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Curiosamente, pasó unos meses después de conocer al idiota. Como ya os he dicho, tenía que esperar a que la cosa se calmara.
Aunque claro, después de seis años allí yo ya tenía mi fama. Me tenían súper vigilada, y aquel día fui bastante imprudente, porque en vez de planear mi escape aproveché la primera oportunidad que vi. Y claro, me pillaron en seguida.
Veréis, en las islas no hay estaciones. Solo hay dos: la húmeda y la seca. Estábamos en la de lluvias. Yo me negaba a que me atrapasen de nuevo, así que seguí corriendo aunque me hubieran visto, hasta que llegué a una zona donde no recordaba haber estado nunca.
Me giré a ver a qué distancia estaban. Os daré un consejo: no hagáis eso nunca, ¿vale? No vi los carteles. No vi dónde estaba llegando. Casi ni escuché los gritos, porque creía que me ordenarían volver o algo así. Eran gritos de advertencia, y fue de puro milagro que volví a mirar hacia delante y me di cuenta de que estaba casi al borde de un acantilado. Me paré en seco, quedándome a apenas un paso de distancia del borde. Pero no fue suficiente.
Ya os he dicho que era la época de lluvias. La tierra estaba muy blanda, y no por nada la zona estaba vacía. El suelo cedió y caí.
Al principio chillé, claro. Pero de pronto fue como si el tiempo se relentizara, y recordé las historias sobre mi madre. Ella es la que ayuda a los que dan saltos de fe, ¿no? El mío no había sido voluntario, claro. Pero aun así...
Paré de chillar. Cerré los ojos y pensé "mamá, si alguna vez te he importado de verdad, si realmente puedes hacerlo... Ayúdame."
No sé cómo pasó. Estaba en el suelo, todavía recuerdo el tacto de la hierba. Me levanté; en frente de mí había una figura hecha prácticamente de luz. Parecía una mujer hermosa, con el pelo larguísimo y los ojos vendados. Apoyó una mano en mi hombro y me hizo girar.
Estaba anocheciendo. Era el cielo más bonito que jamás hubiese visto.
–¿Ves eso?–me preguntó la mujer. Yo hice como vosotros, que siempre se os olvida que no os veo, y asentí–. Recuérdalo bien, porque será lo último que veas.
Entonces me desmayé. Todo se volvió negro, y según perdía la consciencia creí que había muerto. Ya estaba, era el fin.
Dioses, cuánto me equivocaba.
No sé si fue instinto maternal o qué, pero Valeska sí que me había salvado. Pero como había sido un accidente y no un salto voluntario, lo hizo por un precio.
Me dejó en tierra firme y me quitó la vista. Lo único que me dejó fue esta extraña capacidad de ver la magia. Tal vez creyó que me sería útil rodeada de magos blancos, pero a veces es muy confuso.
Ahí fue cuando conocí a Julio. Intentaré explicar esto sin vomitar...
Hacía unos años, el padre de Julio sufrió un accidente que le dejó sin vista. Desde a saber cuántas generaciones, su familia han sido esclavos. Y un esclavo ciego no es tan eficiente como uno vidente, y además era un hombre adulto. No muy útil, desde su mentalidad retorcida. Probablemente lo habrían sacrificado como a un perro, pero Julio consiguió convencerles para que no lo hicieran. Logró que le dieran tres meses para lograr que su padre pudiese moverse y trabajar con tanta facilidad como cuando podía ver. Y el muy tío lo consiguió.
Marcus me necesita viva, y para que no le salga muy cara, también me necesita útil. Así que él... Él... Compró a Julio.
¡Dioses, no sabéis el asco que me da decir eso!
Al día siguiente del accidente me desperté en una habitación. Lo sé porque estaba en una cama... Al principio entré en pánico porque no podía ver nada. Empecé a chillar y eso alertó a los guardias, que tuvieron que inmovilizarme. Llamaron a Marcus, que fue el que comprobó mi ceguera.
