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«PROMESA» (Pt. 2)



II



Ahora bien, sucedió que, luego que William saliera del viejo bar, el pequeño grupo de amigos pasó a seguirlo y ño alcanzaron cuando se encontraba a punto de cruzar la calle.

—¡Benjamin! ¡Joven Castlegar! ¡Chicos Warren y señorita Hernández García! No esperaba verlos por este sitio —exclamó sorprendido al verlos.

—Es porque te buscábamos —respondió Elliot inquisitivo.

—«HERMANO, ¿QUÉ ES LO QUE SUCEDE CONTIGO? ¿DE NUEVO ESTÁS EN PROBLEMAS DEBIDO A LAS APUESTAS?» —averiguó Benjamin con señas.

—¿A qué te refieres, pequeño?

—«TE VIMOS SER EXPULSADO DE ESE BAR POR SUS EMPLEADOS. VIMOS CÓMO TE AMENAZABAN, Y MENCIONARON ALGO DE UNA GRAN DEUDA» —respondió el niño.

—Verás... Lo que ocurre... Yo... —respondió a la vez que frotaba su nuca con sus mano y su mirada al suelo—.

—¿«CUÁNTO DEBES»?

—¡Eso no es de tu incumbencia!

—¿«CUÁNTO ES»? —interrogó.

—Son veinte mil mongelds —respondió una voz conocida en la distancia que lo hizo exhalar lleno de resignación y bastante ofendido.

—Gracias, «Snake» —espetó en referencia al mencionado individuo, quien se encontraba justo a la vuelta de la esquina con su cuchillo en mano y un bloque de madera en el que tallaba una figura, y este sonrió.

La respuesta de «Snake» hizo que los niños quedaran boquiabiertos y sus rostros palidecieran.

—Eso es demasiado dinero —susurraron los hermanos Warren uno al otro.

—¿Cómo podríamos ayudarlo a conseguirlo? —añadió Alejandra.

—¡Oigan! ¡No se entrometan en esto!

—Lo lamentamos, joven Hart, pero sus problemas atribulan a nuestro amigo Benjamin, y consideramos que es necesario ayudarlo.

—Como sea, esto es un asunto que debo resolver por mi cuenta, y no requiero de su ayuda.

—Joven Hart, somos amigos, y los amigos debemos estar allí para apoyarnos en las peores circunstancias —reclamó Elliot.

—Esto va más allá de cualquier cosa que ustedes puedan hacer. Ademas, solo son niños. ¿De qué manera piensan que podrían resolver una situación como esta? Por favor, dejen de fantasear, que esto no es un juego —dijo, y pasó a darse una media vuelta sobre sus talones para marcharse de inmediato.

Elliot quedó silente y meditaba en las palabras del mayor de los hermanos Hart. El joven tenía razón después de todo: ellos eran solo un grupo de pequeñuelos, y aunque hubiera entre ellos alguien con esa cantidad de dinero, era evidente que no iban a entregarla sin chistar.

Elliot suspiró lleno de decepción. Por más que deseaban ayudar a su amigo, esta clase de problemas solo podían ser resueltas por adultos más capaces.

Con los ánimos por el suelo, los muchachos pasaron a retirarse y a volver con el señor Castlegar para ser llevados a sus respectivos hogares. Benjamin y Elliot compartían la misma expresión derrotada, de lo que el señor Castlegar se percató.

—¿Todo en orden, pequeño? —averiguó el señor Castlegar una vez que llevaron a sus compañeros a sus respectivos domicilios y ambos se encontraban a solas.

—Sí, todo en orden —mintió el niño.

—Te noto preocupado, y también a tu amigo Benjamin. ¿Ocurre algo con él?

—A decir verdad, es su hermano. Tiene un problema severo, difícil de resolver, y no pudimos ayudarlo —aclaró—. Ya había hablado con sus padres al respecto, y habían tomado medidas para solucionarlo, pero al parecer reincidió.

—Ya veo. Si ese es el caso, no hay mucho que puedas hacer si él no pone de su parte para salir de sus problemas, así que no considero adecuado inquietarte más de lo necesario —opinó, lo que dejó a Elliot pensativo por un momento.

Los Castlegar regresaron a casa y se reunieron con el resto de su familia para cenar. Luego de esto, el pequeño se internó en su cuarto. Todavía resonaban en su mente las palabras de su padre y las de Brenda Warren; sin embargo, se había resuelto a no darse por vencido en su idea de ayudar a los Hart.

El día siguiente, Benjamin volvió a llegar un poco más tarde, igual que la vez anterior; sin embargo, se le percibía mucho más decaído que en días anteriores.

—Amigo, ¿qué sucede? —averiguó Elliot, y el niño solo se dejó caer en su asiento con la cabeza en la mesa de su pupitre.

Acto seguido, Benjamin le mostró una nota a Elliot.

—«HABLÉ CON MI PADRE SOBRE LA DEUDA DE WILLIAM, Y MI PADRE SE MOLESTÓ EN GRAN MEDIDA, AL GRADO QUE ECHÓ DE CASA A WILLIAM HASTA QUE NO RESOLVIERA LO DE SU DEUDA».

—Eso es grave —señaló, y Benjamin comenzó a sollozar un poco—. Tranquilo, amigo. No estoy dispuesto a darme por vencido a pesar de la adversidad. Te prometo que haré lo que esté a mi alcance para ayudarlos. Sé que hay un modo, y lo descubriré aunque sea lo último que haga —expresó.

Benjamin levantó su rostro, luego le hizo una seña a Elliot, misma que él entendió.

—«GRACIAS, AMIGO» —dijo.

Elliot se acercó compasivo y le dio un fuerte abrazo para después compartirle un pañuelo que el niño utilizó para secar sus lágrimas.

El día de clases transcurrió con normalidad. Elliot pensó durante todo ese día cómo solucionar la situación de William, y al finalizar el día de clases los citó en su casa al día siguiente, que era un sábado.

Tal como Elliot indicó, los amigos se reunieron en la residencia Castlegar, llenos de incertidumbre por saber qué tramaba Elliot. Entonces el niño los llevó hasta la cabaña junto al estanque.

Al llegar, la encontraron vacía debido a que tanto Jack como Lily habían salido esa mañana.

—Pensé que los Lancaster residían aquí —comentó Alejandra.

—Hablé con el joven Lancaster ayer, y me otorgó permiso para usarla —indicó Elliot.

—De acuerdo, y... ¿qué haremos ahora? —averiguó Brenda.

—Los he citado aquí para decirles que encontré la forma de resolver el problema de la deuda de William —respondió.

—¿En verdad? Espero que no se trate de algo ilegal o peligroso —opinó Bruno.

—Para nada.

—Y, ¿de qué se trata? —preguntó Alejandra.

Elliot entonces extrajo de su bolsillo un paquete nuevo de naipes y lo abrió frente a ellos.

—Amigos, entraremos al juego —expresó orgulloso con las cartas en mano abiertas en abanico.



Buen día, excelente tarde o agradable noche tengan ustedes, mis amados Travenders y lectores que nos visitan.

¿Qué tal su semanita? ¿Agradable? ¿Excelente? ¿Pésima?

Yo he tenido días buenos y días malos. Ahora me siento un poco nervioso por una fecha importante que se acerca, pero esperamos en Jehová todo salsa bien.

Ahora, cuéntenme, ¿qué les pareció la parte?

¿Funcionará la idea de Elliot?

¿Qué ocurrirá después?

Dejen sus opiniones, ya saben que amo leerlas.

Saludos. Que tengan paz y un excelente día.



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