~4
Aquí vino algo así como una pelea sobre si Bjorn era mi padre o no. Y con eso me refiero a un "no, no puede ser", " que sí" y así todo el rato.
Hasta que me dijo «mira, Selene es como una madre para mí, y no por nada se enfadó cuando tú naciste». Y ahí ya me lo creí, porque me habían contado que el día que yo nací había luna roja.
»¡Luna roja! Nunca he visto una...
»No te lo recomiendo, Gael. Tenía cuatro años y me acuerdo perfectamente: parecía que la luna estaba cubierta de sangre, su luz lo bañaba todo de rojo... Recuerdo que saqué el brazo y parecía que lo había metido en un cubo de sangre. Mi padre me obligó a entrar en casa y tapó todas las ventanas, decía que eso no era bueno para alguien de mi edad.
»¿Pero cómo lo sabes si eres ciega?
»¡Dioses, qué pesados! ¿Acaso os he dicho que sea de nacimiento? Alex, sigue.
»¡Eh, no me cambies de tema!
Ey, relax. Lo que pasó después no lo recuerdo muy bien... Me dijo algo, no recuerdo qué, y luego me cogió del brazo. Y desaparecimos. ¡Puf! Para cuando me quise dar cuenta estábamos en otra parte.
Estábamos en una montaña, pero no sé cuál. Era cerca de la cima, de eso sí me acuerdo, y había una gruta de piedra. Cedric me llevó dentro y ahí nos cruzamos con una mujer. Era muy alta y estilizada, con la piel muy pálida, el pelo también blanco increíblemente largo, le llegaba por los tobillos, y por raro que parezca, tenía pecas. Recuerdo que llevaba un vestido azul, pero iba descalza. Ella siempre iba descalza... Cedric y ella empezaron a hablar en un idioma que no entendía y luego él se marchó, dejándome solo con la mujer esa.
Se llamaba Bianey, y era una ninfa de la luna. Me dijo, ya en nuestro idioma, que me habían dejado a su cargo y que ella cuidaría de mí hasta que pudiese valerme por mí mismo.
Desde entonces suelo dormir de día y vivir de noche, porque las ninfas de la luna se convierten en fuentes de agua si les toca la luz del sol. Bianey me enseñó a usar bien mis poderes y a hablar ese idioma tan raro que habían usado Cedric y ella el primer día. Resulta que es alguna lengua súper antigua con orígenes preragnarok o algo así, y es la que suelen usar las ninfas y esta clase de gente cuando hablan entre ellas.
También me enseñó a vivir en la naturaleza, claro que las ninfas lo tienen mucho más fácil que los humanos. Y así estuvimos bien unos años.
Un día apareció Caribdis. Tal cual os lo digo, hizo "¡puf!" y ahí estaba, delante de nosotros. Se puso a hablar en aquella extraña lengua, como si creyese que así no la entendería. Pero la entendí perfectamente, bueno, perfecta perfecta no, pero sí el significado general. Que era, básicamente, que venía a por mí. Y no parecía tener muy buenas intenciones.
Bianey se puso delante de mí, cubriéndome. Habló muy bajito, pero no estoy muy seguro de si Caribdis la escuchó. Me dijo que ella la entretendría y que yo corriese. Que daba igual lo que pasara, que yo debía irme de allí sin girarme. «No te preocupes por mí », me dijo.
Levantó la cabeza, miró a Caribdis a la cara y le dijo:
-Nunca. Márchate, demonio.
»Dioses míos, esa ninfa sí que tenía narices. Hablarle así a Caribdis...
»¡Calla, Al! ¡Esto se pone emocionante!
Caribdis levantó la mano y yo me sentía incapaz de moverme.
-Apártate, ninfita, y olvidaré tu insolencia-le contestó Caribdis. Ella se mantuvo firme y me gritó que corriese. Y eso hice, aunque no me sienta orgulloso de ello. Corrí y me caí varias veces, y casi no me había alejado cuando escuché el sonido de un cuerpo cayendo. Sabía que me había dicho que no mirase hacia atrás, pero no pude evitarlo. Vi que estaba tirada en el suelo, con los ojos cerrados. A un gesto de Caribdis su cuerpo se elevó y... Y...
»Alex...
Tranquilo Gael, estoy bien. Yo... Ay dioses, se suponía que esto ya lo había superado.
Era de día. Era de día y Caribdis sacó su cuerpo de la gruta.
Recuerdo que chillé, y de no ser porque me tropecé habría corrido hacia allí. Empecé a rodar montaña abajo... Qué irónico pensar que una piedra y un poco de torpeza me salvó la vida. Caribdis no trató de alcanzarme, pero recuerdo que gritó «¡su sangre despertará al dragón!».
Desde entonces tengo pesadillas, y estoy seguro de que es todo cosa suya. Al fin y al cabo, es la diosa del sueño... Seguro que puede hacerlo. Me despierto siempre con la sensación de que no puedo respirar, y me he librado de ella milagrosamente un par de veces más. Todavía no sé qué quiere de mí...
***
-Todo eso pasó hace casi un año-terminó su relato Alex, con la mirada baja y retorciéndose las manos. Se secó una lágrima que todavía insistía en seguir cayendo. Se suponía que lo había superado, había pasado mucho tiempo...
Levantó la mirada. Sus compañeros le miraban asombrados, salvo Alba. Como era ciega, a Alex le pareció normal.
Luke parecía estar organizando la información en su cabeza.
-Con ese dragón no se referirá al dragón de nueve cabezas, ¿verdad...?
-Nunca se me había ocurrido, pero no tengo ni idea-le contestó Alex. Luke soltó una risita nerviosa.
-Ah, guay, estoy tranquilamente charlando con un tipo al que le persigue una diosa... Que se lo quiere cargar... para usar su sangre... y desatar el segundo Ragnarok.
-¿Cómo demonios se te ha ocurrido eso?-preguntó Gael.
-¿No conocéis el mito? ¿En serio?-preguntó Al, asombrada.
Alex, desgraciadamente, sí lo conocía, y por una vez en su vida deseó no haber sabido todas esas leyendas.
Alba resopló.
-No exageres. Hay cosas peores que eso-dijo. Luke levantó las cejas, cínico.
-¿En serio? ¿Como qué?
Alba negó con la cabeza.
-Creéme, los dioses son demasiado divinos como para andar metiéndose mucho con los mortales. A veces los humanos son pueden ser peores...
-Venga ya, dime alguien más peligroso que una diosa cabreada.
Alba jugueteó con su hacha.
-Como quieras... ¿Te asusta sentarte con alguien a quien una diosa quiere matar? ¿Y que me dices de estar con alguien que se ha escapado de un birkebeiner que forma parte de la mafia?
Luke resopló.
-¿Quién es ahora la que exagera? Eso es...
Un sonido de ramas rompiéndose le interrumpió. Alba se puso en pie, muy tensa, hacha en mano.
-¡Espera, Alba! ¡No ataques, soy yo!-exclamó un chico desde la zona de la que provenía el sonido de ramas. Alba bajó el hacha, visiblemente confusa.
-¿Julio...?
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