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«ESPERANZA» (Pt. 1)


Eran cerca de las ocho de la mañana del día décimo segundo en el décimo segundo mes de ese año. Para ese momento, los Castlegar y la menor de los Lancaster habían disfrutado de un exquisito y abundante desayuno preparado por las hábiles y cariñosas manos de la señora Castlegar y su hija Eleanor, con un poco de ayuda de Lily, a pesar de en un principio la señora Castlegar no estaba demasiado de acuerdo con que su huésped ayudara en ese tipo de labores, y de Elliot, quien era habilidoso en picar vegetales.

Luego de tomar sus alimentos y preparar lo necesario para las labores de ese día, el señor y la señora Castlegar se dirigieron a sus lugares de trabajo. Mientras tanto, los jóvenes Castlegar se preparaban para repartirse las actividades que efectuarían en casa ese día. Lily, por su parte, se dirigió a la habitación de Eleanor para colocarse prendas de vestir cómodas y recoger su largo cabello en una trenza.

—¿Vas a alguna parte? —preguntó Eleanor al ingresar a su habitación y encontrar a la joven mientras se preparaba.

Lily se volvió hacia Eleanor, respiró profundo y exhaló con calma para intentar tranquilizarse y tomar algo de valor para hablar.

—¿Puedo confiar en ti? —preguntó.

—Sabes que puedes hacerlo sin ninguna duda ni temor —respondió Eleanor sonriente.

—De acuerdo. Verás, entiendo a la perfección que ustedes no tienen el dinero suficiente para pagar los gastos médicos de mi hermano, y hacen lo posible para brindarme comodidad mientras me hospedo. Incluso han reiterado en que no es necesario que me preocupe por los gastos en que puedan incurrir mis necesidades personales, ya sea que se trate de alimentos o ropa, y no exigen nada de mi parte por formar parte de su familia.

»Sin embargo, debo admitir que me siento un poco incómoda con esto, y en realidad me preocupa demasiado. Me domina la necesidad de cumplir con el deber de apoyar, brindarles un poco de dinero y compensarlos por lo que han hecho por mí. Por esa razón quisiera salir hoy para ver si encuentro algún trabajo pequeño, hacer algo de dinero y cumplir con ese cometido. Es una decisión personal, y espero que lo comprendas y no te sientas ofendida ni lo tomes de manera negativa.

Eleanor no dijo nada por un momento, sino que se limitó a soplar algo de aire por la nariz y dibujar en sus labios una sonrisa benévola y delicada.

—Lo entiendo, por completo —señaló, y colocó su mano sobre el hombro de la muchacha—. Además, puedo imaginar, por la vida que tú y tu hermano han llevado, que esa es tu forma de ser, siempre activa, siempre en busca de oportunidades, de mejorar tu vida, y no quieres sentirte, disculpa que lo diga de esta forma, como una inútil o una carga para nosotros. Y la aceptamos. Bueno, al menos yo lo acepto, y mis hermanos de seguro lo harán si hablo con ellos. Solo te recuerdo que, tarde o temprano, mis padres se darán cuenta de esto, y deberás hablar con ellos.

—Estaré lista cuando ese momento llegue —respondió, y Eleanor asintió—. Bien, deséame las mejores bendiciones —agregó mientras se colocaba un chal para cubrir su cabeza y la parte superior de su cuerpo.

—Por supuesto —dijo Eleanor mientras la tomaba de las manos—. Y ten mucho cuidado.

Lily asintió y pasó a descender las escaleras para salir por la puerta frontal de la residencia Castlegar.

—Trataré de regresar para el almuerzo —señaló.

—Te esperaré —respondió Eleanor, y Lily pasó a cerrar la puerta.

—¿Hacia dónde se dirigía la señorita Lancaster? —curioseó Erick, quien se encontraba en el corredor cuando vio a la muchacha salir.

—Dijo que buscaría un empleo.

—Oh. Ya veo.

—Lo sé. Está tan presionada con todo lo que ha ocurrido en sus vidas. Desearía que hubiera una forma de ayudarla —comentó Eleanor compasiva.

—Ya habrá una manera de hacerlo —manifestó Erick con una tenue sonrisa y, luego de darle una palmada en el hombro con su mano izquierda, se internó en la sala de estudio.

Mientras tanto Lily, luego de abandonar la casa de los Castlegar, pasó a recorrer las calles cercanas. Visitaba cada una de las residencias, tocaba a las puertas y, en el caso de que saliera alguien a recibirla, ofrecía sus servicios de limpieza o ayudante en labores del hogar en las que pudiera serles de utilidad por tan solo unos cuantos mongelds.

