéntate y podré revisar tus heridas.

– ¡No necesito ayuda de un humano! ¡Especialmente de un hombre!

Frunciendo el ceño, Rio cruzó los brazos y le lanzó una mirada de advertencia.

– Mi misión es asegurarme de que salgas de aquí viva y en una pieza. – le dijo. – Ahora, puedes o dejarme que revise tus heridas ahora, o puedo noquearte y revisártelas mientras estás inconsciente. Tú eliges.

Los ojos de Hilda se ensancharon de miedo, y por un segundo, consideró volver a atacarlo. Quizás sólo estaba fanfarroneando, pero si realmente había sido capaz de llevársela a ella y enfrentándose a esos cuatro policías, incluso si no estuviera herida él podría ser demasiado para ella sola. A regañadientes, Hilda se sentó en el borde del sofá.

– Sólo hazlo rápido. – le dijo. Había soportado antes a Zola. Hilda supuso que podría soportar esto también.

Una vez que ella estuvo cooperando, Rio cogió un botiquín médico de un armario cercano y se arrodilló junto a ella.

– Levántate la camiseta, por favor. – Con los costados temblándole, se levantó la camiseta para que Rio pudiera examinarla. Comenzó a tantearle el moratón en las costillas y Hilda siseó de agonía. – No parece que haya nada roto. En un par de días deberías estar bien. Tengo que decirlo, ustedes las Norma son muy duras. Yo habría quedado tirado durante días después de eso. – Le aplicó un ungüento que logró atenuarle el dolor antes de cambiarle la tira de gasa. – Listo. Sólo trata de no hacer demasiado esfuerzo y hazme saber si empeora.

Hilda desvió la mirada. Ya de por sí era humillante tener que ser tratada por uno de los seres que habían arruinado su vida.

– Toma. – le dijo mientras colocaba un vaso de agua junto el plato junto con un par de pequeñas pastillas. – Esto ayudará con el dolor. Ahora, tengo que ir a ocultar mi motocicleta y verificar el terreno. ¿Puedo confiar en que te quedarás aquí hasta que vuelva?

– ¿A dónde voy a ir de todos modos? – preguntó ella.

Rio no le respondió, aunque no era que ella esperara que lo hiciera. La única opción real era Arzenal, y no era que ella tuviese nada o a nadie que la estuviera esperando, excepto una muerte a manos de un DRAGON. Su guardián entretanto iba a medio camino hacia la puerta, antes de girarse para verla.

– Mira, sé que nada de esto era lo que esperabas cuando escapaste. – le dijo. – Pero si vale de algo, yo también estoy decepcionado.

– ¿Oh sí? – preguntó ella. – ¿Cómo?

– Bueno... – explicó, mientras hacía un gesto con sus brazos, como si fuera un actor en una obra. – Aquí estoy, solo en el bosque con una chica preciosa, que ni siquiera una sola vez se dignó a arrojarse a mis brazos con lágrimas en los ojos, para agradecerme por salvarla mientras me jura amor eterno.

Hilda lo miró, incapaz de creer que realmente hubiera dicho eso.

– Eres un idiota.

Rio sonrió como si eso fuera un cumplido. – Me lo han dicho un millón de veces.

Acto seguido se marchó y Hilda se encontró de nuevo sola. Otra punzada de dolor aunada al gruñido de su estómago finalmente la hizo rendirse. Se tragó las pastillas y a regañadientes se comió el desayuno que hizo para ella.

«Yo creía que los humanos comían mejor que esto,» pensó. En realidad sabía casi como las raciones conservadas que servían en Arzenal. Pero esa era la menor de sus preguntas. Quienquiera que fuese, Rio no se parecía a ningún humano con el que se hubiese encontrado antes. La forma como hablaba, actuaba, incluso como la miraba, parecía impensable que un human lo hiciera con una Norma. Tenía que ser algún truco. Después de todo, incluso su propia mamá no la miraba de esa forma.

«Asquerosa Norma,» la voz de su madre hizo eco en su mente. «Desearía nunca haber dado a luz a una abominación como tú.»

Dejando caer su cuchara, Hilda hundió su rostro entre sus manos. Por fin estaba sola, así que podía permitirse llorar.

...

