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«MISIÓN: ¡RECUPERAR LA MÚSICA!» (Pt. 3)


III



—Por cierto, no me dijiste cómo sigue tu amigo, el joven Lancaster —curioseó «Snake».

Para el momento en que Elliot y Cotton mantenían esta conversación, los dos se encontraban montados sobre un pequeño bote en el que atravesaban el río Flodelver.

Sucedió que, luego de cerrar el trato, «Snake» pasó a saltar el pequeño muro del malecón y descendió al margen del río. Elliot lo siguió, y de allí se dirigieron a una zona cubierta por maleza en la que se encontraba oculto un bote. «Snake» removió la maleza para subir primero, y luego ayudó a Elliot a abordar. Acto seguido, tomó un remo largo y comenzó a remar tal como lo haría un gondolero en Venecia.

—Solo lo vi ayer, en la clínica del doctor Lang. Estaba muy herido, tiene algunas costillas rotas y lesiones en varias partes del cuerpo —respondió el niño.

—Curioso —mencionó «Snake» con su ceño un poco fruncido.

—¿Qué es lo que te parece curioso? —preguntó el pequeño.

—No hablas de él con mucha familiaridad o interés.

—No lo conozco muy bien, o a su hermana —excusó.

—Y a pesar de eso quieres ayudarlos. Tienes un gran sentido del deber y el altruismo... O tal vez te sientes culpable por algo —dedujo, a lo que Elliot solo lo miró con gesto serio.

—Es un deber ayudar al prójimo, como lo dice nuestro lema familiar —volvió a excusar el pequeño, a lo que «Snake» le dedicó una sonrisa suspicaz.

—Entiendo —expresó «Snake» como si en realidad tuviera otra opinión en mente respecto a dicho asunto.

—Y a todo esto, ¿por qué insististe en ayudar? —interrogó ahora el pequeño.

—Por dos razones. La primera, porque el delito que esos sujetos cometieron es una bajeza para cualquiera que se haga llamar criminal. ¡Despojar de sus pertenencias y sus ganancias a un par de forasteros sin hogar que buscan ganarse la vida de manera honesta es deshonroso, atroz, y un acto de crueldad como pocos existen en este mundo, y mucho más si una de sus víctimas es una doncella inocente! ¡Solo una criatura inhumana es capaz de tal ruindad! —reclamó furioso con el puño en alto—. ¡Y la segunda es porque, al hacerlo, me han privado de disfrutar del talento de ese joven artista! —mencionó, y Elliot solo lo vio perplejo ante tal afirmación—. Tal vez te sorprenda, pero soy un gran admirador de ese dueto, en especial de «Jackster». Los he seguido desde su presentación de hace una semana en la fuente. Gran espectáculo; lloré cuando tocaron «Vinter in thaen kigells». Les dejé unas monedas cuando cerraron su acto. También he visto sus actos en otras partes de la ciudad. La joven Lily interpreta muy bien su instrumento, y es una bailarina preciosa; pero el joven Jack, ¿cómo puedo decirlo? ¡Es asombroso! —exclamó extasiado y con sus puños levantados a la altura del rostro—. ¡Le infunde tanto sentimiento a su actuación, en especial cuando interpreta sus canciones originales! Además, tiene un talento inigualable para tocar esa especie de piano que lleva consigo, y una voz maravillosa para cantar.

Elliot no pudo evitar reírse cuando escuchó a «Snake», cuya apariencia se percibía intimidante y de carácter rudo y agresivo, hablar con tanta emoción de un artista, y le parecía como si escuchara a su propia hermana dedicar tan dulces halagos al músico.

—Puede que parezca gracioso, pero con absoluta seriedad me declaro su seguidor acérrimo, ¡y debo decir que lo que esos criminales le han hecho es una barbaridad! ¡Fue como cortarle las alas a un ave! —reclamó enérgico y ofendido—. Lo que no saben es que, debido a ello, se han metido conmigo; y ahora que sé dónde puedo encontrar a los culpables, ¡no tienen idea lo que está a punto de caerles encima! —añadió con gran ímpetu y exagerado dramatismo en sus palabras mientras que Elliot, quien conocía la personalidad excéntrica de «Snake», se limitó a menear la cabeza de lado a lado.

