«PROMESA» (Pt. 1)
I
—Estás demasiado serio este día, amigo; más que de costumbre. ¿Está todo bien? —inquirió el menor de los Castlegar; sin embargo, el silencio y un semblante decaído y atribulado fueron la única respuesta que el pequeño recibió, lo que le sorprendió en demasía.
Esa mañana, Elliot llegó a su institución educativa a la hora acostumbrada, ni demasiado tarde ni demasiado temprano.
—¡Buen día, Alejandra! ¡Buen día, Brenda! ¡Buen día, Bruno! —saludó efusivo al ingresar al salón de clases y percatarse de la presencia de sus amigos.
—¡Buen día, Elliot! —saludaron los hermanos Warren al unísono.
—¡Buen día, amigo! —saludó Alejandra—. Vaya, hoy vienes con un gran entusiasmo —señaló.
—Sí, tuve una magnífica noche creativa y tengo muchas ideas para más trabajos escritos. Después los compartiré con ustedes —indicó—. A propósito, ¿Benjamin todavía no llega? —preguntó.
—No —respondió Brenda.
—Que extraño, con frecuencia llega mucho más temprano que nosotros. Me pregunto qué le habrá sucedido.
Unos minutos después de dicho esto, el niño por fin apareció en el salón de clases. Sin embargo, no se veía tan entusiasmado ni animoso como de costumbre. Caminaba con los pies casi arrastrados y su mirada dirigida hacia el suelo.
—¡Benjamin! ¡Buen día, amigo! —saludó Elliot efusivo.
Benjamin solo volvió la mirada con levedad hacia él y levantó su mano derecha un poco para saludar, lo que extrañó en demasía a Elliot y a sus amigos.
Elliot le hizo la pregunta antes mencionada, pero no obtuvo respuesta alguna por varios segundos.
Benjamin entonces tomó su cuaderno y comenzó a anotar algo. Cuando terminó, se lo mostró a Elliot.
—«ES MI HERMANO. DESDE HACE DÍAS ACTÚA EXTRAÑO, COMO SI OCULTARA UN SECRETO. LLEGA MUY TARDE A CASA, A VECES A ALTAS HORAS DE LA MADRUGADA, Y MI PADRE HA COMENTADO CON FRECUENCIA QUE FALTA DINERO EN LA CAJA DEL RESTAURANTE, EN SU CAJA FUERTE O EN SU CARTERA» —respondió el niño con gesto compungido.
—¿Supones que ha vuelto a apostar? —averiguó el menor de los Castlegar, y el niño asintió.
—«SOLO PODRÍAMOS PROBARLO SI LO DESCUBRIMOS» —añadió.
—Lo haremos mañana. Será como una pequeña misión de investigación, tal como «Gato Negro» y «Lobo» —aseguró Elliot, y su amigo asintió. Acto seguido, le dio una palmada en la espalda.
—Y nosotros iremos con ustedes —expresó Alejandra, a lo que Brenda y Bruno asintieron en señal de aprobación.
—¡Excelente! Mañana después de clases nos reuniremos y le pediré a mi padre que nos lleve a la zona comercial que se encuentra cerca de donde lo vimos la última vez —mencionó Elliot.
—Nos parece perfecto —dijeron los demás.
Al día siguiente, tal como el menor de los Castlegar lo había asegurado, los cinco amigos, incluidos en esta ocasión Brenda y Bruno Warren, se dirigieron al distrito comercial. Al llegar allí, se dirigieron de inmediato al mismo viejo bar donde encontraron a William la vez anterior.
—¿Entrarás de la misma forma que la vez anterior? —indagó Alejandra.
—De hecho, lo haremos todos juntos —señaló—. No es tan complicado. ¡Vengan! —agregó, y los guió a través del callejón.
Avanzaron a paso lento y sigiloso a través del lúgubre sitio; sin embargo, al llegar a la parte trasera del bar, la misma parte por la que Elliot ingresó la ocasión anterior, notaron que la puerta se abrió de manera abrupta, por lo que corrieron a esconderse de inmediato, aunque permanecieron atentos a lo que sucedía.
En ese instante emergieron cuatro personas; tres de ellos eran empleados del bar y la cuarta era el mismísimo William, a quien escoltaban.
—¡Por favor, solo necesito un poco más de crédito! —pidió William.
—El señor Adams no puede brindarte más crédito hasta que hayas pagado lo que ya debes, Hart —espetó uno de los empleados.
—Ahora, retírate o nos veremos obligados a hacer algo que lamentaremos —añadió otro de los empleados a la vez que lo amenazaba con su puño, y uno más tomaba de su ropa un enorme cuchillo.
William se liberó del dominio de los empleados, luego acomodó sus prendas de vestir y pasó a retirarse.
Conforme esto sucedía, los niños observaban lo que ocurría, y en el momento que William comenzó a retirarse, corrieron por el pasillo a toda prisa para que este no se los topara.
En el momento en que salieron, se ocultaron detrás de un edificio en las cercanías y esperaron atentos mientras el joven salía molesto del callejón, y entonces pasó a retirarse a paso lento con las manos dentro de sus bolsillos y su mirada vuelta al suelo.
Una vez que William se encontraba a una distancia suficiente, Elliot y compañía salieron de su escondite.
—Lo lamento tanto, Benjamin —expresó Elliot a su amigo, a quien notó cabizbajo y con gesto descompuesto—. Vayamos a buscarlo, hablemos con él y veamos la manera de ayudarlo —sugirió.
Benjamin asintió y el grupo de niños accedió. Acto seguido, pasaron a seguir al muchacho.
Buen día, excelente tarde o agradable noche tengan ustedes, mis amados Travenders y gente bonita que nos visita.
Hoy no me siento con el ánimo de escribir notas. Por favor, compartan sus comentarios.
Que tengan paz y un excelente día.
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