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«UN HOGAR, UNA FAMILIA» (Pt. 3)



 III



Esa misma tarde, después del almuerzo y la conversación, los Castlegar invitaron a los Lancaster a la cabaña junto al estanque. Para dicho propósito, les suministraron mantas especiales de grosor considerable para que pudieran tenderlas en el suelo y dormir sobre ellas, además de otras mantas para cubrirse y almohadas. Por su parte, Lily se dirigió al cuarto de Eleanor para recoger sus pertenencias, entre ellas su violín de bolsillo y algunas prendas de vestir que había adquirido tanto para ella como para su hermano y, luego de colocarlas en alforjas de tela, descendió para entregar a Jack su respectivo equipaje. Hecho esto, los Castlegar, los Lancaster y Esperanza pasaron a dejar la residencia Castlegar y dirigirse al mencionado sitio.

Conforme caminaban hacia la cabaña, Jack miraba con suma atención sus alrededores. Su rostro se veía iluminado y su gesto apacible y lleno de paz, de lo que Lily y Eleanor se percataron.

—¿Disfrutas el sendero? —averiguó Lily.

—Sé que antes hemos recorrido numerosos caminos rodeados por naturaleza, pero por alguna razón que no logro explicar este me colma de una gran tranquilidad como ningún otro lo ha hecho —respondió el joven Lancaster.

—Creo que lo entiendo. Hay algo cálido en este sitio que te hace sentir como en casa, como si irradiara amor de familia —opinó Esperanza, quien escuchaba la conversación.

—Justo lo que sentí la primera vez que lo recorrí —añadió Lily.

No tardaron demasiado en llegar a la cabaña, y la reacción de Jack y Esperanza no se hizo esperar. La tranquilidad de las aguas, el área cubierta de césped y rodeada de plantas, árboles y arbustos, todo irradiaba belleza y calma.

—Sorprende pensar que esto pertenece a los Castlegar —comentó Lily.

—Lo sé. Es la primera vez que lo veo, y lo considero maravilloso —agregó Esperanza.

Jack, por otro lado, no logró decir nada, como si las palabras hubieran sido raptadas de su boca.

Eleanor se dirigió hacia la cabaña y les hizo una seña para que lo siguieran.

—Adelante —invitó, a la vez que abría la puerta para que ingresaran.

Lily ya conocía el sitio, por lo que no se apresuró a entrar, pero instó a su hermano para que lo hiciera.

Jack fue el primero en poner su pie en el interior de la cabaña. Miró el lugar de lado a lado, revisó cada rincón y de vez en cuando pasaba sus dedos por algunos de los muebles y superficies para inspeccionar si tenía polvo.

—Es acogedor y lindo; tal vez uno de los pocos mejores lugares en los que he tenido la oportunidad de hospedarme —mencionó—. Sin embargo, me pregunto si será adecuado para pasar los últimos días de la estación invernal.

—¡Por supuesto que lo es! Hace unas semanas, los Castlegar y yo pasamos una noche aquí. Es cálido, y resiste a las frías temperaturas del exterior. Además, los muebles son muy cómodos —aseguró Lily.

—Entonces, ¿qué opinan? ¿Se quedarán aquí? —averiguó Eleanor.

—Es adecuado —expresó Jack—. Sin embargo, no nos han dicho cuánto es lo que tenemos que pagarles como alquiler, ni mucho menos cuánto es lo que le debemos a su familia por todo el apoyo que ha mostrado hacia mi y mi hermana.

—No deben preocuparse por ello —aclaró el señor Castlegar—. No olvide que solo cumplo con la promesa que le hice a su familia.

—Pero... Algo tengo que darle a cambio por su generosidad. Ha hecho demasiado por nosotros.

—Insisto, señor Lancaster, que no es necesaria una retribución —reiteró el señor Castlegar, lo que hacía sentir un tanto inconforme al joven músico.

—¿Puedo sugerir algo? —averiguó Eleanor.

—Adelante —indicó su padre.

—¿Qué tal si él nos dedica una tarde musical? Podríamos pasar un rato agradable como familia aquí en el estanque, y tal vez tomar algunos aperitivos, mientras él interpreta sus melodías para nosotros —habló con entusiasmo la muchacha, deseosa de escuchar de nuevo la música de Jack.

