« UN HOGAR, UNA FAMILIA» (Pt. 1)
I
—Hermano, ¿está todo bien? —preguntó la joven; sin embargo, no hubo respuesta alguna de parte del muchacho.
Ella se acercó hacia él para tocar su hombro, y en respuesta el muchacho dio un pequeño salto repentino al tiempo que emitía un alarido debido a la sorpresa.
Ese sábado, el vigésimo día en el primer mes de ese año, se había vuelto relevante para los Castlegar, los Lancaster, y la joven Esperanza debido a que, de acuerdo con las estipulaciones del doctor Lang y los resultados de las evaluaciones médicas efectuadas en fechas recientes, Johann Lancaster estaba listo para recibir el alta médica.
El médico no solo se encargó de informar al pianista acerca de su decisión, sino también a su hermana Lily quien, llena de regocijo, hizo llegar la noticia a los Castlegar y a su amiga Esperanza.
Al escuchar la nueva, los Castlegar hicieron los preparativos necesarios para recoger al joven Lancaster en la clínica y acogerlo en su residencia durante esa noche, y Esperanza hizo planes para acompañar a los Castlegar y a Lily.
Llegado el día señalado, la familia Castlegar se vistió por completo con prendas muy formales, mientras que la menor de los Lancaster usaba un hermoso vestido color celeste que Esperanza le había confeccionado. Asimismo, la muchacha llevaba en sus manos un curioso paquete.
Una vez estuvieron listos, subieron al vehículo familiar para dirigirse a la clínica del doctor Lang donde se encontraron con Esperanza.
—¡Buen día, familia Castlegar! —saludó efusiva la joven.
—¡Hola, Esperanza! —respondió Eleanor con el mismo entusiasmo.
—Buen día, señorita Hernández. ¿Lleva mucho tiempo aquí?
—Llegué hace unos momentos. ¿Qué es eso que llevas contigo? —averiguó en referencia a la caja que Lily llevaba consigo.
—Es una sorpresa que he preparado para mi hermano ¡Ya quiero ver su expresión al recibirlo!—respondió la muchacha.
—Ya somos dos —comentó Eleanor.
—Y estoy deseosa de saludarlo y conocerlo mejor —expresó Esperanza.
—Entonces acompáñenos —invitó la señora Castlegar, y acto seguido, pasaron a ingresar a la clínica.
Mientras esto sucedía, el doctor Lang se dirigió al cuarto del joven Lancaster, quien en ese momento se colocaba algunas prendas de vestir que Lily le había proporcionado, como una camisa de mangas largas de color oscuro, una corbata oscura de franjas blancas y grises, un chaleco gris con delgadas líneas blancas, una chaqueta de color gris oscuro y pantalones de color negro, acompañado con un par de botines, un par de guantes oscuros de piel y su reloj de bolsillo.
—¿Cómo se encuentra, señor Lancaster? —averiguó el médico al llegar a la habitación.
—Todo en orden, doctor Lang —respondió Jack al tiempo que terminaba de anudar su corbata.
—Me alegra escucharlo. Espero que esté listo para dejar la clínica —mencionó, y el joven solo se limitó a asentir con una leve sonrisa trazada sobre su rostro—. Perfecto. Tengo algo para usted —dijo, y le entregó unos documentos y algunos frascos que contenían un medicamento en polvo—. Estos son sus papeles del alta —señaló en referencia a los papeles—, y en cuanto a los medicamentos, si siente algo de dolor, mezcle un poco en un vaso con agua —indicó.
—De acuerdo, doctor —expresó Jack, para después guardar su medicamento en el bolsillo externo de su chaqueta y los papeles en el interior.
—Y, por favor, no olvide alimentarse de manera adecuada. Es esencial para fortalecer su cuerpo y recuperarse mejor.
—Lo tendré en mente, doctor —respondió el muchacho, aunque por alguna razón al facultativo no le convencía demasiado su respuesta.
