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«ESPERANZA» (Pt. 5)



V



—Cariño, tenemos visitas —anunció un intrigado señor Castlegar luego de asomarse a la ventana, y su forma de hablar carente de ánimo llenó de preocupación al resto de los Castlegar y a la menor de los Lancaster

Eran quince minutos después de las seis de la tarde de ese mismo día. En ese momento, la familia entera y su huésped, la joven Lancaster, disfrutaban de una deliciosa cena y una conversación amena referente a los eventos de ese mismo día cuando alguien llamó a la puerta de la residencia. Entonces el señor Castlegar se ofreció a averiguar de quién se trataba, y pasó a asomarse a la ventana cercana a la puerta. Fue entonces que emitió el aviso antes mencionado.

—¿De quién se trata? —investigó su esposa.

—Es el oficial Isaac —contestó su marido.

Ni bien dijo esto, quien se sintió más intranquilo entre los comensales fue el pequeño Elliot, e incluso perdió gran parte de su color de piel y permaneció congelado como una estatua con la mirada perdida en la pared del comedor, hecho del que se dieron cuenta sus hermanos, su madre y Lily.

—Cricketty crack... —se le escuchó musitar angustiado.

El padre de familia pasó entonces a abrir la puerta para recibir al visitante.

—Buenas noches, señor Castlegar —saludó el oficial Isaac con una radiante sonrisa al tiempo que pasó a quitarse la gorra y ponérsela de nuevo.

—Buenas noches, oficial Isaac. ¿Qué motivos lo han traído a nuestro hogar?

—¿Se encuentra aquí la señorita Lily Anne Mary Lancaster?

—Sí. ¿Quiere que la llame?

—Así es. Tenemos una información importante que proporcionarle.

—Permítame un momento —solicitó, y se dirigió al comedor—. Señorita Lancaster, el oficial Isaac quiere verla —informó, y en ese preciso momento Elliot exhaló lleno de alivio y dejó caer su cuerpo sobre la silla con una sonrisa tranquila, reacción que dejó más que perplejos a sus hermanos y su madre, pero luego se volvieron hacia Lily con gesto preocupado, y el desasosiego que había abandonado el cuerpo del muchacho ahora formaba parte de la joven Lancaster.

La muchacha se levantó temerosa de su asiento. Mientras lo hacía, Eleanor extendió su mano para tomarla del brazo con ligereza. Lily volvió su mirada hacia la muchacha y esta le sonrió.

—Tranquila —musitó la joven.

—No se preocupe, señorita Lancaster; todo saldrá bien —aseguró Erick en voz baja y suave.

Lily sonrió con levedad y asintió insegura y un tanto nerviosa para después pasar a dirigirse a la entrada de la casa.

—Buenas noches, señor oficial Isaac —saludó la muchacha al llegar.

—Buenas noches, jovencita. Usted debe ser la señorita Lancaster —saludó el oficial.

—Me dijeron que deseaba verme.

—Así es. Se me encomendó la labor de entregarle esto —respondió, y procedió a revisar en el bolsillo interior de su uniforme para extraer un sobre de color amarillo que cedió a la muchacha.

Lily lo abrió y de su interior extrajo un papel amarillento además de cuatro billetes de cien mongelds, lo que tanto ella como el señor Castlegar, allí presente, contemplaron con gran asombro.

—¿Cuatrocientos mongelds? ¿A qué se debe esto? —inquirió la joven quien no podía creer lo que sus ojos miraban.

—Es una compensación que corresponde al valor de lo hurtado y las pérdidas materiales ocasionadas debido al incidente del domingo pasado. Para poder dar por cerrado el caso, se efectuó una evaluación de los daños causados por los perpetradores. Entre ellos se calculó el coste de las pertenencias que resultaron afectadas, como sus prendas de vestir, enseres domésticos, y el vehículo de carga que se destruyó por completo en el fuego, además de la cantidad que se encontraba en su posesión y que fue arrebatada por los criminales.

