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«TORMENTOSO RECUERDO» (Pt. 1)



I



Las horas se deslizaron como un cubo de hielo en suelo de mármol pulido, y cuando menos imaginaron ya eran casi las cuatro. Había sido tan amena esa tarde que no se percibía el paso del tiempo.

El primero en reaccionar ante la hora fue «Snake» quien, luego de consultar su reloj, abrió sus ojos desmesurados y se levantó de su lugar a toda prisa.

—Lamento tener que privarlos de mi presencia, pero tengo un asunto de gran importancia qué atender, y si no llego a tiempo, me perderé de un ingreso jugoso —explicó el sujeto.

—De acuerdo. Que todo salga bien —mencionó el señor Castlegar.

—¿Te llevarás los patines? —preguntó Elliot.

—Oh, no. Se los dejaré, después de todo voy a volver en una hora o dos —aclaró, lo que hizo que se dibujara una sonrisa llena de entusiasmo en el rostro del pequeño.

—¡Entonces tenemos tiempo suficiente para disfrutarlos! —exclamó lleno de gozo—. ¿Quién viene conmigo? —averiguó.

—Yo no puedo moverme, creo que estoy a punto de reventar —respondió Bruno.

—Te lo mereces por comer tanto, hermano —le dijo Brenda mientras le servía una taza de té de manzanilla—. Yo no puedo, estoy un poco cansada —aclaró.

—¿Qué hay de ti, Benjamin? —indagó, y el pequeño extrajo una tarjeta que decía «ME PARECE BIEN»—. Perfecto, uno se suma. ¿Qué dices, Alejandra?

—¡Encantada! —dijo enérgica la niña.

—Nosotras lo haremos por un rato —señaló Eleanor, y tanto ella como Lily se prepararon para entrar de nuevo a la pista.

Los cinco se adentraron en el hielo y comenzaron a patinar y efectuar algunos juegos mientras Brenda, Bruno, Erick y el matrimonio Castlegar los observaban.

Con el transcurso de las horas los cinco pasaron a ser solo tres. Eleanor y Lily abandonaron la improvisada pista debido a que se cansaron, mientras que Elliot, Benjamin y Alejandra, por otro lado, parecían tener una energía inagotable. Elliot y Alejandra avanzaban por la pista tomados de la mano, y como él poseía más talento para dichas actividades, guiaba a su compañera mientras efectuaban algunos pasos como si se trataran de bailarines.

Ahora bien, Benjamin, quien era otro de los menos experimentados en el hielo, sufrió un ligero percance que le hizo resbalar y caer en una parte apartada del estanque, y se percató que, en dicha área, el hielo se veía menos resistente, por lo que intentó advertir a sus amigos. Buscó en su chaqueta una de sus tarjetas, pero por desgracia no logró hacerlo a tiempo pues los muchachos se dirigían hacia él mientras giraban tomados de la mano, por lo que no lograron verlo, y a causa de ello tropezaron con el pequeño y cayeron al hielo.

Elliot intentó ponerse de pie, pero al hacer un mínimo movimiento, notó algo en el hielo que lo dejó intranquilo.

—Alejandra, Benjamin, no se muevan —solicitó.

—¿Por qué? ¿Qué sucede? —preguntó Alejandra.

—El hielo ha comenzado a agrietarse y hace un sonido extraño cada vez que nos movemos. Si intentamos levantarnos, es posible que se rompa por completo —advirtió.

—¡Pero no podemos quedarnos aquí atrapados! ¡Tenemos que pedir ayuda! —indicó ella.

—¿Qué sucede con los muchachos? —averiguó Eleanor, quien desde la orilla se percató que, durante minutos, no hacían siquiera un mínimo esfuerzo por levantarse.

—¿Está todo bien por allá? —preguntó el señor Castlegar.

—¡Tenemos un pequeño problema! —exclamó Elliot, lo que inquietó al resto de ellos—. ¡El hielo está por romperse! —añadió, y esto llenó todavía más de preocupación a los demás.