En cuanto arribaron a la orilla y dejaron la barca, «Snake» pasó a ocultarla de nuevo, y luego él y el pequeño subieron al lado oeste del Paseo del Malecón de Kaptstadt para de allí avanzar por las calles de la sección oeste de la ciudad.

Aunque Elliot ya había cruzado hacia la sección oeste de la ciudad en otras ocasiones, en ninguna de ellas había visitado la zona al norte de la ciudad. Los barrios que conformaban dicha zona eran, por lo general, de condición más humilde que los de la zona este, donde él vivía. Y es que en ese sitio era en el que podían encontrarse una mayor cantidad de nuevos asentamientos, la gran mayoría de ellos residencias pequeñas y económicas para los nuevos habitantes.

«Snake» procedió a guiar al niño a través de callejuelas solitarias y caminos inhabitados, e incluso atravesaron una de las casas, misma que estaba deshabitada y sin terminar, para cruzar a través del terreno que todavía no había sido fincado.

Luego de ese recorrido, llegaron a su destino, la calle 23 esquina con «Goulld». Allí estaba el autwagen azul que el sospechoso había abordado, aparcado afuera de una residencia modesta.

—Espera un momento, yo me encargaré de esto —mencionó «Snake», y acto seguido se acercó a la puerta—. ¡Walter! —gritó mientras golpeaba la puerta con fuerza.

—¡Ya le dije al señor Adams que le voy a pagar el próximo viernes! —respondió un malhumorado individuo desde el interior.

—No busco dinero, solo que me proporciones información —aclaró «Snake», y el hombre abrió la puerta un poco para asomar solo su rostro—. Hace unos momentos, junto al malecón, una persona subió a tu vehículo; un sujeto alto, vestido de prendas oscuras y sombrero de copa. Necesitamos saber quién era, y dónde bajó

—¿De qué en toda la tierra habitada es lo que hablas? —preguntó por completo desconcertado para luego abrir la puerta.

—¡No puedo creerlo! ¿En verdad no te diste cuenta cuando alguien subió o bajó de tu autwagen? —averiguó.

—Sí recuerdo un poco de movimiento en el vehículo al pasar por el malecón pero, a decir verdad, pensé que había golpeado un bache —explicó el señor Smith a la vez que se encogía de hombros, y «Snake» solo se llevó la mano al rostro en frustración a la vez que emitía un leve gruñido.

Mientras ellos hablaban, Elliot se acercó al compartimento trasero del autwagen y se percató de que en el suelo, junto al vehículo, había algunas manchas con forma de zapatos, todas ellas hechas con un líquido oscuro y espeso. Luego examinó el autwagen y se percató de que había manchas en la parte trasera semejantes a manos y pisadas además de que el mencionado compartimento estaba cubierto de ese mismo fluido extraño.

—¡Creo que encontré un indicio! —avisó, y los dos se volvieron hacia él.

Alarmado, el señor Smith se acercó al vehículo y pudo comprobar que, en la parte trasera, donde se encontraba la caja de carga, había un gran contenedor de aceite derramado.

—Oh, no; creo que ocurrió un accidente. Compré varios cubos de aceite y grasa para mi hermano, quien trabaja como mecánico, y una de ellas debió verterse —explicó.

—Tal vez sucedió cuando el sujeto subió al vehículo —dedujo Elliot—. Y, por lo visto, descendió del autwagen al llegar a este lugar, pues hay señales de que alguien abandonó el vehículo —indicó con su mano—, y corrió en esa dirección —señaló ahora a un conjunto de huellas y gotas que se apartaban—. Tal vez, si las seguimos, lograremos encontrar a nuestro sospechoso —concluyó.

—No veo que tengamos otra opción —dijo «Snake»—. Anda, vayamos —instó, y el pequeño asintió para hacerlo de esa forma—. ¡Nos vemos después, Walter! ¡Luego hablamos sobre tu deuda! —gritó mientras se alejaban.