—No le veo inconveniente —respondió el señor Castlegar, y el muchacho mostró una tenue sonrisa en su rostro.

—Iré por mi piano orphica —indicó, y pasó a tomar su instrumento.

Tal y como dijeron que lo harían, los Castlegar, Esperanza y Lily pasaron una agradable tarde junto al estanque mientras gozaban de las melodías interpretadas por el joven Lancaster. Incluso Erick tuvo la oportunidad de demostrar sus habilidades musicales y deleitar a los presentes con alguno que otro tema. Así lo hicieron hasta que se acercaron las seis de la tarde, el momento en que se dirigieron al restaurante de la familia Hart para disfrutar de una cena exquisita.

Al llegar allí, se encontraron con Amanda, quien les dio una calurosa bienvenida, y en el momento que sus ojos se posaron sobre Jack, su rostro se iluminó por completo.

—¡Es usted, el joven músico que tocaba aquella tarde en el malecón! —exclamó con afecto—. Eleanor me comentó que se encontraba hospitalizado. Es todo un deleite ver que ya se encuentra con bien.

—Gracias, por su interés en mi persona, señorita...

—Ella es Amanda Hart, una amiga de la que te he hablado —la presentó Eleanor.

—¡Un gusto conocerla, señorita Hart! —dijo él.

—También tuve el placer de disfrutar de sus melodías, y debo admitir que la considero de lo mejor.

—¡Oh! De nuevo, muchas gracias —expresó el joven.

—Su hermana también es una talentosa intérprete. Espero que tengamos pronto el placer de escucharlos de nuevo y, tal vez, convivir un poco con ustedes.

—Estaremos encantados —expresó Lily sonriente, y ambos hermanos efectuaron una leve reverencia, y luego de esa interacción, los llevó hasta su mesa.

Culminada su cena, y luego de pasar poco más de una hora en medio de conversaciones animosas, los Castlegar se retiraron para llevar a la joven Esperanza a su domicilio.

Al llegar a la tienda de la familia Hernández García, se encontraron con el señor Hernández, la señora García de Hernández y la abuela Consuelo, quienes esperaban a la muchacha.

—Ha sido un día agradable en compañía de ustedes, familia Castlegar y hermanos Lancaster —comentó la joven una vez que descendió del vehículo.

—También encontramos deleitable su compañía, señorita Hernández García —opinó el señor Castlegar.

—Fue un placer tenerla como invitada —agregó la señora Castlegar.

—¡Esperamos que puedas acompañarnos de nuevo en otra ocasión! —exclamó Eleanor.

—Buscaré la manera de organizarme para visitarlos de nuevo —aseguró la joven.

—Cuando lo desee. Sabe que es bienvenida en nuestro hogar —aclaró el señor Castlegar, y Esperanza asintió.

—Hasta pronto. Y, joven Johann Lancaster, ha sido un placer conocerlo.

—También ha sido un placer para mí conocer a la maravillosa persona que ha brindado tanto apoyo a mi hermana. Espero pronto poder agradecer a su familia todas sus atenciones.

—Y yo espero pronto escuchar de nuevo su música —opinó sonriente.

Jack le respondió con una sentida reverencia a la vez que se retiraba el sombrero de la cabeza, y entonces Esperanza se retiró para reunirse con su familia.

Hecho esto, los Castlegar acompañaron a los Lancaster de regreso a la cabaña y les desearon la mejor de las noches antes de regresar a su hogar.

Ya en la comodidad de su residencia temporal, Lily y Jack prepararon la cabaña para pasar su primera noche en ella.

—Y bien, ¿cómo nos organizaremos para dormir? —averiguó Lily.

—Tú puedes tomar el sofá y yo dormiré en esa zona —mencionó Jack, y señaló hacia un rincón cercano a la estufa de la cabaña.

—Lo siento, pero no será así —mencionó la joven.

—Entonces yo dormiré en el sofá y...