Con su motocicleta en modo silencioso, Rio condujo su vehículo por el bosque hacia el escondite. Este trabajo estaba resultando ser más difícil de lo que esperaba. Pero de nuevo, esta era la primera vez que transportaba a una Norma ya crecida. Usualmente, cualquier Norma que la Network tuviera la fortuna de identificar antes que el gobierno eran bebés o niñas muy pequeñas. Y el hecho de que esta Norma en particular era una reclusa que se fugó de Arzenal significaba que probablemente cargaba consigo un montón de equipaje emocional que él sólo podía imaginarse.

«Esperaba poder hacerle preguntas sobre Arzenal,» recordó. «Pero tengo el presentimiento de que será mejor esperar un poco, hasta que se acostumbre más a mí.»

Justo al frente, una gruesa pared de vegetación crecida le bloqueaba el camino, y detuvo su vehículo. Un chequeo rápido en su panel le mostró que los sensores dispersos en el área no mostraban signos de ningún intruso potencial. Mejor aún, el que estaba en la cabaña le mostró que Hilda se estaba comportando y no intentaba huir. Una vez que tuvo la certeza de que no tendría que preocuparse de ella, Rio alargó la mano hacia el borde de un arbusto y lo apartó, revelando el cobertizo escondido bajo la pantalla de camuflaje. Metió a empujones la motocicleta adentro cuando su panel comenzó a vibrar.

*Bzt bzt bzt...bzzzzzzzt...bzt bzt bzt...bzzzzzzzt*

Bueno, esto sí fue una sorpresa. Este ritmo en particular estaba configurado para un canal específico que sólo un hombre en toda la Network estaba autorizado a utilizar. Y si él era quien estaba llamando, algo grande debía estar ocurriendo.

– ¡Hey, Jefe! – respondió.

– Rio. – respondió una voz gruesa del otro lado. – Recibí tu reporte. Buen trabajo asegurando a la Norma. No te está dando problemas, ¿verdad?

Rio tragó saliva, y por reflejo se frotó el punto de su garganta donde Hilda por poco le hundió ese trozo de vidrio roto.

– Nada que no pudiera manejar. – Si alguien en el cuartel general llegaba a enterarse cómo su propia pasajera casi lo asesinaba, nunca lo dejarían olvidarlo. – Pero está herida. Y el clima está horrible en este momento.

– Sí, leí tu reporte. Dudo mucho que las autoridades dejen que se haga público que cuatro policías terminaron muertos en un intento fallido por capturar a una Norma fugitiva. Uno no se recupera de un ojo morado como ese. Sólo quédate donde estás por unos días hasta que las cosas se calmen.

– Entendido. Asegúrese de decirle al conductor que la recogida se retrasará un poco. – No hubo respuesta. – Jefe, ¿se encuentra allí?

– Me temo que la situación ha cambiado. – explicó la voz. – La recogida se ha cancelado.

– ¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!

– No estoy en libertad para decírtelo. Todo lo que puedo decirte es que nuevos detalles han salido a la luz, y seguimos debatiendo sobre cómo manejarlos. Sólo quédate donde estás y mantén a la chica a salvo. Te contactaré una vez que lleguemos a una decisión.

– Entendido. – dijo Rio. Las complicaciones inesperadas eran una ocurrencia desafortunadamente común en esta línea de trabajo.

– Una cosa más. – agregó la voz. – Puede que los medios no estén persiguiéndote, pero alguien más sí lo está haciendo. Inteligencia reporta que hay un acechador moviéndose en tu área. Procede con extrema precaución.

– Ya lo escuché. Cambio y fuera. – Rio cortó la conexión y volvió a poner la cubierta de camuflaje encima del cobertizo. Sabía que haber matado a cuatro oficiales tendría que atraer la atención, pero nunca se imaginó que el Comité de Control de Normas ya habría enviado a alguien a investigar.

...

El Alguacil Schwarz no estaba nada feliz con todo esto.

Se suponía que hoy sería su día libre, y no habría podido pedir uno más hermoso. Pero en lugar de llevarse a su esposa y a su pequeña hija de picnic como quería, se encontró teniendo que hacer de chofer por los caminos remotos de su distrito. Aunque la razón de su mal humor era más que sólo el hecho de que lo llamaran durante su tiempo libre.