—Sí, como digas —contestó el aludido mientras regresaba a su hogar para buscar algo que le sirviera para limpiar su autwagen.

Elliot y «Snake» pasaron a seguir el rastro de aceite que el ladrón había dejado. Avanzaron por algunos bloques hasta llegar a un punto en el que el rastro se desvanecía, lo que los dejaba, de nuevo, sin una pista de en qué dirección debían continuar su camino.

Fue mientras cavilaban sobre el rumbo que tomarían cuando, de pronto, salió una mujer de edad avanzada de la casa en la que ellos se habían detenido. Al ver a «Snake», en su rostro se dibujó un gesto ofendido, y de inmediato comenzó a gritarle.

—¡Así que te atreviste a regresar, vago inútil y asqueroso! —vociferó, lo que dejó desconcertados a ambos.

—¿De qué en toda la tierra habitada habla usted, señora? —reclamó «Snake» molesto.

—¡Deja de hacerte el gracioso, Ned! —gritó de nuevo—. ¡Acabas de pasar hace un momento y dejaste un desastre! —indicó en referencia a las huellas de aceite que se encontraban en el suelo, además de algunas plantas dañadas en el jardín—. ¡Ahora tendrás que limpiar mi acera y arreglar mi jardín, o me veré obligada a llamar a la policía!

—¡Escuche, señora, yo...!

—«Snake», deja que me haga cargo de esto —indicó Elliot a su acompañante, quien parecía estar a punto de tomar su herramienta, tras deducir que la mujer se refería al ladrón del malecón, por lo que decidió tomar parte de la discusión—. Disculpe, señora, pero mi compañero no es la persona que dice que es —explicó, y le pidió con señas que se quitara el sombrero—. ¿Lo ve?

La mujer se colocó las gafas que llevaba colgadas sobre su pecho para ver mejor a «Snake», quien sonreía algo incómodo y fastidiado mientras sostenía su sombrero a la altura del pecho.

—Oh, tienes razón; no eres ese delincuente que solo perjudica a los inocentes —aclaró una vez lo examinó de los pies a la cabeza—. Lo lamento —dijo, y «Snake» resopló—. Sin embargo, si lo vuelvo a ver, ¡no sabe lo que le espera!

—Bueno, nosotros estamos en busca de esa persona pues ha tomado algo que nos pertenece, y queremos recuperarlo. ¿Puede decirnos dónde podemos encontrarlo?

—Por supuesto. Vayan por esta misma acera, a tres o cuatro cuadras más adelante —señaló con su mano hacia la izquierda—. Allí lo encontrarán, y también a sus amigos los malhechores con los que se reúne.

—Se lo agradecemos mucho, señora —expresó Elliot sonriente, y le dio un codazo a «Snake», quien pasó a sonreír de nuevo y se colocó de vuelta su sombrero.

—Vayan con cuidado, y espero recuperen sus pertenencias —dijo la señora, y Elliot y «Snake» efectuaron una reverencia leve.

—Tenemos un rumbo —mencionó Elliot para entonces pasar a retirarse y a dirigirse en la dirección proporcionada.

No les costó identificar el lugar donde el ladrón identificado como Ned se refugiaba y reunía con el resto de sus compinches, pues justo afuera se encontraba estacionado un autwagen de color oscuro en cuya parte trasera estaba el carrito de carga de los Lancaster atado con una gruesa cadena y un candado. Asimismo, también había algunas personas que entraban y salían del lugar, ocupadas en la labor de llevar cargas al mencionado medio de transporte.

Al percatarse de la presencia de dichas personas, Elliot y «Snake» pasaron a ocultarse detrás de un autwagen en la acera de enfrente para no ser descubiertos, y desde su escondite permanecieron en constante vigilancia.

—Parece que se preparan para irse —señaló Elliot.

—De seguro una vez que cometen sus fechorías, salen de la ciudad para vender algunas de las cosas que roban —expresó «Snake» severo.

De repente, se escuchó una acalorada discusión proveniente del edificio. Acto seguido, pasaron a salir algunos de los ladrones, entre ellos el individuo identificado como el ladrón del malecón, quien portaba un escuche de gran tamaño en color oscuro y uno pequeño en sus manos, mismos que depositó en el carrito.