Muchos de quienes atendían a su petición no poseían recursos para pagar; otros tan solo se negaban puesto que era una completa desconocida, y unos pocos señalaban que ya tenían con ellos a una persona encargada de efectuar esas labores. Hubo uno que otro que solicitó su ayuda para realizar algunas labores o mandados pequeños, por lo que ganó unas cuantas monedas.

Conforme caminaba por algunas calles, Lily se percató de que un hombre robusto y grueso de carnes, de ojos pequeños y calva prominente, ataviado en un traje gris oscuro con camisa blanca y chaleco de color negro, parecía seguirla en la distancia, pues recorría muchas de las calles que ella transitaba, cosa que le pareció inusual.

Luego de recorrer numerosas cuadras, llegó a un sitio que le resultaba familiar. Se trataba del comercio conocido como «Abarrotes H. G.». Afuera del establecimiento se encontraba una joven de oscura cabellera recogida en una trenza ocupada en la labor de limpiar las ventanas.

Lily estaba a punto de hablarle cuando una persona la detuvo.

—Disculpe, señorita —le habló el sujeto misterioso de quien tenía sospechas de que la seguía.

—Buen día, señor. ¿Qué es lo que desea? —averiguó la menor de los Lancaster un tanto nerviosa y preocupada, pues el hombre no le inspiraba demasiada confianza.

—Escuché de parte de una persona en mi vecindario que usted ofrece sus servicios como empleada doméstica —respondió.

Lily exhaló aliviada y llevó su mano a su pecho pues, lo que ella pensaba era una persona peligrosa, era solo alguien que se interesaba en ofrecerle un trabajo.

—¡Por supuesto! —mencionó ella entusiasmada.

En el momento que Lily dijo esto, la joven que limpiaba la ventana volvió su rostro hacia ellos de forma sutil y comenzó a escuchar su conversación con sumo interés.

—Verá, soy un hombre que vive a solas desde hace meses, y como puede ver no soy joven ni rozagante de salud, así que necesito de una persona que me ayude a mantener limpio mi hogar y que pueda cocinar.

—A decir verdad, la cocina no es mi fuerte, pero puedo efectuar las demás labores del hogar sin problema —expresó la joven con modestia.

—Eso último no tiene demasiada importancia, cualquier ayuda que pueda brindarme estará bien —señaló con su mano sobre el hombro de la muchacha, lo que le hizo sentir un tanto incómoda.

La joven que limpiaba la ventana abrió sus ojos en gran medida cuando se percató de dicho gesto del individuo, y fue mayor su sorpresa cuando lo vio frotar con calma y delicadeza el brazo de la menor de los Lancaster, por lo que de inmediato dejó su labor y se acercó hacia Lily.

—¡Oh, allí estás! —la llamó mientras la tomaba del otro brazo, y Lily se volvió desconcertada hacia la joven que le hablaba—. ¡Ven conmigo, tengo una noticia increíble que debo contarte! —indicó, y tiró con levedad de su brazo.

El rostro de Lily era toda una oda a la confusión, con su ceño fruncido y su boca curvada hacia abajo. La joven, por su parte, le hizo un gesto sutil con su cabeza en dirección hacia la tienda. Lily volvió sus ojos hacia la misma dirección por un momento, y la muchacha asintió con rapidez. Fue entonces que se percató de la expresión alarmada de la persona que le hablaba, lo que le pareció curioso.

—De... Acuerdo. Señor, ¿me disculpa un momento? —solicitó.

—Adelante. Atienda su asunto. Yo esperaré aquí —respondió el hombre.

Lily asintió y acompañó a la muchacha al interior de la tienda.

—Disculpe, pero no comprendo. ¿Qué es lo que sucede? ¿Qué intenta decirme? —averiguó Lily.

—Supongo que no está enterada de ello, pues por su acento al hablar me he percatado que no proviene de esta ciudad, pero es mi deber informarle que el señor Quigly es un hombre de dudosa reputación —comentó con repudio, cosa que desconcertó a Lily—. Es un hecho conocido por la sociedad de Kaptstadt que se divorció de su esposa por ser un adúltero y un mujeriego, y su forma de actuar no ha cambiado demasiado después de su separación. Suele buscar la compañía de mujeres de la calle, y acosa a muchas jóvenes en el vecindario.

Los brillantes orbes azules de la joven Lily se abrieron desmesurados y sintió un escalofrío recorrer su espalda de arriba hacia abajo en el momento que escuchó esto.