—Bien. A propósito, me enteré que hay algunas personas deseosas de verlo —mencionó el médico, lo que hizo sonreír de nuevo al muchacho. Dicho esto, Jack tomó su instrumento de la mesa, y acto seguido los dos pasaron a dejar la habitación.
Al salir al corredor, se encontró con Celestine Anderson, quien llevaba en sus manos una bufanda tejida de color negro con franjas grises cerca de los bordes.
—Señora Anderson —saludó Jack con gran amabilidad.
—Escuché que hoy salía de la clínica —habló la mujer con voz suave, casi susurrante—. Tengo algo para usted —indicó, y le entregó la bufanda.
—Oh, muchas gracias —dijo para luego tomarla.
La señora Anderson extendió su mano para tocar al muchacho, y luego acarició un poco el rostro de Jack.
—Cuídese mucho, joven Lancaster, y le deseo lo mejor —expresó Celestine.
—Gracias, señora Anderson. Espero se recupere pronto —dijo él a la vez que hacía una reverencia, y ella solo dibujó una sonrisa leve en su rostro para después responder con otra reverencia para después
Jack continuó su camino acompañado por el doctor Lang hasta que llegaron al vestíbulo de la clínica, donde se encontraban reunidos los Castlegar, su hermana y Esperanza.
—¡Hola, hermano! —saludó Lily animosa, y pasó a ponerse de pie de inmediato.
—Hola, Lily —respondió él, y se volvió hacia el resto de los presentes—. Buen día tengan ustedes, señor y señora Castlegar, joven Erick Castlegar, señorita Eleanor Castlegar y joven Elliot Castlegar —saludó a la familia.
—Buen día, señor Lancaster —saludó el señor Castlegar, y el resto de los Castlegar respondieron el saludo uno por uno—. ¿Quiere que le ayude con eso? —averiguó después en referencia a su instrumento musical.
—De acuerdo —dijo él, y le entregó el estuche con su instrumento—. Creo que a usted la conozco —se dirigió a Esperanza—. Es la joven de la tienda, y su nombre es Esperanza, ¿no es así?
—Así es, joven forastero —habló ella—. Esperanza del Refugio Hernández García.
—Un placer conocerla, señorita.
—El placer es todo mío, joven forastero —habló de nuevo la muchacha, aunque Jack seguía sin comprender por qué le llamaba de esa manera; sin embargo, no le preguntó la razón de ese mote, sino que prefirió guardarse la pregunta para después.
—Por cierto, ¿qué es eso que llevas contigo? —preguntó al percatarse de la caja que Lily llevaba en sus manos.
—Es una sorpresa para ti —solicitó.
Jack tomó la caja y la abrió. De inmediato, al ver su contenido, sus orbes de color esmeralda refulgieron de dicha y en su rostro se dibujó una deslumbrante sonrisa.
—Esto es... ¡Asombroso! —expresó, y pasó a extraer del interior de la caja un sombrero de copa con una banda blanca—. ¿Es un sombrero nuevo?
—Es el mismo que te legó nuestro abuelo —declaró, lo que llenó más de gozo al joven—. Estaba un poco sucio después de lo sucedido en el asalto, así que lo llevé con un sombrerero para que lo limpiara de forma adecuada y le diera un mantenimiento especial.
Jack exhaló lleno de felicidad y pasó a colocarse el sombrero mientras sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas, cosa de la que se percató, por lo que se dio una media vuelta y se limpió el rostro.
—Gracias, Lily —expresó.
—Espera, la sorpresa todavía no termina. Busca dentro de la caja —indicó ella.
Jack se desconcertó un poco por la solicitud de su hermana, y luego de mirar en el interior de la caja notó que había una pieza de papel grande que parecía cubrir algo. Entonces la removió y lo que descubrió le hizo sentir extasiado.
—¡Sí! —exclamó con ímpetu, y tomó del paquete su contenido. Se trataba de su viejo abrigo de color gris oscuro, mismo que se miraba como nuevo.
Jack pasó a extender el abrigo, lo volteó y lo examinó de lado a lado. Acto seguido, frotó su rostro en él y luego lo olió.