—¡Vaya! ¡Esto es...! ¡No puedo creerlo, es maravilloso! —expresó la muchacha con una enorme sonrisa en su rostro y sus ojos resplandecientes de dicha—. ¡Muchas gracias, señor oficial Isaac! —añadió con una reverencia.

—No es a mí a quien debe agradecer, sino al Ayuntamiento de Kaptstadt. Yo solo cumplo con un deber asignado —explicó—. Si no hay más que pueda hacer por usted, procederé a retirarme.

—De acuerdo, señor oficial Isaac. De cualquier manera, gracias por traer buenas noticias.

El oficial Isaac asintió sonriente al tiempo que tocaba la visera de su gorra con sus dedos índice y pulgar, y entonces pasó a retirarse.

Luego de que el oficial se marchara, el señor Castlegar y la menor de los Lancaster regresaron al comedor.

—Viene muy sonriente; seguro deben tratarse de buenas noticias —señaló Elliot.

—En efecto lo son —aclaró Lily, quien leía el papel que se encontraba dentro del sobre.

—Y, ¿de qué se trata? —averiguó Eleanor.

—Es una carta de parte del Ayuntamiento de Kaptstadt. Dice que lamentan las pérdidas materiales debido al incidente provocado por los perpetradores, y en compensación envían cuatrocientos mongelds.

—¡¿Cuatrocientos mongelds?! ¡Es una noticia impresionante! —comentó el pequeño Elliot.

—Yo me atrevería a decir que no es solo una noticia impresionante, sino una magnífica bendición —añadió Eleanor—. Los Lancaster recuperaron algunos de sus bienes robados, Lily obtuvo un empleo con una familia maravillosa y ahora recibieron una fuerte suma de dinero que justo necesitan. ¡Es una gran dicha que las cosas por fin hayan salido bien! —concluyó animosa la joven.

La familiaridad de las palabras que la joven Castlegar decía provocaron que Lily abriera sus ojos en gran medida, se paralizara y sintiera recorrer un escalofrío desde arriba hacia abajo de su espalda.

El temor y la preocupación, reflejados de inmediato en el rostro de la muchacha, capturaron la atención del resto de la familia Castlegar, quienes le dedicaron una mirada llena de extrañamiento.

—Señorita Lancaster, ¿se encuentra todo bien? —averiguó la señora Castlegar.

Lily no respondió de forma inmediata, sino que se tomó unos segundos en silencio y con su mirada perdida antes de poder hablar.

—Esto... sí —respondió muy seria—. No pasa nada —dijo, y dibujó una sonrisa un tanto forzada—. Tienes razón, Eleanor; son bendiciones maravillosas y dignas de ser agradecidas —añadió para después tomar asiento a la mesa.

—De... acuerdo —dijo la señora Lancaster, quien pasó a hacerle una seña leve a su esposo. Este asintió e indicó a su familia que continuaran con la cena.

Varios de los Castlegar le dedicaron una mirada sorprendida y llena de incertidumbre a la joven Lancaster. El único entre ellos que no se mostraba desconcertado, sino más bien comprensivo, era Erick, quien solo se dedicó a desviar su mirada hacia la mesa y soltar un suspiro leve con sus ojos cerrados, reacción que capturó la atención de sus padres, y luego pasó a tomar un bocado de su cena.

Una vez que las cosas tomaron una relativa normalidad, los Castlegar preguntaron a la menor de los Lancaster cómo había sido su día en su lugar de empleo, a lo que ella comenzó a narrar todo lo que había vivido ese día, desde la forma en la que consiguió su trabajo hasta curiosas experiencias con algunos de los clientes. Entonces comenzó a hablar de la familia Hernández García, y dio su opinión respecto a cada uno de los integrantes que había tenido la oportunidad de conocer.

De pronto, su forma de hablar se volvió cohibida, y en su rostro se percibía un poco de timidez, de lo que se percataron los Castlegar.