—Le ruego que no trabaje para ese hombre —solicitó, y la tomó de sus manos—; podría exponerse a un gran riesgo —agregó intranquila.

Lily respiró agitada, llena de temor y gran preocupación al escuchar las palabras de la joven.

—Entiendo. Gracias por su advertencia.

—No tiene por qué hacerlo; después de todo, debemos cuidarnos entre nosotras —comentó y le sonrió con cariño, como si fuera su hermana mayor—. Por cierto, escuché decir al señor Quigly que usted busca empleo.

—En efecto; al menos por un tiempo. Necesito ganar algo de dinero para sufragar los gastos médicos de un miembro de mi familia —explicó.

Al escuchar esto, Esperanza la miró con gesto compasivo.

—En este momento no buscamos a alguien que trabaje en la tienda, pero puedo hablar con mi padre para que le brinden, al menos, un trabajo pequeño de manera temporal —aclaró ella.

—Se lo agradeceré en gran medida, señorita...

—Qué descortesía la mía, ni siquiera me he presentado —señaló con su mano sobre la frente—. Soy Esperanza, Esperanza del Refugio Hernández García —mencionó, lo que hizo que Lily la mirara con gesto confundido.

—¿«Espe... ranza...»? —trató de pronunciar Lily, y la muchacha sonrió.

—Lo sé, no es un nombre sencillo de pronunciar para las personas de este país.

—No se inquiete, aprenderé rápido —aseguró—. Mi nombre es Lily; Lily Anne Mary Lancaster.

—Un gusto, señorita Lancaster —saludó con una reverencia leve—. Volveré en un momento; voy a buscar a mi padre —señaló, y entonces se dirigió a una puerta de madera ubicada detrás del mostrador.

Antes de salir por la puerta, Esperanza miró con detenimiento a Lily por un segundo.

«Esa joven me resulta conocida, pero, ¿por qué?», pensó.

—¿Sucede algo, señorita? —averiguó la menor de los Lancaster.

—Discúlpeme, todo está en orden; solo me distraje en mis pensamientos —explicó, y pasó a dejar el lugar.

Lily sonrió asintió conforme Esperanza se retiraba, y una vez que se encontró a solas aprovechó para practicar su pronunciación del nombre de la joven. También, de tanto en tanto se asomaba por la ventana para ver si se encontraba el señor Quigly, y cuando alcanzaba a verlo, se colocaba fuera de su vista o se ocultaba detrás de uno de los anaqueles.

No tardó demasiado en regresar la señorita Esperanza, y lo hizo acompañada tanto de un hombre de edad madura, alto, de tez bronceada, físico admirable y porte caballeresco y galante, con el cabello canoso peinado hacia atrás, un bigote bien recortado y ataviado en prendas de vestir formales, como una chaqueta y un par de pantalones de color gris, camisa blanca, un chaleco marrón y una corbata tipo ascot de color rojo, además de la mujer mayor de edad que le entregó un tamal a Jack en su visita al establecimiento.

¿Y esta niña 'güerita' tan linda? ¿Es amiga tuya? —averiguó la venerable mujer.

Padre, «Nana Chelo», ella es Lily, la muchacha de la que les hablaba —mencionó Esperanza en su idioma—. Señorita Lily, le presento a mi padre, el señor Hernández del Río.

—Mucho gusto en conocerla, señorita —habló con un marcado acento extranjero—. Juan Martín Hernández del Río, para servirle —añadió, y extendió su mano hacia Lily.

—Y ella es mi abuela, Consuelo —la presentó—. «Nana Chelo», salude por favor —le pidió.

Buenos días, mija. Yo soy Consuelo del Refugio López de García, pero todos me dicen «Nana Chelo», pa' servirle.

—Ella solo habla español —explicó, a lo que Lily la miró con ternura y le sonrió.

—Entiendo —respondió, y se volvió hacia la abuela—. Gracias, 'seniora'. También 'mi' da mucho 'guto saliudarlos' —habló Lily para después hacer una reverencia leve.

Esperanza y sus familiares estaban más que sorprendidos y la miraban maravillados por ver a alguien de ese país hablar su idioma.

Hablo poquito 'espaniol' —aclaró a la vez que hacía una seña con sus dedos índice y pulgar muy cerca uno del otro.

—Con sinceridad le digo que lo hace muy bien —elogió Esperanza.

Gracias —sonrió Lily, e hizo una leve reverencia.