—¡Allí está! —indicó «Snake» en referencia a él.

—¡Esas deben ser las pertenencias de los Lancaster! —mencionó Elliot alarmado, y entonces pasó a revisar la libreta de anotaciones para confirmar sus suposiciones.

—Parece que conversan sobre algo —mencionó «Snake», y los dos guardaron silencio y pusieron atención a la plática de los delincuentes.

—¡Nos has puesto en un gran riesgo al salir esta tarde, Ned! —reclamó uno de los cómplices—. Tu rostro está en todos los anuncios de «SE BUSCA» de la ciudad —indicó mientras le mostraba uno de ellos—. Si alguien te identificó...

—No te preocupes, Ivan; nadie lo hizo. Logré escabullirme antes de que llegara la policía —alardeó ufano el delincuente.

—Más te vale que así sea, porque si no, lo pagarás caro.

—Sí, claro; como digas —bufó.

—Por cierto, ¿estás seguro que ese coleccionista pagará una buena cantidad de dinero por los instrumentos? —habló otro de los cómplices, palabras que Elliot y «Snake» escucharon con suma claridad.

—¡Por supuesto! El dueño de la tienda de instrumentos musicales me dijo que en Trandel hay coleccionistas y compradores dispuestos a pagar grandes cantidades de mongelds por algo como eso —respondió el ladrón—. Ese tonto no sabía lo que poseía, pero nosotros sí, y nos aseguraremos de sacarle el mayor provecho.

—¿Escuchaste? —inquirió Elliot.

—¡Fuerte y claro! ¡No podemos permitir que se salgan con la suya! ¡Debemos darnos prisa, frustrar su plan y llevar justicia a quienes lo necesitan! —expresó con su cuchillo en mano.

—Pero ¿qué podríamos hacer? Solo soy un niño y, seamos sinceros, ellos son demasiados para ti —mencionó, y «Snake» pasó a guardar su cuchillo cabizbajo y lleno de pena—. Además, ninguno de nosotros tiene equipo de tecnología avanzada como «Gato Negro» o la fuerza y el entrenamiento de «Lobo» —replicó el pequeño—. Algo se nos tiene que ocurrir, y pronto.

Elliot y «Snake» observaron con detenimiento a sus alrededores, para ver si encontraban algo que pudiera serles de ayuda. Entonces, en un pasillo que se formaba entre dos edificios residenciales cercanos, Elliot y «Snake» encontraron una manta vieja, un recipiente abandonado lleno de agua, algunas cuerdas, varas y piezas de madera que alguien había desechado. Los dos se vieron el uno al otro y sonrieron al mismo tiempo, como si sus mentes se hubieran sincronizado y tuvieran la misma idea.

—Tengo un plan —susurró «Snake».

—Lo escucho con atención —respondió Elliot, y «Snake» pasó a decir algo a su oído.

Con cada oración, los ojos del pequeño se abrían cada vez más grandes, y su sonrisa crecía y crecía.

—Ya que estamos en eso, que tal sí... —añadió Elliot, y pasó a susurrar más ideas al oído de «Snake», quien comenzó a emitir un sonido gutural lleno de satisfacción, como quien disfruta de un manjar delicioso, a la vez que mostraba más y más su retorcida mazorca amarillenta.

Dicho esto, ambos se vieron a los ojos mientras compartían una misma expresión, con sus manos juntas la una a la otra. Luego se volvieron hacia el carrito de carga y «Snake» indicó:

—¡Que comience el espectáculo!

¡Buen día, excelente tarde o agradable noche tengan ustedes, mis estimados Travenders!

Espero hayan disfrutado de leer esta parte tanto como yo al escribirla.

¿Qué les ha parecido, hasta el momento, el nuevo personaje? 

¿En qué terminará este caso?

¿Qué será lo que hizo Elliot que lo hace sentir tan arrepentido?

¡Compartan teorías, comentarios, memes, todo lo que puedan y deseen!

Por mi parte, me despido de ustedes, y espero verlos el siguiente viernes.

¡Que tengan paz, y un excelente día!

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