—Y... bueno... también tuve el... placer de conocer a... —mencionó, y en su rostro se dibujó una sonrisa soñadora, lo que captó la atención del mayor de los hermanos Castlegar, quien hasta ese momento disfrutaba con gran tranquilidad de sus alimentos, y al notar esto su expresión se tornó un poco más seria e hizo una pausa para escuchar con mayor atención.

No hubo necesidad de que dijera a cuál de los miembros de la familia Hernández García se refería pues a todos ellos les resultó sencillo identificar de quién hablaba.

—Habla de José Miguel Ernesto, ¿no es así? —adivinó Elliot, para quien la prudencia no era un don.

Eleanor y sus padres se volvieron hacia el menor de la familia y le reclamaron con la mirada, y el pequeño parecía no enterarse de lo que había dicho o hecho. Luego pusieron atención a la reacción de la joven, y cuando vieron que Lily se sonrojó un poco, ellos sonrieron con suma ternura, con la excepción de Elliot y Erick, quien no cesaba de mostrarse serio y un tanto intrigado.

—Y, ¿qué opinas de él? —averiguó Eleanor.

La pregunta pareció un tanto atrevida e indiscreta incluso para sus padres, quienes se volvieron para ver a su hija con un gesto un tanto juicioso, y luego se volvieron hacia Lily, cuyo rostro todavía se mostraba tímido e inseguro, aunque no cesaba de mostrar esa misma sonrisa adorable e ilusionada que mostraba su hija cuando conoció a Jack la tarde de aquel domingo. Eleanor, por otro lado, sintió el peso de las miradas de sus padres y se encogió un poco en su asiento.

—Creo que ese será tema para una conversación privada —aclaró Eleanor, y Lily solo asintió un poco.

La cena transcurrió con tranquilidad luego de esa conversación; misma que Eleanor y Lily decidieron continuar una vez estuvieron resguardadas en la intimidad de su habitación después de haber cenado y realizado las labores de esa noche.

Ahora bien, sucedió que mientras Erick caminaba por el corredor hacia su cuarto, encontró en el suelo un pequeño lazo para el cabello que estuvo cerca de pisar. Se tomó un momento para inclinarse y levantarlo del suelo y lo examinó con cuidado.

—Esto pertenece a la señorita Lancaster —musitó luego de identificarlo, por lo que se dirigió al cuarto que la doncella compartía con su hermana.

Al llegar, notó que, debido a la falta de cuidado de la joven Castlegar, la puerta de su dormitorio no se encontraba por completo cerrada, pues había una abertura de tamaño considerable.

Justo en el momento que se aproximó para llamar a la puerta, Erick alcanzó a escuchar un fragmento del diálogo entre las muchachas.

—¡Ese joven lo tiene todo! Una carrera, una familia estupenda, talento, ¡y atractivo sin igual! —dijo ahora Eleanor—. ¡Cualquier mujer lo consideraría un excelente partido!

—¡Lo sé! —exclamó Lily jubilosa—. Tiene un porte gallardo y conquistador. Creo que es tan alto como mi hermano, y posee un físico que impresiona. ¡Y qué decir de su voz! ¡Es tan grave y varonil! —describió.

—No olvides que también es un músico —señaló Eleanor.

—Así es. Mencionó que es guitarrista en un conjunto de mariachis en el que trabaja junto a algunos de sus primos y amigos de su país —contestó Lily.

—Siempre me ha encantado como toca y cómo canta. De hecho, no me cuesta admitir que sentí algo por él hace un tiempo; aunque claro, en ese momento era una muchacha joven e inexperta, y ya he superado los afectos que tenía —agregó—. Sin embargo, si fuera tú, no descartaría la posibilidad de considerarlo como un prospecto —mencionó en tono sugerente.

Al escuchar esa idea, Erick alcanzó a percibir que el color de la piel de la menor de los Lancaster se había vuelto del mismo tono que el cabello de su hermana, y a esto le siguió una risa que recordaba un poco a la que su hermana tenía cuando hablaba sobre el hermano de Lily, y entonces las dos pasaron a reírse juntas.