Al parecer mis ojos se habían vuelto blancos. Antes eran azules... Lo único que me alegro de no poder ver es eso. Madre mía, siempre me habían gustado mis ojos. Ceguera vale, ¿pero por qué cambiarlos de color?
La cosa es que nadie comprendía qué había pasado en el precipicio, y yo me negué a explicárselo. Acabaron atribuyéndolo a un milagro divino, y no estaban del todo equivocados. Después de todo, ninguno, y mucho menos Marcus, sabe que soy una semidiosa.
»¿Y qué hay de Julio?
Tampoco se lo he contado. A alguien como él se le puede sacar cualquier información, Al, y era más probable que le atacaran para conseguir algo de mí... Como antes.
A Julio le conocí aquella tarde. Fue el único capaz de calmarme; recuerdo que los guardias tuvieron que atarme a la cama. Julio me contó su historia y me dijo que haría lo mismo por mí, que me ayudaría a retomar una vida normal.
Giré la cabeza hacia donde venía su voz por puro actoreflejo.
–¿Qué hay de normal en todo esto?–le pregunté. Él no contestó.
A partir de aquí vienen unos aburridos meses en los que Julio me enseñó a andar sin chocarme con las cosas, a orientarme, a utilizar mis demás sentidos para poder valerme por mí misma. Empecé a distinguir a las personas por su voz y un poco por su olor, y a trabajar sin ver.
En verdad no volvieron a asignarme trabajos pesados, lo que me complicó un poco el recuperar soltura con el hacha. Por suerte ya sabía los movimientos, tan solo tenía aque aprender a apuntar.
Pasamos tanto tiempo juntos que era de esperar que Julio y yo acabásemos siendo amigos. Intenté convencerle de que todo lo que pasa en las islas está mal, pero lo tiene demasiado metido en la cabeza. Sigue pensando que no vale nada y eso es tan... ¡Frustrante!
» ¿Y cómo lograste escapar de allí?
Ah, vas directo al grano, ¿no, Luke? Bien, vamos a lo interesante.
Esta vez fui inteligente. Fingí que la ceguera me había bajado las ganas de revelarme, aunque no demasiado. Ya sabéis, no hay que ser descarados.
El problema es que Marcus me tenía prácticamente todo el día encerrada en la casa, especialmente después de un incidente con el idiota... Lo siento, eso sí que no puedo contároslo sin vomitar. Además, no es demasiado relevante en esta parte de la historia.
Aunque no pudiese convencer a Julio de todo lo que estaba mal allí, sí que pude convencerle de que hay algo más allá. Así que él me estuvo ayudando para recabar datos y planear bien nuestra fuga.
Casi un año. Estuve casi un año soportando esa tortura, planeando la forma de salir de allí. Y funcionó. O al menos eso parecía...
Una noche Julio y yo logramos salir de la casa a escondidas. Era la hora justa en la que los vigilantes de esclavos están medio dormidos, y nadie se esperaba que una chica ciega y un chico flojucho pudiesen hacer mucho solos. Logramos llegar a la playa en poco tiempo.
Logramos colocar un bote en el agua y avanzar varios metros. Ahí fue cuando nuestro plan empezó a fallar.
–Julio–le llamé–. Julio, creo que hay una fuga. Noto los pies fríos.
Julio hizo un examen rápido y soltó una maldición. Le pregunté qué ocurría.
–El bote tiene un agujero... Es muy redondo, debe de haber un tapón.
–Es para evitar que la gente se escape –terminé yo. Alguien lo había intentado antes que nosotros, seguro, y por eso habían tomado esas medidas de seguridad.
–Quédate aquí, voy a buscar el tapón –me dijo Julio, con la voz más determinada que le había oído nunca.
–¿Qué? ¡No, espera!–intenté detenerle, pero ya había salido del bote. Oí el agua chapotear. No estábamos tan lejos de la orilla, tan solo unos metros.
No sabía qué hacer, traté de evitar que entrase más agua, bloquear el agujero. Me sentía... Inútil.