—Todavía tiene el aroma de mi abuelo —susurró—, ¡y está tan suave! ¡Es como si pudiera sentir sus caricias! —dijo mientras lo abrazaba con fuerza.
—Agradece al señor Robbins de la tintorería, fue el que hizo el trabajo de limpiarlo, teñirlo y darle algún tratamiento para suavizar la tela —explicó Lily.
—Un trabajo magnífico, sin duda —declaró Jack, y entonces se colocó el abrigo y lo abotonó—. Muchas gracias, Lily; de verdad lo digo —añadió, y luego colocó sus manos sobre los hombros de la joven.
—Lo mereces, hermano —respondió ella, a lo que él sonrió con dulzura.
Luego de esto, pasó a colocarse la bufanda que la señora Anderson le había obsequiado.
—Es una linda bufanda. ¿Dónde la conseguiste? —averiguó Lily.
—La señora Celestine Anderson, una paciente de la clínica, la tejió para mí.
—Es un hermoso gesto de su parte —opinó la joven.
—Doctor Lang, gracias por toda su ayuda —expresó el señor Castlegar, y estrechó manos con el médico.
—Ha sido todo un deleite cumplir con mi deber —respondió el doctor—. Y no olvide nuestra cita pendiente —mencionó a Jack.
—No lo olvidaremos —aseguró el joven.
Dicho esto, pasaron a dirigirse hacia la puerta principal de la clínica.
Entonces, cuando Jack se acercaba a la puerta, comenzó a detenerse a paso lento. Miraba hacia el exterior con gesto preocupado y su mano derecha sobre su costado izquierdo. De pronto, sintió que su cuerpo se paralizaba, y por más que intentaba dar un paso, no lo conseguía.
Fue entonces que Lily averiguó por su estado, pero en respuesta él solo tuvo la reacción antes mencionada, por lo que el doctor Lang, quien contemplaba la escena desde la distancia y entendió lo que le sucedía al muchacho, se acercó a él y colocó su mano sobre el hombro del joven. Al hacerlo, el doctor sintió cómo el cuerpo de Jack temblaba y pudo percatarse que respiraba un poco agitado.
—Tranquilo, señor Lancaster; todo estará bien —aseguró.
—Lo lamento... Yo no... —respondió Jack con su mirada hacia el suelo a la vez que frotaba la cadenilla de su reloj con sus dedos índice y pulgar.
—Entiendo —opinó el médico—. Puede ser un poco difícil dado lo que usted ha vivido, pero no hay nada qué temer. Está seguro ahora. Por favor, respire profundo —le pidió—. Sostenga por unos segundos y después suelte el aliento con calma.
Jack asintió y lo hizo de este modo, y repitió el proceso según lo instruyó el médico hasta que logró calmarse un poco.
—¿Se siente mejor? —averiguó.
—Sí, doctor. Gracias —susurró.
—Adelante —señaló con su mano.
Dicho esto, Jack asintió y procedió a dar unos pasos fuera de la clínica. Al verse en el exterior, exhaló con gran alivio, y luego Lily, Esperanza y los Castlegar se le unieron.
Justo en el momento que se preparaban para retirarse, Jack divisó en las cercanías a una persona que le pareció un poco sospechosa, por lo que retrocedió un par de pasos y se cubrió detrás del señor Castlegar, lo que hizo que todos lo miraran con gesto desconcertado.
—¿Qué ocurre? —averiguó Lily.
—Ese hombre... Se parece mucho a uno de los que nos atacaron aquella vez —indicó Jack en referencia al individuo, un hombre de cabello rubio ataviado en prendas oscuras, mismo que aguardaba bajo la sombra de un árbol en compañía de un cuervo.
—Él no es peligroso —aseguró Elliot—. Nosotros lo conocemos, y te podemos asegurar que es una persona de confianza. De hecho, fue él quien me ayudó a recuperar sus instrumentos musicales y tu reloj de bolsillo —agregó, y los ojos del joven músico se abrieron en gran medida.