Al escuchar esto, Lily de inmediato recordó lo que su hermano había contado momentos atrás, por lo que se puso pálida y un escalofrío recorrió su cuerpo de arriba hacia abajo. Le aterraba que los jóvenes corrieran la misma suerte que sus fallecidos hermanos y que los temores de Jack con respecto a que los días nevados solo traían muerte y tragedias para él y los suyos se volvieran reales.

En el momento que el pequeño Elliot dijo esto, el hielo bajo ellos se agrietó otro poco, y esto llenó de nervios a los niños.

—¡No queda mucho tiempo! ¡Busquen la manera de sacarnos de aquí cuanto antes! —gritó Alejandra un tanto histérica.

—¿Qué podremos hacer? —preguntó ahora la señora Castlegar.

—Debemos buscar alguna soga larga para arrojárselas y sacarlos de allí —sugirió Erick.

—Creo que hay una en casa. ¡Iré a buscarla! —indicó el señor Castlegar.

—¡Yo te ayudo a encontrarla! —dijo su esposa y, sin demorar un momento más, se dirigieron a buscarla.

—¿Y si alguien entra al estanque para sacarlos? —preguntó Eleanor.

—Tendría que ser alguien ligero, veloz y con la fuerza suficiente para tomar a los tres en un solo viaje —explicó Brenda.

En el momento que la niña dijo esto, la puerta de la cabaña se abrió de golpe, lo que sorprendió a los jóvenes presentes, y de ella emergió Jack.

Resultó que, conforme todo eso sucedía, Jack observaba a través de la ventana los juegos de sus compañeros, y vio el momento en que los pequeños cayeron al hielo. Al ver que no se levantaban, se activó una señal de alerta en él, y cuando los escuchó decir que estaban en problemas, se quedó paralizado. Por su mente viajaron los recuerdos de aquella tarde de cuando era niño y su padre hacía todos los esfuerzos por recuperar los cuerpos inertes de sus hijos de las aguas gélidas en las que habían muerto.

Se apartó de la ventana y se pegó a la pared con su mano en el pecho. Su respiración era agitada y pesada, un sudor frío brotaba de su frente, y con suma ansiedad comenzó a frotar la cadenilla y su reloj de bolsillo.

«¡El pequeño Elliot Castlegar está en peligro! ¡Debo hacer algo para salvarlo cuanto antes y compensar la bondad que él y su familia han mostrado para con nosotros!» resolvió mientras sujetaba el reloj de bolsillo con su mano apretada. «Pero... ¿Acaso puedo salvarlo de su fatal destino?» cruzó de inmediato por su mente, y entonces llevó su mano a la cabeza y mesó sus cabellos. «¿Qué podría hacer alguien como yo? No soy fuerte, no soy valiente... ¡Ni siquiera puedo salir sin perder la compostura! No puedo... No tengo...».

Su mente comenzó a llenarse de pensamientos inquietantes que lo agobiaban y minaban su ánimo, lo que le hizo dejarse caer y sentarse en el suelo mientras llevaba ambas manos a su cabeza y gesticulaba abrumado, como si su cabeza doliera.

Cerró sus ojos por un momento, inhaló profundo y contuvo la respiración por unos momentos para después soltar el aire con calma tal como el doctor Lang le había enseñado.

«No... No es el momento... Debo tener valor... ¡Debo tener valor! ¡tú puedes hacerlo, Jack! ¡Es hora de actuar!».

Jack abrió sus ojos, luego se puso de pie y pasó a colocarse un sombrero y su bufanda oscura para cubrir su rostro, además de tomar los patines que «Snake» usaba, mismos que dejó en la cabaña. Hecho esto, salió, y con presteza se dirigió al estanque.

—¡Joven Erick Castlegar, necesito su bastón! —gritó.

Erick asintió y se lo arrojó de inmediato, y él lo atrapó sin problemas.

—¡Niños! ¡Tómense de las manos con fuerza! —pidió a gritos.