Esperanza nos dijo que usted quiere trabajar aquí —habló ahora el señor Hernández con lentitud, y hacía espacios entre las palabras—. Con gusto podríamos ofrecerle algo qué hacer.

Se lo agradezco, 'senior' —respondió Lily.

Luego de ese breve intercambio, Lily y el señor Hernández comenzaron a conversar sobre las labores que la joven llevaría a cabo la tienda, además del salario que percibiría por sus servicios.

Conforme hablaban, sucedió que la abuela Consuelo se asomó por la ventana de la puerta. De pronto, sus cejas se arquearon y frunció los labios, se dirigió a la puerta presurosa y, al abrirla, comenzó a gritar en voz alta bastante molesta.

¡Juan! ¡Regresó este loco que me ahuyenta a las clientas! Cuida bien a mi niña Esperanza y a la niña Lily, ¡yo me encargo de él! —gritó, y entonces salió de la tienda.

¿De qué habla «Nana Chelo»? —averiguó el señor Hernández.

¡Ay, no! ¡Había olvidado que afuera estaba el señor Quigly! —aclaró Esperanza con su mano sobre su boca llena de preocupación.

Enterado de esto, al señor Hernández se le abrieron los ojos en gran medida y pasó a salir presuroso de la tienda. Fue entonces cuando encontró a la abuela Consuelo en una discusión acalorada con el señor Quigly, aunque aquello parecía, más bien, como si una madre regañara a un niño que se ha portado mal, y ese «niño» ni siquiera tenía la más remota idea de qué era lo que la mujer le gritaba con tanto ímpetu. Pero no fue sino hasta que ella se agachó para tomar de su pie una de sus zapatillas bajas que el señor Quigly se apartó temeroso y corrió cuan veloz se lo permitieron sus rechonchas piernas para ponerse a salvo.

¡Y más le vale que no vuelva o le echo a los perros y a la policía! —gritó amenazante la anciana con la zapatilla en mano mientras el hombre se alejaba.

«Nana Chelo», por favor, ¡no haga esos corajes! —la tomó de los hombros el señor Hernández.

¡Ese viejo sátiro rabo verde ya me tiene hasta la coronilla! —reclamó con energía—. A ver cuando se lo lleva la policía a otro lado donde no pueda molestar a las muchachas. Ya me da pendiente con mi pobre Esperanza. ¿No te acuerdas cómo me la atosigó aquella vez? La niña hasta se escondió 'nomás' del miedo de encontrárselo otra vez.

Está bien, «Nana Chelo». Me haré cargo de eso, pero primero hay que arreglar lo de la señorita Lily.

Está bueno, está bien. Ya, vamos pa' dentro.

La abuela Consuelo pasó a colocarse la zapatilla y entonces se dirigió de regreso a la tienda, mientras que el señor Hernández suspiró con sus ojos elevados al cielo y pasó a seguirla.

Una vez que ingresaron, concluyeron los acuerdos sobre el trabajo de Lily en la tienda. Acordaron en darle a Lily la cantidad de quince mongelds al día por efectuar labores de limpieza, acomodo de mercancías y ocasional atención al cliente en un horario que abarcaba de las ocho de la mañana hasta las doce del mediodía, y de las dos de la tarde hasta las seis de la noche, con un par de horas para descansar y visitar a su hermano durante la hora del almuerzo.

Finalizado el acuerdo, el señor Hernández y la abuela Consuelo regresaron a las actividades que los ocupaban mientras que Esperanza se encargaba de enseñar y preparar a su nueva trabajadora para efectuar las labores de la tienda. El día apenas iniciaba, pero no se imaginaban que estaría lleno de sorpresas.


¡Buen día, excelente tarde o agradable noche tengan ustedes, mis amados Travenders!

¿Me extrañaron? 

¿Cómo pasaron su fin de semana? Porque acá en México fue fin de semana largo, con eso de la conocida semana santa.

Las cosas marcharon mejor de lo esperado tanto en el trabajo como con mi compromiso, y pude darme una oportunidad de escribir un poco.

Ahora, ¿qué opinan? ¿Qué les parece la nueva familia que aparece en la historia? ¿Notaron la referencia a «Edward Everwood» en este capítulo?

¿Qué sucederá con ellos, y qué importancia tendrán dentro de la historia?

Bueno, habrá que permanecer en sintonía con las actualizaciones para descubrirlo.

¡No se lo pierdan! ¡Hay sorpresas por doquier!

¡Hasta entonces! ¡Que tengan paz, y un excelente día!

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