—Oh... vaya... Eso... No tenía idea al respecto —dijo, y en su rostro se veía una expresión un tanto preocupada.
Justo cuando djo esto, «Snake» se levantó del suelo y se acercó al grupo.
—¡Por fin has salido, querido pianista! —exclamó «Snake» con sus brazos abiertos y una gran sonrisa en su rostro—. Sabía que sería hoy, pero no estaba seguro de la hora, y debido a que tengo algunos asuntos pendientes qué atender, temí que no llegaría a tiempo y me perdería tu salida. ¡Es un gusto inmenso verte de nuevo, con bien y lleno de salud! —expresó a la vez que se acercó a Jack y le dio un fuerte abrazo, lo que incomodaba un poco al joven.
—Esto... gracias, señor —respondió inseguro con un gesto de desagrado, y entonces le dio una palmada ligera en su espalda.
—¡Ay, pero que falta de modales la mía! —declaró, y luego de apartarse, se quitó el sombrero e hizo una sentida reverencia—. Soy John Cotton, para servirte, pero puedes llamarme «Snake».
—Es un... placer conocerlo, señor Cotton.
—El privilegio es mío, por conocer a tan finos y magníficos artistas.
—Oh... Vaya... Gracias, en verdad, gracias por el cumplido —dijo Jack.
—Solo digo la verdad, querido Jack. Los considero a usted y su hermana músicos de inconmensurable talento. No tienes idea cuánto eché de menos escuchar su música. ¡Ya quiero verlos actuar de nuevo! —habló gozoso y lleno de entusiasmo.
—Bueno... Pronto estaremos de regreso. A propósito de ello, no tengo idea de cómo voy a agradecerle por su apoyo. Estoy en una deuda enorme con usted.
—¡Nah! ¡No es necesario! —respondió mientras hacía un gesto con su mano—. Solo cumplía con un deber ciudadano.
—Pero... Algo debo hacer para recompensarlo. Su acto de valor y su sacrificio no puede quedar sin retribución —insistió Jack un poco intrigado.
—Insisto, no es necesario. Con disfrutar de su talento es suficiente recompensa para mí.
—¿Qué piensa si le dedico una canción? —sugirió luego de pensar por unos momentos.
—Hecho —respondió mientras enseñaba su amarillenta dentadura, y acto seguido revisó en sus bolsillos y tomó un viejo reloj en el que revisó la hora—. De acuerdo, ha sido un gusto saludarles. Me disculpo, pero debo retirarme, Tengo algunos negocios pendientes —aclaró—. ¡Hasta pronto! —se despidió.
—Esto... hasta luego —se despidió Jack, y el resto de los miembros del grupo dijeron adiós también.
Dicho esto, «Snake» se giró sobre sus talones y llamó a su cuervo. Este voló hasta él y se posó en el hombro de «Snake» mientras se retiraba del lugar.
—Es... un sujeto un tanto peculiar —opinó Jack.
—No tiene idea cuánto —opinó Elliot.
—De acuerdo, ¿qué les parece si vamos a casa? —indicó el señor Castlegar, a lo que todos accedieron y pasaron a abordar el autwagen familiar para partir con rumbo a la residencia Castlegar.
La mañana apenas iniciaba, y los Lancaster, Erick, Eleanor y Elliot, no tenían idea de la gran cantidad de sorpresas que les aguardaban para ese día.
¡Buen día, excelente tarde o agradable noche tengan ustedes, mis amados Travenders y lectores que nos visitan!
¿Cómo se encuentran? ¿Han disfrutado de su fin de semana?
Espero encontrarlos con bien en este momento, y que hayan disfrutado de esta parte.
Ahora bien, ¿qué les ha parecido?
¿Qué piensan que sucederá con los Lancaster?
¿Qué les parece la relación entre Jack y la señora Anderson, o la de Jack y «Snake»?
¿Qué les ocurrirá a estos personajes?
Todo esto y más lo veremos en futuras actualizaciones, así que no se pierdan las siguientes entregas.
¡Que tengan paz, y un excelente día!
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