Para Erick, esta reacción fue suficiente para indicarle que la menor de los Lancaster en realidad tenía sentimientos por el mayor de los hermanos de la familia Hernández García, por lo que su gesto se tornó serio, aunque sus ojos irradiaban preocupación y, al exhalar un poco, lo hizo con algo de decepción.

Acto seguido, y luego de mirar el lazo por unos segundos con rostro frío, pasó a guardarlo en el bolsillo exterior izquierdo de su chaqueta y se retiró a paso calmado hacia su cuarto.

Al llegar, se sentó sobre su cama, con los dedos de ambas manos cruzadas sobre la empuñadura de su bastón, y se quedó con su mirada fija sobre la puerta de su cuarto mientras meditaba con profundidad.

Luego de esto, volvió su mirada hacia el libro oscuro que la otra noche estudiaba con sumo interés, y pasó a tomarlo de la mesa sobre la que se encontraba.

—Es el momento —dijo con tono resuelto con el libro en manos, y acto seguido lo abrió y continuó en su análisis.

Mientras tanto, a unas cuadras de allí, una joven ataviada con un camisón blanco se encontraba de rodillas junto a su cama, con sus manos juntas encima de ella y una mirada llena de fe dirigida hacia el cielo nocturno que podía verse a través de su ventana.

—...Por favor, no te olvides de cuidar de los Lancaster. Protégelos, cólmalos de bendiciones para que logren salir adelante y bríndales tu ayuda para que superen sus dificultades y sanen del daño que se les ha causado —mencionó la joven Esperanza en su plegaria.

Luego de pronunciar estas palabras, y de hacer más peticiones por cada uno de los miembros de su familia y rogar por el perdón de sus pecados, la muchacha terminó sus oraciones y entonces pasó a acostarse sobre su cama. En ese momento, la abuela Consuelo entró a su cuarto.

Buenas noches, mi niña. Que tenga dulces sueños y descanse bien —le dijo seguido de un pequeño beso sobre la frente.

Buenas noches, abuela. Duerma bien, y descanse —respondió.

Dicho esto, la abuela Consuelo le sonrió y pasó a retirarse a paso calmado, no sin antes apagar las luces del cuarto de Esperanza.

En su cama, la muchacha se volvió hacia la ventada con la mirada puesta en la luz de algunas estrellas que alcanzaban a percibirse. Soltó un hondo bostezo y cerró sus ojos para caer en sueño profundo.

A una distancia considerable de ese sitio, un joven músico pasaba sus dedos sobre las teclas de su piano orphica. Interpretaba una melodía nueva, una que no había interpretado antes y cuya tonada era un tanto agridulce.

Mientras tanto, en un cuarto cercano, la señora Anderson culminaba con su labor de tejido. Tomó su trabajo y pasó a colocarlo en una pequeña mesa que se encontraba junto a su cama, misma en la que se encontraban otras dos piezas ya terminadas, además de una canasta llena de ovillos de lana, sus agujas de tejer y una fotografía.

Hecho esto, pasó a tomar un ovillo de lana de color oscuro y pasó a comenzar con un nuevo proyecto, y conforme tejía, se volvió en dirección al cuarto del joven Lancaster, con una mirada llena de cariño y la más dulce de las sonrisas dibujada en su rostro. Luego se volvió hacia la fotografía en su mesa, lo que le hizo exhalar con aire pesaroso, y continuó con su tejido.

¡Buen día, excelente tarde o agradable noche tengan ustedes, mis amados Travenders!

¿Cómo les ha ido? Espero que todo bien. 

Hoy les he traído una parte un poco más larga, aunque vale la pena debido a que se trata de un cierre de arco, y este nos ha dejado con algunas incógnitas.

¿Quién es José Miguel Ernesto Hernández García? 

¿Estará la menor de los Lancaster enamorada de él? 

¿Qué es lo que planea Erick?

¿Quiénes se encuentran en la fotografía de Celestine Anderson?

Habrá que esperar a las siguientes entregas para descubrirlo.

Es todo de mi parte.

¡Que tengan paz, y un excelente día!

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