—¿Quién ese ese? ¿John Cotton? —preguntó Alejandra.

—No; creo que... ¡Es el señor Lancaster! —aclaró el niño—. ¡De acuerdo, señor Lancaster! —gritó, y entonces los pequeños siguieron la instrucción del joven músico.

—¿Qué es lo que piensas hacer, hermano? —preguntó Lily.

—¡No estoy dispuesto a perder otro hermano! —exclamó, entonces se calzó los patines y saltó al estanque con rapidez.

—¡Jack! —gritó Lily mientras su hermano se lanzaba a su misión.

Con una velocidad y agilidad que impresionó a los que presenciaban el suceso, Jack se deslizó por el hielo con determinación y arrojo. Eleanor lo miraba con fascinación, y su corazón se lleno de emociones intensas que le robaban el aliento y le hacían suspirar.

—Es tan valiente... —susurró Eleanor—. Tu hermano patina muy bien —añadió.

—Yo también estoy sorprendida. Jamás lo había visto patinar antes, ni siquiera cuando era niño —expresó Lily, maravillada por las habilidades de su hermano—. Solo espero que no le ocurra nada malo y que sepa muy bien lo que hace —añadió.

Eleanor se acercó a ella y la tomó de la mano para infundirle valor y ánimo.

—Tú puedes, Jack. Estamos contigo —volvió a susurrar.

En breve, Jack llegó donde los niños se encontraban y extendió el bastón hacia ellos.

—¡Sujétense! —pidió.

Elliot y Alejandra estiraron sus manos y se tomaron de la empuñadura del bastón.

—¡Me disculpo de antemano por lo que haré, pero es la única manera en que puedo sacarlos de aquí! —expresó. Acto seguido, Jack tiró de ellos y los llevó a rastras por todo el hielo como si se tratara de pequeños sacos de tela cargados.

Conforme avanzaba, bajo sus pies el hielo comenzaba a resquebrajarse cada vez más aunque sin romperse por completo, lo que les dio la oportunidad de avanzar cuan rápido se lo permitieron sus fuerzas, mismas que poco a poco comenzaban a mermar, lo que lo preocupó un poco.

«¡Vamos! Tú puedes... ¡Tu puedes hacerlo!», gritó su mente, y avanzó con más ímpetu.

—¡Prepárense! —gritó.

Una vez que se encontraban cerca de la orilla, Jack hizo un esfuerzo inmenso y, con un movimiento de sus brazos, los arrojó y ellos se deslizaron hasta que llegaron a la orilla del estanque. Entonces Eleanor, Lily, Brenda y Bruno se acercaron a la orilla para ayudarlos, tomaron a los niños y los sacaron del hielo con gran rapidez.

Todos ellos cayeron a la nieve, exhaustos y con su respiración agitada. Habían atravesado por situaciones tan intensas y extremas que quedaron sin aliento, así que hacían cuanto podían para recuperarse del susto.

—Nos salvó... ¡El señor Lancaster nos ha salvado! —exclamó Elliot lleno de júbilo y con sus manos en alto.

Jack entonces se acercó poco a poco a la orilla con el impulso que le quedaba. Estaba lleno de cansancio, por lo que se dejó caer de rodillas mientras tomaba grandes bocanadas de aire para recuperar el aliento.

Todo parecía estar en orden, y la escena se observaba optimista; sin embargo, nada los preparaba para los eventos que estaban a punto de ocurrir.


Buen día, excelente tarde o agradable noche tengan ustedes, mis amados Travenders y gente bonita que nos lee y nos sigue.

¿Cómo les ha ido esta semana? Espero que bien. La mía pudo ser mejor, pero aquí estamos, y hacemos lo posible por salir adelante.

Este día la actualización llega un poco tarde debido a que tuve que salir de mi casa muy temprano, y donde me encontraba no había internet. Sin embargo, espero que hayan disfrutado de su lectura, y espero compartan sus comentarios.

Sin más qué agregar me despido de ustedes.

Que tengan paz, y un excelente día.


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