Por lo que entendió, una de las Normas fugitivas había sido vista en esta área. Cuatro oficiales habían sido enviados a capturarla, y les costó sus vidas. El solo pensar en eso hacía que le hirviera la sangre. Eran hombres buenos con vidas y familias propias, y la Norma los había asesinado sin dudarlo. Pero había otras preguntas sobre el incidente que lo estaban perturbando. Cosas que no encajaban del todo.

– Ya nos acercamos al área. – anunció Schwartz mientras echaba una mirada al hombre sentado en el asiento del pasajero, que no había dicho ni dos palabras desde que salieron de la estación. Simplemente permanecía con los brazos cruzados, y sus ojos de piedra fijos en el horizonte mientras el viento de la ventana abierta hacía ondear sus mechones de pelo blanco como la nieve. – ¿Sr. Schneider?

– Ya lo escuché. – le respondió. Su pasajero no era exactamente del tipo conversador, aunque no era que eso le importara a Schwartz. Había algo sobre este tal Sr. Schneider que lo inquietaba. Quizás fuera el contraste de su pelo blanco con su abrigo negro. Quizás fuera esa sensación gélida que parecía irradiar de él, o quizás sólo fuera la forma en que sus ojos parecían ver a través de todo. De cualquier manera, Schwartz se alegraría de largarse y de llevarse a la Norma fugitiva fuera de aquí lo más pronto posible.

Justo al frente, el sitio donde los cuatro oficiales habían sido asesinados finalmente se hizo visible, y Schwartz aparcó su auto patrulla a un lado del camino. Saliendo del vehículo, Schwartz escoltó a Schneider hacia la escena del crimen mientras hacía aparecer varias pantallas de Mana mostrando las fotos que el equipo de forenses había tomado.

– Ahora, – explicó mientras señalaba hacia el camino de tierra – pensamos que los oficiales se encontraron con ella aquí, donde encontramos un par de bandas para el cabello y unos zapatos de mujer. Ella debió forcejear, la arrastraron, y luego sacó un arma oculta para dispararles. Encontramos cartuchos que encajan con las heridas de balas de los oficiales. Por allá, encontramos huellas de zapatos pertenecientes a otro individuo. Juzgando por la forma de la huella y la longitud, determinamos que deben pertenecer a un hombre entre 1,80 a 1,84 metros de estatura. La profundidad de las pisadas sugiere un peso aproximado de unos 80 kilos. Creemos que podría haber pasado por aquí y la confundió con alguien en problemas. Debió abandonar su vehículo, se le acercó, y ella también lo atacó. No encontramos más cadáveres, así que creemos que debe haberlo tomado como rehén y forzado a que la transportara. Ya he emitido una orden de búsqueda para cualquier mujer que coincida con la descripción de la Norma y que esté viajando con un hombre de esa estatura.

La mirada de Schneider alternaba entre mirar el suelo y las fotografías, antes de hacerle un gesto a Schwartz para que se le acercara.

– Alguacil... – dijo finalmente – ...usted no es ningún idiota, así que no tiene por qué fingir.

– ¿Discúlpeme?

– Mire la evidencia. Si la Norma realmente les hubiese disparado a los oficiales donde usted dice que lo hizo, los cartuchos de las balas tendrían que haber sido encontrados al menos a dos metros al oeste de su ubicación.

– Consideramos eso también. – admitió Schwartz. – Sin embargo...

– Más todavía, si ella hubiese forzado a este otro individuo a transportarla en su vehículo, ¿en dónde están SUS propias huellas? – Alineando dos fotos separadas, Schneider movió su dedo de ida y vuelta entre ambas. – La respuesta está aquí. Comparadas con las que se aproximan a la escena, las huellas que se van tienen una impresión mucho más profunda y definida. Esto indica que el hombre estaba cargando algo que incrementó substancialmente su peso. Y la única respuesta lógica sería la Norma, lo cual sólo significa una cosa.

La mandíbula de Schwartz se tensó al observar la evidencia. No quería admitirlo, pero realmente no había otra respuesta.

– No puedo creerlo. – le dijo. – ¿En serio me está diciendo que un humano mató a otros cuatro humanos? ¿Y luego que ayudó a una Norma a escapar?