—Hermano, por favor, no digas ridiculeces. Mira el sofá —señaló—. Eres muy alto de estatura y de cuerpo largo, y el sofá ni siquiera es cómodo, o espacioso, para que duermas en él. Y, por favor, deja esas ideas. Sé que estás acostumbrado a ello, pero mereces dormir en un sitio más adecuado y cómodo que un simple rincón sucio. Ven, ayúdame a mover la mesa para tender la manta gruesa, y así podremos compartir un mejor lugar —sugirió ella.

—De acuerdo —suspiró el joven, y ambos pasaron a hacerlo de ese modo.

Mientras tanto, los Castlegar también se preparaban para una noche de descanso. Luego de efectuar sus labores de limpieza en el hogar, se dirigió cada uno de ellos a su respectiva habitación en donde, luego de vestirse con prendas cómodas para dormir, llevaron a cabo alguna actividad de índole personal antes de irse a la cama.

El pequeño Elliot se enfocó en la escritura de una historia, misma que ansiaba compartir con su profesor de Literatura y sus compañeros de clase. Erick, por su parte, leía un libro relacionado al tema de la música, mientras que Eleanor, llena de inspiración, tomó una pieza de papel y un lápiz e inició un boceto.

Conforme esto sucedía, Esperanza del Refugio cepillaba su largo cabello sentada sobre su cama. Mientras lo hacía, por su mente transcurrían los recuerdos de esa tarde y los momentos amenos que disfrutó en compañía de los Castlegar y, sobre todo, su convivencia con el joven Lancaster. De tanto en tanto esto dibujaba una cálida sonrisa en sus labios y le hacía proferir hondos suspiros.

¿En quién piensas, mija? —preguntó su abuela, quien se encontraba en la entrada de su habitación y se percató de ello.

¿A qué se refiere, Nana Chelo? —preguntó la muchacha, quien actuaba como si no supiera de qué hablaba.

Ay, mija. Conozco cuando alguien hace esas mirada y lanza esos suspiros —argumentó la venerable mujer, y Esperanza solo le sonrió—. Ese muchacho del que te despediste, ¿es el hermano de la niña Lily, el que estaba en el hospital?

Así es, y ya se mejoró.

¡Qué bueno! ¿Él te gusta? —curioseó indiscreta la señora.

¡Nana! —reclamó Esperanza, quien se sonrojó bastante, y su abuelita se acercó a ella para acariciar su rostro con delicadeza.

Se ve que es un buen muchacho —opinó.

Bueno... Sí. Me agrada, y me gusta un poco, pero siento que tengo que conocerlo un poco mejor —declaró la joven.

Está bien, mija. Es una buena decisión esperar antes de declararle lo que sientes. Bueno, mija, te dejaré para que descanses. Pasa una buena noche —le deseó, y luego de besar su frente, se retiró del cuarto.

A solas, Esperanza hizo una plegaria en la orilla de su cama, y entonces se acostó para dormir.

A medianoche, mientras todos dormían, un joven músico se levantó de su lecho en el suelo y tomó su piano orphica para después salir de la cabaña y acercarse al estanque, donde comenzó a tocar una melodía suave y tranquila. Mientras tanto, en la distancia se percibía la silueta de una persona que escuchaba con suma atención la pieza que el joven interpretaba.

—Hermoso. Gracias por tu música, querido pianista —susurró para después desvanecerse en la oscuridad.  



¡BUEN DÍA, EXCELENTE TARDE O AGRADABLE NOCHE TENGAN USTEDES, MIS AMADOS TRAVENDERS Y PERSONAS QUE NOS VISITAN!

¿Cómo se la pasaron este fin de semana? ¿A gusto? ¿Tranquilos? ¿Descansaron? ¿O se enfocaron en resolver algún pendiente?

Yo solo espero que lo hayan pasado bien, y que tengan energías y fuerzas renovadas para iniciar la semana.

Y qué mejor manera de concluir el fin de semana que con la lectura de una parte más de esta historia, misma que espero hayan disfrutado en gran medida.

Ahora, cuéntenme, ¿qué les pareció?

¿Qué opinan de Esperanza y su abuelita?

¿Qué creen que sucederá después?

Bueno, entonces no se pierdan las siguientes entregas de esta historia. ¡Los espero!

¡Que tengan paz, y un excelente día!

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