También traté de acercarme un poco a la orilla, achicar el agua, facilitar las cosas como podía. Entonces empecé a oír voces en la orilla. Nos habían descubierto, ni siquiera sabía cuántas personas habría. Tan sólo oía las voces.
Por debajo de las voces oí un chapoteo. Julio se había metido en el agua y trataba de avanzar. Empezó a gritarme.
–¡Alba! ¡Alba, cógelo!
Oí algo caer en el bote. Logré encontrar el tapón y bloquear el agujero.
–¡Date prisa!–le chillé, pero Julio ya tenía asumido lo que iba a pasar.
Todo se volvió muy confuso. Había muchos chapoteos, gritos, no sé muy bien qué estaba pasando.
–¡Márchate!–me gritó Julio–. ¡Márchate ya!
No volví a oírle, aunque sí un extraño murmullo. Seguía chillando, aunque supongo que le habían tapado la boca.
Tuve que decidir rápido. No sabía qué podía pasar. Finalmente sujeté los remos y traté de alejarme de las voces tan rápido como me fuera posible.
***
–
Creo que si aguanté tanto tiempo fue porque habíamos robado comida para dos–siguió narrando Alba–. Navegué sin rumbo hasta que llegué a la primera costa que pillé, no sé a qué distancia de aquí. Le robé este hacha a un leñador, espero que haya podido comprarse otra. Llevo más de un mes así, tratando de evitar la civilización. Cualquiera podría formar parte de la mafia de Marcus, ¿sabéis?
Alba suspiró. Sus compañeros la miraron espectantes, esperando que Alba no dejase así la historia. Por suerte para ellos, la chica terminó.
–Debo admitir que no me siento orgullosa de lo que hice. Podría haber pasado cualquier cosa, si hubiese dado media vuelta... Lo peor es que ni siquiera sé si Julio decidió sacrificarse porque me quiere y sabe que yo habría hecho lo mismo, o por si creía que su vida no valía tanto. No paro de comerme el coco por ello, pero... Por eso no puedo dejarle, ¿sabéis? Ya le fallé una vez. No puedo volver a hacerlo.
–No fue culpa tuya–trató de tranquilizarla Al.
–Me da igual. ¿Sabes lo que es abandonar a alguien... Dos veces?
–Me suena de algo–comentó Luke. Al le golpeó, ofendida.
–¡No compares! Yo tan solo te dejo porque haces muchas estupideces.
Alex no dijo nada. No podía evitar pensar en su madre, una birkebeiner. Sabía que ella no hacía esas cosas, pero ya comprendía de qué le sonaba Marcus. Él le conocía, era un compañero de su madre.
En ese momento Alex estaba sufriendo un importante desengaño.
–Ahora ya podéis entenderlo, así que os guste o no voy a ir a rescatar a Julio–afirmó Alba. Al sonrió.
–¡Pues claro! Vamos a arreglarlo, ¡pero vamos a hacerlo bien!
Por primera vez desde que la conocieron, Alba sonrió con ternura.
–Está bien, planeémoslo–dijo con determinación–. Pero antes, Gael, tengo que hablar contigo.
El chico parpadeó un par de veces, confuso. Siguió a Alba a un rincón alejado de los demás.
Habían llegado a la ribera de un río. Alba y Gael estaban entre los árboles, y ella le sujetó del brazo.
–Necesito que me prometas algo–le dijo.
N.A.: okey, seguramente después de todo este tiempo me haya quedado sin lectores, pero si todavía me queda alguno...
Lo siento, en serio. Ha pasado tantísimo tiempo... Pondría alguna excusa extraña, pero realmente no tengo porque no sé qué ha pasado.
Tampoco voy a prometeros que no volveré a tardar tanto, porque no veo el futuro. Así que... Wow, si sigues leyendome debes saber que te quiero. Te quiero mucho. Eres brutal y no te mereces esperar tanto para lograr leer un capítulo de esta historia.
Gracias por seguir ahí!
~EOB_BOE
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