Schneider asintió y cerró las imágenes. – Tales incidentes son muy raros, pero ocurren.

– ¿Pero cómo? La Luz de Mana... ¿no debería haberlos protegido?

– Me temo que usted subestima lo profunda que llega la degeneración de este individuo. – continuó Schneider. – Este es un hombre que ha pervertido la naturaleza misma del Mana, convirtiéndola en un arma. Y al hacerlo, puede cancelar la de otros con mucha facilidad- Asumo que ahora usted podrá apreciar mi petición de discreción en nombre de su departamento. Si las noticias de un individuo como este se hicieran públicas, inevitablemente se esparciría el pánico y el orden social se derrumbaría rápidamente.

Schwartz sintió un escalofrío bajarle rápidamente por toda la espalda, pero asintió al entender.

– ¿Qué podemos hacer contra alguien así?

Schneider cruzó el camino, escaneando el paisaje rural que los rodeaba. – Lo primero que debemos hacer es localizar a este individuo. – le respondió. – A juzgar por las fotografías, esos hombres golpearon muy severamente a la Norma, así que ella y su cómplice muy probablemente todavía sigan en el área. Alguacil, regrese a su estación y reúna a tantos oficiales como sea posible. Asumo que debe tener disponible equipo para disturbios de emergencia.

– Por supuesto. – Schwartz asintió. – ¿Pero dónde se supone que empezamos a buscar?

– Eso déjemelo a mí. Tengo experiencia lidiando con rebeldes de este tipo. Lo contactaré con la ubicación más tarde.

– Sí señor.

Con el corazón latiéndole a mil por hora, Schwartz se apresuró a volver a su auto, y se dirigió de vuelta a la ciudad. ¿Un humano que mató a otros humanos? ¿Y que había aprendido a usar la Luz de Mana como un arma? ¿Qué clase de monstruo era esta persona?

...

En cuando su escolta se había alejado a una distancia respetable, Dark abrió una pantalla de Mana propia. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que necesitó usar su alias de Schneider? Diez años por lo menos, durante el primer Libertus. Muy apropiado que tuviera que adoptar dicha identidad nuevamente, dados los eventos actuales.

Un canal privado se abrió a través de la Luz de Mana, y dentro del marco, la imagen de un hombre apareció. Vestido elegantemente con un traje verde oscuro, y con cabello rubio pálido que le caía por debajo de los hombros, cerró el libro que estaba leyendo en ese momento para otorgar toda su atención a su enviado.

– Ah, Dark. – dijo el Maestro Embryo. – ¿Tienes una actualización?

– Sí, señor. He logrado localizar a la segunda Norma. Sin embargo, parece tener un cómplice, y la evidencia sugiere que se trata de un agente de la Network.

– Ellos de nuevo. – Embryo cruzó sus brazos y suspiró con fastidio. – Sí que son una peste, ¿verdad? Bueno, no importa. Tus órdenes siguen siendo las mismas, encuentra a la Norma y tráela ante mí. A juzgar por su archivo, es una candidata perfecta para un Ragna-mail. Y si encuentras a este disidente que se la llevó, interrógalo antes de deshacerte de él. Dudo mucho que Alektra se haya olvidado de la traición de la Network incluso después de todo este tiempo, pero preferiría no subestimarla.

– ¿Y qué hay de la otra Norma? – preguntó Dark. – ¿La que fue capturada por Julio Misurugi? Por lo que me ha dicho, ella ya ha dominado al Vilkiss. ¿No deberíamos llevarla también?

Embryo pareció considerar la noción, pero en última instancia negó con la cabeza.

– He leído su archivo, y a pesar de su poca experiencia parece tener un talento remarcable. Pero no. Alektra necesita recordar cuál es su lugar. Me temo que este es el precio que esta joven Ange debe pagar por convertirse en su pequeña protegida.

– Como desee. – La transmisión se cortó, y Dark abrió tres nuevas pantallas de Mana, cada una desplegando un mapa del área que lo rodeaba en un radio de unas 25 millas. Uno para residencias, el segundo para datos arbóreos, y finalmente el tercero mostrando el flujo y consumo de Mana. – Ahora bien... ¿dónde te escondes?

Esta historia continuará...

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